El Siglo XIX: Transformaciones, Avances y Contexto Filosófico

Contexto Histórico del Siglo XIX

A pesar de que el siglo XIX carece de grandes guerras, fue una época extraordinariamente convulsa y de profundas transformaciones. Es el siglo de las revoluciones burguesas, lo que ocasiona «reacciones» que se concretan a veces en regímenes autocráticos. Sin embargo, gradualmente los ideales liberales de la burguesía ascendente van imponiéndose.

Aparece el gran capital, que se beneficia del despegue espectacular del desarrollo industrial y técnico (con inventos tan relevantes como el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, la radioactividad, el motor eléctrico, la dinamita, el alumbrado eléctrico…). Esto trae como consecuencia la aparición del colonialismo, dada la necesidad de nuevos mercados para satisfacer la superproducción y conseguir materias primas.

Se experimenta un aumento demográfico sin precedentes. Europa duplica su población gracias a las mejoras higiénicas y al avance de la medicina. La consecuencia es un mercado de trabajo completamente saturado, lo que aprovechan las empresas para pagar sueldos de miseria en jornadas agotadoras. Así surgen los movimientos obreros, que reivindican condiciones laborales dignas. En 1864 aparece la Primera Internacional Obrera y en 1889 los seguidores de Marx fundan la Segunda Internacional.

En 1870, como reacción de los sectores populares a la humillante derrota con Alemania, se declara en París la Comuna. La propiedad privada y la explotación quedan abolidas, al tiempo que se proclama el ideario socialista. La represión es brutal: mueren 20.000 comuneros y decenas de miles son encarcelados.

Entretanto Prusia, después de su victoria sobre Francia (1871) que supone la unificación de los diferentes estados alemanes en torno a aquélla (con la excepción de Austria), funda el II Reich (Imperio). Bajo el liderazgo del canciller Otto von Bismarck, Prusia se convierte en Alemania e inicia una época de enorme desarrollo en todos los campos que la transforma en una de las dos grandes potencias mundiales (la otra es Inglaterra).

El nacionalismo es la gran novedad del siglo XIX y uno de sus más importantes legados para el XX. Su adopción por las élites dominantes se produce solo cuando éstas entienden que puede servir como freno al avance del movimiento obrero y al socialismo. Proporciona además un sentido comunitario a las clases populares desarraigadas por la emigración del campo a la ciudad y por el proceso de creciente secularización. El nacionalismo fomenta el antisemitismo (caso Dreyfuss en Francia). La persecución de judíos en Alemania y Rusia motiva la emigración de éstos a América, especialmente a los EEUU.

Contexto Cultural

El romanticismo domina la primera mitad del siglo. Supone una reacción estética contra el frío peso de la razón moderna y el gusto clasicista. Sus rasgos más idiosincrásicos son la exaltación del lado oscuro del alma, de lo irracional, lo afectivo, lo popular, el gusto por las tierras exóticas, la idealización de la vida campestre, la mitificación de épocas antiguas como la Edad Media.

Sin embargo, es desplazado en la segunda mitad por el realismo y el positivismo. Los éxitos de la ciencia y de la técnica expanden la industria capitalista y consolidan la hegemonía social de la burguesía, lo cual acarrea el triunfo arrasador de la concepción materialista, burguesa y cientifista de la vida. La ciencia se aplica a la gran industria, incluyendo a la bélica.

Las nuevas ideologías políticas del siglo -liberalismo, nacionalismo, socialismo- tienen en común prescindir de las viejas doctrinas religiosas. Tampoco son necesarias para la tecnología ni la industria, por lo que quedan relegadas a lo privado. Las reformas liberales se hacen a costa del papel dominante de la Iglesia, así como de su patrimonio tradicional de tierras y bienes inmuebles. El Estado Pontificio queda arrinconado en el insignificante enclave Vaticano. Pero en el terreno moral, educativo y en las costumbres, la Iglesia sigue conservando una gran influencia sobre la población.

Es obligado hablar de las teorías evolutivas de Darwin y del impacto tan extraordinario que tuvieron en la Europa finisecular. Es también la época de Pasteur, o sea, de las primeras vacunas y del éxito contra las enfermedades infecciosas. En las últimas décadas del siglo se produce la culminación y crisis de la ciencia newtoniana y el inicio de la revolución científico-técnica que va a tener consecuencias extraordinarias para el siglo XX.

En pintura, el impresionismo introduce un corte radical con la tradición pictórica desde el Renacimiento. Cualquier hecho es ahora digno de ser pintado. La luz, el instante y el movimiento pasan a ser los elementos fundamentales. Quieren pintar la realidad tal como se ve (cambiante, efímera) y no como se piensa que se ve. Así pretenden ser fieles a la Naturaleza, de manera paralela a como Nietzsche, en su filosofía, pretendió serlo a la vida.

La novela se convierte en fenómeno de masas, muchas de ellas se publican en folletines de la prensa diaria. Autores como Stendhal o Dostoievski (sobre todo por la profundidad psicológica de sus personajes) dejan una profunda huella en Nietzsche. Aparece en los poetas a menudo una actitud decadente y nihilista: buscan la provocación, así como nuevas experiencias con el alcohol o las drogas. Desprecian lo burgués y lo establecido. Buscan un arte puro y huyen hacia mundos privados subjetivos, evitando el pensamiento conceptual y expresando la realidad en un sentido inmediato y simbólico.

Por último, Wagner. Su música seduce por completo al joven Nietzsche como prototipo de creación de un espíritu libre (sobre todo, su idea del drama musical como fusión de todas las artes), pero rompe con él cuando interpreta que el viejo maestro ha terminado cediendo a la farsa del cristianismo.

Contexto Filosófico

El siglo XIX significa el fin de los grandes sistemas y el surgimiento de una pluralidad de movimientos filosóficos de muy distinto signo que rechazan la concepción sistemática y especulativa de la filosofía, tal como fue concebida por el idealismo alemán.

El positivismo triunfa. Comte es su representante más destacado. Se trata de un empirismo radical que hace de la ciencia la única forma válida de conocimiento. Especialmente crítica es la actitud ante la metafísica. En las últimas décadas del siglo XIX se produce una intensa reacción contra el positivismo. Las causas son varias: la crisis de las propias ciencias positivas, la toma de conciencia de que hay problemas individuales y sociales que no son resolubles por la investigación científica, el uso ideológico de proposiciones que solo son científicas en apariencia, etc.

En esta reacción participan corrientes del pasado como el neokantismo y el neohegelianismo, pero las que resultan determinantes son nuevas, como las siguientes:

  • Marxismo
  • Espiritualismo: Niegan la materia como tal y la reducen a espíritu con la consiguiente subordinación de la causalidad a un orden providencial dominado por el finalismo.
  • Historicismo: Rechazan la concepción ilustrada de la Historia por su carácter globalizador y su fe en el progreso. Los pueblos son entidades singulares y hay que estudiarlos para hallar las leyes históricas que los gobiernan.
  • Vitalismo: Es una corriente que, relacionada con el irracionalismo y el desarrollo de la biología, surge a mediados de siglo y toma a la vida, sobre todo la humana, como centro primordial de la tarea filosófica. Se trata de una corriente muy heterogénea, que coincide en explicar la vida no desde principios físico-químicos, sino sólo a partir de un principio vital organizador y estructurador.
  • Irracionalismo

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