El Significado de los Nombres Propios
Conocemos directamente los datos de los sentidos, que son los particulares que podemos nombrar. ¿Por qué solo podemos nombrar aquello de lo que tenemos conocimiento directo? ¿Qué sucede con los nombres propios en sentido usual? Para responder, conviene tener presente la diferencia entre nombrar y describir que subyace al planteamiento de Russell.
Nombrar algo viene a ser equivalente a señalarlo mediante un signo lingüístico. La relación entre el nombre y su portador es directa, pues el nombre, en su mera calidad de signo, es suficiente para identificar al referente. Esta asociación directa entre el lenguaje y una entidad extralingüística solo es posible cuando el nombre designa el dato sensorial que el hablante está experimentando; es decir, una entidad particular percibida directamente.
A una entidad compleja «construida» a partir de particulares (datos sensoriales) resulta imposible nombrarla, puesto que solo somos capaces de identificarla merced a las verdades (descripciones) que conocemos acerca de ella. Se tratará de «aquella entidad que tiene tales y tales características». Por ejemplo, el caso de la mesa Lola. No identificamos el referente porque un signo lingüístico nos la señala, sino porque se ajusta a las descripciones que sabemos acerca de él.
Por ejemplo, nosotros no conocemos directamente a Sócrates y, por tanto, no podemos nombrarlo. Cuando empleamos la palabra «Sócrates», hacemos en realidad uso de una descripción. Lo que pensamos al decir Sócrates podría traducirse como «el maestro de Platón», «el filósofo que bebió la cicuta»,… mas no emplearemos ciertamente aquel nombre como un nombre en sentido propio.
La categoría de los nombres propios queda, pues, reducida a los pronombres demostrativos neutros usados por el hablante para designar sus datos sensoriales cuando los está experimentando. Ninguna información acerca del referente está asociada al nombre propio en sentido lógico; su función es exclusivamente la de estar por el referente. De ahí que su significado sea conocer el referente, tener conocimiento directo del particular nombrado.
Los particulares se conciben como completamente autosubsistentes, existiendo cada uno de ellos con total independencia de los demás, y el reflejo semántico de esta tesis metafísica es la asignación a los nombres propios de un significado autónomo, independiente del contexto; al contrario de lo que ocurre con las descripciones definidas, que han de ser analizadas atendiendo a la contribución semántica que hacen a los enunciados de los que forman parte.
La Búsqueda del Sentido en Filosofía según Schlick
Schlick distingue las distintas maneras de aproximarse al estudio de la filosofía. Con actitud de filósofo se va a buscar qué hay de verdadero en la teoría de la filosofía, y con actitud de historiador, para ver cómo ha ido evolucionando la filosofía. En su opinión, la filosofía no experimenta progresos, a diferencia de la ciencia. Se muestra escéptico con los métodos filosóficos. Quiere apuntar a una tercera vía y quiere mostrar el error de esta. Dice que ha fracasado, que tiene que fracasar si funciona como ha hecho hasta ahora. Si algo no se entiende bien, el problema es el que está expresando la teoría. No es que sea difícil, sino que no se puede expresar. Schlick rechaza estas razones y cifra la razón auténtica de este fracaso en que no se haya distinguido convenientemente entre la actitud científica y la actitud filosófica. La primera es la búsqueda de la verdad y la orientación de la filosofía es la búsqueda del sentido.
Hace unas reflexiones sobre Sócrates y sus preguntas, que eran una especie de búsqueda de sentido. Esta es la manera correcta, según él, de proceder en la filosofía: buscar un sentido. Sócrates desechaba la ciencia y prefería indagar en el ámbito humano. La ciencia se ocupa de cosas particulares que no sirven para el conocimiento del mundo; eso lo hace la filosofía. Es un concepto con mayor generalidad en el que se integran todas las ciencias. Tiene que dar ese sentido de integración y totalidad. Habla también de la relación que puede haber entre filosofía y ciencia en relación al sentido. La verdad siempre pertenece al lenguaje. La filosofía tiene que buscar el sentido; al hacer esto, esclarece el enunciado y lo condiciona. El que tiene que comprobar si es verdadero o falso es la ciencia.
Hace una reflexión sobre lo paradójico de que los filósofos siempre estén preguntando qué es la filosofía y que siempre estén dando diferentes respuestas. Constantemente, la reflexión de la filosofía está presente. Esto no ocurre en la ciencia. A pesar de eso, a la ciencia le pasa lo mismo que a la filosofía. Se van desgajando, como en la bioquímica. Termina haciendo alusión a Wittgenstein sobre la disolución de los problemas filosóficos y acaba diciendo que no puede haber preguntas donde no hay una respuesta. Dice que la ética y la estética terminarán siendo ciencias.