La Muerte de Dios y el Nihilismo
Uno de los aspectos principales de la moral de esclavos (dominada por sacerdotes) que se impuso en la cultura occidental fue la identificación de Dios con la verdad absoluta. Esto supuso la aceptación del “más allá” como realidad deseada por todos y, de igual forma, la aceptación de la moral cristiana y sus valores ascéticos para alcanzarla. Sin embargo, el racionalismo y la ciencia moderna, aunque inmersos en esta misma cultura, introdujeron la semilla del ateísmo, la idea de la muerte de Dios. “Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado”, dice Nietzsche en La gaya ciencia. Muerto Dios, desaparece el horizonte que daba sentido a esos valores antivitales y ascéticos que reprimen los instintos más nobles de la vida, y el hombre descubre que esa voluntad reprimida, esa voluntad “de nada”, no conduce a nada. El nihilismo es la consecuencia en Occidente de este descubrimiento. No obstante, la conciencia de ese nihilismo es necesaria y se torna positiva cuando el hombre se ve libre del peso de la tradición y se abre a un mar abierto de posibilidades en la creación de nuevos valores: frente al nihilismo, el hombre solo puede adoptar dos posturas: permanecer en el vacío y en el sinsentido de los valores caducos o crear sus propios valores afirmando lo único verdadero: su vida… contra la negación ascética, un sí rotundo a la vida. (“En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes.” – Así habló Zaratustra -)
La Voluntad de Poder y el Superhombre
La voluntad de poder se enfrenta a la voluntad de nada del nihilismo, del no querer, del ideal ascético. Es una voluntad que afirma la vida, que busca la superación personal, es una voluntad de crear (los artistas son superhombres). La superación del nihilismo traerá consigo la transvaloración de aquellos valores que nos condujeron a la nada. Se trata de una tarea de creación de nuevos valores propia de la voluntad de poder de un nuevo tipo de hombre vital, que destruirá el prototipo de “hombre bueno” tradicional. Este nuevo hombre es lo que Nietzsche denomina “superhombre” (“el hombre es algo que debe ser superado, el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre” – dice Nietzsche en Así habló Zaratustra -). El superhombre es la encarnación de Dionisos, pues se situará como aquel dios trágico más allá del bien y del mal, creando sus propios valores con absoluta autonomía, recuperando el sentido de la tierra, el “más acá”, una vez constatado que no existe Dios ni “más allá”.
Las Tres Transformaciones del Espíritu
Zaratustra (mensajero de la muerte de Dios y de la buena nueva del superhombre en Así habló Zaratustra) expone las tres transformaciones del espíritu:
- El camello: metáfora del hombre que soporta sobre su joroba el peso de la tradición cristiana.
- El león: se transforma en león cuando cae en la cuenta del nihilismo y se rebela contra esa moral caduca, contra el “gran dragón” del “tú debes” (peso de la tradición -Dios-).
- El niño: el león es pura negatividad que aún necesita a aquello contra lo que se enfrenta para reafirmarse, y solo cuando se transforme en un niño, en un ser que nace a una nueva vida, inocente y sin prejuicios, creará sus propios valores, jugando, danzando sin preocupación por “la cuerda floja” de la vida. El niño es la metáfora del superhombre y la voluntad de poder del superhombre es una voluntad creadora de nuevos valores.
El Eterno Retorno
El superhombre vive el instante, asume que este mundo es “el único mundo real” (rechaza el trasmundo platónico y cristiano) y desarrolla una actitud positiva de afirmación a la vida y al mundo, permanece “fiel a la tierra”. Zaratustra anuncia al superhombre y se presenta también como el profeta de otra de las teorías clásicas de Nietzsche vinculada a esta nueva concepción del hombre: la del eterno retorno. Frente a la idea cristiana-occidental de un tiempo lineal, Nietzsche recupera la idea griega del tiempo circular, planteándola como la afirmación más sincera y extrema de la vida, santificación de nuestra vida, pues supone reafirmar lo que hagamos en ésta como si fuera a repetirse eternamente. No debe confundirse esta teoría con una especie de reencarnación propia de las religiones orientales, sino como un amor a la vida hasta el punto de desear que lo que hagamos en esta vida se repita siempre, eternamente…
Autor
Nietzsche se enmarca dentro de la corriente filosófica del siglo XIX denominada vitalismo. La filosofía de Nietzsche constituye una gran crítica a la cultura occidental, que, fundada sobre los valores del cristianismo y de la filosofía griega clásica, oculta la voluntad de poder de espíritus débiles y resentidos contra la vida y es, por tanto, una cultura decadente y mentirosa.
Ideas Principales
Es un texto característico de la obra de Nietzsche, lleno de metáforas. En él describe, utilizando figuras metafóricas, las tres transformaciones que atraviesa el hombre occidental hasta llegar a ser el creador de sus propios valores (el superhombre):
- Comienza el texto refiriéndose a las tres transformaciones del espíritu: camello, león y niño, y continúa con una serie de interrogaciones sobre la “pesada carga del espíritu del camello”.
- El espíritu del hombre occidental lleva la carga pesada de la tradición cultural, como un camello; es un espíritu paciente y humillado (primera transformación).
- La conquista de la libertad convierte al camello en león, el hombre que se rebela contra la tradición que le impone lo que debe hacer, contra el “gran dragón” (Dios y todo el peso de dicha tradición – tú debes -) para lograr ser dueño de sí mismo (segunda transformación).
- Pero el león no es capaz de crear valores nuevos, para eso debe sufrir una tercera transformación, debe convertirse en niño, un hombre que nace de nuevo a la vida, juega con ella y crea sus propios valores.
Comentario del Texto
La obra de Nietzsche representa la más profunda crítica desde el pensamiento filosófico a la cultura occidental. Para Nietzsche, dicha cultura se sustenta en dos grandes pilares: la filosofía clásica griega iniciada por Sócrates y Platón, y el cristianismo. Ambas fuentes de la cultura de Occidente ocultan detrás un sistema de valores de espíritus débiles y resentidos contra lo vital y natural, lo que ha dado lugar a una cultura decadente, basada en la debilidad y el resentimiento y, por tanto, una cultura mentirosa. Metafóricamente, Nietzsche expone en el texto la triple metamorfosis que debe sufrir el hombre moderno para desembarazarse del legado de esta cultura contra natura: el “hombre camello” representa al hombre occidental que soporta sobre sus espaldas el peso enorme de la tradición heredada, carga pesada pues le obliga a actuar de forma contraria a sus instintos más naturales; el “león” es el hombre que se rebela, el que se niega a aceptar los viejos y caducos valores apoyados en las mentiras tradicionales defendidas por filósofos y sacerdotes, el hombre que toma conciencia del “nihilismo” (el horizonte de sus valores es la “nada”, es una mentira urdida a lo largo de la historia por los débiles y resentidos) y quiere conquistar su libertad. Pero el león necesita transformarse en “niño”, en un hombre que nace a una nueva vida para crear sus propios valores, una vez despojado del peso de la tradición, el hombre dionisíaco que juega, danza, afirma y ama la vida, con su irracionalidad, con sus aspectos trágicos y cómicos, como si ésta fuera a repetirse eternamente… ese es el “superhombre” para Nietzsche.