1. LA CRÍTICA DE NIETZSCHE A LA CULTURA OCCIDENTAL
1.1. Crítica a la metafísica occidental (platonismo)
Nietzsche denomina metafísica a toda doctrina que separa el mundo en dos: suprasensible (inteligible, de las ideas, verdadero) y sensible (corporal, de las cosas, aparente). La metafísica comenzaría con Sócrates y Platón e impregnaría toda la cultura occidental. Por ello, a esta escisión entre lo suprasensible y lo sensible Nietzsche la denomina también «socratismo» o «platonismo».
El mundo suprasensible es el mundo de los “ideales”, de la sabiduría (y la verdad), la virtud (y la moral), la belleza (y el arte), todo lo noble y lo grande. Pero para Nietzsche esos ideales responden a determinadas necesidades de la vida (instintos que les dan fuerza y que permanecen ocultos, precisamente porque son «demasiado humanos»).
La metafísica ha definido el mundo suprasensible como «lo verdadero» y «lo bueno», pero a la vez es lo no visible, no tangible, lo que se nos escapa. La historia de la metafísica misma (desde Sócrates-Platón a Hegel) conduce al resultado de que lo suprasensible, precisamente por ser lo no-presente, sencillamente no es.
1.2. «Dios ha muerto»
El «mundo verdadero», el «mundo suprasensible», es Dios. Por tanto, «Dios ha muerto». Dios no es simplemente una tesis de unos pensadores o una creencia de ciertos creyentes. Toda la cultura occidental se apoya en la consideración de un «ideal», de una norma, de algún concepto de «lo bello», «lo verdadero» y «lo bueno», de un «ser que verdaderamente es». Y este «ser verdadero» es lo que ha dejado de ser, ha muerto. La muerte de Dios no es sólo la muerte del Dios cristiano, ni sólo la del Dios personal de las religiones, sino la muerte de cualquier «ideal».
Con la eliminación de Dios, del mundo suprasensible, también se elimina el mundo sensible: la cultura occidental ha conducido en sí misma a una nada, al nihilismo.
De ningún modo se trata de poner en lugar de Dios otras cosas como “la humanidad”, porque ese «Dios que ha muerto» es sobre todo ese lugar, que no es que haya quedado vacío, sino que ha sido eliminado incluso como «lugar”.
1.3. El nihilismo
El hecho de la muerte de Dios puede ahora ser expresado así: «que los valores supremos se desvaloran», esto es el nihilismo (Nihil, en latín: nada).
Nihilismo tiene un doble sentido:
a.- Nihilismo en su sentido negativo (nihilismo reactivo):
El nihilismo no es la simple negación de la metafísica (del platonismo), sino que además es el cumplimiento de la esencia de la metafísica. La cultura occidental es, en su esencia, nihilista. El platonismo llevaba ya en su seno, desde su nacimiento, el germen del nihilismo. El nihilismo no es una doctrina filosófica, sino un movimiento histórico, el movimiento histórico de la cultura occidental, de la cultura de la decadencia y del resentimiento.
Al enraizarse el «nihilismo» en la esencia de la metafísica, este no puede ser evitado o superado ni aferrándose a los valores de la metafísica (se han hecho inválidos) ni poniendo en el lugar de aquellos valores otros nuevos (el «lugar mismo» ha quedado eliminado).
El nihilismo ha de ser radicalmente asumido, y así deja de ser algo «negativo»:
b.- Nihilismo en su sentido positivo (nihilismo activo):
El nihilismo positivo es el reconocimiento de la esencia nihilista de la cultura occidental, es la reflexión y el repensar a fondo el propio final de la metafísica, es asumir todas las consecuencias del nihilismo. De éste modo, el nihilismo se transforma en algo positivo, en algo creador de nuevos valores.
Sólo renunciando a todo lo suprasensible, lo sensible puede ahora valer por sí mismo, como devenir, como sensible. Es la afirmación de la vida, de la vida tal como ésta es en sí misma, fugaz, inapresable.
El nihilismo es, así, lo terrible, lo más funesto, la ausencia total de sentido, la pérdida de todo consuelo y de toda seguridad, pero, por ello mismo, es la afirmación de la vida sin condiciones, la presencia del devenir como aquello que no ha de justificarse por «sentido» alguno, como la suprema inocencia, «un niño que juega» (Heráclito).
2. EL SUPERHOMBRE Y EL ETERNO RETORNO
Un mundo que no necesite nada suprasensible sólo puede ser entendido como un mundo finito en el sentido del eterno retorno; esta es la única manera de «imprimir al devenir el carácter del ser», en lo cual consiste «la suprema voluntad de poder». Asumir el eterno retorno de lo idéntico será la tarea del superhombre.
El eterno retorno en su formulación ontológica introduce una concepción del ser dinámica. Es decir cada instante se considera eterno, todo lo que en ese instante pasa, vuelve una y otra vez. Esto obliga a valorar la vida de otra forma: cada instante es precioso y hemos de desear que vuelva una y otra vez.
2.1. La transvaloración moral (el origen de la moral)
Nietzsche critica la moral a partir del estudio del origen de los valores morales, su análisis se sitúa «más allá del bien y del mal», analiza las raíces (fuerzas e instintos) de los que nacen estos conceptos morales.
La moral nace como resultado de una transvaloración de los valores nobles que afirman la vida:
«Bueno» significó primitivamente «lo noble y aristocrático», contrapuesto a «malo» en el sentido de «simple, vulgar, plebeyo». Estas dos denominaciones, que no contienen un valor «moral», son creadas por los nobles y poderosos al afirmarse a sí mismos y a su vida como algo feliz y deseable (acción).
Esta es la manera de valoración del pueblo griego.
La moral comienza con la venganza que la casta sacerdotal (nobles, pero impotentes) trama contra los señores: aliada con los siervos, dirige el odio de su impotencia contra lo que no puede poseer. Los sacerdotes invierten los valores, realizan una transvaloración de los valores de la vida y con ello nace la moral: «lo noble» pasa a denominarse «malvado», mientras que «lo plebeyo» es ahora «bueno». El resentimiento es quien genera estos nuevos valores morales.
Con los judíos -pueblo sacerdotal por excelencia- comenzó en la moral la rebelión de los esclavos…, y los cristianos han consagrado esta moral.
2.2. La transvaloración de la transvaloración moral (crítica a la moral)
La moral es el resultado de una venganza, una venganza contra la vida. La liberación de la venganza, en cambio, sólo puede consistir, según Nietzsche, en afirmar la vida en su fugacidad es decir: querer el eterno retorno.
Esta es la nueva transvaloración de la transvaloración moral que realiza Nietzsche: hay que volver del revés aquella transvaloración judeo-cristiana y retornar a los valores del espíritu aristocrático, a los valores de afirmación la vida y del amor al destino.
El eterno retorno, tema central del Zaratustra permite al hombre ser liberado de la oposición a la vida, de la condena de la vida, de la venganza contra la vida (la metafísica remite todo el devenir a una instancia superior ajena a él).
La idea del eterno retorno de lo mismo, es el eje de la nueva moral propugnada por Nietzsche: puedes hacer lo que quieras, pero lo que hagas has de quererlo de verdad. Es decir, lo que hagas, sea lo que sea, retornará infinitas veces. El valor de tu acción será siempre infinito. No podrás excusar cualquier bajeza con el pretexto de “una vez y no más”.
La liberación de esta venganza contra la vida es el nacimiento de un nuevo tipo de humanidad, al que Nietzsche llamará «el superhombre».
2.3. El superhombre
El tema del superhombre es presentado en el Prólogo de Así habló Zaratustra: Zaratustra desciende de la montaña, llega a la ciudad y en el mercado intenta hablar al pueblo. Les muestra la imagen del último hombre y les enseña el superhombre. El superhombre tiene lugar por la asunción radical del final de la humanidad, final en el cual «Dios ha muerto», en el cual los valores de siempre ya no valen, en cual el hombre, «el último hombre», se encuentra sin valores, sin anhelo ni estrella. Mejor dicho: él («el último hombre») no se encuentra, no percibe en absoluto la pérdida de toda grandeza, porque, en virtud de esa misma pérdida, carece de todo sentido de la grandeza.
La muerte de Dios ha abierto dos posibilidades al ser humano: por un lado, un ateísmo superficial y un desenfreno moral, que es un empobrecimiento del hombre, es el último hombre, por otro la posibilidad creación de nuevos valores no ideales sino basados en la tierra, el superhombre.
El superhombre es el fruto de tres transformaciones: «Cómo el espíritu se convierte en camello, el camello en león, y el león, por fin, en niño».
- El camello es el animal del desierto que transporta grandes cargas. Es, junto con el asno, el animal cristiano que acarrea el peso de «los valores superiores» y simboliza al hombre que se inclina ante Dios y ante la moral. El camello se arrodilla para cargar con el peso que le arroja el gran dragón: «¡tú debes!».
- Pero entonces el espíritu se transforma en león que debe conquistar su libertad, arrojar los antiguos valores y poder decir: «¡yo quiero!». El león simboliza la destrucción de valores establecidos, es el hombre que lucha contra los valores transcendentes creando las bases de la libertad.
- Pero todavía no es capaz el león de crear nuevos valores. Para eso hace falta que el espíritu se transforme en niño: El superhombre es un niño, es capaz de crear valores con la inocencia de un niño, está más allá del bien y del mal.
3. Relación entre la teoría del conocimiento de Marx y la de Platón
La contraposición entre Marx y Platón es la contraposición entre materialismo e idealismo. Hay que tener en cuenta la forma de materialismo y de idealismo que cada uno representa. Por materialismo se entiende siempre la reducción de todo lo existente a la materia, ahora bien, la materia misma se puede definir como átomos, procesos fisico-químicos, procesos biológicos.
En el caso de la filosofía de Marx la materia está constituida por procesos de producción o económicos, por ello el materialismo histórico de Marx puede ser resumido así: la historia humana es la historia de los procesos materiales o económicos. Inversamente, el idealismo aspira a reducirlo todo a la idea. En Platón las ideas son las esencias eternas, inmutables e inteligibles, a las cuales puede ser reducido el mundo de las cosas sensibles, cambiantes y perecederas. Todo lo sensible y material sólo puede explicado por relación a las ideas inteligibles: las cosas sensibles son copia de las ideas. Las cosas sensibles no tienen auténtica realidad, sino tan sólo una realidad derivada, secundaria; su conocimiento no es auténtico conocimiento: el conocimiento sensible es un conocimiento inferior. En contraposición, el auténtico conocimiento es el conocimiento inteligible o conocimiento superior: es la contemplación de las ideas eternas e inmutables lo que proporciona un conocimiento verdadero, eterno e inmutable.
En el otro extremo, la filosofía de Marx busca la reducción de las ideas a lo material económico: la ideología de una sociedad, es un reflejo que emana o deriva de la realidad productiva (económica) de esa sociedad. El estudio de la infraestructura social, de sus fuerzas productivas y relaciones de producción, permite explicar una determinada superestructura.
En el idealismo de Platón subyace un anhelo de inmutabilidad: la reducción de lo material-sensible a lo ideal-inteligible es al mismo tiempo la reducción del cambio y el movimiento a lo permanente e inmutable. Frente a ello, el materialismo de Marx no pretende eliminar el movimiento y la historia, sino explicarlos mediante leyes: el materialismo histórico investiga las leyes científicas que rigen la historia de las sociedades, leyes que son de naturaleza económica. Así se presenta la contraposición entre Platón y Marx: la contemplación estática de la ideas en Platón frente al dinamismo de la historia material en Marx. Ambos, en el fondo, buscaron una utopía: Platón intentó a su manera implantar sus ideas políticas en la polis de Siracusa y Marx participó activamente en los movimientos obreros de su época luchando por una sociedad más justa e igualitaria.
4. Relación entre la moral del Superhombre de Nietzsche y la moral socrático-platónica
Vamos a centrar este epígrafe en relacionar la manera de valorar del superhombre nietzscheano con la moral socrático platónico.
En el Crepúsculo de los Ídolos, subtitulado Cómo se filosofa con el martillo, se nos muestra a Sócrates como el personaje con quien la seguridad en los instintos es suplantada por la racionalidad.
El paso siguiente de su crítica será Platón quien incluye el moralismo en la filosofía, lo acusa de ser el iniciador de una interpretación moral del ser. Es el platonismo el que ha colocado un mundo suprasensible detrás de este sensible nuestro único mundo real. Esa duplicidad metafísica del mundo ha sido un error, una ficción para escapar a la caducidad y dar a la existencia un significado infinito. La metafísica separa la valoración de lo existente en auténtico e inauténtico. El ser real, el bueno en la metafísica está situado más allá del mundo en el trasmundo de las cosas eternas del cual las cosas terrenas y perecederas son solo una copia y por tanto poco valen. Así tenemos que nuestro mundo espacio-temporal, físico, sensible y corporal queda excluido de la auténtica realidad.
Para Nietzsche hay que eliminar la mentira inventada por la filosofía pues esta visión y valoración platónica del mundo no es más que el mundo al revés. Nietzsche invertirá la cuestión del ser y el valor. La apariencia, lo sensible, lo temporal, lo que influye en el devenir es ahora lo real y valioso, lo eterno. El día que la humanidad asuma que esta vida, la única que hay, es lucha y reconciliación continua, placer y dolor, y que no hay que buscarle otro sentido que no sea ella misma y que hay que vivirla de modo afirmativo queriéndola de verdad deseando que cada instante se repita eternamente, ese día Dios habrá muerto pues habrá desaparecido el modo metafísico y religioso de valorar este mundo en función de otro trasmundo.
También Nietzsche critica el uso que el cristianismo ha hecho de la filosofía platónica. Platón distingue en el hombre entre cuerpo y alma: el primero es mortal e inferior y la segunda es de origen divino e inmortal y por tanto debe ser la que mandé y guie al cuerpo que es una prisión que mantiene al hombre encadenado a las apariencias y el engaño. En definitiva, el mundo trascendente e inmaterial tiene características positivas mientras que el mundo terrenal y sensible le corresponden características negativas.
El superhombre es la nueva humanidad propuesta por Nietzsche capaz de rechazar los viejos valores y crear una nueva manera de vivir más creativa que racional, más artística que científica, que goza y disfruta de la vida con lo bueno y lo malo pues la vida es lucha de contrarios simbolizada en dos dioses. Estas dos posiciones se necesitan entre sí y se complementan.
5. Kant
5.1. El siglo XVIII
Cuatro revoluciones configuran el marco histórico del siglo XVIII:
- Revolución demográfica: de 100-120 millones de habitantes en Europa en 1700 se pasa a 180-190 millones en 1800.
- Revolución agrícola: una mejora en las herramientas y en las técnicas agrarias (sistema de rotación de cultivos).
- Revolución industrial: a partir de 1750, aunque poco notable aún, gran número de avances técnicos se aplican a la industria (invención de la máquina de vapor, fábricas de telares).
- Revoluciones liberales-burguesas: la revolución inglesa (1688) implanta un sistema político parlamentario, la independencia americana (1776) y la primera Constitución (1787) proclaman la libertad de las naciones y los derechos humanos, y la revolución francesa (1789) que acaba con el absolutismo de los monarcas.
Estas revoluciones culminan en el terreno político la crisis del Antiguo Régimen (absolutismo), marcada por los siguientes factores:
- la creciente pujanza de la burguesía, que exige mayores cuotas de participación política y de libertad económica (librecambismo).
- el despotismo ilustrado: en aquellos países donde no se realiza la revolución burguesa (Prusia, Austria, Rusia), los monarcas asumen a su manera el espíritu de la Ilustración (déspotas que se rodean de ilustrados y filósofos).
5.2. La Ilustración
La Ilustración (o Iluminismo) fue un amplio movimiento de ideas (cultural, filosófico, literario, artístico, religioso…) que se extendió y desarrolló durante el siglo XVIII, también llamado siglo de las luces, que buscaba la clarificación («iluminación») sobre todos los ámbitos de la vida humana.
La Ilustración se inicia en Inglaterra, se extiende a Francia y de ahí se irradia a toda Europa. En las islas británicas la Ilustración, en un marco de menor tensión política (la monarquía parlamentaria ya se había instaurado con la revolución de 1688) tuvo un carácter empirista-epistemológico y cultivó las ciencias de la naturaleza (Newton) y el análisis de la sociedad y de la religión (Locke, Hume). En Francia, en un clima político tenso entre el absolutismo y la ascendente burguesía, se debatieron sobre todo los temas de la moral, el derecho y el progreso histórico (Voltaire, Montesquieu, Rousseau).
Este espíritu ilustrado dio lugar a obras colectivas como La Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de los oficios dirigida por Diderot y D’Alambert cuyo propósito era difundir la cultura, crear una opinión crítica y antidogmática y criticar los prejuicios y las creencias tradicionales.
La Ilustración alemana llevará a cabo un análisis de la razón para encontrar sus posibilidades y sus límites tanto en el terreno científico como en el ético y religioso (Kant).
5.3. La razón ilustrada
El concepto de razón que aparece en la época de la Ilustración puede entenderse como una síntesis de racionalismo y empirismo:
- La razón es universal, una y la misma en todos los pueblos, hombres, culturas y épocas.
- La razón ilustrada tiene un carácter autónomo, que no tiene ante sí más límites que ella misma. Es la única guía del hombre y rechaza la tutela y la tradición, no acepta a nada ni a nadie por encima de sí misma.
- La razón humana es finita. La razón se fija los límites a sí misma. Es la crítica de la razón a la propia razón.
- La razón es crítica (contra los prejuicios, la tradición, la autoridad externa, la superstición y la idolatría.
- La razón es secularizada (independiente de lo eclesiástico): se intenta la reducción de la fe a la razón (la ilustración impulsa el deísmo y la religión natural).
- frente al teocentrismo, la naturaleza será el nuevo centro de interés (estudio de las leyes de la naturaleza, p.ej. Newton).
- frente al Providencialismo divino, fe en el Progreso continuo y sin límites de la razón y de la humanidad (nace un interés por la historia y la sociedad).
En resumen, la razón ilustrada se centra en el estudio del hombre, el ser humano que debe liberarse de los prejuicios internos y de las tutelas externas para comenzar a aprender por sí mismo. Sapere aude («atrévete a saber») es el lema kantiano de la ilustración.
5.4. Vida y obra
Inmanuel Kant (1724-1804) nació, vivió y murió en Königsberg (Prusia Oriental), dedicó su vida al estudio y a la filosofía. Llegó a ser profesor de Lógica y Metafísica en la Universidad de Königsberg. Sobrio de costumbres, metódico, soltero, modesto, amable, respetuoso… imbuido de los ideales de la Ilustración (simpatía por la Independencia americana y la Revolución francesa, pacifista, cosmopolita…).
Sus principales obras son:
- Crítica de la razón pura (1781, 2ª ed. 1787): se plantea la pregunta ¿qué puedo conocer?, es, pues, una teoría del conocimiento.
- Crítica de la razón práctica (1788): sobre ¿qué debo hacer? o teoría moral.
- Crítica del juicio (1790): donde se interroga por ¿qué es lo bello? o teoría estética.
- La religión dentro de los límites de la mera razón (1793).
- La paz perpetua (1795).
Estas tres últimas obras dedicadas a la teoría de la religión y la historia, responden a la cuestión ¿qué me cabe esperar?
Pero estas preguntas del pensamiento del Kant se resumen en una sola: ¿qué es el hombre? El hombre es razón, razón que se desarrolla en sus diversos aspectos (cognoscitivo, práctico o moral, estético y religioso-histórico).
6. Marx
6.1. Contexto social
El siglo que le tocó vivir a Marx, el siglo XIX, supone en Europa el desarrollo de la industrialización, sobre todo en Inglaterra seguida de Alemania, Bélgica y Francia, siendo muy desigual en otras zonas del continente. Ello trajo consigo el aumento de la masa de trabajadores en torno a las ciudades y los núcleos industriales, con fuertes desigualdades sociales entre proletariado y burguesía, y dando lugar a la formación de los movimientos obreros para luchar contra los bajos salarios, las largas jornadas de trabajo, la contratación de niños y la inestabilidad en el empleo.
No es extraño por ello que el siglo XIX sea un siglo de revoluciones, iniciadas en Francia pero que se extiende al resto de Europa: a la revolución de 1789, siguen las revoluciones de 1830, 1848 y 1871, estas dos últimas ya con un marcado protagonismo del proletariado.
6.2. Contexto filosófico
En el terreno filosófico podemos decir que tres son fundamentalmente las fuentes del pensamiento de Marx:
- Hegel y la izquierda hegeliana
- La economía política inglesa
- El socialismo utópico
Marx participa de la izquierda hegeliana lo que le confiere una sólida formación filosófica. Pero a su crítica a Hegel sucede muy pronto su crítica la izquierda hegeliana (especialmente Feuerbach) por su mero carácter teorético. Los economistas ingleses (David Ricardo) proporcionan a Marx un análisis inicial de la economía capitalista, pero a su juicio se quedan en propuestas meramente reformistas.
Los socialismos utópicos (Proudhon) nacen ante la situación de grave explotación del proletariado en el siglo XIX y ofrecen interesantes propuestas pero no parten del análisis de la realidad ni confieren el protagonismo a quien ha de ser el auténtico sujeto de la revolución, el propio proletariado.
La filosofía de Marx y el marxismo se consideran a sí mismos como una filosofía continuadora de los Ideales de la Ilustración. Según Marx la burguesía ilustrada había visto claramente que un mundo donde se diesen la libertad, la igualdad y la fraternidad sería un mundo mejor, más racional; pero la burguesía como clase social, cuya existencia consiste en explotar al proletariado, era incapaz de realizar estos ideales quedando todo únicamente en declaraciones formales. Marx piensa que el proletariado será el encargado de hacer realidad estos principios.
6.3. Vida y obras
La vida de Marx está marcada por el desarrollo del capitalismo y de los movimientos obreros en los cuales participó. Siempre toma parte activa o se pronuncia a favor de todos los movimientos revolucionarios que tienen lugar a lo largo de su vida. Apoya la revolución francesa de 1848, la Comuna de París (1871) y participa en la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (Primera Internacional) en 1864.
Marx nace en Tréveris (Prusia) en 1818. De familia judía, estudia Historia y Derecho en las Universidades de Bonn y Berlín, pero influenciado por Hegel se dedica al estudio de la filosofía y pronto aparece ligado a la corriente filosófica denominada “izquierda hegeliana”. Rápidamente toma conciencia de los problemas sociales de su época. En 1842 entra como colaborador en la Gaceta Renana, de Colonia, donde publica artículos defendiendo el sufragio universal, la libertad de expresión y toma conciencia de los conflictos sociales. En 1843 esta publicación es cerrada y entonces se traslada a París y publica la revista Anales francoalemanes, tomando contacto con los movimientos obreros y con el que será su amigo y colaborador F. Engels. En 1844 publica los Manuscritos: Economía y Filosofía y en colaboración con Engels en 1845-6 publica La ideología alemana. Expulsado de París, va a Bruselas. En 1847 aparece La miseria de la filosofía (en respuesta a La filosofía de la miseria de Proudhon). También de Bruselas es expulsado en 1848, volviendo de nuevo a París, y pasando luego a Colonia, donde publica la Nueva Gaceta Renana. En 1848 escribe, a petición de la Liga de los Comunistas, el Manifiesto del Partido Comunista. En 1849 se establece definitivamente en Londres. Allí trabaja intensamente en la Biblioteca del British Museum, viviendo de la publicación de artículos en periódicos como el New York Tribune, y de la renta que le pasaba su amigo Engels. Publica en 1859 Contribución a la crítica de la economía política y en 1867 el primer tomo de El Capital. En 1864 redacta los estatutos de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores, Primera Internacional), que en 1872 se divide en dos ramas irreconciliables: los anarquistas liderados por Bakunin y los comunistas liderados por Marx; en 1875 hay una nueva escisión en el movimiento obrero: Marx y Engels se enfrentan al Partido Socialdemócrata Alemán.