El Utilitarismo de John Stuart Mill: Maximizando la Felicidad Colectiva

El Utilitarismo de John Stuart Mill: Maximizando la Felicidad Colectiva

En este texto, se aborda la concepción de la felicidad desde la perspectiva utilitarista de John Stuart Mill, destacando la importancia de la felicidad colectiva sobre la individual y la necesidad de una imparcialidad estricta en la evaluación de las acciones morales.

1. La Definición Utilitarista de Felicidad

Mill define la felicidad, desde una óptica utilitarista, no como la felicidad que el acto proporciona al agente, sino como la felicidad generada a todos aquellos a quienes la acción afecta. Para que esta noción de felicidad sea efectiva, quien realiza la acción debe ser capaz de distanciarse de su propia acción como si sólo fuese un espectador externo.

2. La Imparcialidad del Espectador Desinteresado

Con la expresión «ser tan estrictamente imparcial como un espectador desinteresado y benévolo», Mill apunta a una de las dificultades más severas que plantea el criterio de felicidad utilitarista. El utilitarismo busca priorizar el interés y la felicidad colectivos sobre el interés y la felicidad individuales, lo que se refleja en la fórmula «el máximo placer para el mayor número». El problema radica en que el agente debe estar de acuerdo en anteponer los intereses ajenos a los propios, actuando con la imparcialidad de un espectador desinteresado. En la práctica, los humanos no actuamos como autómatas de cálculo moral, evaluando desapasionadamente las consecuencias de nuestros actos. Aunque sabemos que nuestras acciones afectan a quienes nos rodean, este conocimiento no siempre modifica nuestro comportamiento hasta el punto de renunciar a beneficios personales. Esta es la principal dificultad práctica del utilitarismo.

Esta dificultad se incrementa porque Mill propone un utilitarismo de las reglas, que va más allá de los actos puntuales (utilitarismo de los actos, defendido por Jeremy Bentham). Mill busca establecer normas morales que se traduzcan en actos útiles, es decir, que proporcionen felicidad a la mayoría.

3. Comparación con el Hedonismo de Epicuro

El utilitarismo se vincula fácilmente con la teoría hedonista de Epicuro (341-270 a.C.). Como el filósofo griego, Stuart Mill considera que la fuente de la felicidad reside en la búsqueda y satisfacción del placer. Podríamos decir que el utilitarismo de Mill es una teoría hedonista, fundamentada en la noción de placer (hedoné, en griego). Sin embargo, existe una diferencia crucial entre el hedonismo epicúreo y el de Mill. Para Epicuro, la obtención de la felicidad y el ejercicio del placer son una labor individual. Epicuro desaconseja prácticas orientadas al beneficio social, como la política, y sólo considera beneficioso para la felicidad el cultivo de la amistad.

La perspectiva utilitarista es diferente. Según Mill, la máxima felicidad individual no sería verdadera felicidad si se diera en un contexto de infelicidad colectiva. La felicidad utilitarista es una felicidad social, que busca encajar la felicidad individual en un marco de máxima felicidad plural, sin permitir que la primera prevalezca sobre la segunda.

4. La Complejidad de la Responsabilidad Moral en un Mundo Globalizado

La tesis de Mill plantea un problema más práctico que teórico. Afirmar que no se puede ser feliz en un ambiente de infelicidad colectiva y que, en consecuencia, hay que priorizar la felicidad colectiva es fácil de sostener en teoría. El problema radica en que se ponen en juego nociones abstractas que pueden paralizar la emisión de un juicio. Hablar de «los otros» en la Inglaterra del siglo XIX era más sencillo que en la actualidad. ¿En quién debemos pensar cuando Mill nos pide que consideremos la felicidad de todos los afectados? ¿Quiénes son los afectados por nuestras acciones en una sociedad globalizada, donde las desigualdades se hacen evidentes a escala planetaria?

Nuestros «otros» ya no son sólo nuestra familia, amigos, vecinos o conciudadanos. Son, cada vez más, los niños de Brasil o India que cosen los balones con los que jugamos, las mujeres africanas que recorren kilómetros para obtener agua, y todos los que sufren las consecuencias del cambio climático provocado, en parte, por nuestras acciones. Cada uno de nuestros actos tiene causas y consecuencias que escapan a nuestro control. ¿Qué sentido tiene hablar de «los demás» en un contexto global? Quizás tiene más sentido que nunca, y necesitamos pensar en «los demás» como en «todos los demás». Nos encontramos ante un panorama que exige concretar el sentido y alcance de nuestra responsabilidad moral, un panorama muy distinto al que dibujaba Mill hace casi 200 años.

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