Emotivismo moral: Fundamentos del sentimiento en la ética

Emotivismo moral: El sentimiento como fundamento de la ética

El emotivismo moral es una teoría ética según la cual el fundamento de la experiencia moral no se encuentra en la razón, sino en el sentimiento que las acciones y cualidades de las personas despiertan en nosotros. Aunque este título no se encuentra en las investigaciones éticas de Hume, podemos utilizarlo para caracterizar su punto de vista en relación con el fundamento de la moral.

El emotivismo moral frente al intelectualismo moral

El emotivismo moral se opone al intelectualismo moral. Esta última teoría moral afirma que la condición necesaria y suficiente para la conducta moral es el conocimiento. Por ejemplo, que para ser buenos es necesario y suficiente el conocimiento de la bondad. Esta teoría parece contraria a las ideas corrientes, pues para la mayoría de las personas se puede ser malo aun sabiendo qué es lo que se ha de hacer. El emotivismo moral se acerca mucho más a la concepción del sentido común al destacar la importancia de la esfera de los sentimientos y las emociones en la vida moral. Hume es su más importante defensor en la filosofía moderna.

La crítica de Hume al racionalismo moral

En el Apéndice I de su obra “Investigación sobre los principios de la moral”, Hume presenta con claridad las tesis básicas del emotivismo moral y de su crítica al racionalismo moral. Comienza planteando el problema: ¿cuáles son los principios generales de la moral? ¿En qué medida la razón o el sentimiento entran en todas las decisiones de alabanza o censura? E inmediatamente señala que las cualidades que alabamos son aquellas que guardan relación con la utilidad, con las consecuencias beneficiosas que traen consigo para la sociedad y para su poseedor. Señala también que, excepto en casos sencillos y claros, es muy difícil dar con las leyes más justas, leyes que respeten los intereses contrapuestos de las personas.

La razón puede ayudarnos a decidir cuáles son las consecuencias útiles o perniciosas de las cualidades y las acciones y, por lo tanto, debe tener cierto papel en la experiencia moral. Sin embargo, Hume intentará mostrar que la razón es insuficiente. Los argumentos más importantes que presenta en dicho Apéndice y que parecen avalar al emotivismo moral antes que al racionalismo moral, son:

1. La moralidad no es una cuestión de hecho

Si la razón fuese el fundamento de la moral, entonces lo moral tendría que ser un hecho o algún tipo de relación, dado que la razón solo puede juzgar sobre cuestiones de hecho o relaciones. Pero Hume intenta mostrar que no es un hecho: el carácter de mala o buena de una acción no es algo que se incluya como una propiedad real del objeto que valoramos. Al no ser una cuestión de hecho, dicho carácter no aparece en la descripción de las propiedades reales de los objetos que podemos percibir (colores, formas, tamaños, movimientos, …).

Imaginemos la siguiente escena: unos individuos armados sacan a otro de un coche, le empujan y este protesta, hasta que, asustado, se calla; los sujetos armados le obligan a tumbarse en el suelo; el individuo, nervioso. De repente, uno de ellos le dispara en la cabeza, y de su cuerpo brota sangre. Si analizamos esta escena, ¿encontraremos el carácter de malo o bueno de la acción? Encontramos movimientos de los cuerpos, los colores de las ropas y de la sangre, los sonidos producidos por las protestas de la víctima… La ciencia objetiva nos podría describir todos los procesos reales que se dan en la situación: la física podría explicar los comportamientos de la trayectoria de la bala, la biología y la medicina los procesos físicos, pero no encontraríamos el carácter de malo o bueno de la acción. Esto quiere decir dos cosas: que la bondad o maldad de algo no es un hecho, y que no vemos o percibimos dicha maldad o bondad como percibimos el carácter de rojo de la sangre, o la intensidad de las voces, o el nerviosismo de la víctima.

2. La moralidad no es una relación

Se podría alegar que el carácter criminal de la acción anterior no consiste en un hecho individual, sino que es preciso relacionarlo con otras situaciones. Sin embargo, el carácter de mala o buena de una acción tampoco es una propiedad de relación, pues cuando conocemos todos los vínculos entre los sujetos que intervienen en una acción –un asesinato, por ejemplo–, en la descripción de dichos vínculos tampoco aparece la maldad o bondad de la acción. Es cierto que a partir de estos nuevos conocimientos algunos podrían modificar de un modo más benevolente y otros de un modo más severo su juicio moral, pero no propiamente porque se perciban nuevos hechos, pues la ampliación de nuestro conocimiento al aclarar nuevas relaciones nos ofrece solo hechos, no valores.

El propio Hume señala que en las deliberaciones morales es preciso tener un conocimiento de todos los objetos y de sus relaciones, de todas las circunstancias del caso, antes de que sea correcto dar una sentencia de censura o de aprobación. Si alguna de las circunstancias nos son todavía desconocidas, debemos suspender nuestro juicio moral y utilizar nuestras facultades intelectuales para ponerla en claro. Pero conocidas todas las circunstancias, no es la razón la que juzga sino el sentimiento.

3. Los fines últimos y el sentimiento

Los fines últimos de las acciones humanas no dependen de la razón sino del sentimiento. Muchas cosas son deseadas porque sirven para conseguir otras, pero tienen que existir algunas que sean deseables por sí mismas (no todo lo que se quiere se quiere por otra cosa). La razón es incapaz de dar fines finales: nos muestra los medios que podemos utilizar para alcanzar nuestros fines, pero no establece que algo sea fin final. Algo se convierte en fin final cuando despierta en nosotros un sentimiento de agrado. Lo que se desea por sí no lo dicta la razón, sino el sentimiento y el afecto humano, el placer y el dolor.

Dado que la virtud se quiere por sí misma, tiene que ocurrir que se quiera porque despierta en nosotros un sentimiento. Y es precisamente ese sentimiento, y no la razón, el que provoca que la queramos por sí misma.

El sentimiento moral como fundamento de la moralidad

La moral descansa fundamentalmente en los sentimientos: Hume creerá que hay sentimientos morales, sentimientos que se despiertan en nosotros con ocasión de la percepción de ciertas acciones o cualidades de las personas. El sentimiento moral básico es el que denomina humanidad”: sentimiento positivo por la felicidad del género humano, y resentimiento por su miseria. Llamamos acciones virtuosas a todas las que despiertan en nosotros dicho sentimiento, y vicios a las que despiertan en nosotros el sentimiento negativo.

Una de las dificultades de este punto de vista es que parece caer en el subjetivismo y relativismo moral. Hume intentó eliminar estas consecuencias subjetivistas o relativistas distinguiendo distintos tipos de sentimientos de agrado y desagrado y estableciendo ciertas condiciones necesarias para que sea correcto identificar el agrado con el sentimiento moral. Consideró también que todos los hombres tienen dichos sentimientos y que aparecen de la misma manera en todos, puesto que se encuentran en nuestra propia naturaleza.

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