Empirismo de Hume, Racionalismo de Descartes y Contractualismo de Rousseau: Ideas Clave

El Empirismo de Hume: Impresiones, Ideas y Conocimiento

Junto con John Locke, Hume es el mayor representante del empirismo. Para Hume, la única fuente válida de conocimiento es la experiencia que recibimos a través de los sentidos. Por tanto, frente al racionalismo, no cree en las ideas innatas; cuando nacemos, nuestra mente es una hoja en blanco (tabula rasa).

Las percepciones son todo el contenido de la mente y se pueden dividir en dos: impresiones e ideas. La diferencia entre ambas depende de su grado de intensidad. Las impresiones son actos inmediatos de la experiencia y, de acuerdo al origen, pueden ser impresiones de sensación (se dan por medio de los sentidos) o impresiones de reflexión (estados de conciencia). Las impresiones forman ideas, que son copias o huellas que quedan en la memoria cuando las impresiones han desaparecido. Hume también distingue entre impresiones simples y complejas e ideas simples y complejas.

Con este esquema, Hume establece un criterio para decidir la verdad o falsedad de una idea: una idea simple es verdadera si se corresponde con una impresión.

Las Leyes de Asociación de Ideas

Aunque las impresiones son la auténtica fuente de conocimiento, todos los sujetos tienden por naturaleza a combinar esas impresiones e ideas y asociarlas para interpretar mejor la realidad. La forma en la que los seres humanos combinamos ideas es universal y se basa en tres leyes:

  • La ley de la semejanza.
  • La ley de la contigüidad espacio-temporal.
  • La ley de la causalidad.

Tipos de Conocimiento según Hume

Hume nos dirá que todos los objetos de la razón e investigación humana pueden dividirse en dos grupos: relaciones de ideas (verdades de razón) y cuestiones de hecho (verdades de hecho). Las verdades de razón son las propias de las matemáticas y la lógica, se captan intuitivamente y no necesitan comprobación empírica, de ahí que sean verdades eternas, universales y a priori, pero no amplían el conocimiento. Por ejemplo, “el todo es mayor que sus partes”. Por otro lado, las verdades de hecho son a posteriori, puesto que debemos recurrir a su comprobación empírica, por lo que amplían el conocimiento, pero no pueden ser verdaderas, pues es imposible comprobar todos los hechos pasados, presentes y futuros. El conocimiento de hechos nunca será una ley universal, solo un conocimiento probable basado en el sentido común y en la aplicación del principio de causalidad (que Hume refuta).

El Racionalismo de Descartes: Duda, Cogito y Dios

Descartes pone todo en cuestionamiento, incluso a Dios. ¿Existe alguna verdad indubitable? Su primera certeza será la conciencia del yo que piensa, la existencia del sujeto pensante. Será una vez afirmado el cogito cartesiano que Descartes será capaz, deduciéndolo del propio pensamiento, de demostrar a Dios (giro antropológico).

Inspirado en las matemáticas y su método hipotético-deductivo, Descartes quiere reconstruir todo el saber (mathesis universalis), y para ello busca una primera certeza indubitable. En su obra Meditaciones metafísicas, siguiendo los pasos de su método, pone todo en duda, y busca alguna idea clara y distinta que escape a ella. Llega a postular la existencia de un genio maligno que, al contrario que Dios, nos engañase constantemente. Pero Descartes llega a una certeza, una verdad indubitable: si pienso, existo (cogito ergo sum). Hasta aquí, demuestra la existencia del pensamiento. El siguiente paso será analizar su contenido, y aquí Descartes distingue distintos tipos de ideas. Dos de ellas (adventicias, facticias) requieren de la creencia en el mundo exterior, por lo que aún no pueden demostrarse. Pero hay un tercer tipo de ideas, las innatas, que están ya en el entendimiento, y que son la extensión, la sustancia y la infinitud. Descartes tomará esta última para avanzar. Basándose en la teología medieval, explica que donde se da la infinitud no hay ausencia de nada, y como el mal era ausencia de bien, en lo infinito no hay mal, lo infinito equivale a lo perfecto. Pero si el hombre es un ser imperfecto y finito, ¿de dónde provienen su ideas de perfección e infinitud si no de un ser que reúna esas cualidades y las haya puesto en su mente?

La Demostración de la Existencia de Dios

Para demostrar que Dios verdaderamente existe fuera de mi pensamiento, Descartes utiliza, por un lado, el llamado argumento ontológico de San Anselmo, según el cual algo tan grande que nada mayor pueda ser imaginado, Dios, no puede residir únicamente en el entendimiento y, por lo tanto, ha de existir. Y por el otro, sostiene que la realidad objetiva de las ideas requiere una causa real proporcionada, es decir, la idea de un ser infinito requiere una causa infinita, y como el hombre es un ser finito, la idea de infinito debe provenir de un ser infinito, luego el ser infinito existe. Lo mismo podría aplicarse a la idea de perfección.

Demostrada la existencia de Dios, un ser todopoderoso (infinitud) y bondadoso (perfecto), alcanzamos la garantía de que a mis ideas le corresponde una realidad extramental, siempre y cuando las ideas se presenten de manera clara y distinta, pues Dios no permitiría que me engañase, ni se lo permitiría a un genio maligno. Puedo creer, por lo tanto, en la existencia del mundo. De la intuición del yo pensante se deduce el yo pensante, y de este a Dios, del cual a su vez se deduce el mundo, un mundo mecanicista regido por leyes físicas. En conclusión, y como resultado de la deducción, Descartes distinguirá tres órdenes en la realidad: res infinita o Dios; res cogitans o yo pensante (inmaterial), y res extensa o cuerpos (mundo). Dios es la causa última de las otras dos.

El Contractualismo de Rousseau: Estado de Naturaleza y Contrato Social

Jean-Jacques Rousseau (s. XVIII) fue un filósofo moderno que destacó por sus teorías contractualistas acerca de la naturaleza humana y del poder político. El contractualismo es una corriente que se basa en un postulado hipotético: si las personas fuéramos anteriores a la sociedad y nos uniésemos a través de un pacto originario, ¿cómo debería ser? El primer pensador moderno que utilizó esta estructura fue Hobbes, para quien el hombre era malo por naturaleza, “un lobo para el hombre”.

Por el contrario, la teoría antropológica de Rousseau parte de la idea de que el hombre es bueno por naturaleza, de que existe una “bondad innata” en el ser humano. Sin embargo, la sociedad cumple un papel negativo en su desarrollo, ya que lo corrompe. Así, distingue entre estado social y estado de naturaleza. El primero designa la situación real en la que viven los hombres, bajo leyes y gobiernos que son opresivos, donde rige la injusticia y no hay verdadera libertad; mientras que el estado de naturaleza es un supuesto, una hipótesis que utiliza Rousseau para encontrar la verdadera naturaleza del hombre. Por ello afirma que antes de formar parte de la sociedad, el hombre se encontraba en un estado de libertad, en el que vivía de forma feliz y autónoma: una “primitiva edad de oro” en la que el hombre vivía como un “buen salvaje” (se inspira en las noticias que llegaban de los indígenas de Asia y América).

En realidad, Rousseau defiende que el hombre no es ni bueno ni malo, ya que la moral es un producto social, no natural. En el estado de naturaleza, los seres humanos son iguales, ya que las desigualdades que existen se deben únicamente a sus condiciones físicas, que nunca llegan a crear diferencias decisivas (Rousseau distingue entre desigualdad física o natural y desigualdad política o moral). Además, dos son las pasiones naturales que mueven al hombre: el deseo de autoconservación y la compasión por sus semejantes. El instinto de conservación, que Rousseau denomina “amor de sí”, no se traduce como egoísmo sino como saber ponerse en el lugar del otro. Pero lo que verdaderamente distingue al hombre de los animales es la libertad, porque el animal solo sigue los instintos y el hombre es capaz de elegir.

El Origen de la Sociedad y la Desigualdad

La pregunta es cómo llegan los hombres salvajes a vivir en sociedad. Rousseau plantea que, por algún motivo azaroso, como un desastre natural o falta de alimentos, los hombres se vieron en la necesidad de ayudarse mutuamente y descubrieron que la unión les proporcionaba más ventajas. Se desarrollaron los primeros vínculos afectivos: el amor conyugal y paterno, la amistad, pero también los celos, las envidias, el orgullo. Aunque la destrucción definitiva del estado de naturaleza se produce con un hecho: la aparición de la propiedad privada, que trajo consigo la desigualdad moral al separar a los ricos de los pobres. Ella constituye el origen de las desigualdades entre las personas y, por tanto, de todos los males.

Se instituyeron Estados desiguales e injustos, por eso Rousseau afirma en su obra clave Contrato social: “El hombre ha nacido libre y en todas partes se encuentra encadenado”. El estado civil es irreversible, por lo que la única salida es transformar la sociedad mediante un pacto que garantice los derechos de sus miembros. Para lograrlo, propone un modelo educativo natural (en su obra Emilio o de la educación), en el que el niño se mantiene en contacto con su naturaleza y sentimientos, se fomenta su espontaneidad, y se logra reprimir su individualismo para que pueda pensar en términos colectivos. Esta transformación educativa será esencial para el cambio sociopolítico, y que el hombre recupere su igualdad y su libertad.

Crítica de Hume a la Causalidad y la Metafísica

Crítica a la Causalidad

Hume se pregunta en qué consiste exactamente la relación de causalidad, y concluye que se trata de la “conexión necesaria” entre una causa y el efecto que se deduce de ella. Hume afirma que la causa deriva de tres impresiones: contigüidad, prioridad temporal y conexión necesaria. Sin embargo, esta última, la conexión necesaria, que es la más importante, no es experimentable. Recordemos que el criterio de certeza para Hume era una idea correspondiente a una impresión, pero ¿cuál sería la impresión de la idea de “conexión necesaria”? El ejemplo de Hume es el del juego de billar: creemos que la bola A al chocar con la bola B producirá el movimiento de esta, e inferimos que el movimiento de B, en cuanto efecto, es causado por A. La experiencia continuada de este “hecho” nos lleva a que cuando experimentamos uno de los dos, ya sea causa o efecto, procedemos a la afirmación del otro como necesario, como conectado necesariamente con el hecho percibido. Pero lo único observable es que tras lo primero sucede lo segundo, que entre ambos hechos se da una sucesión constante (contigüidad y prioridad temporal), pero no que haya “algo” que los conecte necesariamente. Y como el conocimiento de hechos futuros solo tendría justificación si existe una conexión necesaria, resulta que no sabemos que al movimiento de la bola A le seguirá el movimiento de la bola B, simplemente lo creemos por el hábito de ver que siempre sucede así.

Crítica a la Metafísica

Dado que la idea de «conexión necesaria» ha resultado ser una idea falsa, ¿cuál es el valor de la aplicación del principio de causalidad al conocimiento de objetos de los que ni siquiera tenemos experiencia? Ninguno. En ningún caso la razón podrá ir más allá de la experiencia, lo que le conducirá a la crítica de los conceptos metafísicos (Dios, mundo, alma). Al refutar el principio de causalidad, Hume deslegitima gran parte de la metafísica tradicional, de Aristóteles a Santo Tomás.

Conclusión: los principios empiristas de su filosofía llevan a Hume al fenomenismo (los únicos contenidos del conocimiento son las percepciones) y al escepticismo (no podemos asegurar la existencia de objetos al margen de nuestras percepciones).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *