Empirismo de Hume y Filosofía Trascendental de Kant: Conocimiento, Ética y Sociedad

Teoría del Conocimiento según Hume y Kant

El Empirismo de Hume

El empirismo, defendido por David Hume y formulado por John Locke en el siglo XVII, sostiene que todo conocimiento proviene de la experiencia. La mente es como una hoja en blanco que se llena con percepciones adquiridas a través de los sentidos. La experiencia no solo es el origen del conocimiento, sino también su límite: no podemos conocer nada más allá de lo que percibimos. Esto lleva a Hume a negar la posibilidad de un conocimiento metafísico. La experiencia es, además, el criterio de verdad: una idea es verdadera si proviene de una impresión sensorial.

Hume distingue dos tipos de percepciones: impresiones e ideas. Las impresiones son experiencias inmediatas, que pueden ser externas (sensaciones físicas, como el calor del fuego) o internas (emociones y pasiones derivadas de ideas previas). Las ideas, en cambio, son copias debilitadas de las impresiones en la imaginación. Las impresiones son más vivas, actuales e inmediatas, mientras que las ideas son más débiles y derivadas de impresiones previas. Ambas pueden ser simples o complejas, dependiendo de si admiten o no separación.

El criterio de verdad de Hume establece que una idea es verdadera si hay una impresión que la respalde; de lo contrario, es una creación de la imaginación y, por tanto, falsa. La mente organiza las ideas mediante la asociación de ideas, regulada por tres leyes:

  • Semejanza: Relacionamos ideas similares, como una pintura con el objeto real.
  • Contigüidad: Asociamos ideas cercanas en el tiempo y espacio, como la Torre Eiffel con París.
  • Causalidad: Relacionamos efectos con causas, como un hijo con su padre.

Sin embargo, esta asociación no garantiza que las ideas correspondan a la realidad.

Hume distingue dos tipos de conocimiento: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas son verdades necesarias, como las matemáticas, cuya negación es contradictoria. Las cuestiones de hecho dependen de la experiencia y pueden ser falsas, como afirmar que «Juan es rubio». La ciencia se basa en cuestiones de hecho, pero su problema es que dependen de la causalidad, y Hume demuestra que la causalidad es una construcción de la mente, no una verdad objetiva.

Crítica de Hume a la Causalidad, Sustancia, Dios, Alma y Mundo

La crítica de Hume a la causalidad es central en su pensamiento. Tradicionalmente, se ha concebido la causalidad como una conexión necesaria entre causa y efecto, pero Hume argumenta que no tenemos impresión de esta conexión; solo observamos la repetición de fenómenos en el tiempo. La idea de causalidad surge del hábito o la costumbre de ver que un evento sigue a otro, pero no prueba una relación necesaria entre ellos. Por lo tanto, no podemos asegurar que el futuro será igual al pasado, y todo conocimiento basado en la causalidad es solo probable, no seguro.

Esta visión tiene profundas consecuencias para la filosofía y la ciencia, ya que cuestiona la posibilidad de conocer la realidad con certeza. El análisis de Hume también se extiende a la crítica de conceptos fundamentales de la filosofía, como la sustancia, la identidad personal (alma) y la existencia de Dios, argumentando que son meras construcciones de la imaginación sin base en la experiencia.

Hume cuestiona la existencia de la sustancia aplicando su criterio de verdad. No hay ninguna impresión de sensación ni de reflexión que la respalde, ya que lo único que percibimos son sus accidentes, como el color o la forma, pero nunca la sustancia en sí misma. La considera una idea falsa, una construcción de la imaginación.

Respecto a la idea de Dios, Hume no niega su existencia, pero sí la posibilidad de su demostración. Si aplicamos el criterio de validez de Hume, no hay impresión que corresponda a la idea de sustancia infinita. Además, los argumentos basados en el principio de causalidad no son válidos tras su crítica a este principio.

En cuanto a la idea de alma o identidad personal, Hume argumenta que no existen impresiones constantes e invariables que justifiquen la idea de un yo autoconsciente y permanente.

Finalmente, sobre la idea de mundo, Hume afirma que no podemos conocer más allá de nuestras impresiones. No podemos afirmar con certeza la existencia de cuerpos independientes de nuestras percepciones.

La Ética de Hume: El Emotivismo Moral

Hume considera que la moralidad es una cuestión de hecho: todo el mundo hace distinciones morales. La pregunta es cuál es el fundamento de estas distinciones. Hume rechaza que la razón sea la fuente de la moralidad. Si analizamos una acción moral, lo «bueno» o lo «malo» no aparece como cualidad de los objetos, sino como un sentimiento de aprobación o desaprobación. La moralidad no se ocupa del ser, sino del deber ser. De la observación de los hechos no se puede deducir un juicio moral. Este paso ilegítimo del ser al deber ser se conoce como la «falacia naturalista».

Las valoraciones morales no dependen de un juicio de la razón, sino del sentimiento de agrado o desagrado. Hume asume que la naturaleza humana es común y constante, y que los sentimientos morales están sometidos a cierta regularidad. La utilidad es una de las causas de la aprobación moral, y se encuentra en la base de virtudes como la benevolencia y la justicia.

La Filosofía Trascendental de Kant

Síntesis entre Racionalismo y Empirismo

Immanuel Kant busca una síntesis entre el racionalismo y el empirismo, superando la incompatibilidad entre ambas corrientes. En su obra La Crítica de la Razón Pura (CRP), aborda las cuestiones de qué y cómo podemos conocer. Kant intenta fundamentar el conocimiento científico, oponiéndose tanto al dogmatismo racionalista como al escepticismo empirista. Para él, los juicios científicos son sintéticos a priori: universales y necesarios, y amplían nuestro conocimiento.

Kant examina si la metafísica puede ser considerada ciencia. Concluye que la metafísica no puede ser una ciencia porque sus juicios no pueden ser «sintéticos a priori», ya que tratan sobre conceptos como Dios, la libertad o la inmortalidad del alma, que están más allá de la experiencia.

El Giro Copernicano de Kant: Conocimiento como Síntesis

Kant introduce la noción de un conocimiento que es una síntesis entre lo que el sujeto recibe de la experiencia (materia) y las estructuras que impone (forma). Estas estructuras a priori son necesarias y universales, y son la base para organizar lo que percibimos. La sensibilidad es la facultad que permite recibir impresiones del mundo exterior, las cuales son estructuradas por las formas a priori de espacio y tiempo.

El conocimiento solo es posible cuando hay una interacción entre lo a priori (la estructura del sujeto) y lo a posteriori (la experiencia sensible). Estas estructuras a priori incluyen las formas de espacio y tiempo, y los conceptos puros del entendimiento, o categorías (por ejemplo, la existencia, la causa).

El conocimiento se da en dos niveles: el conocimiento sensible, organizado según las formas a priori de espacio y tiempo, y el conocimiento intelectual, procesado mediante los conceptos puros del entendimiento. Kant introduce la idea de fenómeno (la forma en que percibimos las cosas) y noúmeno (la cosa en sí), sosteniendo que solo podemos conocer los fenómenos, no las cosas en sí.

La metafísica, según Kant, no puede ser una ciencia porque se basa en conceptos como Dios, que no provienen de la experiencia sensible. Esta imposibilidad de la metafísica como ciencia es lo que Kant llama «ilusión trascendental».

La Ética Kantiana: El Imperativo Categórico

La actividad racional no solo busca conocer objetos, sino también determinar cómo actuar moralmente. La pregunta clave es: ¿Qué debo hacer? Kant critica las teorías éticas anteriores por ser materiales. Propone una ética a priori, universal, autónoma y formal, que no indica qué hacer, sino cómo actuar. La moral kantiana se centra en actuar de buena voluntad, entendida como actuar por respeto al deber, sin buscar intereses externos.

La buena voluntad actúa por deber, que implica el sometimiento a la ley moral por respeto a ella misma, no por las consecuencias. El valor moral de una acción radica en que se haga por deber, sin otros móviles. La voluntad debe actuar de manera universalizable: que las máximas de nuestras acciones sean válidas para todos.

La autonomía moral implica que el individuo se determine a sí mismo, actuando conforme a su propia conciencia moral. La ley moral debe adoptar la forma de un imperativo categórico, un mandato con valor absoluto. Kant formula tres versiones del imperativo categórico:

  1. Actuar solo según máximas que puedan ser universales.
  2. Actuar como si la máxima de tu acción fuera ley universal.
  3. Tratar a la humanidad siempre como fin, nunca solo como medio.

El imperativo categórico establece la forma de cualquier norma moral, pero no su contenido. Kant introduce los postulados de la razón práctica: creencias necesarias para comprender la moralidad, aunque no puedan ser demostradas científicamente. Estos postulados incluyen la existencia de la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.

La Sociedad en Kant: Insociable Sociabilidad y Paz Perpetua

Kant describe la naturaleza humana como contradictoria: el ser humano necesita convivir con los demás, pero tiene impulsos egoístas. Esta tensión se expresa en la «insociable sociabilidad humana«. Kant, defensor de la Ilustración, creía que el progreso solo se lograría mediante el uso de la razón, para avanzar hacia un «reino de los fines», donde se respetara la dignidad humana.

Para alcanzar esta sociedad ideal, Kant defendía la libertad, limitando el poder de los gobernantes a través de la igualdad ante la ley y la división de poderes (gobierno republicano). Proponía la creación de una federación mundial de Estados para regular pacíficamente sus relaciones y promover la paz mundial.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *