Los partidarios del empirismo sostenían que la experiencia era el camino más adecuado para obtener conocimientos válidos. En lugar de inspirarse en las matemáticas, como los racionalistas, los empiristas tomaron como modelo las ciencias naturales.
John Locke
John Locke fue un destacado filósofo inglés cuya teoría del conocimiento empírico, expuesta en su obra Ensayo sobre el entendimiento humano, sostiene que la mente humana es una tabula rasa (metáfora referida a una tabla que no contiene ninguna información) al nacer, adquiriendo conocimiento a través de la experiencia sensorial. Así, explica que, al nacer nuestra mente está vacía porque no existe ninguna idea que sea innata, ya que todas las ideas provienen de la experiencia.
Para explicar el modo en el que adquirimos las ideas, Locke elabora un análisis sobre los dos orígenes del conocimiento humano. – Ideas de sensación: Esas que elaboramos a partir de lo captado en el exterior. – Ideas de reflexión: Asociadas a la experiencia de nuestros procesos psíquicos internos.
Además, divide las ideas en simples y complejas. Las simples se presentan de manera elemental en nuestra mente, mientras que las complejas se componen de la asociación de varias ideas simples, y se pueden clasificar en: – Idea de substancia: entidad que sustenta las cualidades observables de los objetos (color, olor), pero de las que desconocemos su causa. – Idea de modo: Formas en que las cualidades de una substancia se combinan para crear diferentes aspectos. – Idea de relación: Conexiones entre diferentes ideas o conceptos en la mente humana (ej.: causa-efecto).
Además, Locke distingue entre el conocimiento intuitivo y el empírico, principalmente. En cambio, distingue entre 3 modos de conocer para el conocimiento del yo: – Certeza intuitiva: Existencia del yo, puesto que percibimos la existencia de nuestra conciencia de modo evidente. – Certeza demostrativa: Existencia de Dios, puesto que podemos deducir su necesidad a partir de la idea de causalidad. – Certeza empírica: Existencia del mundo, que se basa en el testimonio de nuestros sentidos.
David Hume
David Hume destaca en el desarrollo de esta corriente filosófica, ya que elabora el más completo y coherente de todos. Hume clasificaba las percepciones, contenidos mentales basados en la experiencia que componen el conocimiento, en impresiones e ideas. Las impresiones proceden de los sentidos, y son vivas e intensas. En cambio, las ideas son “imágenes” de las impresiones.
Para Hume, la mente humana tiende a asociar las ideas de 3 maneras distintas: la semejanza, la contigüidad espacio-temporal y la relación entre causa-efecto. Todas estas ideas provienen de impresiones previas, y las relaciones entre ellas expresan la conexión que existe entre las diferentes ideas, por lo que siempre son verdaderas y no se pueden contradecir. Precisamente, Hume consideraba que la lógica y la matemática tratan sobre la relación de ideas, y son verdades exactas e indudables.
Partiendo de sus principios empiristas, examinó la idea de la causalidad, entendida como una conexión necesaria entre la causa y el efecto. Para ello, Hume debía entender de donde provenía esta idea de conexión necesaria. Así, explicó que las conexiones causales ni son relaciones de ideas, sino cuestiones “de hecho”. Toda relación de ideas es innegable y verdadera, por ello, diferencia las cuestiones de hecho, que afirma situaciones contingentes, las cuales pueden ser verdaderas o falsas, y ello se puede demostrar a través de la experiencia. La creación de “un hecho” que consideramos verdadero viene dado por un hábito, que no es más que la repetición continuada de la misma experiencia, obteniendo resultados similares, y que nos predispone a creer que las próximas veces que lo experimentemos va a suceder lo mismo. De aquí surge la idea de conexión causal, diferenciada por Hume de la conexión necesaria entre causa y efecto.
La perspectiva de los filósofos empiristas basada en la idea de que el conocimiento humano influyó en sus ideas políticas y éticas al enfatizar la importancia de la experiencia práctica y la observación de la naturaleza humana para entender la sociedad.
John Locke creía que todos los seres humanos tenemos unos derechos elementales que nos corresponden por nacimiento, y que poseemos en estado natural, antes de la aparición de la sociedad. Entre estos destacan 3: Derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Esto quiere decir que todas las personas tenemos derecho a vivir en libertad y gozar del fruto de nuestro trabajo.
Por eso, el modelo político defendido por Locke es un sistema liberal donde el gobierno representa la libre voluntad de los individuos y la ley respeta los derechos naturales de las personas.
En el sistema político de Locke, los individuos estaban legitimados a ejercer el derecho a rebelión, con el fin de defender sus derechos naturales. También establece la división de poderes, en ejecutivo y legislativo, para evitar que el poder recaiga sobre una única persona. Por último, defiende el valor de la tolerancia religiosa, siempre y cuando las creencias individuales no supongan un peligro para la sociedad y su orden.
Otra de las consecuencias de la teoría empirista es el desarrollo de la concepción ética del conocimiento. La teoría ética de Hume, denominada emotivismo moral, afirma que la ética no se basa en la razón, sino en los sentimientos y emociones que experimentamos cuando nos encontramos ante una acción humana. Las acciones que consideramos moralmente buenas nos suscitan un sentimiento de aprobación, mientras que las malas nos provocan rechazo.
Al dejar a nuestro criterio qué acciones son buenas o malas, se podría pensar que Hume defendía un relativismo moral. Pero, al contrario de lo que parece, Hume pensaba que todas las personas compartimos una misma naturaleza humana. De ella surgen las emociones positivas. Entre estas destaca la emoción básica, la simpatía. También la benevolencia y el deseo de ser útiles, que son el fundamento de la moralidad y la base de nuestra vida en la sociedad.
Hume elabora un término, la falacia naturalista, que defiende la idea de que no podemos deducir automáticamente normas éticas universales o leyes necesarias basadas en observaciones particulares. Hume sugiere que debemos examinar críticamente nuestras normas éticas, en lugar de asumir que ciertas prácticas son inevitables o moralmente justificadas simplemente porque son comunes o aparentemente exitosas. (el que la supervivencia sea la ley de la vida, no implica que el modelo capitalista donde sobreviven los poderosos, tenga que ser seguido).