CONCEPTO CRÍTICO DEL CONOCIMIENTO
Introducción
La epistemología es la parte de la Filosofía que estudia el conocimiento humano. Desde sus orígenes en Grecia los filósofos se han preguntado sobre cómo funciona nuestro conocimiento, cuáles son sus límites y qué podemos conocer. En los orígenes del pensamiento los presocráticos ya distinguían entre la doxa, opiniones sobre las cosas y la episteme o conocimiento verdadero. ¿Dónde teníamos que acudir para conseguir un conocimiento seguro de la realidad: a los sentidos, a la experiencia, a las ideas de nuestra razón…? Este es el campo de trabajo de la epistemología…Existe una rama de la filosofía que se encarga de examinar todas estas cuestiones: la epistemología o teoría del conocimiento. En este tema te presentamos una introducción a los elementos clave de la epistemología: los diversos niveles de conocimiento que se pueden dar, los instrumentos de los que disponemos los humanos para adquirir conocimientos y cómo contribuye cada uno de ellos para hacerlo. Finalmente, veremos de qué manera intervienen tales instrumentos el proceso de conocimiento y cuál es el papel de la abstracción a la hora de elaborar los conceptos genéricos, que resultan imprescindibles para poder enunciar conocimientos de carácter universal («los gatos son felinos», etc.)
Tipologías estructuralistas del conocimiento
No podemos dar por sentado que existe claridad en el tema del conocimiento. Habitualmente, “saber” y “conocimiento” son usados como términos sinónimos. Y ambos, enfrentados en el terreno de la semántica, a la ignorancia. Demasiada oscuridad y confusión. Una de las principales funciones de la filosofía en este terreno consistió en distinguir distintos tipos de saber y clasificar los grados de conocimiento. Hay dos dicotomías que se han mantenido y que fueron reformuladas por las distintas escuelas de filosofía posteriores. Valoración del grado del conocimiento (doxa/episteme), que desarrollará Platón. Y valoración de la finalidad del conocimiento (teórico/práctico), que desarrollará Aristóteles.
PLATÓN
Doxa/ Episteme: para los griegos, especialmente para Platón, el conocimiento, dependiendo de su grado de profundidad y su relación con la verdad, puede clasificarse como Doxa y Episteme.
• Doxa: estamos hablando de la Opinión. Al tratarse de un conocimiento fenoménico versa de las apariencias y no de la realidad. Es por ello, engañoso y, en múltiples ocasiones, falso. La dependencia de los sentidos hace que sea propio de personas no instruidas, incultas, donde sólo creen en aquello que “ven con sus ojos” y no comprenden las disquisiciones teóricas por su ausencia de utilidad práctica inmediata. Platón, en “El mito de la caverna”, encuentra dos niveles en la doxa:
o Eikasía o Conjetura: son las metáforas, las analogías muy superficiales. Es completamente imperfecto porque no se conoce la realidad sino que se conjetura respecto a ella.o Pistis o Creencia: sigue siendo engañoso y superficial, ya que trata de los objetos que la imaginación ha estructurado en torno a una explicación. Creer que el rayo es un signo de la ira de los Dioses es un claro ejemplo de Pistis.
• Episteme: se suele traducir como conocimiento científico, aunque los griegos no poseían ese carácter de saber especializado y ellos lo entendían más como un saber necesario que llegaba a las causas y fundamentos de las realidades. Se le otorgan unas características que le convierten en un conocimiento superior: es objetivo porque depende de la naturaleza y no del hombre; sistemático porque no es una mera acumulación sino una organización establecida mediante un orden lógico; y es total, no fragmentario ni parcial, porque versa sobre la realidad misma, la comprende y es capaz de dar razón de la misma, de responder a sus interrogantes de forma clara. Este tipo de conocimiento ha ido cambiando a lo largo de la historia, sin embargo, la aspiración de un conocimiento cierto y verdadero, explicativo y bien organizado, riguroso y exacto sigue vivo. Como hizo con la Doxa, Platón encuentra dos grados:
o Dianoia o Conocimiento discursivo: es ese conocimiento que parte de una serie de hipótesis y deduce las consecuencias que se derivan. Un claro ejemplo son las Matemáticas
o Noesis o Conocimiento intuitivo: consiste en el conocimiento directo, intuitivo, de las Ideas, de la realidad en sí.
En conclusión, esta dicotomía clásica de la Filosofía fue reformulada por la tradición racionalista, la cual acierta respecto a los escépticos a la hora de establecer una serie de criterios precisos que permitan distinguir el conocimiento cierto y riguroso del conocimiento falso y confuso.
ARISTÓTELES
Distingue también entre conocimiento sensible y racional, pero los valora de forma distinta. Para él, los sentidos sí son fuentes válidas de conocimiento.
A través del conocimiento sensible se perciben los objetos singulares y concretos. A través del conocimiento racional se captan las esencias universales de las cosas concretas. Es decir, los sentidos captan las realidades particulares y sensibles y la razón elabora los conceptos, que expresan las ideas universales de las cosas concretas.El punto de partida del conocimiento lo constituyen la sensación y la experiencia, que nos ponen en contacto con la realidad de las sustancias (=objetos) concretas. Pero el verdadero conocimiento es obra del entendimiento, que consiste en el conocimiento de las esencias universales.Como Platón, para conocer hay que descubrir la esencia del objeto, lo universal, la forma. Pero, a diferencia de Platón, la forma se encuentra en las sustancias, por lo que, para captar la forma, debo haber captado previamente la sustancia por los sentidos.
Teoría/Práctica: fueron también los griegos los que intentaron clasificar dicotómicamente el conocimiento dependiendo de la utilidad del mismo. Las mutaciones que sufre posteriormente son bien conocidas: Entendimiento/Voluntad; Razón Pura/Razón Práctica.
• Conocimiento teórico: para Aristóteles este conocimiento persigue la verdad como objetivo con independencia de la aplicación práctica. Es un conocimiento especulativo y abstracto que instaura un saber universal.
• Conocimiento práctico: este conocimiento, a diferencia del anterior, se ordena a la acción y persigue el incremento de la felicidad. Aspira a influir en las realidades y personas instaurando un saber concreto e inmediato de los hechos, en búsqueda de ese objetivo establecido del bienestar. Aristóteles es consciente de la ambigüedad en la que puede moverse este tipo de conocimiento. Por ello, este “saber hacer” puede referirse a dos tipos de actividad:
▪ Como actividad manual, el saber de los artesanos, de los quirúrgicos,…
▪ Como capacidad de gestión y organización de la vida política y social, el gobierno de un Estado o la planificación de una casa.
En conclusión, esta dicotomía está planteada por Aristóteles de forma muy rígida. De tal forma, que las remodelaciones posteriores aspiraron a romper la barrera entre Teoría y Práctica. En la época contemporánea es donde esta aspiración se busca en múltiples escuelas y pensadores. Ahí es donde tiene sentido la expresión “no hay nada tan práctico como una buena teoría”. Además, ha sido la propia historia la que ha generado los principales cambios en este binomio. Lo que es teórico en una etapa de la producción lo es práctico en otra. Un claro ejemplo es la Matemática y la Física, donde en la antigüedad eran conocimientos especulativos y absolutamente improductivos; sin embargo, en una sociedad determinada por un capitalismo avanzado se convierten en fuerzas productivas imprescindibles.
TEORÍA DEL CONOCIMIENTO O GNOSEOLOGÍA: LA LUCHA CONTRA EL ESCEPTICISMO
Qué es el Escepticismo: M. de Montaigne
• Punto de Partida: la cuestión que tenemos que plantearnos es si vale la pena conocer la verdad, es decir, saber distinguir la verdad de la falsedad, el bien del mal. Y no sólo si vale la pena, que la gran mayoría está de acuerdo en que sí, sino lo básico, que es si somos capaces de hacerlo, de distinguirlo. Desde los inicios de la filosofía, surgieron una serie de pensadores que cuestionaron está capacidad de distinción entre lo verdadero y falso. A dicha corriente se la denomina Escepticismo.Grandes escépticos de la Historia de la Filosofía son Gorgias y Sexto Empírico, pero quizá el escéptico más conocido es el francés Montaigne(1402-1478).
• El Escepticismo de M. de Montaigne: Su tesis más lapidaria, deja al hombre a la altura de un animal que le puede la soberbia: “el hombre, que presume de su saber, no sabe ni lo que el saber es; que no es nada, aunque piense ser algo, se engaña y seduce a sí mismo, aunque piense ser algo”. El filósofo francés continua con su crítica de manera despiadada: “¿es posible imaginar nada tan ridículo como esta infeliz criatura, que ni siquiera es dueña de sí y está expuesta a las ofensas de todo y todos, se diga dueña del universo a pesar de que no está en su mano conocer la menor parte del mismo y mucho menos imperar sobre él”.
Sin embargo, pese a esta situación tan trágica del hombre, éste se alza por encima de los animales, creyéndose superior a los mismos. Pero, tras comparar a los hombres y los animales, Montaigne afirma: “los hombres sólo tenemos como partes propias la inconstancia, la incertidumbre, el duelo, la superstición, la inquietud del porvenir incluso después de nuestra vida, la ambición, la avaricia, los celos, la envidia, los apetitos desarreglados, locos e indomables, la guerra, la mentira, la deslealtad, la curiosidad y el robo”. Considera que durante la historia del hombre se ha glorificado y endiosado en exceso el conocimiento, nuestra capacidad de conocer. Sin embargo, el precio del conocimiento ha sido demasiado alto. De nada vale conocer una enfermedad, pues no nos librará del dolor, ni de la muerte. El conocimiento no sirve para nada, pues nada puede evitar. Y además, tampoco podemos llegar a ningún sitio con él. Éste no sólo no consigue traer la tranquilidad, sino que perturba el alma, como muestra el claro caso de la hipocondría.
• Conclusión: nuestro autor no está muy seguro de que el hombre haya llegado a un auténtico conocer, ya que falta saber dos cosas:
1. Si el hombre podrá hallar lo que busca, si posee la capacidad para unas pretensiones tan altas de conocer y dominar la naturaleza y todo su mundo.
2. O si el conocimiento que lleva desarrollando tantos años, le ha servido para algo, es decir, si le ha dado nuevas fuerzas o le ha proporcionado alguna verdad sólida de la que estar seguro.
Para nuestro autor, lo mejor que puede hacer el hombre es reconocer su ignorancia. La influencia del filósofo francés ha sido enorme. En nuestros días su heredero es otro filósofo como E. Cioran, con su libro Breviario de podredumbre.
El Racionalismo: R. Descartes o el esfuerzo del conocimiento por superar el escepticismo
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El conjunto de la obra de Descartes presenta, desde el punto de vista histórico-bibliográfico, ciertas peculiaridades:
– Las “Reglas para la dirección del espíritu” aparecieron póstumamente en 1701 (es decir, después de la muerte del autor), aunque se sabe que ya estaban redactada en 1628.
– El “Discurso del método”, que es una especie de autobiografía filosófica, se publica en 1637, en francés y con tres tratados menores.
– En 1641 se publican, en latín, las “Meditationes de prima philosophia”, junto con las objeciones de otros autores a esa obra y las respuestas de Descartes a las objeciones. Seis años más tarde, en 1647, se publica una traducción francesa supervisada por Descartes; en esa traducción se utiliza ya el título de “Meditaciones metafísicas”, que es como se conoce en general esta obra.
– En 1644 se publican los “Principios de filosofía”.
– Antes de partir a Suecia, Descartes dejó también en la imprenta (y en francés) una obra titulada “Las pasiones del alma”.
• La motivación básica del racionalismo cartesiano: la fundamentación del saber en el “Discurso del Método”: Toda la filosofía cartesiana parte del anhelo de construir un saber cierto y válido de manera objetiva y universal. En el “Discurso del Método “afirma Descartes que la filosofía (y como consecuencia el resto de ciencias, que toman de aquélla sus principios) no ha logrado fundar aún un saber seguro, y ello es porque se ha visto interferida por elementos de índole social, económico, cultural o religioso, esto es, carecía del método adecuado para acceder al conocimiento objetivo que permita descifrar la realidad. Esta tarea adopta la forma de una “búsqueda de la unidad de la ciencia”. En efecto, el proyecto cartesiano aspira a la unificación y sistematización rigurosa del conjunto de saberes. Para ello necesita contar, a su vez, con un “método unitario” que sirva para todas las ciencias. Ese método encuentra su justificación en el mismo sitio exactamente donde encuentra su justificación la unidad del saber y de las ciencias: pues tanto lo uno como lo otro pertenecen a algo común: el buen sentido o razón, esto es, “la facultad de juzgar bien y de distinguir lo verdadero de lo falso”. Y es que,si desde Aristóteles la diversidad de ciencias venía impuesta por la diversidad de objetos, ahora, a partir de Descartes, la unidad de las ciencias va a deberse a la unidad del sujeto que conoce.
En efecto, Descartes opera un cambio de perspectiva frente a la filosofía antigua y medieval según el cual el criterio último por el que se establece el sistema del saber no es el objeto, sino precisamente el sujeto que conoce, lo cual equivale a decir que es la razón humana la que se encuentra en la base de todo saber. De ahí que el método que Descartes busca exija, por una parte, desechar todo aquello cuyo fundamento último no esté en el propio sujeto (es decir, todo aquello que no esté alumbradopor la “luz natural” de la razón) y, por otra parte, atenerse sólo al uso de la razón. Con ello se entiende no sólo que Descartes haya sido el fundador del racionalismo, sino también que sea precisamente el método matemático, enteramente fundado en el uso de la razón, el que le sirva de modelo en la tarea de establecer un método común a todas las ciencias. Por eso Descartes va a analizar cuál es el método o el camino que han seguido las matemáticas, para después aplicar ese mismo método a la filosofía.
¿Cuál es ese método enteramente racional que practican las Matemáticas, y que ha de servir de modelo a la Filosofía? Se trata de un método deductivo, es decir, aquel que deriva de una verdad evidente de la que no se duda y de carácter general (axiomas), proposiciones de carácter particular (teoremas), siguiendo una serie de pasos correctos en el proceso de razonamiento (ciertas reglas de transformación). Para explicar este nuevo método, Descartes propone encontrar, en primer lugar, una primera verdad de la que no pueda dudarse. Para ello, aplica una serie de reglas. En efecto, la primera regla consistirá en “no admitir cosa alguna como verdadera si no se conoce con evidencia que lo es”. Esta regla, conocida como regla de la evidencia (que, como vemos, apela a un criterio de verdad enteramente subjetivo), se define, a su vez, por dos características esenciales: la claridad y la distinción. De este modo, una idea será evidente y cierta cuando se nos presente de manera clara, es decir, separada y no confundida con las demás ideas, y cuando se nos presente, además, distinta, es decir, cuando sus partes estén separadas entre sí. Con esto, Descartes está estableciendo los dos criterios de verdad fundamentales (claridad y distinción) e intenta evitar dos vicios también fundamentales en la búsqueda de la verdad: la precipitación, que consiste en tomar como verdadero lo que no lo es, y la prevención, que consiste en negarse a aceptar algo que se muestra como evidente.
A partir de este primer precepto del método, que consiste en no aceptar nada que no se muestre como evidente (y, por tanto, en definir qué ha de ser considerado verdadero), Descartes propone la segunda regla, que consiste en “dividir cada una de las dificultades que examine en tantas partes como sea posible y en cuantas requiriese su mejor solución”.Esta regla, conocida como regla de la división, se topa, no obstante, con un límite: como no se puede dividir hasta el infinito, habrá que aceptar un límite, que es lo que Descartes, en las “Reglas”, llamará “naturalezas simples”, que son los elementos indivisibles que constituyen el término del conocimiento. Estas naturalezas simples son captadas por la intuición, es decir, por una captación simple e inmediata del espíritu, tan clara y distinta que no deja lugar a dudas; de ahí que la intuición no debe confundirse con la percepción sensible.
A partir de esta intuición, que se encuentra al principio y como principio del conocimiento, comienza a actuar la deducción, que es aquella operación por la cual se infiere una cosa de otra, y que transmite la certeza y evidencia de la intuición, asegurando que los diferentes pasos la conserven
Así pues, no hay más actos del entendimiento por medio de los cuales podemos llegar al conocimiento de las cosas, sin temor de errar, que la intuición y la deducción. La deducción no necesita, como la intuición, de una evidencia presente, sino que se la pide prestada a la memoria. Y si bien no es tan segura como la intuición (pues ésta aprehende de forma simple, directa e inmediata), la deducción ofrece gran seguridad siempre que se parta de principios ciertos y se imprima al pensamiento un movimiento continuo y no interrumpido. De este modo, agrega Descartes, “conocemos que el último eslabón de una cadena está en conexión con el primero, aunque no podamos contemplar con un mismo golpe de vista todos los eslabones intermedios, de los que depende aquella conexión, con tal de que los hayamos recorrido sucesivamente y nos acordemos de que, desde el primero hasta el último, cada uno está unido a su inmediato.”
En esto precisamente consiste la tercera regla del método, la regla de la síntesis, en “conducir ordenadamente los pensamientos, comenzando con los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los compuestos”.Pero para tener seguridad sobre la totalidad hay que tenerla sobre cada uno de los eslabones o etapas, pues una sola falla pone en peligro la fortaleza o validez de la cadena. Por eso, la cuarta regla, la regla de la enumeración, nos aconseja “hacer en todo enumeraciones, para estar seguros de no omitir nada”. Y es que esta regla tiene como propósito ponerse a cubierto de los errores provenientes de la debilidad de la memoria, pues si la enumeración no es completa y se pasa por alto un error, se pone en peligro la trabazón de los razonamientos y, por lo tanto, la certeza de la conclusión.
Una vez en posesión del método, debemos aplicarlo a todas las ramas del saber. Los saberes forman una especie de árbol, la Metafísica (o Filosofía) son las raíces, la Física es el tronco y las ramas principales son saberes prácticos, la Mecánica, la Medicina y la Moral. Lo primero para construir el saber, por tanto, tendrá que ser aplicar el método a la Filosofía, ya que sobre ella se construyen el resto de los saberes.
• La aplicación del método a la Filosofía, “Meditaciones metafísicas”: Para poder aplicar el método a la Filosofía, lo primero que tendrá que hacer Descartes será encontrar esa verdad cierta e indudable a partir de la cual pueda deducir el edificio entero de nuestros conocimientos. Para que el sistema quede firmemente fundado, es necesario partir de la más absoluta de las dudas, eliminando así todas aquellas opiniones y creencias que no estén dotadas de una certeza absoluta, porque amenazan con ocultar la verdad. Por tanto, si queremos comprobar cuántos de los “conocimientos” que tenemos son verdaderos, lo que tendremos que ver es si admiten alguna duda por pequeña que sea. Ni siquiera hace falta demostrar que son falsos: si pueden ser puestos en duda, entonces no tendremos certeza absoluta acerca de ellos, y por tanto no serán verdaderos en el estricto sentido que ahora estamos exigiendo.
Por consiguiente, la “prueba” que tenemos que hacer consistirá en poner en duda todo lo que sabemos y conocemos. Con ello pondremos en práctica la duda metódica, cuyo despliegue constituye el argumento central de las “Meditaciones metafísicas”:
1) En primer lugar, es dudoso todo lo que nos ofrecen los sentidos. Los sentidos nos han engañado ya alguna vez (por ejemplo, cuando metemos un palo en un vaso de agua, los sentidos nos dicen que el palo está roto, aunque nosotros sabemos que no lo está). Y es razonable pensar que lo que nos ha engañado una vez puede volver a hacerlo.
2) Sin embargo, alguien podría contestar a esto de la siguiente manera: aunque los sentidos pueden engañarnos, hay un montón de cosas que conocemos con ayuda de los sentidos y de las cuales creemos saber con total certeza que son cosas reales. Creemos que nuestras ideas sobre las cosas del mundo físico son causadas por las cosas mismas. Acerca de esto, se nos dirá, no es posible dudar, ¿verdad que no? Pues sí lo es, contesta Descartes, no hay certeza total de que esas ideas estén causadas por las cosas: para demostrarlo no hay más que recordar que a veces se nos presentan en sueños las mismas cosas que cuando estamos despiertos. No tenemos ningún criterio para distinguir entre el sueño y la vigilia. Por tanto, tenemos que reconocer que es posible dudar de todos los conocimientos que tengan origen empírico (y en ello se incluye la Física, la Astronomía y la Medicina).
3) Sin embargo, queda todavía en pie un saber del que no resulta tan fácil dudar. La “geometría y la aritmética” (es decir, las Matemáticas) resisten fácilmente el argumento del sueño, porque, como ya dijimos más arriba, aunque yo esté soñando no puedo sumar dos y dos y que me dé un resultado distinto de cuatro. La mente está constituida de tal manera que /no puede /dudar de las verdades matemáticas. Sin embargo, dice Descartes, en sentido absoluto es posible dudar incluso de estos “conocimientos”. Pudiera ser que nuestra mente estuviese “hecha” por un Dios engañador, y que ese Dios engañador la hubiese hecho de forma que necesariamente hubiese de pensar cosas que no son “verdad”. Esta es la famosa hipótesis del genio maligno, mediante la cual Descartes consigue dudar también de las matemáticas
Ahora bien, aun en el caso de que hubiera un genio maligno tal, Descartes se da cuenta de que en este caso hay siempre algo de lo que no puedo dudar: del hecho de que, al dudar, estoy pensando y, al pensar, existo. Recuperando así el argumento de San Agustín contra los escépticos, Descartes encuentra la verdad última e indudable que estaba buscando: “pienso, luego existo” (cogito ergo sum). De este modo, al poner en práctica la duda metódica, Descartes ha alcanzado, por fin, un conocimiento que resiste la prueba de la duda, y que soporta el criterio de certeza exigido, puesto que se manifiesta con absoluta claridad y distinción: puedo dudar de cualquier cosa, pero no puedo dudar de que estoy dudando. Mi existencia como sujeto pensante es el modelo de toda verdad, y todo lo que perciba con igual claridad y distinción será verdadero.
Ahora bien, si Descartes no quiere caer en el solipsismo, se verá obligado a deducir, a partir del yo pienso, el resto de la realidad que ha sido arrasada en el proceso de la duda, de tal manera que esa primera certeza le sirva para “reconstruir”, después de haberlo destruido, el edificio del saber. Sin embargo, lo único que tenemos por el momento para realizar esa reconstrucción (y poder abandonar el solipsismo) es la realidad del pensamiento, cuyo contenido son las ideas. Este gesto supone una revolución respecto al pensamiento clásico. En efecto, para la filosofía anterior el pensamiento no recae sobre las ideas, sino directamente sobre las cosas: si yo pienso que el mundo existe, estoy pensando en el mundo, no en mi idea de mundo. La idea sería algo así como un medio transparente a través del cual el pensamiento recae sobre las cosas: como una lente a través de la que se ven las cosas, sin que ella misma sea percibida. Para Descartes, al contrario, el pensamiento no recae directamente sobre las cosas (cuya existencia no nos consta en principio), sino sobre su idea, esto es, sobre la representación que sí tenemos de las cosas exteriores. La idea no es una lente transparente, sino la representación que tenemos de las cosas exteriores, que desbordan la esfera de mi pensamiento y por tanto ignoramos.
¿Cómo podemos salir hacia el mundo y demostrar que las cosas existen y que son realmente como las representan nuestras ideas? Para poder recuperar la realidad del mundo externo, Descartes tendrá que volverse a las ideas del yo pensante, que es lo único que, por el momento, tenemos asegurado. Y al volverse hacia ellas, detecta tres tipos diferentes: las ideas adventicias, que son las que parecen provenir de nuestra experiencia, ya sea interna o externa (las ideas de hombre, de árbol, de los colores, etc.); las ideas facticias, que son las que construye la mente a partir de otras ideas (por ejemplo, la idea de un centauro, etc.), y, finalmente, las ideas innatas, que son aquellas que no provienen ni de la experiencia ni de la asociación de ideas, sino que pertenecen de manera constitutiva a la razón (por ejemplo, la de pensamiento y la de existencia, que no son construidas por mí ni proceden de experiencia externa alguna, sino que las encuentro en la percepción misma del “pienso, luego existo”).
Es claro que ni las ideas adventicias ni las facticias pueden servirnos como punto de partida para la demostración de la existencia de la correlación entre nuestras ideas y la realidad extramental: las adventicias, porque parecen provenir del exterior y, por tanto, su validez depende de la existencia de esa misma realidad extramental todavía sospechosa; las facticias, porque, al ser construidas por el pensamiento a partir de las adventicias, poseen una validez igualmente cuestionable. Por tanto, sólo las ideas innatas le servirán a Descartes para demostrar la existencia del mundo externo. En ello se encuentra la afirmación fundamental del racionalismo moderno, que pretende fundar enteramente el edificio del saber a partir de unas ideas primitivas que son propiedad inherente de la razón. Pero, ¿qué encuentra Descartes entre las ideas innatas que le permite no sólo aceptar, sino demostrar deductivamente la existencia de una realidad extramental que pueda llegar a ser objeto de conocimiento?
Pues bien, para Descartes contamos con dos elementos: el pensamiento como actividad y las ideas que piensa el yo. Así, en el ejemplo “yo pienso
que el mundo existe” podemos identificar la presencia de tres factores: el yo que piensa, cuya existencia es indudable; -el mundo como realidad exterior al pensamiento, cuya existencia es dudosa y problemática; y -las ideas de “mundo” y de “existencia”, que indudablemente poseo ya que de lo contrario no podría pensar que el mundo existe. De este análisis Descartes concluye que el pensamiento piensa siempre ideas. Entre las ideas innatas, Descartes descubre la idea de infinito que se apresura a identificar con la idea de Dios. Con argumentos convincentes demuestra que la idea de Dios no es adventicia (ya que no poseemos experiencia directa de Dios) y con argumentos menos convincentes se esfuerza en demostrar que tampoco es facticia. Tradicionalmente, la filosofía había mantenido que la idea de infinito provenía, por negación de los límites, de la idea de finito. Descartes invierte esta relación y afirma que la idea de finitud, de limitación, proviene de la idea de infinitud. Por tanto, ésta no deriva de aquella, no es facticia. Una vez establecido que la idea de Dios como ser infinito es innata, el camino de la deducción queda definitivamente expedito: la existencia de Dios es demostrada a partir de la idea de Dios. Entre los argumentos utilizados por Descartes merecen destacarse dos: en primer lugar, el argumento ontológico, que no difiere en mucho del argumento de San Anselmo; y, en segundo lugar, el argumento basado en la causalidad aplicada a la idea de Dios. Este argumento parte de la realidad objetiva de las ideas y puede formularse de la siguiente manera: “la realidad objetiva de las ideas requiere una causa que posea tal realidad en sí misma, no solo de un modo objetivo, sino de un modo formal o eminente”. Es decir, la idea como realidad objetiva requiere una causa real proporcionada. Por tanto, la idea de un ser infinito requiere una causa infinita. Esa idea ha sido causada en mí por un ser infinito. Luego, el ser infinito existe.
Demostración de la existencia de mundo La existencia de mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios. Es decir, puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe. Luego, el mundo existe. Una vez demostrada la existencia de Dios, podemos estar seguros de que la razón humana ha sido creada para la cordura, no para la locura, y de que es lícito asumir como verdaderas todas aquellas ideas que no puedan ser pensadas de otro modo. Es decir, todas aquellas ideas que tengan certeza y sean fruto de una intuición o una deducción.Ahora bien, Dios aparece como garante de que a mis ideas le corresponde un mundo, una realidad extramental, pero conviene aclarar que Dios no garantiza que a todas mis ideas corresponda una realidad extramental. Descartes, al igual que Galileo, al igual que la ciencia moderna, niega que existan las cualidades secundarias, por lo que Dios solamente garantiza la existencia de un mundo constituido exclusivamente por la extensión y el movimiento, que son cualidades primarias. Y a partir de estas ideas de extensión y movimiento pueden deducirse la física y las leyes generales del movimiento.
La estructura de la realidad: las tres sustancias
Descartes, como buen idealista, considera que el conocer recae directamente sobre las ideas. Así pues, conocemos lo real pensándolo, pero pensándolo correctamente, es decir, de acuerdo con las reglas del método. En primer lugar, pensamos que lo real es aquello que existe por sí mismo y aquello que existe por sí mismo lo denominados sustancia.El concepto de sustancia es un concepto fundamental en Descartes y, a partir de él, en todos los filósofos racionalistas. Una célebre definición artesiana de sustancia establece que “sustancia es una cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”. Tomada esta definición de un modo literal, es evidente que solo podría existir una sustancia, la sustancia infinita o Dios. De hecho, Descartes reconoció que tal definición solamente puede aplicarse de modo absoluto a Dios, si bien la definición puede seguir manteniéndose en la medida en que hay otras sustancias que, aunque no lo son con propiedad, sí lo son por analogía; a saber, las almas y los entes materiales, que solo precisan del concurso ordinario de Dios para existir, y que independientes entre sí: no necesitan la una de la otra para existir. De lo anteriormente expuesto se comprende fácilmente que Descartes distinga tres esferas o ámbitos de la realidad:
-Dios o sustancia infinita;
-Las almas o sustancia pensante;
-Los cuerpos o sustancia extensa.
2.3. David Hume o el resurgir del Escepticismo: hijo de un terrateniente escocés, nació en Edimburgo en 1711. Su pasión por la Filosofía le hizo abandonar la profesión de comerciante y trasladarse a Francia. Allí, influenciado por los pensadores ilustrados, escribió su obra más relevante, Tratado acerca de la naturaleza humana. Dicho libro pasó sin pena ni gloria, lo que le hizo renegar de él. A su vuelta a Escocia, sus pensamientos en torno a la Religión, la Ética y el Conocimiento le bloquearon el acceso a la Academia. Por ello, tuvo que dedicarse a otras funciones mientras desarrollaba su filosofía. Murió en 1776 y su influencia fue enorme. La lectura de su obra despertó a Kant de su “sueño dogmático” y a día de hoy es reconocido como el principal pensador empirista de la Modernidad. Las líneas principales de su Teoría del Conocimiento son las siguientes:
• Objetivo de David Hume: como buen filósofo moderno es un hombre con miedo a caer en el error. Pero a diferencia de Descartes su solución no es construir el método adecuado, sino hallar los límites de nuestro conocimiento. Para ello, debe establecer un criterio de certeza claro que determine todo lo demás.
• Criterio de certeza y elementos del conocimiento: para Hume todo conocimiento tiene su origen en la experiencia sensible. De tal forma que sacamos dos conclusiones:
o Al nacer nuestra mente es una página en blanco, una tabula rasa. Hasta que no empezamos a percibir no comienza a llenarse.
o Nuestros conocimientos serán verdaderos si y sólo si se originan en la experiencia, es decir, si se inician con una percepción.
Al hilo de todo esto, en la mente encontraremos dos tipos de percepciones:
• Impresiones: conocimiento por medio de los sentidos.
• Ideas: representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento. Es el recuerdo de una impresión. Son más débiles y menos vivas que las anteriores.
Hume niega que existan ideas innatas
• Problemas de la Teoría de conocimiento de Hume: encontramos dos grandes problemas:
o Fenomenismo: solo conocemos las percepciones, los rasgos o características de los objetos que captamos empíricamente. Por ello, la realidad queda reducida a estas, a meros fenómenos (lo que aparece o se muestra).
o Actitud escéptica: viene asociada al fenomenismo. Primero ha asumido un límite de nuestro conocimiento y segundo ha afirmado que de las realidades sólo conocemos lo que parecen, los rasgos, nunca lo que son en sí mismas. Por ello, no podemos conocer la realidad tal cual es. El escepticismo es una consecuencia lógica.
2.4. I. Kant: el final de la guerra: Kant entiende que la disputa entre Racionalistas y Empiristas se ha convertido en una guerra sin final. Parece que están
discutiendo dándose la espalda, sin ser capaces de entender los elementos válidas de cada una de ellas. Porque resulta que ninguna está completamente equivocada pero tampoco tienen la razón absoluta. La solución vendrá de la mano de una síntesis trascendental que dará lugar a una de las teorías del conocimiento más importantes de la historia.
• Introducción: Kant en la Crítica de la razón Pura (KrV) aspira a responder a la pregunta ¿Qué puedo conocer? Como es muy general la pregunta, la concreta más: Cuáles son los límites de mi conocimiento. Es decir, la eterna preocupación de la Modernidad, hasta dónde podemos conocer con seguridad. Éste ha sido el terreno de batalla entre Empiristas y Racionalistas, sin que hayan podido llegar a un acuerdo. El objetivo de Kant es poner paz para lo cual elabora la Arquitectónica Trascendental del Conocimiento Humano. Analizar el edificio del conocimiento humano mostrando cómo conocemos, qué facultades intervienen y cuáles son sus elementos. Pero la mejor forma de analizar el conocimiento es fijarse en aquellos que son más perfectos: las Ciencias. Estudiándolas podrá deducir cuáles son las condiciones que hacen de un saber un conocimiento perfecto, una ciencia. Gracias a ello, impondrá la paz entre las dos corrientes filosóficas enfrentadas ya que podrá responder a si la Metafísica es o no ciencia, y por tanto, el saber absoluto que defiende Descartes y critica Hume. Pero antes de comenzar, debe definir una serie de conceptos para marcar los parámetros de la investigación:
1. Giro Copernicano: al igual que Copérnico en Astronomía, Kant sitúa al sujeto en el centro del proceso del conocimiento, en torno al cual giran los objetos. El sujeto impone las condiciones al objeto para poder ser conocido (se enfrenta al Realismo clásico de Platón).
2. Lógica Trascendental: Kant va a analizar los elementos del conocimiento desde una nueva perspectiva, un nuevo plano que denomina Lógica Trascendental. Consiste en analizarlo viendo si esos conocimientos cumplen las condiciones para ser un saber científico. Esas condiciones son que sea Universal y Necesario, denominas por Kant “Yo Trascendental”. Sin embargo, es necesario concretar más estas condiciones que forman parte del
Yo Trascendental, por ello, decide analizar las Ciencias para ver qué las hace únicas. Éstas son conjuntos de juicios concatenados. Y ahí está lasolución, pues lo que hace a un conocimiento ser ciencia es el tipo de juicios que la componen. De esta forma, se remodela la pregunta inicial de la Arquitectónica: qué saberes son capaces de emitir juicios científicos y por tanto ser una ciencia (¿La Metafísica lo será?).
3. Clasificación de los Juicios: va a completar la realizada por Hume:
a. Juicios Analíticos Apriori: no son extensivos, pues el predicado está contenido en el sujeto, y saben que es verdadero sin recurrir a la experiencia.
b. Juicios Sintéticos Aposteriori: son extensivos, añaden información, pero para saber su verdad tienen que recurrir a la experiencia.
c. Juicios Sintéticos Apriori: son extensivos y no necesitan la experiencia para saber que son verdaderos. Son los juicios de la ciencia.
d. Conclusión: la clave de la Arquitectónica responder a la pregunta de qué saberes cumplen las condiciones del Yo Trascendental, es decir, emiten Juicios Sintéticos Apriori y son Ciencias.
• Desarrollo de la Arquitectónica: a la hora de construir el edificio del conocimiento, Kant sigue un orden sistemático: 1º analizar las facultades del conocimiento según van apareciendo 2º analizar las formas apriorio formas puras de cada una de las facultades (lo que debe darse antes de que se aplique la facultad sobre el objeto y que sin ella no podría llevarse a cabo) 3º de cada facultad se deriva un saber y se pregunta si cumple o no las condiciones del Yo Trascendental (si emite Juicios Sintéticos Apriori).
o 1ª facultad: La Sensibilidad Trascendental (“Estética Trascendental”):CAPTAMOS.
◦ El conocimiento se inicia con los sentidos, con la percepción. A partir de dicha percepción, se obtienen una serie de datos empíricos desconectados, no unificados.
◦ Para que un objeto pueda ser percibido por un sujeto, antes de que se lleve a cabo la Sensibilidad le impone una condición: que esté en el Espacio y el Tiempo. El hombre no puede captar nada que no se nos muestre en espaciado y temporalizado (Giro Copernicano: el sujeto impone las condiciones al objeto). Por ello, el Espacio y el Tiempo son las formas apriori de la Sensibilidad.
◦ El Saber que se deriva de la Sensibilidad es la Matemática. Como ésta emite J. S. A. (Juicios Sintéticos Apriori), es una Ciencia.
▪ 2ª facultad: El Entendimiento Trascendental: ENTENDEMOS.
◦ Es la 2ª facultad que interviene. Su función es recoger los datos empíricos que estaban desconectados y los unifica, generando un Concepto. Y desde él, entonces el sujeto podrá entender lo que se está percibiendo.
◦ Para poder entender qué es lo que se está percibiendo son necesarias unas Categorías desde las que unificar dichos datos de la experiencia. Por ello, las Categorías son las formas apriori del Entendimiento. Cuando aplica las Categorías a los datos de la experiencia da lugar al FENÓMENO que son el único objeto que puede conocer el hombre con seguridad. Es decir, el conocimiento humano está limitado al conocimiento fenoménico. Ha sintetizado
Empirismo y Racionalismo, pues el conocimiento se inicia con la experiencia (sentidos) pero tiene elementos no empíricos.
◦ El saber que se deriva es la Ciencia Natural, y como emite J.S.A. Cumple las condiciones del Yo Trascendental, y por tanto es una Ciencia.
▪ 3ª Facultad: La Razón Trascendental(“Dialéctica Trascendental”):
RAZONAMOS.
◦ No sólo es necesario percibir, entender lo percibido, sino
también razonar, es decir, enlazar un concepto con otro
hasta formar juicios. En Kant la palabra razón tiene un
significado específico: si la sensibilidad sitúa todo lo que
llega bajo unas coordenadas espacio-temporales, y el
entendimiento lo estructura según unas determinadas
categorías, la razón nos lleva a pensar sobre los
fundamentos o los primeros principios de lo que
experimentamos. La razón es aquello que nos induce a
plantearnos el porqué de las cosas de manera incesante.
Así, a cada respuesta que obtenemos de por qué sucede
esto o lo otro, la razón nos invita a preguntarnos nuevamente cuál es la explicación de la causa que hemos
encontrado. Como la cadena de sucesivos “porqués” tiende
a hacerse infinita, y nuestra razón no puede pensar la
infinitud, eso la lleva a generar lo que Kant llama las “ideas
metafísicas” (las ideas son tres: Alma -unifica nuestra
experiencia interna-, Mundo -unifica nuestra experiencia
externa- y Dios -ambas esferas se reducen a una mediante
la idea de Dios-). Las ideas metafísicas no tienen su origen
en la experiencia, pero el ser humano recurre
inevitablemente a ellas para explicarse la realidad.
Dichas ideas metafísicas responden a la necesidad de
la razón de contestar a las siguientes preguntas:
1. ¿En qué medida tenemos libertad a la hora de actuar?
2. ¿Qué sentido le podemos encontrar al mundo?
¿Existe algún futuro para mí tras la muerte?
3. ¿Hay una entidad universal o realidad cósmica
que otorgue unidad a todo lo que existe?
◦ Sin embargo, esta facultad posee dos usos:
▪ Uso correcto: la razón para formar los juicios usa los Silogismos para unir los conceptos. De ahí, que las formas apriori de la Razón se deriven de las distintas formas de silogismos posibles. Son las Ideas de la Razón: YO, MUNDO, DIOS. Su función básica es regular el uso del Entendimiento. El saber que se deriva es la Metafísica y ésta no puede emitir J.S.A. Con lo cual, no es una Ciencia.▪ Uso ilegítimo: por la propia naturaleza de la Razón, ésta exige respuestas últimas, totales. Por ello, en ocasiones trata a las Ideas de la Razón no como ideas sino como realidades. Al hacerlo cae en “un callejón sin salida”, ya que las Ideas en tanto que realidades, no son perceptibles y por lo cual, no cognoscibles por el hombre pues están situadas, de existir, más allá del conocimiento humano. Dejamos el terreno de la seguridad para entrar al de la imaginación y la inseguridad. No pretende desacreditar la Metafísica, ya que es algo natural al ser humano.▪ En resumen, según Kant, a pesar de que la razón construye las ideas metafísicas, cuando tratamos de emplear nuestro entendimiento para demostrar alguna cosa sobre ellas nos topamos siempre con una dificultad: al intentar aplicar las categorías del entendimiento sobre dichas ideas, como estas se refieren a entidades que no están situadas en el espacio y en el tiempo, es decir, como quedan al margen de la facultad de la sensibilidad, resulta que las categorías no pueden funcionar adecuadamente y acaban demostrándonos tanto una
cosa como su contraria; es decir, generan contradiccióny no aportan conocimiento. De este modo, Kant llega a la conclusión de que no puede haber conocimiento sobre las entidades metafísicas, pues la razón no puede ni afirmar ni negar su existencia, por más que sea
inevitable pensar en ellas cuando nos planteamos las preguntas fundamentales. Por supuesto, podemos pensar (considerar estas ideas en la mente) en las
grandes cuestiones metafísicas -Dios, el alma, el mundo (su origen, su finalidad…)-, pero nada podemos conocer
acerca de ellas. Lo que más cabe aquí es la creencia, no el conocimiento. La crítica de Kant a la metafísica fue, como se ve, demoledora. De alguna manera,
racionalistas y empiristas acertaban y se equivocaban a la vez: sin experiencia no hay conocimiento (empiristas), pero sin las categorías (conceptos innatos del entendimiento) este tampoco es posible.