Estoicismo: La Ética Estoica
Esta ética es también llamada eudaimonía (Eu= bien o bueno, daimonía= basado en la felicidad). Está basada en la resistencia a la adversidad y a la mala suerte, por lo que tiene un componente de resignación o adaptación a la adversidad. Para el estoico ser feliz es ser virtuoso, siguiendo la línea socrática. Para ellos, vivir en la naturaleza es ser virtuoso y nos llena de felicidad. También piensan que las cosas que pasan en el universo y que afectan al ser humano no tienen ninguna intencionalidad. Quién consigue la autarquía o independencia es sabio. Como cualquier otra filosofía helenística defiende una especie de amistad o armonía internacional para homogeneizar a los seres humanos.
La virtud destacada del estoicismo es la inteligencia, que es hegemónica, que domina y organiza las demás cualidades positivas. Por el contrario, las pasiones son consideradas manifestaciones de lo primitivo y espontáneo, por lo que han de ser controladas por la razón.
El Escepticismo
Es la última corriente helenística, y se basa sobre todo en un escepticismo moral. Por ejemplo, cuando uno presencia hipocresía, violencia o injusticia, no es raro caer en el escepticismo. Esta corriente también es llamada Pirroismo, porque está representada por Pirrón, quien también la nombró como escepticismo, que viene a significar suspender el juicio, es decir, no decir nada si no se sabe algo con seguridad.
Las teorías de Pirrón se conocen por Timón, que hizo referencias en escritos como en los Silios, que eran poemas en los que ridiculizaba a los filósofos que creían saber algo.
El escepticismo se basa en los siguientes puntos centrales:
- Conseguir la tranquilidad de espíritu o ataraxia.
- No es posible conocer las cosas como son, sino como parecen ser.
- No podemos fiarnos de la razón, su conocimiento se basa en las emociones (prejuicios que nos condicionan a la hora de interpretar la razón).
- Las cosas suceden como tienen que suceder.
- Debemos abstenernos de todo juicio porque no hay nada falso ni verdadero.
- Todo lo exterior a nosotros es indiferente (adiáfora).
- Al vivir en un mundo de apariencias hay que inclinarse a veces por lo más probable.