Ética kantiana: La razón como fundamento de la moral

Kant: La filosofía crítica

La filosofía de Kant supone un hito fundamental en el pensamiento occidental. Es el autor más importante de la Ilustración, recogiendo la primacía de la razón como luz que ilumina al hombre en su progreso y que le permite alcanzar una mayoría de edad racional. Se trata de una razón analizadora y crítica, algo que aplicará a la razón misma. Por otro lado, supone la culminación de la filosofía moderna, ya que es la superación tanto del racionalismo como del empirismo. Para Kant, el conocimiento tiene como punto de partida la experiencia, pero no todo procede de ella porque el entendimiento posee conceptos que permiten organizar el conocimiento.

Conocimiento y Metafísica. Crítica de la Razón Pura

El sentido de la obra es plantearse la posibilidad de la metafísica como ciencia; y, para resolver esta cuestión, ha de analizar todo el proceso de conocimiento.

Prólogo: el problema crítico y el giro copernicano

En el prólogo, Kant expone que la matemática y la física han progresado como ciencias. Kant llega a afirmar que la metafísica es un campo de batalla porque el hombre no puede evitar plantearse los problemas metafísicos. La pregunta en la que se resume el «problema crítico»: ¿Es posible la metafísica como ciencia? A diferencia de las otras ciencias, la metafísica ha pretendido trascender la experiencia y ofrecernos un conocimiento de entidades como Dios, el alma y el mundo como totalidad, a partir de conceptos a priori, es decir, independientes de la experiencia. Se tratará de averiguar «qué y cuánto pueden conocer el entendimiento y la razón aparte de toda experiencia», por lo que será necesaria una investigación crítica de la facultad de razonar. Una vez determinadas cuáles son esas condiciones trascendentales, estaremos en situación de decidir si permiten o no las pretensiones de la metafísica. Además, también en el prólogo plantea una nueva perspectiva sobre el conocimiento, que Kant denomina “giro copernicano”, comparando su planteamiento con el de Nicolás Copérnico. Según Kant, su forma de plantear el conocimiento supone una revolución similar a la de Copérnico porque, al igual que este, cambia la manera de entender dicho conocimiento, ya no desde el objeto que se impone, sino desde un sujeto que estructura el conocimiento. Por tanto, va a fundar una nueva posición del sujeto respecto al conocimiento.

Pero no proporcionan conocimiento objetivo, ya que conducen a paralogismos:

  • La cosmología racional, cuyo objeto de estudio es la idea de mundo como totalidad, no parte de la experiencia y, por tanto, al intentar aplicarle las categorías, conduce a las antinomias de la razón pura.
  • La psicología racional, cuyo objeto de estudio es la idea de alma, no parte de la experiencia, sino del yo como condición a priori, produciendo paralogismos.
  • La teología racional, cuyo objeto es la idea de Dios, no proporciona conocimiento por no partir de la experiencia. Kant critica las pruebas tradicionales de la existencia de Dios. Respecto al argumento ontológico, considera que del mero concepto no puede derivarse la existencia. Sobre las pruebas causales, no acepta el uso de la categoría de causalidad fuera del margen de la experiencia, conduciendo de la experiencia del ser contingente a la existencia del Ser Necesario. Por último, sobre el argumento del orden del mundo, admite que demuestra la existencia de un ordenador del mundo, pero no de un creador.

En conclusión, la metafísica tiene un uso válido y regulativo, ya que sus ideas son reguladoras de la razón, estableciendo los principios, valor y alcance del conocimiento. Pero no cabe ningún uso constitutivo, es decir, que proporcione conocimiento objetivo. Por ello, concluye que la metafísica no es una ciencia y su uso epistemológico produce ilusiones carentes de validez.

La teoría ética y la metafísica: La Crítica de la Razón Práctica

El concepto de moralidad y la razón práctica

La razón teórica se ocupa de los objetos de conocimiento y la crítica pone de manifiesto los límites de dicho conocimiento. La razón práctica se encarga de fijar los fundamentos de la moral. No son dos razones diferentes, sino dos formas de actuar de una única razón. De hecho, la razón práctica es la culminación de la teórica, al establecer el ámbito en el que las ideas de la razón pueden tener un uso legítimo, como postulados de la acción moral. Así pues, el fundamento de la moralidad recae sobre la autonomía de la razón, que es fuente y sujeto de la ley moral. En este sentido, Kant distingue dos tipos de principios prácticos: por un lado, las máximas, que son subjetivas e individuales; por otro, los imperativos, que son objetivos. Éstos, a su vez, se dividen en imperativos hipotéticos, que son prescripciones prácticas según las circunstancias y orientadas a un fin, e imperativos categóricos, que son prescripciones prácticas no referidas a un fin y en las que la acción es objetiva y universal. Sólo éstos pueden ser considerados como ley moral.

La crítica a las éticas materiales. El formalismo ético

Para establecer estos principios, Kant inicia el análisis de las éticas anteriores. A todas ellas las denomina éticas materiales, porque la bondad o maldad de la conducta se establece en función de un fin, se alcanza por unos medios que son los contenidos y normas concretas. Su crítica a estas éticas se basa en que:

  • Son empíricas (a posteriori): Sus preceptos y contenidos se basan en la experiencia y establecen lo bueno y lo malo previamente a la ley. Para Kant, la ética debe ser universal; por tanto, no puede basarse en la experiencia a posteriori, sino en elementos a priori independientes de la experiencia.
  • Son hipotéticas: Sus preceptos se establecen en función de un fin o bien externo a la acción en sí; por tanto, se presentan en forma condicionada, como imperativos hipotéticos, que no son universales.
  • Son heterónomas: Los preceptos se reciben desde una instancia ajena al propio sujeto. No es el sujeto, por medio de su razón, el que se da a sí mismo la ley.

Frente a ellas, Kant invierte la cuestión, ya que la bondad o maldad no pueden determinarse antes de la ley moral, y propone una ética formal. Esta ética es a priori, independiente de la experiencia y, por tanto, universal y necesaria; es categórica porque sus juicios son absolutos e incondicionados; y es autónoma porque es el propio sujeto el que, por medio de la razón, se da a sí mismo la norma de su obra. Es, por tanto, una ética sin contenidos, fines ni medios; se basa en el deber porque no nos dice qué debemos hacer, sino cómo, fundamentándose en el puro respeto a la ley. Según esta crítica, Kant diferencia tres tipos de acciones: las malas acciones contrarias a deber; las acciones legales o conforme a deber; y las buenas acciones o por deber. El valor moral de una acción no está ni en el fin que ésta persigue ni en los medios, sino en el móvil de la acción; de modo que, al actuar por puro deber, el hombre se vuelve digno de felicidad.

Las formulaciones del imperativo categórico

El deber moral tiene sentido en tanto que es absoluto y necesario; es decir, el principio práctico supremo ha de ser un imperativo categórico, ya que la imperatividad de la moral no está condicionada, sino que es válida universalmente y expresa una voluntad pura no limitada empíricamente. Así pues, el imperativo categórico queda concretado en sus formulaciones, que expresan los rasgos que ha de cumplir la acción para ser moralmente buena:

  • La 1ª formulación expresa el carácter universal de la ley moral, ya que las normas han de valer siempre y para todos.
  • La 2ª formulación recoge la consideración de la dignidad de todo ser humano, es decir, su valor absoluto.
  • La 3ª formulación hace referencia a la idea de la voluntad de un ser racional como voluntad autónoma y universalmente legisladora en un reino de fines, es decir, en una sociedad en la que cada uno de sus miembros es tratado como un fin en sí mismo.

La autonomía de la voluntad

La idea de la voluntad de todo ser racional como legisladora universal garantiza la autonomía de la misma y la legitimidad de la obediencia a la ley moral: es posible la obediencia a la ley porque el hombre se la da a sí mismo; la razón legisla desde sí misma y, por eso, puede exigir obediencia. La autonomía de la moral revela en el hombre la presencia de un sentido absoluto, ya que pertenece a dos mundos: el fenoménico, sometido al determinismo de la naturaleza, y el nouménico, que supone que es libre, resolviendo de este modo la tercera antinomia de la razón pura. Con este comportamiento, el hombre se hace digno de su felicidad, que es la coronación de la vida moralmente digna. Sin embargo, esto supondría una vida en la que nuestra voluntad siempre querría lo que debe hacer, algo sólo posible en una “voluntad santa”.

El Sumo Bien y los postulados de la razón práctica. La metafísica ética

Con estos planteamientos, Kant reabre la metafísica, pero una metafísica moral, más sólida por ser ajena a polémicas. Será en este sentido cuando plantee la noción de Sumo Bien y los postulados de la razón práctica (que guardan correspondencia con las tres ideas de la razón pura).

El concepto de “Sumo Bien” tiene dos sentidos: el bien más alto, que es la ley moral, y el bien más completo, que comprende la virtud como condición primera y la felicidad como consecuencia necesaria. Ahora bien, en el mundo fenoménico observamos que no hay correspondencia entre la vida virtuosa y el logro de la felicidad. Por ello, aunque ninguno de los objetos de la metafísica puede ser objeto de demostración teórica, la razón práctica exige su existencia.

La exigencia del Sumo Bien lleva a formular los postulados de la razón práctica. Un postulado es un elemento que no puede ser empíricamente demostrado, pero que es exigido por la razón práctica para la realización de la acción moral. En analogía con las tres ideas de la Dialéctica trascendental, tres son los postulados: la libertad, la inmortalidad del alma y Dios. Pero, a diferencia de las ideas de la razón, los postulados no son ilusorios, sino determinaciones de la realidad que, si bien son inciertas objetivamente, tienen un valor firme desde el punto de vista subjetivo y participan del valor absoluto del imperativo categórico.

  • La libertad se establece como condición básica de la moralidad. A diferencia de los animales, el hombre posee autonomía para darse a sí mismo la ley moral por exigencias de su razón y, con ello, obrar por deber.
  • La inmortalidad del alma es necesaria para la actuación moral porque en la vida finita del hombre no puede darse el Sumo Bien. La voluntad de la acción moral persigue un fin inalcanzable sin postular la inmortalidad del alma.
  • Dios es postulado porque el Sumo Bien no puede quedar en una mera idea, ya que esto frustraría la acción humana. Dios es la conjunción perfecta de virtud y felicidad; de modo que una moralidad que tenga garantizada la felicidad debe admitir la existencia de Dios que respalde la citada conjunción.

Los tres postulados permiten la actuación por deber, aunque no sean asequibles al conocimiento. De este modo, vuelve sobre el problema de la posibilidad de la metafísica como ciencia, admitiéndola a través de los postulados como garantes de la acción moral. Es la ciencia de los principios supremos.

Filosofía política y filosofía de la historia

Con estas últimas ideas, el pensamiento kantiano se abre. Kant responde a la pregunta: ¿qué me cabe esperar? en sus obras de religión, historia y política. En ellas considera que el hombre se caracteriza por una “insociable sociabilidad”. Este antagonismo constituye el motor de la historia hacia el pleno cumplimiento de las disposiciones naturales del ser humano como ser racional y libre, un fin que el hombre no puede lograr individualmente, sino como especie. Dicho objetivo exige la constitución de una sociedad civil basada en el derecho y que sea compatible con la libertad de todos y de cada uno. La forma más adecuada de gobierno es la república democrática fundada en un contrato social por el que el pueblo se compromete a obedecer las leyes que él mismo establece. Además, Kant propuso que todos los estados se unieran en una confederación mundial que se sometiese al derecho internacional con el fin de lograr la “paz perpetua”.

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