La Ética de Kant: Imperativo Categórico y Postulados Morales
Una acción será moral si en ella se considera la dignidad del resto de personas. Vemos así que el imperativo categórico supone una buena fundamentación racional de los derechos humanos. La ley moral, el deber, es determinado por la propia voluntad, y esta voluntad es autónoma. Aquello que vas a hacer, si se convirtiera en ley universal, ¿el mundo sería mejor?
Libertad, Alma y Dios en la Ética Kantiana
La ética de Kant no es material. Él no dice en concreto nada que tengamos que hacer. Lo que dice es: actúa por deber, no tengas una finalidad egoísta en tus acciones. Haz lo que tú creas que debería hacer todo el mundo para actuar bien. Usa tu razón y aplica el imperativo que te puede servir para saber qué hacer en cada momento. Para finalizar, Kant se pregunta: ¿puede darse esta moral? Él da una serie de condiciones:
- Que haya un mundo nouménico, es decir, que por debajo de los fenómenos existan noúmenos.
- Que haya una serie de condiciones positivas, que él denomina postulados morales de la razón práctica.
Estos postulados son tres:
- La existencia de libertad. Sin libertad yo no sería responsable de mis actos, ni sería autónomo. Sin libertad no habría moral.
- La existencia del alma. Si solo fuera un cuerpo, estaría ligado, como cualquier cuerpo del universo, al principio de causalidad. Pero no estoy ligado solo a ese principio, sino que además estoy ligado al deber, por eso tiene que haber algo más que cuerpo, y eso es el alma.
- La existencia de Dios. El argumento es el siguiente: en este mundo generalmente vemos que el malo, el que actúa mal, es el que triunfa. Eso sería el triunfo de las acciones contrarias al deber. Por tanto, para que no sea así, tiene que haber otro mundo, en el cual sí exista la justicia y el deber triunfe. Ese mundo me demuestra que mi alma es inmortal y que Dios reina en él.
El Empirismo de Hume: Percepciones, Ideas y Crítica a la Causalidad
1. Principio Empirista
La experiencia sensible es el origen, el límite y la fuente de validez y legitimidad de nuestro conocimiento. El ser humano conoce a partir de la experiencia y no puede ir más allá de la experiencia. En último término, esta se convierte en el criterio último para separar al conocimiento verdadero, el que está bien fundado, del conocimiento falso, que sería aquel que va más allá de la experiencia o incluye conceptos de los que no cabe una impresión inmediata. Aunque nuestro pensamiento aparente ser capaz de ir más allá de lo que los sentidos nos ofrecen, en cuanto rebasa esta frontera cae en el error.
2. Principio de Inmanencia
Defiende que cualquier dato de la realidad es siempre inmanente, es decir, permanece dentro del sujeto. A partir de este principio se deriva una consecuencia muy importante: el sujeto pierde el contacto con la realidad misma, con los objetos y debe conformarse con tener impresiones sensibles de los mismos. La realidad queda así mediatizada para siempre por nuestros sentidos. Si Descartes subjetiviza el mundo convirtiéndolo en un contenido o una representación mental, Hume lo subjetiviza también al interpretarlo como un dato de nuestra experiencia. Hume llamará a los contenidos de nuestra experiencia percepciones, y distinguirá dos tipos: las impresiones, que serían “nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos”, y las ideas que serían “menos intensas”. A su vez, mostrando aquí la influencia de Locke, Hume dividirá las impresiones en impresiones de sensación (las que se refieren a la experiencia externa) y en impresiones de reflexión (aquellas en las que el sujeto “se siente” a sí mismo, propias de la experiencia interna).
Percepción: “todo lo que puede estar presente a la mente, sea que empleemos nuestros sentidos, o que estemos movidos por la pasión o que ejerzamos nuestro pensamiento y nuestra reflexión”.
Impresión: aquella percepción en la que “sentimos una pasión o una emoción de cualquier clase, o cuando las imágenes de los objetos externos nos son traídas por nuestros sentidos. […] son nuestras percepciones vivas y fuertes”.
Idea: es la clase de percepción en la que “reflexionamos sobre una pasión o sobre un objeto que no está presente. […] las ideas son las percepciones más tenues y más débiles”.
3. Principio de Copia
Para Hume, las ideas son las huellas o copias que dejan las impresiones en nuestra memoria o imaginación. Evidentemente, con este principio levanta Hume una dura crítica contra el innatismo de filósofos como Descartes o Platón: no existen ideas innatas, sino que cualquier idea, incluida la más abstracta que se pueda pensar, no es más que una creación de la mente humana a partir de las impresiones concretas. Además, Hume utilizará este principio como criterio de discriminación, para separar aquellas ideas legítimas (fundadas en la experiencia sensible) de las que son simples creaciones humanas.
4. Principio de Asociación de Ideas
Según Hume, las ideas no aparecen de un modo aislado, sino que la imaginación se encarga de enlazar unas con otras, estableciendo diferentes conexiones que introducen un cierto orden en nuestro pensamiento. La naturaleza de las ideas es la que provoca que estas se relacionen de un modo determinado y ordenado. Hume habla de tres leyes distintas:
- Semejanza: tendemos a asociar aquellas ideas que guardan una cierta semejanza o parecido entre sí. Un cuadro o una fotografía dirige nuestra mente al original que trata de representar o incluso a la vivencia que la fotografía haya podido captar.
- Contigüidad: tendemos a agrupar aquellas ideas cuyas impresiones ocurrieron cercanas en el espacio y en el tiempo. Asociamos, por ejemplo, las ciudades con sus monumentos, y a menudo recordamos hechos del pasado enlazándolos con otras actividades realizadas en la misma época.
- Causa-efecto: nos es inevitable pensar de un modo conjunto aquellas ideas entre las que establecemos nexos causales. Así, por ejemplo, el humo nos obliga a pensar inmediatamente en el fuego.
5. Principio de Negación de las Ideas Abstractas
Conectando con toda la tradición empirista y nominalista anglosajona (desde Ockham a Hobbes o Locke), Hume negará la validez y legitimidad de las ideas abstractas. Estas son, sencillamente, complejas creaciones de la mente humana, que en cuanto se le deja una mínima libertad tiende a generalizar los datos concretos y particulares.
La distinción entre cuestiones de hecho y relaciones de ideas:
- Relaciones de ideas: propias de las ciencias formales, como la geometría, la aritmética o el álgebra. Expresan proposiciones que se pueden descubrir por medio del pensamiento. Para conocer este tipo de verdades no es necesaria la participación de la experiencia sensible, y bastará con la razón, que se encarga de descubrir las conexiones existentes entre diferentes ideas, proposiciones o teorías. Serían relaciones de ideas las leyes de la lógica o la matemática, y su contrario es imposible, pues implica una contradicción. Se corresponden con razonamientos demostrativos.
- Cuestiones de hecho: son aquellas a las que accedemos a través de la experiencia, y son propias de las ciencias naturales y sociales. Se expresan en proposiciones con un contenido empírico, y por tanto no son necesarias (como las relaciones de ideas) sino contingentes. Se puede concebir el contrario de cualquier cuestión de hecho, pues eso no implicaría contradicción alguna. Las cuestiones de hecho vienen avaladas por la experiencia, y son los sentidos los que nos permiten tener acceso a las mismas. Los razonamientos propios de las cuestiones de hecho no son demostrativos, sino probables.
Crítica a la Idea de Causa
Para Hume, la inferencia causal se basa en un razonamiento erróneo. El razonamiento causal, que es uno de los modos de saber cosas sobre el futuro, depende de la experiencia y no de la razón: no es una relación de ideas, pero tampoco es una cuestión de hecho. Para Hume, depende de la experiencia, sí, pero en esta no percibimos una causa y un efecto, sino dos o más fenómenos que se siguen de un modo ordenado. Términos como causa y efecto son abstracciones que pretenden atar la realidad desde un punto de vista explicativo, pero de las que no tenemos impresión alguna. El razonamiento causal se proyecta sobre la realidad, allá donde los fenómenos (o las impresiones de los mismos) se siguen unos a otros de un modo regular y constante. La causalidad implica, por tanto, las siguientes condiciones:
- Contigüidad (lo que llamamos “causa” debe estar cercano en el tiempo y en el espacio de lo que llamamos “efecto”).
- Prioridad de la causa respecto al efecto o sucesión (el efecto ha de suceder a la causa).
- Regularidad y constancia (ha de ocurrir siempre del mismo modo).
Sin una experiencia previa, seríamos incapaces de predecir cuáles son los efectos de una realidad cualquiera. A la imposibilidad de recibir impresiones de “causa” y “efecto”, Hume añade otro argumento en contra de la causalidad: los descubrimientos sobre la naturaleza dependen de la experimentación y no del razonamiento. Y el ser humano tiende a creer que la naturaleza funcionará en el futuro del mismo modo que lo hace en el presente, y que las mismas causas tendrán los mismos efectos. Este gran presupuesto (el de la regularidad o constancia de la naturaleza) es absolutamente indemostrable: al tratarse de una cuestión de hecho, es tan solo un razonamiento probable, que nunca alcanzará el grado de demostración. Esta es la conocida crítica de Hume al razonamiento inductivo: el hecho de que la naturaleza funcione de una manera un número suficientemente grande de veces no implica que se vaya a comportar así siempre.
Crítica a la Idea de Causa (Continuación)
De este modo, para Hume, un razonamiento de tipo inductivo se fundamenta en la costumbre de observar el futuro en conformidad con el pasado, y en la creencia de que tal conformidad se mantendrá siempre. Las ciencias confían en que lo observado para una serie de casos observados se dará en todos los demás. Dice Hume: «todas las inferencias realizadas a partir de la experiencia, por tanto, son efectos de la costumbre y no del razonamiento». De la misma manera, el principio de causalidad, que dice que dado un efecto ha de haber una causa que lo ha producido, tampoco puede ser mantenido como relación necesaria entre causa y efecto sino que, al no derivarse su conexión de la experiencia, puesto que no tenemos impresión de la necesidad de la conexión causa-efecto, es un mero hábito: «en los acontecimientos más familiares, la energía de la causa es tan poco inteligible como en los más insólitos: solo aprendemos de la experiencia la conjunción constante de objetos sin ser jamás capaces de comprender nada semejante a una conexión necesaria entre ellos». Ahora bien, no hay que pensar que Hume desprecie el valor de la experiencia. Todo lo contrario. Lo que pone de manifiesto el empirismo radical de Hume es el escepticismo con respecto a la posibilidad de alcanzar verdades seguras sobre la realidad. Esto quiere decir, en último término, que la metafísica como ciencia es imposible y que las ciencias de la naturaleza solo nos aportan un conocimiento probable.
Crítica de la Sustancia
El criterio de validez del conocimiento para Hume es que toda idea, para ser verdadero conocimiento, ha de tener su origen en una impresión. Aplicado esto a la metafísica, Hume concluye con una crítica radical de la idea de sustancia como realidad subyacente a nuestras impresiones, y que, en última instancia, suponemos provenientes de ella. De este planteamiento se deriva que, forzosamente, ignoramos si existen o no el yo, el mundo o Dios, en tanto que algo distinto y subyacente a nuestras impresiones:
- El yo como algo distinto de nuestras impresiones (percepciones) no es nada: no tenemos impresión del yo, por consiguiente, no podemos saber si hay tal yo. Así, no podemos afirmar la sustancialidad del yo como sustrato permanente de nuestros actos psíquicos.
- Tampoco podemos afirmar la existencia del mundo, esto es, la idea de la existencia de una realidad subyacente e independiente de las impresiones que recibimos. Además, teniendo en cuenta la crítica de la idea de causalidad, no podemos estar seguros de que nuestras impresiones procedan, como efectos, de una causa subyacente, el mundo.
- La idea de Dios es la idea de un ser imperceptible, lo que hace imposible un conocimiento empírico de tal entidad. No podemos saber si existe o no.