Ética kantiana y la Ilustración: La razón y la moral

La Ilustración y Kant

El pensamiento kantiano

Características

Los ilustrados consideran su propia época como la de la razón, el «siglo de las luces» o la «época de la filosofía», una época de ebullición de las mentes. Históricamente, la Ilustración se suele situar entre la revolución inglesa (1688-1689) y la francesa (1789). Kant, al que se considera el máximo representante de la filosofía del siglo XVIII, escribió la obra Respuesta a la pregunta. En la obra citada se lee que la Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro.

Este siglo es una época optimista, y ese optimismo se apoya en la consideración de las posibilidades del uso de la razón. Esta razón optimista examina todos los campos porque está convencida de que puede liberar a la humanidad de todos los errores que ha ido cometiendo por falta de examen racional: lo creído por la revelación religiosa, lo sabido por la tradición y lo impuesto por la autoridad son puestos ante el inapelable tribunal de la razón. En este proceso, la razón se irá liberando de todas las creencias que no se dé ella misma, haciéndose así autónoma. En esa autonomía de la razón, se confía en la Ilustración, de modo que es la que garantiza el progreso de la naturaleza humana y, por tanto, de la humanidad en su conjunto. El avance de la razón a través de la historia está fundado en la autosuficiencia de la razón en su autonomía.

La religión ilustrada: Deísmo

En materia de religión, la concepción típicamente ilustrada fue el deísmo. Este partía de la convicción de que la razón humana tiene que ser nuestra guía en todo, por lo tanto, también en la religión. La razón humana admite que la razón es la que nos muestra lo que debemos creer; así, la religión se convertirá en racional. El deísmo afirma lo siguiente:

  • A) Dios es el Ser supremo que ha hecho el mundo.
  • B) Le ha impuesto unas determinadas leyes y lo ha dejado que siga su curso, permitiendo de este modo que el mundo sea independiente de la divinidad.

Así, se eliminaban las disputas en materia religiosa de las diversas confesiones religiosas, pues lo que se decía de la divinidad era lo que podía admitir cualquier ser racional que se preguntara sobre el origen y el orden del cosmos. El deísmo, uno de cuyos expositores más conocidos es Voltaire, es un planteamiento intelectual de la religión muy congruente con la visión de Dios de los físicos del siglo XVII: entendían el universo como una máquina cuyo fabricante es Dios. Una vez fabricada, y antes calculada, no tenía sentido que Dios siguiera interviniendo.

Racionalistas y empiristas

Los problemas de la filosofía

Kant se encuentra ante la oposición entre las tesis del racionalismo y del empirismo. El racionalismo busca los principios en evidencias conceptuales, en puras evidencias ideales. La filosofía empirista, en cambio, lo que quiere encontrar no son ideas primeras y evidentes, sino legitimar nuestro conocimiento reduciéndolo a su origen, y éste está en las sensaciones que recibimos a través de nuestros sentidos. Kant comienza la Crítica de la razón pura diciendo que todo conocimiento comienza por la experiencia, pero que ello no quiere decir que todo él derive y consista en ella. Esta es la tesis kantiana.

Kant plantea que es necesario volver los ojos a las ciencias que ya se han constituido históricamente. Piensa Kant que tal vez ellas nos faciliten la labor de descubrir cómo funciona científicamente el entendimiento humano, cuál es su estructura; por eso, Kant se decide a reflexionar sobre cómo funcionan las ciencias para, de este modo, «arreglar» la filosofía.

Esa mala situación de la filosofía la comenta Kant cuando dice que los filósofos no se ponen de acuerdo y la filosofía parece una ciencia que no avanza como las otras, que no ha encontrado un camino seguro todavía, que no tiene todavía un método. Del conocimiento humano, piensa él, investiguemos las ciencias cuyo conocimiento juzgamos firme y seguro para saber cuál es el método que debe usar la razón en general. Las ciencias que ya han alcanzado un andar seguro son, para Kant, la matemática y la física. Por eso recurre a ellas. Sobre la física, nos dice que es una ciencia que adelanta hipótesis sobre lo observado. Estas hipótesis son previas a la experiencia, por lo tanto, no funciona del todo pasivamente nuestro conocimiento; aún parece que se adelanta a la experiencia. Esto quiere decir que, al igual que Galileo iba abastecido con hipótesis al estudio de la naturaleza, tal vez el entendimiento humano determine a los objetos y no simplemente estos determinen a aquel. La labor activa del conocimiento la entiende Kant como labor sintética: el conocimiento humano posee unas estructuras que determinan a todo objeto que recibimos en nuestra sensibilidad. En segundo lugar, conocemos las cosas en cuanto se manifiestan, como fenómenos afectados por nuestra estructura cognoscitiva. La Crítica de la razón pura es un estudio de la razón humana que no trata de estudiar los objetos, sino lo que nosotros ponemos en ellos. En tercer lugar, admite que Hume tiene razón, en tanto que de las impresiones no pueden extraerse leyes válidas siempre; pero añade que la ciencia es un hecho, porque si las leyes no son sacadas de la experiencia, deben ser adelantadas por nuestro conocimiento, por ello no hay otra solución que admitir que nuestro conocimiento es activo. Las leyes no se hallan en los fenómenos, la solución de Kant dice que lo que percibimos sólo nos sirve para poner a prueba nuestras hipótesis, las cuales, una vez contrastadas adecuadamente, se convierten en leyes.

El formalismo moral

La solución kantiana a la perplejidad que provoca la filosofía o metafísica es la necesidad de limitar la razón a la experiencia. La metafísica, entendiendo por ella la filosofía en cuanto trata de hablar de temas que están más allá de la experiencia, es una pasión inútil de la razón, porque traspasa los límites de la razón legisladora, que son los límites de aplicación de las categorías. El orden de la naturaleza tiene que coincidir con el orden racional, ya que somos nosotros los legisladores de ese orden. Según Kant, la razón tiende siempre a ir más allá de la experiencia, a comprender globalmente, y termina por usar tres ideas: la de alma, mundo y Dios. Con respecto al mundo, hay que aclarar que Kant no se refiere a él como conjunto en sí mismo. Por último, Dios es idea, y como dice Kant, es el objeto de la aspiración máxima de la razón. Para afirmar su existencia, la filosofía ha intentado innumerables pruebas: el argumento ontológico, teológico y cosmológico. Los fenómenos, a una inteligencia suprema (Dios), los fenómenos anímicos en referencia al alma, y los externos en referencia al mundo no son temas de la ciencia, lo cual no quiere decir que no sean pensables y posibles, pero no son cognoscibles con la seguridad que aporta la ciencia.

Máximas e imperativos

Los límites que Kant impone al conocimiento teórico son en el uso de la razón como guía de nuestra vida. Kant legisla la razón con respecto a nuestra conducta examinando los preceptos o normas que nuestra razón formula con respecto a nuestra conducta. Estos son de dos tipos: las máximas y los imperativos o leyes prácticas.

  • Las máximas son aquellas que formulamos para dirigir nuestra conducta en función de lo que estimamos conveniente, pero que no aspiramos a que sea el comportamiento de todos los hombres.
  • Los imperativos son normas universales que consideramos válidas para todos los hombres. Dentro de ellas podemos diferenciar los hipotéticos y los categóricos.
    • Los imperativos hipotéticos son aquellos que están formulados condicionalmente: nos presentan un objetivo o meta que podemos o no aceptar.
    • Los imperativos categóricos son los que se nos presentan sin condiciones, se formulan en el «debes». Estos últimos imperativos son la guía de nuestra conducta moral.

El que seamos conscientes de deberes no quiere decir que estemos necesariamente obligados a cumplirlos. Las máximas guían nuestra conducta, pero no pretendemos que tengan validez universal. Los imperativos tienen validez universal, pero los hipotéticos afectan sólo a los que quieran aceptar la condición que formulan. En cambio, los categóricos se nos presentan como obligaciones incondicionales, para todo el mundo. La diferencia está en la libertad, por eso, en los imperativos categóricos somos conscientes de que somos libres. Según Kant, las acciones humanas deben conducirse sólo y exclusivamente por estos imperativos o leyes morales para ser consideradas estrictamente morales, por eso diferencia entre acciones realizadas:

  • contra el deber, que son acciones inmorales
  • conforme al deber, que pueden ser indiferentes si se realizan por motivos que no sean el deber mismo y meritorias si se realizan sólo por deber.

Sostiene la existencia de una razón autónoma que se da normas a sí misma.

Los postulados de la razón en su uso práctico

Estos imperativos nos hacen ser conscientes de la libertad. La voluntad aparece como causa libre en relación con las leyes morales, precisamente porque el cumplimiento del deber nos hace merecedores de la felicidad, pero no nos la asegura, es necesario admitir a Dios. La ética kantiana es una ética formal, lo que quiere decir que hace consistir la voluntad buena, la bondad moral del ser humano, en el cumplimiento de los deberes que su misma razón le presenta, pero sin especificar el contenido o la materia de esos deberes. También se puede decir que la ética kantiana es una ética autónoma, en la que el sujeto se da las normas a sí mismo. Terminemos diciendo que la universalidad del imperativo o ley moral se reconoce por la falta de interés: sólo si suponemos que una acción determinada que pensamos hacer se pudiera convertir en una ley que siempre se cumple, podemos discernir que se trata o no de una acción moral. Por ejemplo, si dudamos o no en mentir por conveniencia.

La ética kantiana, expresión romántica

La insistencia de Kant en la libertad responde a su convicción de que el hombre sólo es tal cuando elige, en cambio, el resto de la naturaleza está sujeto a la ley de causalidad, pero el hombre no. Tampoco sin libertad, piensa Kant, cabe hablar de ética porque desaparece el mérito de elegir lo correcto, ya que no sería tal si no se pudiera hacer también lo incorrecto, porque piensa por sí mismo. Es necesario para elegir por sí mismo, para llevar una vida autónoma, no podemos dejarla en manos de los demás, y hacemos esto si no pensamos por nosotros mismos. Para Kant, los valores morales adquieren su importancia en la medida en que los hombres se los proponen a sí mismos como guía de sus acciones, en la medida en que nos comprometemos con ellos propuestos por nuestra razón y aceptados por nuestra voluntad. Su ética sólo tiene que ver con la libertad y no con la naturaleza como mecanismo. Por lo dicho, se entiende bien que Kant aborrezca la dominación de un ser humano por otro, el utilizar a un ser humano, el tratarlo como un instrumento. Porque evitar que una persona siga el camino por sí mismo es robarle su propia humanidad.

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