La Ética según Hume: Emotivismo y Experiencia
David Hume afirma que nuestras ideas morales, como el resto de las ideas, tienen su fundamento en la experiencia. Por lo tanto, los seres humanos no poseemos ideas innatas acerca del bien y el mal. Con esto, Hume se opone a toda la tradición filosófica para la que los principios morales están inscritos en la propia naturaleza humana (Santo Tomás).
Por otro lado, Hume sostiene un emotivismo moral, oponiéndose al intelectualismo moral que basa la ética en la razón (Platón y Aristóteles). Para el filósofo, nuestra conducta moral no puede estar determinada racionalmente porque la razón es incapaz de mover al ser humano. Lo que nos impulsa a actuar y es el fundamento de nuestras decisiones morales es la emoción, el sentimiento y el deseo.
Hume razona del siguiente modo: la razón solo es capaz de dos tipos de conocimientos, los que se refieren a relaciones de ideas y los que se refieren a cuestiones de hecho, y las cuestiones morales no son ni lo uno ni lo otro, así que no proceden de la razón sino del sentimiento.
En primer lugar, Hume afirma que las cuestiones morales no son relaciones de ideas, ya que un juicio moral no se deduce como un teorema matemático. En segundo lugar, la moralidad no es un hecho particular y concreto que esté presente en nuestra conducta. Esto podemos verlo con un ejemplo: el hecho físico de matar es el mismo en un asesinato, un homicidio involuntario y en una ejecución que cumpla con una sentencia judicial. Sin embargo, estos tres hechos reciben valoraciones morales muy diferentes. Además, los seres inanimados pueden estar entre sí en la misma relación en la que estamos los humanos y no por ello son juzgados como morales o inmorales.
Y es que no es la razón la que establece nuestras valoraciones morales, sino el sentimiento: llamamos virtud a aquello que nos produce un sentimiento placentero de aprobación y vicio a lo contrario. La bondad y la maldad no son cualidades de las acciones humanas mismas, sino que surgen cuando esas acciones son analizadas por un ser que posee sensibilidad moral.
Utilitarismo Moral en Hume
Con esto ha quedado eliminada la posibilidad de que nuestros juicios morales dependan de categorías racionales, objetivas y universales. Esto nos abocaría al relativismo moral y a la falta de acuerdo, pero Hume sostiene, en este punto, un utilitarismo moral al afirmar que los seres humanos sentimos que es bueno aquello que resulta útil para la sociedad. Y consideramos bueno lo que beneficia a la sociedad porque nos damos cuenta de que nuestros intereses privados están mejor protegidos cuando se encuadran en el bien colectivo. Este filósofo nos dice que en el ser humano hay un cierto sentimiento de simpatía hacia la humanidad que le hace desear la felicidad de los demás, pero que en el fondo no es más que el deseo egoísta de su propia felicidad.
La Política según Hume: Utilidad y Experiencia
Según Hume, el Estado, las leyes y las instituciones políticas derivan su legitimidad de la utilidad que reportan a la sociedad. El hecho de que las obedezcamos y nos sometamos a la autoridad del gobernante se debe a que somos conscientes de que nuestros intereses privados se satisfacen mejor pactando con los otros seres humanos. Por lo tanto, la autoridad del gobernante, las leyes e instituciones no expresan valores eternos e inamovibles; por el contrario, deben adaptarse constantemente a las nuevas situaciones históricas y cesa la obligación de obediencia cuando desaparezca el beneficio que reportan.
Hume basa sus propuestas políticas en la experiencia y se aleja de consideraciones descriptivas acerca de lo que debe ser la sociedad ideal (del tipo de las realizadas por Platón y San Agustín), así como de toda consideración basada en «principios» eternos y abstractos. Si Hume reflexiona sobre lo que podría mejorar esta o aquella forma de organización social, lo hace exclusivamente desde el análisis de las ventajas y la utilidad concreta que podrían reportar determinadas medidas.
El Problema de Dios: Deísmo Ilustrado
Hume ha mostrado que la idea de sustancia infinita o Dios no se ha originado a partir de ninguna impresión previa, por lo tanto, la demostración de la existencia de Dios es racionalmente imposible. No obstante, es inevitable que los seres humanos sigamos creyendo en él. Pero lo que sí podemos evitar, una vez asumida la imposibilidad de aquella prueba, es el fanatismo y la intolerancia.
Hume es un representante del deísmo ilustrado. El deísmo admite la existencia de un Ser Supremo creador del mundo, pero no se trata de un Dios personal y providente, sino de un Dios que solo interviene para crear el mundo y darle unas leyes de acuerdo con las que funciona. Una vez realizado el acto de creación, no se ocupa del mundo y tampoco pide a los hombres que le rindan culto, de modo que los hombres quedan libres para actuar de acuerdo con su propia razón, sin ninguna interferencia divina.