Soy eudemonista
Fines y medios:
La felicidad:
¿En qué consiste la felicidad? Ya hemos visto que los hedonistas la identifican con los placeres, los honores y la fama, y otros, con la riqueza. Pero ninguna de estas cosas proporciona la felicidad. Respecto de los primeros, dice que si bien el placer parece un fin último, a la larga esclaviza al hombre, ya que se acaba pronto y le obliga a buscar nuevos placeres, lo cual le llena de ansiedad. Tampoco los honores y la fama, ya que dependen de los demás, igual que las riquezas, que solo son un medio para conseguir otras cosas. ¿En qué consiste la felicidad? Si el bien de una acción es que cumpla su fin, la felicidad para el ser humano consistirá en que este cumpla su finalidad “de humano” del modo más excelente. La persona humana realiza muchas funciones: las vitales y las sensitivas. Las personas además, piensan y toman decisiones y justamente esto es lo que las define como tales. Podemos decir, por tanto, que la función propia del ser humano es actuar racionalmente.La virtud:
Consiste en encontrar el justo medio entre dos extremos, que son los vicios, y esto en todos los aspectos, desde la comida, hasta las empresas más difíciles. Hay personas cobardes que no se atreven a nada, y otras que actúan con temeridad. La virtud es la valentía, que consiste en saber qué riesgo podemos afrontar y afrontarlo. ¿Cómo se adquiere la virtud? Son hábitos que se adquieren por repetición de actos. De hecho, no somos sinceros porque hayamos decidido serlo, sino porque hemos adquirido este hábito. Por eso es tan importante habituar a los niños desde pequeños en las buenas costumbres. La persona virtuosa y feliz es la persona que se autorealiza. La única actividad que según Aristóteles no se hace como medio para otra cosa es el cultivo del saber teórico. Actualmente no se entiende así, pero en los tiempos de Aristóteles, el sabio investigaba por puro placer, no para la aplicación práctica, por supuesto, solo podía dedicarse a la investigación aquel que tenía las necesidades cubiertas. Por eso, para Aristóteles, no se puede ser feliz sin unos mínimos bienes económicos.
Soy religioso
Toda religión tiene asociada una moral, que consiste básicamente en cumplir los mandatos divinos: de Cristo, el cristianismo; de Alá, el islam; de Yahvé, el judaísmo; de Buda, en el budismo… El código moral se halla básicamente en la Biblia, pero las distintas iglesias lo han ido interpretando de diversas maneras. El código islámico se halla en el Corán.
La moral cristiana:
Santo Tomás de Aquino (s. XIII) cree, como Aristóteles, que el fin último de la persona humana es la felicidad, pero piensa que la auténtica felicidad, a la que llama beatitud, consiste en la contemplación de la verdad, y como la verdad absoluta es Dios, debe consistir en la contemplación de Dios. Pero esta contemplación no es posible en esta vida y, por tanto, todo lo que hagamos ha de tener como finalidad última alcanzarla. Para ello hay que cumplir la ley divina. Esta ley ha sido revelada por Dios en los textos sagrados (Biblia). De ahí parece decirse que entonces solo los cristianos pueden ser felices. Pero esto no es así, ya que la ley divina coincide con lo que él llama la ley natural. Esta ley es universal y está «inscrita en el corazón» de todas las personas, de modo que puede ser conocida por todas, ya que coincide con la racionalidad: aquel que actúa racionalmente cumple esta ley. El principio básico de la ley natural es que hay que hacer el bien y evitar el mal. Y esto se concreta en una serie de normas que, de hecho, coinciden con «los 10 mandamientos». Según Santo Tomás, cualquier persona que reflexione sinceramente tiene que admitirlos. En el fondo, todos estos mandamientos se reducen a uno: «amarás al prójimo como a ti mismo». Pero Cristo, en su mensaje evangélico, dio a este mandato una interpretación mucho más radical de lo que la razón natural parece admitir: el prójimo incluye también a los enemigos. Por eso, puesto que la razón natural no puede llegar más allá de los fines naturales, es necesaria la religión. En cambio, la religión nos indica un camino para alcanzar la felicidad absoluta, la beatitud, que aunque pueden alcanzarla todas las personas, a las no cristianas les resulta más difícil. El concepto de pecado: la desobediencia a Dios. El castigo del pecado no solo lleva como consecuencia el no ser feliz, sino también un castigo positivo: la condena eterna.La moral islámica:
Ambas son monoteístas. Se parece a la católica en lo fundamental, es el amor a Dios y a los demás. Los 5 preceptos básicos del islam son: la oración 5 veces al día, las abluciones, la limosna, el Ramadán y la peregrinación a La Meca.
Soy kantiano
La voluntad:
Es lo que hace que una acción sea buena o mala, no es la acción en sí, sino la intención, la voluntad con que se realiza. Fue el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) quien afirmó que lo que hace que una acción sea buena o mala es siempre y únicamente la voluntad con que se hace. Antes de Kant, lo que hacía que una acción fuera buena o mala era la propia acción: era buena si servía para alcanzar el fin propuesto y mala en el caso contrario. Así, para el hedonismo, una acción era buena si produce placer y mala en el caso contrario. En cambio, Kant podría considerarla moralmente buena si se hace con lo que él llama buena voluntad, ya que lo único que puede considerarse bueno sin restricciones es la voluntad con la que se hace una acción.El deber:
¿Cuándo podemos considerar que una voluntad es buena? Cuando se actúa únicamente por deber. Si alguien ayuda a un amigo en apuros, la mayoría respondería que sí, que ha actuado bien. Sin embargo, Kant nos dirá que en sí misma esta acción no es ni buena ni mala: lo que hace que sea buena o mala es el motivo por el que lo hace. Si lo hace por amistad, no tiene ningún mérito moral. El deber no está condicionado por nada. Cuando se hace algo para conseguir otra cosa o por otro motivo que no sea el propio deber, este acto no tiene mérito moral. El deber se expresa siempre en forma imperativa. Hay dos tipos de imperativos:- Imperativo hipotético: aquel que está condicionado por la obtención de un fin.
- Imperativo categórico: es aquel que obliga sin ninguna condición.
Obligación, autonomía y felicidad
La máxima de la universalidad:
Solo tiene mérito moral aquella acción que se hace con buena voluntad, que una acción sea buena no es lo que se hace, sino cómo se hace, es decir, el motivo.Primera formulación del imperativo categórico:
«Obra siempre de manera que puedas desear que la máxima de tu actuación se convierta en una ley universal»Segunda formulación:
«Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de otro, siempre como un fin y nunca como un medio»Autonomía moral:
Lo llama Kant la autonomía moral: una persona actúa moralmente cuando no está sometida a nada externo, sino tan solo a su propia razón. En los demás sistemas éticos era algo externo a la persona lo que nos indicaba qué acciones eran buenas. Por eso Kant las llama éticas heterónomas. Si en el hedonismo y el utilitarismo el criterio de bondad es el placer, en la ética de Aristóteles lo es la naturaleza. Jeremy Bentham lo dice claramente: «La naturaleza ha colocado al hombre bajo el gobierno de 2 dueños soberanos: el dolor y el placer. Solo ellos pueden indicar lo que debemos hacer». En el caso de las éticas religiosas es Dios quien establece lo que hay que hacer. En cambio, la moral kantiana es autónoma, porque el individuo única y exclusivamente se somete a su propia razón.Bondad y felicidad:
En esta vida, en general, los que se lo pasan bien, los «felices», no son precisamente aquellos cuyas acciones están motivadas por el puro cumplimiento del deber, sino, por otras razones, como el aumento de las riquezas, la consecución del poder, etc. Los que actúan por el cumplimiento del deber, los que son honestos, leales…, normalmente no «tienen éxito en la vida». Kant reconoce que sería lo racional que la persona buena sea feliz, y esto, al parecer, no ocurre en esta vida. Kant concluye que debe existir otro mundo donde sea aquello que debe ser, y esto implica la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Esto es un postulado, como lo llama Kant.
Soy estoico
Todo lo que pasa es lo único que puede pasar: así pensaban a partir del siglo IV a. C. un grupo de filósofos conocidos como estoicos. Todo está determinado y no puede ocurrir otra cosa que la que ocurre. Lo que ocurre es que nosotros ignoramos las causas que nos han llevado a «tomar estas decisiones». Zenón de Citio (332-262 a.C.) fue el fundador del estoicismo. Séneca o Marco Aurelio fueron estoicos también.
La razón universal:
Para los estoicos, todas las cosas del mundo están relacionadas formando un todo dirigido por el logos: la razón universal. El logos forma parte del mundo y lo identificaron con el fuego. Por tanto, todo lo que pasa ya está determinado y es inútil pretender cambiar el curso de las cosas. Pero, puesto que es el logos el que dirige el curso de los acontecimientos, todo lo que ocurre es lo más racional, lo mejor que puede ocurrir.