Evolución del Concepto de Bien Común: De Platón a la Actualidad

El Bien Común en la Historia del Pensamiento

Platón (427-347 a.C.)

Para Platón, la realidad reside en el mundo de las ideas, siendo la idea de bien la primera y fundamental. Esta idea debe ser el fundamento y fin de la comunidad política. Sin embargo, solo unos pocos pueden conocerla:

  • El oro: Los filósofos-gobernantes, quienes conocen el bien y lo imponen a los demás.
  • La plata: Los guardianes, guerreros o militares, quienes controlan e imponen las órdenes de los gobernantes.
  • El hierro: Los artesanos y ciudadanos, quienes realizan las tareas asignadas con sus vidas totalmente controladas.

El bien común es el bien de la Polis, del Estado, según lo concibe el gobernante, y a él se sujeta el bien particular del individuo. El bien de la ciudad es siempre prioritario.

Aspectos positivos: El bien (y el bien común) es una realidad concreta.

Aspectos negativos: La visión política de Platón, donde el bien común se liga al bien del Estado, es vista como el origen del totalitarismo moderno. Se obliga a las personas a seguir lo que los líderes dicen, subordinando a todos al Estado.

Aristóteles (384-322 a.C.)

Aristóteles consideraba al hombre un animal social por naturaleza que vive en comunidad. Solo el hombre posee el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto. Todo hombre puede conocer el bien. El bien común no es solo el bien del Estado, sino también el de todos y cada uno de sus ciudadanos.

El fin de la comunidad política o Estado es el bien común, determinado por:

  • La justicia: Permite considerar el bien de los demás y buscar el bien común.
  • La virtud intelectual de la prudencia: Ayuda a buscar dentro de nosotros lo que es bueno.

Existen dos tipos de igualdad. Un régimen basado en una sola clase de igualdad es malo. Un Estado justo es aquel en el que los gobernantes buscan el bien común, lo que es conveniente para todos.

San Agustín (354-430)

Para San Agustín, el bien común es un estado donde impera la justicia y la ley, y se goza de paz. Hace posible un «vivir bien» colectivo, una convivencia basada en la justicia, el bien, la concordia y la amistad. Realizó una crítica del Estado regido por el mal y defendió aquel que promueve el bien común, centrado en la concordia, la paz y la libertad.

Thomas Hobbes (1588-1679)

Thomas Hobbes, convencido de que «el hombre es un lobo para el hombre», veía a los hombres en un estado de guerra natural. El Estado moderno, al que llama Leviatán, se apropia del bien común, siendo su motor el miedo. El Estado busca garantizar la paz controlando el bien común, tanto en lo temporal como en lo espiritual. Sitúa al hombre y al Estado en lugar de Dios, ya que es materialista.

Javier Zubiri (1898-1983)

Para Javier Zubiri, el bien es algo objetivo, un fin preferible entre todos los fines posibles. El bien moral no es lo que yo quiero, sino algo que capto en la naturaleza de las cosas. La bondad está en las cosas, es una condición de lo real. Existe un bien subjetivo o «para mí», que puede o no coincidir con el bien moral. Un Estado de bondad se ajusta al bien común; de lo contrario, es un Estado de maldad. Su antídoto es el bien común.

Tomás de Aquino (1225-1274)

Tomás de Aquino antepone el bien común al interés subjetivo del poder político y al bien particular de cada miembro de la sociedad. El bien del individuo no es el fin último, sino que está subordinado al bien común. Sin embargo, hay aspectos personales que trascienden la comunidad política y el bien común. Define la ley como una ordenación de la razón al bien común, promulgada por quien tiene a su cargo el cuidado de la comunidad. Las leyes deben ser justas y ordenarse al bien común. Una ley opuesta al bien divino o al bien común es injusta.

La Escuela de Salamanca

La Escuela de Salamanca distingue entre un bien común espiritual y un bien común temporal. El poder civil no puede legislar en materia espiritual. Los gobernantes están al servicio del bien común. La soberanía reside en el pueblo, por lo que el poder depende de la libre voluntad del pueblo. Esto sienta las bases para una concepción democrática del poder político, donde el pueblo confía el uso del poder a una persona, solo para el bien común. El gobernante es un administrador sometido a la justicia y al derecho, que debe garantizar y promover el bien común.

La Razón de Estado (siglo XVI)

La Razón de Estado surge con los Estados modernos. El bien común no lo determinan la moral, la ley, el derecho o la justicia, sino el interés del gobernante. Según Maquiavelo, el fin del gobernante se justifica a sí mismo y lo justifica todo. No se gobierna buscando el bien común, sino el interés del gobernante. El poder secular se sitúa sobre el espiritual, convirtiéndose en un poder absoluto tanto en lo temporal como en lo moral.

René Descartes (1596-1650)

René Descartes buscó un primer principio verdadero, encontrándolo en el propio yo: «Yo pienso, luego yo, Dios y todo lo demás existe». Suprimió a Dios como fundamento y lo sustituyó por el yo, convirtiendo al hombre en origen de la verdad y del bien, y por tanto, del bien común.

Jacques Maritain (1882-1973)

Para Jacques Maritain, un Estado que no respeta y defiende el bien común no es un Estado de derecho, y si lo ataca, es un Estado delincuente. El bien común no es un bien absoluto ni del Estado. El fin de la comunidad política es el bien común, que no es la simple colección de los bienes privados ni el bien propio de un todo que sacrifica las partes. El bien común es la recta vida humana de una multitud de personas, su comunicación en el vivir bien. Es común al todo y a las partes, y sirve para ayudar a las personas en su desarrollo y progreso.

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

Jean-Jacques Rousseau consideraba que el hombre no es social por naturaleza, sino que se hace a sí mismo. Su motor es preservar su libertad. Su voluntad es su ley, y su libertad consiste en obedecerse a sí mismo. Centra todas las cosas en el propio yo, considerando que él se da a sí mismo su bien y su mal. En sociedad, busca no perder su autonomía a través de un contrato social, creando un «yo común» superior al yo de sus miembros, que son ante todo súbditos.

Immanuel Kant (1724-1804)

Para Immanuel Kant, la voluntad común, la voluntad de todos unificada a priori, dice públicamente qué está bien y qué está mal. El Estado asume el monopolio de la determinación del bien común. Todas las voluntades particulares se unifican en una sola voluntad que dice qué es el bien común y lo hace cumplir por la fuerza. Todos renuncian a su libertad exterior para recobrarla como miembros de una comunidad, como miembros del pueblo considerado como Estado.

Georg W.F. Hegel (1770-1831)

Para Georg W.F. Hegel, el Estado es «un poder absoluto sobre la tierra», «un dios real, la totalidad ética, la realización de la libertad». El supremo deber del individuo es ser miembro de él. El individuo solo tiene objetividad, verdad y ética en el Estado. Hegel identifica el bien común con el bien del Estado, al que se subordina el bien de los súbditos. El Estado se apropia del bien común e impone su idea de nuestro bien. Como Platón, piensa que quien tiene el poder político es el único que conoce lo que es bueno para todos. Hegel es origen de los totalitarismos modernos que niegan el bien común objetivo, la justicia natural y la ley natural.

Karl Marx (1818-1883)

Para Karl Marx, la idea de bien común no existe. El bien y el mal en sí, objetivos, se niegan, y al rechazarse a nivel del individuo, también se rechazan para la comunidad política. Al negarse el bien común, se sustituye por el interés privado de cada persona, y en el Estado, por el interés de quienes mandan. Los dictadores desprecian el bien común y siguen únicamente su interés, sin normas.

Friedrich Nietzsche (1844-1900)

Friedrich Nietzsche propone un hombre superior que ignora el bien común e impone su interés con su voluntad de poder, convirtiéndose en gran destructor y constructor. Al suprimir el bien común, se identifica el Estado con el egoísmo común organizado, una máquina para mantener el dominio de una clase sobre otra o un grupo que manipula a otros.

Resultado

Una multitud de individuos moralmente aislados queda sometida a un poder total que penetra en todos los detalles de la vida de cada individuo, estableciendo a través de leyes lo que está bien y lo que está mal, determinando a su libre arbitrio lo que es o no es el bien común. Se produce una paradoja: a una total libertad individual corresponde una entera sujeción social.

John Rawls (1921-2002)

Para John Rawls, no hay bien común natural válido para todos, no hay reglas, cada uno se fabrica su propio bien y mal. Para convivir, se pacta un bien común artificial que permita a cada persona realizar su propio bien. Se crean reglas artificiales sobre el bien y el mal, sobre la justicia, un «bien común artificial». Estas leyes son necesarias pero artificiales, y la justicia es una virtud artificial y no natural. Rawls concibe la justicia y el bien común como «un pacto entre egoístas racionales». El único objetivo del bien común artificial es que yo pueda crear mi propio y exclusivo bien.

Resultado

El relativismo es el caldo de cultivo del totalitarismo. En el Estado laicista ya no hay un bien común objetivo que limite el poder, y el poder se auto constituye como fuente de lo bueno y lo malo, de lo justo e injusto, del bien común, imponiendo sus valores. Las leyes limitan cada vez más la libertad de los ciudadanos, olvidando que deben adaptarse a la naturaleza de las cosas y no al capricho del legislador. Un mundo en el que los que mandan tienen que crear artificialmente el bien común es un mundo sin esperanza.

Benedicto XVI (1927-2022)

Benedicto XVI define el bien común como el bien de «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos que se unen en comunidad social. No es un bien que se busca a sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social y que solo en ella pueden conseguir su bien de forma eficaz. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y de caridad (Caritas in Veritate, 2009).

El bien común no es:

  • La suma de los bienes individuales.
  • El conjunto de condiciones materiales que garantizan mínimos para todos.
  • El patrimonio general público.

El bien común es:

  • El fin último de la sociedad.
  • El desarrollo pleno tanto de personas como del organismo social.
  • El perfeccionamiento de la dimensión relacional de la persona.
  • El principio que garantiza que la comunidad de personas que conforman la sociedad esté encaminada al desarrollo pleno de los individuos y del organismo social en sus distintos aspectos (familia, asociaciones, empresa).

Características:

  • Garantía de libertades: vocación personal y social.
  • Personalismo comunitario.
  • Obligatorio moralmente para personas y Estado.

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