Teoría Política del Estado Moderno
Con el Estado se desarrolla su teoría política. Bodino formula el concepto de soberanía, por la que el rey ostenta el poder supremo dentro de su reino, pero sometido a ciertos límites: el derecho divino, la costumbre y ciertos derechos de sus súbditos. El iusnaturalismo insiste en estos últimos y recupera la noción de pacto social: el rey gobierna por un pacto con sus súbditos por el que estos ofrecen su obediencia siempre que el rey respete sus derechos naturales (Locke los concentrará en tres, poniendo la primera piedra del pensamiento liberal: libertad, seguridad, propiedad). Hobbes realiza otra interpretación del pacto con el soberano a partir de un tremendo pesimismo sobre la condición del hombre en sociedad: puesto que nada hay tan peligroso para la vida humana en sociedad como el propio hombre actuando según sus instintos, solo si los hombres ceden su libertad a un único gobernante con carácter irrevocable es posible la paz en el Estado.
Maquiavelo, dejando a un lado las consideraciones normativas sobre la política, trata de analizarla como técnica, como fenómeno humano que es posible comprender mediante la observación del presente y el estudio de la historia. Su obra supone de este modo el (re)nacimiento de los objetivos y los métodos de la ciencia política.
Maquiavelo
Maquiavelo es un autor muy interesante, cuya obra cumbre es “El Príncipe” (1514). La imagen que se poseía de él va a hacer que su obra sea atacada por la mayoría, marcada por el denominado antimaquiavelismo. Así pues, la doctrina de la época va a estar marcada por una corriente antimaquiaveliana. Realmente lo que realizó Maquiavelo fue comprender la realidad tal y como era, lo que chocó con la postura seguida en la época. Maquiavelo simplemente nos trae la realidad de la política del contexto –su explicación-, algo que no se había hecho hasta ese momento. El objeto de la política maquiaveliana era cómo se puede alcanzar y mantener el poder y el éxito. Maquiavelo se va a preocupar mucho por los medios –qué medios se usan para alcanzar el poder-. Así pues, decía que quien quisiera hacer política se tenía que “adentrar en la senda del mal”, es decir, tenía que olvidarse de la moral y ética, y debía utilizar todos los medios posibles para alcanzar el poder –el engaño, la violencia, etc.-, aun cuando fuesen contrarios a la moral (“El fin justifica los medios”). El mundo de los medios en la política, por tanto, no tiene nada que ver con la ética, sino que es el mundo de los fines individuales. Estamos ante una racionalidad instrumental y técnica, pues nos pone de manifiesto que la política es como una técnica para alcanzar el éxito. Se debe saber utilizar los medios disponibles para alcanzar y mantener el poder. La política se convierte, por tanto, en un instrumento o técnica, y no en una república imaginaria donde los teóricos de la política exponen un ideal de la misma en un mundo imaginario no existente.
Bodino
Es un autor francés que no presenta una importancia tal y como la de Maquiavelo, pero que tiene cierta importancia. Este autor teoriza el principio de legitimidad de los monarcas absolutos a través de la idea de monarquía absoluta.
Va a tener una gran implicación en la política, pero sobre todo su importancia va a proceder de su obra. Bodino va a crear el concepto de “soberanía absoluta”, siendo una teoría muy bien desarrollada por nuestro autor, estableciendo que el monarca absoluto tiene un poder ilimitado –absoluto-, sobre las personas y las cosas del territorio que gobierna, encontrando como único “límite” la propiedad privada de las personas –realmente no es un límite, pues podía superar dicho “límite”-.
Va a contribuir, por tanto, en establecer la base del poder del absolutismo. Es la idea de un poder sin límites, de un poder que, efectivamente, es inalienable y que no está basado en las leyes.
Hobbes
Este autor es mucho más importante, pero a la vez mucho más complejo, sobre todo debido a la época en la que vivió. Este gran autor tiene una gran importancia en el ámbito de la política, aun cuando está presente en numerosos ámbitos.
Tiene gran importancia al ser quien expuso grandes conceptos tales como: Estado de naturaleza, el contrato social, la idea de Leviatán, entre otras. Está gran preocupado por el orden, lo que le va a llevar a realizar una obra justificando el Estado moderno desde la perspectiva de la libertad (cesión de derechos al Estado para preservar el orden y garantizar la prosperidad y la libertad individual.
Hobbes parte, como Maquiavelo, de una visión negativa del ser humano, estableciendo que “el hombre es un lobo para el hombre”. Decía que “el hombre llevado al estado de naturaleza lo único a lo que llevaría es a la destrucción, pues no está preparado para vivir en sociedad”. De ahí surgía el concepto de contrato social, para evitar dicha destrucción, pues debemos limitar las libertades del individuo, cediéndole cierto poder al Estado y quedándonos con la libertad esencial, para conseguir así la prosperidad.
Estado de Bienestar
La socialdemocracia se basa en la reivindicación de un orden político que acepta los principios propios del Estado de derecho y rechaza en paralelo cualquier procedimiento de transformación, política, económica o social, no asentado en fórmulas democráticas. En el ámbito económico la socialdemocracia se ha traducido en una apuesta por la creación y consolidación de lo que se ha dado en llamar “Estado de Bienestar”: estos últimos deben encargarse de desarrollar una actividad política de prestaciones sociales, deben garantizar el vigor de la igualdad de oportunidades y deben propiciar una reducción de las diferencias sociales a través de mecanismos redistributivos desarrollados ante todo por la vía de los impuestos. Entre los beneficiarios de estas medidas no solo habrá de contarse el “proletariado” tradicional: también deberán sacarles provecho unas clases medias que encontrarán en los Estados del bienestar, y en las propuestas socialdemócratas, una activa defensa de sus intereses.
El Estado social y democrático de derecho implica la postulación de una economía mixta, en la cual se hagan sentir por igual los efectos del intervencionismo estatal y los de una economía de mercado cuyo vigor se respeta. Dejada a su libre funcionamiento, sin embargo, esta última exhibe numerosas imperfecciones que deben ser corregidas por la acción estatal.
Los Fascismos
Fascismo es el nombre que se dio a un régimen, el encabezado por Mussolini, que imperó en Italia entre las dos guerras mundiales. El mismo término, en plural, ha adquirido un uso muy extenso pero cargado de problemas, puesto que se ha utilizado dicho término para dar cuenta a un sinfín de regímenes no democráticos de derecha que exhiben, sin embargo, notorias diferencias entre sí.
El fascismo es una ideología fundamentalmente reactiva y que surge como consecuencia de una crisis profunda del Estado Liberal, el cual no supo responder a las contradicciones políticas, económicas, sociales y culturales del momento.
Se trata de un fenómeno difícil de definir, siendo de carácter o naturaleza reactiva, es decir, que surge como “oposición a” más que como elemento propiamente en sí. El fascismo representa bastantes problemas que nos siguen asombrando hoy en día, puesto que aun en la actualidad no llegamos a comprender bien todos los elementos que abarcó. Encontramos dos realidades distintas: el fascismo italiano y el fascismo alemán. Los modelos configurados en la Italia de Mussolini y en la Alemania de Hitler son las fórmulas más acabadas de lo que aquí entenderemos por “fascismos”, aunque ambos movimientos presentan notorias diferencias:
-Punto de partida. En el caso de Italia, país que acabó la I Guerra Mundial entre los vencedores, pese a ello buena parte de la opinión pública mostraba un claro descontento. La desmovilización de las unidades militares se sumó a una notable extensión del desempleo en el marco de una crisis económica muy aguda. Por lo que a Alemania se refiere, hay que hacer mención principalmente a la frustración producida por la derrota en la guerra y por el contenido del tratado de Versalles. A ese hecho se sumó una profunda crisis económica pronto traducida en una extensión del desempleo y en una agudización de las tensiones sociales.
-En Italia el riesgo de una confrontación entre el movimiento fascista y la burocracia estatal era reducido, por efecto ante todo de la extrema debilidad de la segunda. La tarea de Mussolini consistió en moldear un Estado que, producto de una unificación tardía, exhibía escasa fortaleza. En este sentido, la idolatrización del Estado condujo a la configuración de una entidad que, fundida con el propio movimiento fascista, en cierto sentido actuaba de contrapeso y sometía a este (al Estado) a algunas limitaciones.
En Alemania el Estado exhibía, por el contrario, mayor fortaleza, de tal suerte que en su seno se hizo valer una innegable resistencia al nacionalsocialismo. A diferencia de Italia, no se produjo una “fusión” entre el Estado y el partido nacionalsocialista (nazi), y la relación entre ambos fue a menudo confusa. No faltaron ejemplos de cómo el partido nazi se guiaba por normas propias distintas, cuando no opuestas, a las instituidas por el Estado. Una vez en el poder, Hitler adquirió un poder innegablemente mayor que el alcanzado por Mussolini.
-Hay que hacer mención, en fin, de la pervivencia del fenómeno fascista a través de lo que se ha llamado “neofascismo”. Desde la década de 1980 han empezado a proliferar, sobre todo en Europa, movimientos que, por lo general están formados por gentes muy jóvenes, se autocalifican de fascistas o de nazis y parecen empeñados en recuperar muchos de los símbolos del pasado. Muy débiles, esos movimientos no siempre son fáciles de distinguir de algunas de las formaciones políticas de la “derecha radical”. El fascismo es una ideología que aparece y desaparece en ciertos momentos. Aparece en elementos tales como los partidos que utilizan un lenguaje xenófobo, los líderes que son políticamente incorrectos, en las actitudes de la sociedad, etc. Existen, por tanto, movimientos con tintes fascistas en todas las sociedades, lo que genera un gran peligro, pues nos encontramos síntomas de que esa ideología radical aún sigue existiendo.
Rasgos Ideológicos de los Fascismos
- Pensamiento legitimista y conservador. El fascismo contesta la conveniencia de construir una sociedad sobre la base de principios racionales: el poder es algo que está en la naturaleza de las cosas y que como tal debe ser aceptado. También la desigualdad se halla insertada en la naturaleza y, en consecuencia, los intentos de acabar con ella, o de limitarla, están abocados al fracaso.
- Importancia de la nación.
- Se reclama la necesidad de “cambiar al hombre”, de generar un hombre nuevo.
- Confrontación con el liberalismo. Es el principal enemigo de los fascismos. Se produce un rechazo de la primacía de los intereses individuales: estos deben subordinarse al Estado o, en su caso a la comunidad trenzada en torno a conceptos como los de raza y nación. En este mismo marco, la vida privada de los individuos, tan celosamente defendida en el liberalismo, poco menos que desaparece, sometida a la supervisión y capricho de un Estado a cuyo control nada debe escapar.
El interés general, en segundo lugar, no se determina en virtud del diálogo entre los individuos, sino que viene impuesto, desde arriba, por el criterio de un jefe. El poder de este se convierte en un elemento positivo que reclama una permanente exaltación, quien, además, marcará las reglas del juego económico. El fascismo se basaba en un fuerte liderazgo asentado en el principio del “caudillaje”. Ese caudillo debe tener unas virtudes carismáticas y una serie de cualidades, que son las que hacen que la comunidad tenga un culto hacia su persona. Frente a ese gran líder se sitúa la masa de la sociedad, que quedaba situada en la base de la jerarquía implantada por la ideología.
El papel que desempeña el nacionalismo es mayor que el comúnmente reservado a este en el pensamiento liberal. En todos los pensamientos fascistas se produjo la fusión entre un sustrato nacionalista y las nuevas ideas que el fascismo aportaba. La mejor demostración del vigor del nacionalismo que nos ocupa la ofreció la manifestación de un imperialismo expansionista (se parte de la idea de que nuestro Estado es el mejor y por tanto debemos someter al resto); esa búsqueda de una expansión exterior tenía también una doble dimensión de militarización y de reunificación cohesiva de la sociedad en torno a un proyecto común.
- Partido único. La participación política se realiza a través del Estado y de un partido único. Niega todo lo relativo a lo que entendemos hoy en día por democracia (partidos políticos, derechos fundamentales, etc).
- Crítica de muchos de los elementos vertebradores del socialismo. Esa crítica rechazaba, ante todo, la idea de que la igualdad era un principio saludable. Para los fascismos, la igualdad no está insertada en la naturaleza de las cosas, de tal suerte que debe preservarse, muy al contrario, la desigualdad imperante. Una segunda crítica al socialismo identificaba en éste una absurda idealización de los efectos de “la democracia” y rechazaba en particular, la defensa que muchas de las corrientes socialistas habían hecho del sufragio universal y de las virtudes de la democracia parlamentaria.
- Orden social. El fascismo iba encaminado a conseguir un orden social caracterizado por la armonía y por la supeditación de todos los intereses privados e individuales a las necesidades del Estado, de la nación o de la patria. Los desajustes sociales o la desigualdad estaban llamados a pervivir por cuanto se hallaban insertos en el orden natural de los hechos. En este esquema desempeñaba un papel decisivo la disciplina: los intereses de los individuos y de los grupos debían sacrificarse en provecho del Estado. Pero desempeñaba también un papel muy importante la propaganda: los regímenes fascistas se dotaron de formidables aparatos cuyo objetivo no era otro que ensalzar la figura del líder y reforzar la identificación, en su persona, de condiciones extraordinarias –el carisma- que en última instancia explicaban la obediencia ciega que se exigía a la población. La propaganda no era en modo alguno un instrumento de dialogo, sino el cauce unilateral a través del cual llegaban a la población las consignas, de obligado seguimiento, emitidas por el jefe. A ello se le sumó una permanente escenificación de rituales –entre ellos, en lugar singular, concentración de masas- cargados de simbolismo. Esos rituales remitían a un esfuerzo de permanente movilización de la población, obligada a plegarse en todo momento a los designios del jefe.
- Violencia y terror. Si los designios del jefe eran inapelables, nada más lógico que reprimir a quienes manifestaran su oposición. La propia concepción de un poder totalitario, que lo alcanzaba todo y que nada dejaba fuera de su alcance, enlazaba a la perfección con la defensa de la violencia como elemento central en la organización de la sociedad.