Evolución Política en la República Romana
En el caso romano, tenemos la figura del rex (rey, figura vitalicia elegida por el Senado) como primera institución política plenamente desarrollada. La familia extensa (padres, hijos, sobrinos, esclavos, posesiones) formaba un lugar fundamental en la sociedad. En torno al año 510 a.C., se produce la expulsión del pueblo etrusco, comenzando una nueva etapa en la ciudad de Roma. Aparecen nuevas instituciones políticas que experimentan una evolución con respecto a la figura tradicional del rex rodeado de su Senado, desapareciendo su figura, pero no su poder, que es reformulado en la figura del cónsul. Se producen un conjunto de modificaciones en el sistema político para evitar la perpetuación en el poder por parte de los cargos. Entre estas modificaciones destacan:
- Colegialidad: Se buscan garantías para evitar el poder en manos de una sola persona, conformando cargos cuya responsabilidad será repartida en números pares. Surgen dos cónsules elegidos por el Senado en forma de comicios para sustituir al antiguo rey, encargándose uno de la ciudad y otro de la política exterior, alternándose.
- Temporalidad de los cargos: Se plantea que los cónsules tendrán un año de mandato.
Los máximos detentadores de poder en Roma en este momento son los cónsules, pero no son los que tienen todo el poder, pues no dejan de ser magistrados elegidos en comicios a propuesta del Senado. Los senadores son personas que han estado en cargos políticos con anterioridad y ejercen su cargo de forma vitalicia. Muchas decisiones de Roma correspondían al Senado: reparto de tierras, presupuesto público, control de los comicios… Cuando se le convoca a decisión, sus dictámenes son de obligado cumplimiento.
La potestas es una cualidad del poder que otorga autoridad, pero está vinculada al cargo mismo (si consigo ser pretor, la potestas emana del cargo de pretor y no del propio individuo). La autoritas es una cualidad personal derivada de cosas como conocimientos y prestigio individuales. Se convocaba al Senado para una consulta sobre una determinada cuestión, y las determinaciones que concluyera eran de obligado cumplimiento por parte de los magistrados, de tal forma que alcanzaban la categoría de leyes. Por tanto, descubrimos que donde reside mayor cantidad de poder y control del sistema es en el Senado.
Elementos Clave del Modelo Político Romano
Hay dos elementos esenciales para que este modelo tuviera tan alto desarrollo:
- Modelo militar: Un ejército que conforma la participación política de los ciudadanos, formado por centurias (cuyo máximo número fue ciento noventa y tres), que se convierten en la principal referencia para la votación o las distintas votaciones políticas que se desarrollan en Roma (formadas por caballeros o infantes). Cada centuria era financiada e integrada por un número determinado de ciudadanos romanos (las más numerosas eran las primeras, de formación ecuestre, financiadas por los ciudadanos más ricos de la ciudad, llamada clase ecuestre). Cuando se hacía la votación, votaba un número reducido de ciudadanos (las progresivas centurias de carácter no ecuestre iban siendo progresivamente financiadas por ciudadanos con menos ingresos, pudiendo ser integradas por mayor cantidad de ciudadanos). Este sistema permitía integrar tanto política como militarmente a la ciudadanía romana. En estas votaciones se designaba a los pretores, los cónsules y los censores (en los comicios se ejercían funciones de tipo legislativo o judicial). No olvidemos que las magistraturas eran monopolizadas por los patricios.
- Cursus honorum: En el caso romano coexisten los vínculos cívicos o políticos junto con los vínculos tribales (las familias desempeñan un papel importante en muchos ámbitos). Ambos esquemas se conforman a través de la carrera de magistratura, que es la principal vía de participación política. Los ciudadanos romanos pueden prepararse a partir de una cierta edad para ir integrando estas magistraturas. Se concilian, por lo tanto, dos elementos importantes: es un ciudadano el que asciende en la carrera meritocrática de la política y estos ciudadanos no son individuos aislados, sino que representan y son tutelados por sus familias, que ven acrecentado su prestigio y notoriedad al ver cómo sus miembros alcanzan las principales magistraturas.
Cargos Destacados en la República
- Cuestores: Diez miembros que se encargan de las finanzas de la ciudad.
- Ediles: Cuatro magistrados que promueven y desarrollan la celebración de juegos, fiestas, etc. (consiguiendo el cargo de edil se puede aspirar a ejercer cotas más altas, los denominados magistrados superiores).
- Tribunos: Buscan garantizar los derechos y los intereses de los plebeyos, estableciendo el veto a algunas leyes que se puedan considerar dañinas o perjudiciales a los plebeyos.
- Cónsules: La máxima representación, elegidos por el Senado.
Cargos Superiores
- Censor: Crea una especie de censo de ciudadanos que pueden integrar el Senado (esta magistratura se convoca cada cinco años), estableciendo una lista de candidatos a ocupar esos puestos vacantes, de acuerdo a los méritos de una serie de personas que generalmente son patricios.
- Dictador: Tiene un carácter de solución de urgencia en el caso de una profunda crisis del sistema político, de forma que resuelva la situación de forma transitoria.
Conflictos y Crisis en la República Romana
Roma es un régimen que se enfrenta a tres conflictos:
- Conflicto entre patricios y plebeyos.
- Conflicto en la ciudadanía (las ciudades conquistadas carecen de sufragio, que reclaman una mayor participación), siendo el emperador Caracalla quien considera ciudadano a “todos los hombres libres del imperio”.
- Conflicto de clase económico-social.
La República Romana entra en crisis por la incapacidad de hacer frente a los diferentes conflictos políticos planteados por los diferentes miembros del Senado, que colisionan entre sí buscando mayor poder y prestigio, con el trasfondo de una reforma militar que aumentará el personalismo del generalato y de estas instituciones.
Características de la Civilización Romana
Dos características importantes de la civilización romana son el ejercicio de la autoridad, que realza el papel de quien obtiene la capacidad de mando, y el papel del ius. El ejercicio de la autoridad se consolidará como un elemento decisivo para controlar el poder. Ambas características responden a esa visión pragmática de Roma en relación con el mundo griego (más basado en la especulación teórica). Ahora son los hombres los que establecen la justicia.
El cambio radical que ofrecen los romanos es un nuevo escenario donde lo que gobierna no son las leyes, sino el derecho, con una clara connotación pragmática, comprendiendo un espacio vertebrado por leyes. Los romanos no están interesados en las leyes, sino en el establecimiento de un espacio en el cual se puede actuar (se aspira a un ámbito de previsibilidad).
Influencia del Estoicismo en Roma
Los sabios estoicos del Imperio, como Cicerón o Polibio, ofrecen una visión mucho más optimista que las que se habían dado con anterioridad, basada en el principio de que lo más importante son las buenas acciones de los hombres y que los bienes exteriores sí pueden beneficiar a los hombres. También son los primeros que empiezan a aludir a un derecho más humanitario. El Imperio Romano es visto con una dimensión civilizadora y de expansión de la cultura y las leyes, que se identifica en cierta medida con el ideal de la cosmópolis, que es visualizado con el discurso imperial (el imperio de la justicia, de la igualdad…). Se afirma que los hombres son iguales, y esta igualdad se manifiesta interiormente. El discurso estoico es sumamente elitista, ya que, al implementar el modelo de justicia y de armonía platónico, plantea un ideal en el cual los individuos tienen que ajustarse a su rol correspondiente y a su papel en la sociedad. Se afirma que el Senado encarna los valores democráticos, los comicios los aristocráticos y los cónsules los monárquicos.
Cicerón y la Segunda Escuela Estoica
Cicerón forma parte de un grupo vinculado al general Escipión. Trata de responder y de cerrar de alguna forma las reflexiones de la segunda escuela estoica. También en esta etapa surgen corrientes epicúreas: ciertas corrientes dentro de la clase culta en la que se concluye que el hombre ha perdido su individualidad, se ven fracturas a nivel político…, produciéndose una decepción frente al modelo republicano. Frente al carpe diem de Lucrecio (vive al día y fuera de la sociedad), se plantea un intento de renovación con gran variedad de aportaciones del discurso estoico: existen una serie de leyes universales vinculadas a ese logos creador que rige las relaciones entre los seres y también entre los hombres, y a las que los hombres tienen que remitirse para alcanzar la armonía y la realización. El papel de los hombres, por lo tanto, es plasmar estas leyes intangibles en leyes positivas que permitan convertir las diferentes instituciones políticas y sociedades en comunidades armónicas que sigan el mismo ejemplo del modelo del universo y de la naturaleza (eso es lo que él llama las leyes naturales). Cicerón entiende que toda sociedad debe estar fundamentada por un marco normativo que responda al derecho natural.
Patriotismo en Grecia y Roma
La noción de patriotismo de Grecia se traslada al mundo romano, y más tarde en un sentido más global. Aristóteles se pregunta: ¿por qué la ciudad es prioritaria en el mundo griego? A lo que responde que la polis es anterior al hombre, la polis es anterior a la familia y a cada uno de los hombres, ya que él sostiene que el todo es anterior a la parte, entrando de lleno a la concepción que tiene del ser humano, que no es tal hasta que se completa, debe completar su esencia para denominarse hombre, y el método necesario para ello es la ciudad, y si el hombre necesita de la ciudad para realizarse, por lo que debe existir la ciudad antes que el hombre.
El ser humano necesita medios para poder realizarse y desarrollarse, el hombre necesita “actualizarse”, es decir, realizar su acto, realizarse como ser humano. Del mismo modo que si un órgano desaparece si el organismo del que depende se descompone, lo mismo sucede con el hombre: si la ciudad se descompone o entra en decadencia, el hombre no puede alcanzar su plena realización. Por tanto, una de las prioridades del ser humano es la de proteger, cuidar y mantener indiscutiblemente la ciudad, porque es el todo, y sin ella no se puede llegar al fin. Existe una relación de dependencia extrema del hombre con la ciudad, ya que si esta se degrada el hombre no tiene razón de ser, por lo que el ciudadano debe generar un escenario político orientado a preservar y defender la ciudad, y favorecer su correcto funcionamiento. Platón y Aristóteles potencian para este fin el fomento de la educación, una educación selectiva en las enseñanzas para proteger la ciudad, no se trata de educar por educar, esa educación tiene el objetivo claro de mantenimiento de la ciudad. A este respecto, Aristóteles también implementa la política con una técnica muy clara: para Aristóteles la política debe preservar la ciudad, porque si esto ocurre favorecemos la realización de los hombres. El logos, como verdad universal, colectiva, tiende a que las ideas universales trasciendan a los demás, ya que las leyes tienen un carácter instrumental, un instrumento al que se someten los hombres, siempre que estas se orienten hacia el beneficio de la polis, y esta sumisión debe ser absoluta (ejemplo de suicidio de Sócrates). Desobedecer las leyes implica agredir a la ciudad.
En el patriotismo griego, no se habla de una convencionalidad, sino como el nomos con un valor natural, algo que demanda y procede de la propia naturaleza, y como es así, porque la ciudad es la realización natural del hombre, y según Platón, donde el hombre alcanza la verdad natural, y no podemos cuestionarlo o desobedecerlo. Aunque los gobernantes las apliquen de una manera incorrecta, no debemos cuestionarlas, siguiendo un fin superior que al final nos va a beneficiar. Quienes consideren que las leyes no son ciertas, y no asumen los mandatos, Platón y Aristóteles invitan a abandonar la polis, y entienden que quienes se quedan es porque se desarrollan dentro de la polis. Este sentido de patriotismo se amplía curiosamente con el estoicismo, planteado en un escenario social e histórico donde el papel del ciudadano se difumina, pero la relación hombre-ley, planteada por los estoicos, plantea una fidelidad humanitaria, un nuevo concepto de humanismo, donde ya el ciudadano no se une a la polis mediante las leyes, pero ahora se amplía la vinculación a la humanidad, los ciudadanos, los pueblos vecinos, y en última instancia toda la humanidad, trascendiendo el ámbito de la polis pero llegando a toda la humanidad, lo que también es planteado por Séneca, que diría “existen dos repúblicas: una que nos une a donde nacimos, y otra que une a todos ante un mismo fin, el mundo es una gran ciudad donde se somete a las leyes naturales”, planteando que la humanidad se plantea en una única ciudad. La unidad interna de los hombres, la cosmópolis, entraña unas nuevas preposiciones planteadas en el cristianismo más adelante.
Cristianismo y Política
Surge un nuevo fenómeno, con un carácter tan revolucionario como los sofistas en su momento. La discusión no es la convención o naturaleza de las leyes, ahora nos encontramos con un escenario cambiante, porque replantea los objetivos fundamentales y básicos de la naturaleza humana, abriendo un nuevo escenario marcado por su existencia, antes basado en su supervivencia y la trascendencia espiritual se encontraba en los dioses y en la ciudad, pero ahora aparece una nueva religión, con clara influencia de muchas culturas, cuyos postulados y valores no son propios de una cultura extraña, tratando de cuestiones en las que los hombres de aquel tiempo estaban muy identificados. Para esta nueva corriente, la realización del hombre ya no se sitúa en este mundo, es más, la vida material ya no tiene ese valor supremo de antaño, ahora se convierte en algo extraño, con respecto al fin superior, que es la salvación.
Conciliación entre Cristianismo y Vida Terrenal
¿Cómo podemos conciliar la vida cotidiana con las proclamas del cristianismo en una vida lejana? Los hombres en el cristianismo deben seguir unas normas para conseguir el fin último, la comunión con Dios, pero, ¿son estas compatibles con la vida de la Tierra? ¿Se puede ser un buen ciudadano y buen cristiano a la vez? Surgiendo la identidad política para vivir en la Tierra, y una espiritual para ascender al cielo. Esta religión es seguida por fieles, que a la vez son ciudadanos, confluyendo diferentes lealtades. Tiene, por tanto, un alto componente trascendente (sus propuestas se trasladan más allá de la muerte). Si las religiones anteriores tienen como fin encuadrar a los hombres en diferentes actividades vinculadas a su vida terrenal, esta religión persigue sobre todo fijar al hombre en un objetivo que se encuentra fuera de la existencia terrenal, que en muchos casos llevará a conductas dispares entre los fieles, que llevarán hasta la literalidad la creencia en este mensaje (discursos como el Apocalipsis o algunas de las profecías serán tomadas absolutamente al pie de la letra, y en algunos casos se considerará que el fin del mundo o la segunda venida de Cristo se producirán de forma inmediata). Muchas de estas propuestas son simbólicas, pero el propio contexto inestable conducirá a que se entienda que estas promesas son reales y factibles. Las promesas de salvación, bienestar y felicidad se sitúan en el más allá: para un cristiano la prioridad será. Otra cuestión importante es el papel de la revelación: es un discurso genérico que se propaga a todos los fieles y se busca que se extienda a toda la creación y, por tanto, uno de los principales cometidos es seguir transmitiendo el mensaje a los que aún no lo conocen. Esta revelación en la cual se manifiesta la explicación de la existencia del hombre y de lo que le rodea, así como de su propia existencia, así como la respuesta a la pregunta de quién somos, de dónde venimos y a dónde vamos (se ofrece un sentido a la existencia humana). En la religión cristiana, la realización plena se obtiene a través de Dios (el hombre se lo va ganando), y la realización plena es la salvación (entendiendo por esta la inmortalidad y la comunión con Dios fuera del mundo material).
El Pecado y la Salvación
La palabra revelada implica la transmisión de un mensaje universal interiorizado a cada uno de los fieles (cada individuo establece un diálogo con Dios a partir de la oración). El elemento que hace que surja la salvación es el pecado. El pecado se asocia a un acto de no reconocimiento del Padre. Aquellos que no reconocen la existencia de Dios se apartan de las leyes naturales y, por tanto, no merecen la recompensa de la salvación. Cuando se alude a ese no reconocimiento, obviamente se refiere a los que desconocen el mensaje de Dios. Aquellos que, conociendo la palabra revelada, la ignoran o la desprecian, rechazan al Padre y no merecen el don divino a partir de la salvación. Se busca tanto reforzar la fe individual en Dios como los vínculos fraternales entre dichos individuos. Si nos reunimos en comunidad y creamos prácticas que afirman nuestra fe y compromiso, esto refuerza la unidad en los cristianos y la fe individual en cada uno de ellos. Este es el sentido del cristianismo que hay que contextualizar en un escenario del Imperio Romano, heterogéneo por su gran diversidad de pueblos, que tiene una aparición en Oriente Próximo, donde confluye con otras creencias de aquel espacio. Esa comunidad que va a conformar a todos los cristianos no es una comunidad exclusivamente humana, sino mística, formada por creyentes que participan en una serie de sentimientos y creencias, participando en la realidad espiritual (su creencia en Dios) y en una realidad material (buscan participar en la realidad de la gracia). El cristianismo se homogeneiza en un territorio tan disperso mediante una autoridad jerárquica que lo unifica, siendo la tarea en todos estos siglos. Aquellos que están más cerca de Cristo están más cerca del mensaje y, por tanto, son aquellos los que deben tomar el relevo, manteniéndose la autoridad a través de su carácter de divinidad (sustentando su legitimidad; Jesucristo nombró a Pedro su sucesor, estando dotado de toda la legitimidad de Dios). Esto se proyectará después a la política medieval: los reyes y las autoridades políticas de la Edad Media se sustentan por la base de legitimación divina, que se mantiene incuestionable. Por tanto, destaca el papel decisivo de la noción jerárquica de la imagen de autoridad presentada como jerarquía vertical que ofrece la Iglesia. En el mundo clásico, los sabios consideraban que para lograr la verdad el instrumento decisivo era la razón. Se asumía que los dioses eran demasiado omnipotentes para hacerse amigos de ellos. La aparición de un dios que quiere a los hombres y se sacrifica relativiza el papel de la razón. Nos encontramos con un Dios que nos ayuda y nos ofrece la verdad a través de la Revelación.
Relación entre Cristianismo y Política
¿El mensaje cristiano tiene componentes políticos? La unión entre política y cristianismo se relaciona con el hecho de que los hombres que profesan esa religión no dejan de ser personas con sus propios problemas materiales y cotidianos, pues tienen que sobrevivir y llevar una existencia. Teóricamente el cristianismo no puso límites en la política. Algunos darán tanta importancia a la salvación sobre la existencia terrenal que eran muy críticos ante la actitud con los cristianos, a los que consideraban seres que se desentendían con la vida cívica. A pesar de que ambas esferas intentan ser excluyentes, su influencia es continua y creciente. Ante esta constatación de la incidencia del cristianismo en la vida contemporánea, surgieron actitudes que trataron de alguna forma de llevar tanto las obligaciones de ciudadano como la fidelidad con Dios.
Uno de los principales autores de esta concepción nos remite a la figura de San Pablo. La presencia de Pablo nos ofrece una serie de claves que reforzarán el sentido entre política y cristianismo.
San Pablo y la Doble Patria
San Pablo establece dos cuestiones fundamentales: el poder emana de Dios (pues Dios ha creado todo) y el poder emana del bien. También se plantea que los ciudadanos tienen dos patrias (patria celeste y terrestre), originando un fuerte debate sobre cómo enfrentarse a una realidad que es la relación entre el cristianismo y la política y el concepto de bien (el bien de la búsqueda de la verdad, la justicia… y el bien dictado por Dios). Estas relaciones se derivan en conductas reales entre los individuos y la polis, y ha dejado un espacio del que no se deja de debatir al respecto. Con el paso del tiempo, destaca el autor Santo Tomás, que intenta conciliar ambos mundos inspirándose en un autor clásico como es Aristóteles.
En el segundo contexto, nos encontramos con los que marcan una línea divisoria entre el bien revelado y el mundo terrenal. Los que intentan conciliar razón y fe afirman que la razón no hace sino culminar un proceso que ya ha sido desarrollado por la filosofía.
Según se afirma desde la corriente (defendida por Santo Tomás) que intenta conciliar la religión con la fe, es tan poderosa la conciencia del pecado en los hombres que la razón no es suficiente para conciliarla, haciendo falta la gracia divina.
La Patrística y San Agustín
San Agustín se incluye en la patrística, situado en un periodo en torno al siglo V, al que se fueron añadiendo más consideraciones o se llegó a ampliar. Es una época marcada por el final de la Edad Antigua, muy turbulenta, pues supone la progresiva desintegración del espacio imperial. Dentro de la patrística están los primeros padres que son superiores a los apóstoles (entre el siglo I y II después de Cristo), y dentro de esta escuela podemos dividir en aquellos que escriben en griego y en latín. A los que escriben en griego se les denomina apologistas, porque llevan una defensa a ultranza de la religión cristiana (algunos de ellos tratan de combatir la mala opinión del cristianismo reivindicando el cristianismo como la evolución al pensamiento pagano griego). Tertuliano afirma que lo que tiene que suceder es la tendencia a trasladar las leyes naturales en el mundo político (en aquel momento el cristianismo había sido aprobado, pero existían serias dudas con su fidelidad al imperio). Este fenómeno de la patrística no se establece en un territorio del Imperio Romano homogéneo, y progresivamente el imperio va a tener que partir su competencia para defender al territorio y a sus instituciones, pero más allá de esta división nos encontramos con que la realidad no es homogénea, siendo el caso del imperio de Oriente con una autoridad del emperador mayor que es asumida por los padres de la Iglesia que se encuentran en esta zona (se llega a justificar de tal manera que incluso algunos de los mandatos que tome el emperador tienen un sentido superior que los hace legítimos). En Oriente se asume que el emperador es jefe político, civil y religioso y en la medida en que se asume por parte de San Pablo que el poder emana de Dios, el emperador ejerce el poder sin discusión (sin embargo, hay que obedecer a la persona y no al cargo). En Occidente la gravedad de las invasiones es mayor, y por tanto ese sentimiento de debilidad se manifiesta en una mayor vulnerabilidad del emperador, y esto se pone de manifiesto en los padres de la Iglesia (el caso de Ambrosio de Milán, que reivindica la autonomía de la Iglesia en materia espiritual y el emperador tiene que llevar a cabo una conducta digna de su fe, siendo, por ejemplo, el emperador Teodosio excomulgado). Todo esto nos lleva a una persona importante que es San Agustín de Hipona, importante por sus contribuciones que en muchos casos sintetizan o contienen otra serie de ideas o propuestas que ya circulaban en el espacio imperial por aquel tiempo y va a tener la repercusión de que su pensamiento va a convertirse en dominante en el curso de los siguientes siglos, teniendo en cuenta que el pensamiento de San Agustín no es en ningún caso lo que se entiende después por agustinismo político, que es menos ambiguo.
Es en el año 313 cuando se da a los romanos libertad de culto, y la pujanza del cristianismo hace que los emperadores se vean cada vez más atraídos por la religión cristiana hasta que en el año 391 Teodosio convierta el cristianismo en religión oficial y prohíba el culto a las religiones paganas. San Agustín nace en África del Norte y se convierte en el año 386 al cristianismo. Hay un momento que marcará su vida, que es la toma de los visigodos de Roma en el año 410 por Alarico. Su obra se convierte en una larga meditación que entrecruza la religión, historia y política (esta obra es fundamental para la filosofía política que creará una corriente que dominará gran parte de la Edad Media).
Las Dos Ciudades de San Agustín
Una de las principales lecciones que se extrae de La ciudad de Dios, la obra principal de San Agustín, es la noción de las ciudades. El tema principal de esta obra es el amor, uno de los principales ejes que vertebra todas las comunidades (cada asociación de personas coincide por compartir un amor a algo), y ese amor se puede proyectar en muchos ámbitos: aspectos temporales o aspectos no temporales o realidades eternas. Agustín entiende que cada ciudad tiene un punto común, que es el amor a algo, distinguiendo dos tipos de ciudades: los que aman cosas materiales y los que aman cosas eternas o no materiales. Nadie puede pertenecer a la ciudad terrestre o a la ciudad celeste (o amas a Dios por sobre todas las cosas o amas a las cosas por encima de Dios), por lo tanto, pertenecer a la ciudad celeste o terrestre implica una renuncia.
La Filosofía Política de San Agustín
La filosofía política de San Agustín está relacionada con la cuestión de la paz. Toda comunidad está vinculada a un concepto que es del amor a uno mismo, cosas materiales, etc. El otro concepto que a San Agustín le parece importante es el concepto de pueblo, utiliza este concepto de pueblo que realmente no es muy lejano, como seres razonables, asociados por la voluntad a asociarse, algún común que quieren, o sea, ese amor. Para comprender el fenómeno social que supone para San Agustín la sociedad, entiende que hay otro elemento importante que es el concepto de la paz, uno de los objetivos comunes que persigue toda comunidad. Es más, este autor sostiene que es el principal fin que persigue toda comunidad, más allá que esté orientada hacia el amor, hacia la voluntad de conseguir cualquier objetivo, este es el más importante.
La Paz y la Guerra
¿Por qué hay guerra entonces si se busca la paz? Hay gente que cree que está haciendo el bien y están haciendo el mal, al igual que Platón. La guerra es un mecanismo que utilizan los hombres para restablecer la paz. El hecho de que la guerra sea omnipresente, que sea cotidiana, es indicativo a la obsesión de que los hombres tienen por conseguir la paz. Mientras más guerra, más paz habrá. Cada sociedad tiene una ley de paz. La única forma, diría San Agustín, a partir de la cual se puede lograr una paz duradera y real sería que hubiera una sola y única ley de paz.
El Orden como Fundamento de la Paz
¿Cuál es esa ley, en qué consiste? Esa ley es el orden, es decir, la única forma a partir de la cual se puede obtener una verdadera paz es en la que exista un orden en la sociedad. Cuando habla de orden se está refiriendo a este tipo de justicia, es el que supone la adecuación de cada uno al papel que le corresponde. Si cada uno cumple su tarea, cumple su función y se encuentra en su lugar, ya existirá ese orden y, por tanto, reinará la paz. Desde la perspectiva de San Agustín, podríamos decir que cada persona lleva su propia ley de paz. La república verdadera, Cicerón integra como buen romano, una comunidad e intereses y de un derecho compartido. La comunidad de intereses es fácil de obtener, ¿y el derecho? Primero ha de ser justo. ¿Es que el derecho romano es justo? Se pregunta San Agustín. Esta se hace y se formula desde la óptica cristiana, y la respuesta es que no. No es justo por la sencilla razón de que no da a cada uno lo que le corresponde. ¿Le está dando a Dios lo que le corresponde? No es ni verdadera, ni justa. Solamente una verdadera república será verdadera o justa si es cristiana. Reconoce el papel y la existencia de resto de estados paganos, pero los equipara por malechones.
Ley Eterna y Ley Temporal
El tercer aspecto que deberíamos de tratar es a la noción de ley eterna y ley temporal, esto nos remite al estoicismo. El concepto que utiliza San Agustín se asemeja mucho con la noción de ley natural de Cicerón, es decir, la clásica ley natural de los estoicos (aquella del logos central, una serie de leyes universales). Lo que planteaba Cicerón es que lo deseable sería que ese derecho natural acabara concretándose en derecho positivo. San Agustín no cree en el logos, cree en Dios y, por tanto, en la creación del derecho natural como la obra del creador, la denomina a esa ley como ley eterna, que no es otra sino la creación de la voluntad divina. ¿Cuál sería la ley temporal? Sería la adecuación de esa justicia eterna en función de las condiciones temporales y locales, llevará a que cada territorio tenga una serie de normas más o menos similares.
Las leyes temporales, todas estas leyes son transitorias e imperfectas, pero necesarias, porque el hombre se encuentra manchado por el pecado original y tiende al pecado. Las leyes e instituciones tienen como objeto amenazarle con un castigo para que no obre de nuevo igual. El Estado es una consecuencia del pecado, para San Agustín. Si existe Estado, etc., es porque el hombre peca, es un instrumento para evitar que los hombres lleven a cabo un mal. Si no hubiera pecado original, no hubiera necesidad del Estado. Si el hombre no tiene ese instrumento, el Estado e instituciones que le amenaza continuamente, el hombre no actuaría correctamente, actuaría mal. (Resumen: el Estado es una herramienta para castigar a los hombres para que no pequen).
Aristóteles entendía la política como que el hombre conseguía su autorrealización, vida buena, la felicidad. En cambio, con San Agustín se asiste a un desplazamiento importante. Si en Aristóteles es el Estado el que contribuye a la felicidad del hombre, en San Agustín esa tarea corresponderá a la Iglesia ahora, solo conseguirá la virtud mediante ella, mediante la justicia verdadera. ¿Cuál es, por tanto, el papel del Estado? Asegurar la concordancia civil, paz mínima y asegurar que la Iglesia cumpla su función y cada uno logre su propia salvación. También puede hacerla un Estado pagano siempre que respete el culto cristiano. En conclusión, San Agustín no aspira a una subordinación total de los dirigentes políticos a la Iglesia, como mucho moral, es decir, que asuman su inferioridad y deje en el mejor de los casos a la Iglesia actuar. Dios se sirve de dos brazos, la Iglesia y el Estado, este último tiene que estar absolutamente dirigido y encomendado a defender a la Iglesia. Los jefes temporales están subordinados al papado (cabeza de la Iglesia).
Evolución del Papel de la Iglesia en Oriente y Occidente
En Oriente, el emperador no solo es el jefe político y civil, también religioso. La máxima autoridad, el representante de Dios en la tierra, es el emperador. Siguiendo un poco el modelo romano antes de la aparición de la Iglesia cristiana.
En Occidente es más precario, más vulnerable, y esto va a permitir conducir, el resultado del papel de la Iglesia de Roma es muy alto y compite con la autoridad del emperador al menos en materia eclesiástica.
Las cosas cambian en el siglo VIII-IX. En aquella ocasión, Esteban II, que ve amenazada la ciudad de Roma y, por tanto, su sede, pide ayuda al rey franco ante la amenaza de los lombardos. A cambio, recurre a la donación de Constantino, que es un documento que se dice que este emperador, antes de morir, le atribuyó todos los símbolos imperiales al Papa. Y como es el portador de todo esto, a cambio de la ayuda del reino franco al Papa para defenderlo de los lombardos, el resultado es que en el año 800 corona emperador a este del Sacro Imperio Romano. Nos encontramos con lo que hemos planteado antes, la coronación como emperador de Carlomagno también supone un elemento decisivo para reforzar el papel de la Iglesia. Se ha conseguido salvar al territorio, pero en segundo lugar, se convierte en la tutela y, por tanto, si Carlomagno ha conseguido ser emperador, ha sido por el Papa. La tarea que tendrá que llevar a cabo será preservar la autoridad del Papa, que es la que le está dando sentido al imperio. En el siglo X, Juan II corona a Otón I y constituye el segundo gran imperio romano.
Existen otra serie de problemas y conflictos, algunos relacionados por los cargos y beneficios que estos tienen. Conflicto de la Iglesia perteneciente, centrado en quién tiene la máxima autoridad, quién tiene la última decisión. Existían emperadores antes de que hubiera Papa, por lo tanto, debe subordinarse a la autoridad del emperador. Hay que esperar al siglo XII y XIII cuando se asiste a un progresivo cambio dentro de la propia sociedad medieval que empieza a cuestionar esa visión teocrática del poder.