Nociones de Movimiento y Primer Motor
La noción de movimiento hace referencia a la observación del hecho que sirve de punto de partida a la primera vía tomista para demostrar la existencia de Dios: la constatación de que en el mundo hay movimiento y cambio. La noción de Primer Motor remite a la conclusión de la vía, en la que se acepta que tiene que existir una primera causa que mueve todo, y ese Primer Motor es Dios.
La primera vía se sustenta sobre la observación de que existe el movimiento, tal como muestran los sentidos. Puesto que todo lo que se mueve es movido por otro motor, y este a su vez por otro, pero es imposible remontarse indefinidamente hacia atrás en la cadena de motores, es necesario admitir la existencia de un Primer Motor, que es Dios. Santo Tomás parte del hecho del movimiento o cambio y toma su concepción de Aristóteles.
Para Aristóteles, las cosas materiales (sustancias) son la realidad sometida a cambio. Las sustancias tienen materia (aquello de lo que están hechas) y forma (su esencia y demás cualidades que las configuran). El cambio en las sustancias consiste en el paso de la potencia al acto. Al tener la materia la posibilidad de recibir formas, el acto es la impresión en la materia de alguna de esas formas.
En la segunda premisa, se establece que siempre hay una causa que produce el cambio o movimiento, y que así se da una cadena de motores intermedios. Aquí aplica Santo Tomás el principio metafísico de causalidad.
En la tercera premisa, Santo Tomás observa que no se puede llevar la cadena hacia atrás al infinito, porque entonces se quedaría sin explicar cómo se inicia la cadena de movimientos y no se darían los motores intermedios ni el movimiento último captado por los sentidos. Por eso es necesario admitir un Primer Motor inmóvil, causa primera del mundo, y que a su vez no sea movido por ningún otro. Santo Tomás equipara este Primer Motor con Dios, el ser perfectísimo de los cristianos. En efecto, el Primer Motor inmóvil es simple, no está compuesto de materia y forma, pues entonces tendría potencialidades no realizadas y estaría sometido a su vez a movimiento. Debe ser, pues, Acto Puro, inmaterial, como el Dios cristiano.
Noción de la Causa Eficiente Primera
La noción de causa eficiente primera hace referencia a la conclusión de la segunda vía tomista para demostrar la existencia de Dios, a saber, la existencia de una primera causa incausada de todos los seres.
La segunda vía parte de que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Todo tiene su causa porque nada puede ser causa de sí mismo. Sin embargo, no se puede llevar hasta el infinito hacia atrás la serie de causas, por lo que hay que admitir la existencia de una primera causa incausada, que es Dios. En este argumento, Santo Tomás se apoya en la causa eficiente siguiendo la teoría aristotélica de las cuatro causas.
Todos los seres que existen son como son por su causa formal (los caracteres de su esencia), por su causa material (la materia en que se imprime la forma), por su causa eficiente (el agente que une la forma a la materia) y por su causa final (el fin al que la cosa está destinada).
En la segunda premisa, establece el principio general de que todo es efecto de una causa. La causa eficiente es distinta del efecto o ser producido y, además, inferior a él. Esto hace que se observe en la realidad una sucesión de causas eficientes que se ordenan en el tiempo.
Santo Tomás admite en la tercera premisa que no existe una serie infinita hacia atrás de causas eficientes, porque entonces no podríamos explicar el último efecto que vemos producido. Por tanto, concluye que hay que admitir la existencia de una Primera Causa Incausada, que es Dios. Dios es forma pura, en él, esencia y existencia son lo mismo. Dios es causa del mundo como Dios creador que lo ha producido de la nada. Él es el único “ser por sí mismo”, y todo lo demás es “por él”.
Noción de Ser Necesario
La noción de ser necesario remite a la conclusión de la tercera vía, en la que se acepta que tiene que existir un ser necesario que sea causa de la existencia de los demás, y que es Dios.
La tercera vía parte de la contingencia de todos los seres. Todo ser contingente tiene una razón de su existencia. No podemos extender la contingencia a la totalidad del ser, porque entonces no existiría nada, y sí que existe. Por tanto, hay que admitir la existencia de un Ser absolutamente necesario, que es Dios.
La primera premisa constata que las cosas son contingentes; esto es, que existen de hecho, pero podrían no haber existido.
La segunda establece que todo ser contingente necesita de otro para existir. Santo Tomás distingue entre “ser en sí” (las sustancias, niño) y “ser en otro” (las cualidades de las sustancias, alto). Pero las sustancias o seres-en-sí no existen “por sí” mismas, sino que necesitan de otro, de una causa que las produzca (padres), que a su vez necesitan de una causa anterior, y así sucesivamente.
En la tercera premisa, se hace ver que no es posible llevar al infinito esta cadena. Por tanto, como el mundo existe, tenemos que concluir que es preciso afirmar la existencia de un Ser Necesario, que es Dios. Este Ser Necesario existe y no puede no existir, es el ser “por sí” mismo, es causa eficiente de todo lo que existe. Es el Dios cristiano, Creador del mundo, que permite comprender por qué en un momento el mundo empezó a existir y confiar en que, gracias a su Providencia, se va a mantener en el ser.