Santo Tomás de Aquino y la Existencia de Dios
Santo Tomás de Aquino (1224-1274), contemporáneo de San Buenaventura, representa el apogeo de la filosofía escolástica. Sus aportaciones al campo de la filosofía y de la teología son una brillante síntesis del pensamiento anterior, tanto de los cristianos como de los judíos y de los musulmanes, especialmente en relación con el tema de la existencia de Dios. Su pensamiento es una lectura obligada de los filósofos posteriores del final de la Edad Media, de la Edad Moderna e incluso de la actualidad.
Santo Tomás aborda el tema de la existencia de Dios desde varias perspectivas: desde la polémica escolástica de las relaciones entre fe y razón, filosofía y teología, desde la antropología, desde la ontología y, naturalmente, desde la teología natural. Su obra cumbre, la Suma Teológica, se ha considerado como la mejor catedral gótica del pensamiento cristiano.
Teología Existencial y Teología Esencial
En esta obra, estudia el tema de Dios desde dos puntos de vista: la teología existencial y la teología esencial. Es decir, en primer lugar, se ocupa del tema de la existencia de Dios y, en segundo lugar, de sus propiedades o características.
La Existencia de Dios como Conocimiento Natural
Según Santo Tomás, la existencia de Dios es un conocimiento natural en el ser humano, al que puede llegar con el uso adecuado y lógico de su razón, incluso sin haber conocido la revelación cristiana, ni haber realizado un acto de fe. La razón, dirigida lógica y científicamente, puede alcanzar la certeza de la existencia de Dios, e incluso de la inmortalidad y espiritualidad del alma. A estas dos afirmaciones las llama los preámbulos de la fe. La razón precede a la fe y la filosofía a la teología.
Sin embargo, Santo Tomás rechaza el argumento ontológico de San Anselmo, según el cual, y como también afirma San Buenaventura, podemos conocer a Dios directamente a priori en el interior de nuestra conciencia.
Esencia y Existencia
La argumentación tomista se funda en la noción de evidencia y en la distinción metafísica entre la esencia y la existencia que había realizado con anterioridad en su opúsculo De ente et essentia (Sobre el ser y la esencia). Esta distinción, nueva en la historia de la filosofía, afirma que la esencia es el conjunto de notas o propiedades constituyentes del ser en cuestión, es decir, la respuesta a la pregunta «¿qué es?», mientras que la existencia supone la realización efectiva de la esencia en un individuo, y comienza en el momento de su aparición o nacimiento. En Dios no se da tal distinción, porque su esencia consiste en la plena existencia, en existir por sí mismo. Su existencia es eterna y es la causa de todas las demás existencias. Sin embargo, a los seres humanos nos cuesta mucho formarnos el concepto de Dios, y esta es la razón por la que existen ateos, e incluso algunas personas lo conciben con forma de animal, de hombre o de fuerza de la naturaleza.
Por estos motivos, Santo Tomás entiende que la proposición «Dios existe» es evidente en sí misma, pero no para nosotros, que somos seres limitados.
Evidencia y Demostración
Una tesis, juicio o proposición es evidente en sí misma cuando el predicado está incluido en el concepto de sujeto, forma parte de las propiedades de su esencia. Por ejemplo, cuando digo que el cuadrilátero es un polígono de cuatro lados, o bien, que el ser humano es un animal, ambas cualidades forman parte constitutiva tanto del cuadrilátero (tener cuatro lados) como del ser humano (ser animal). Por tanto, la proposición «Dios existe» es evidente en sí misma, ya que en Dios no hay distinción entre la esencia y la existencia, sino que él mismo es la existencia plena y total (Ipsum esse subsistens), pero no para nosotros, los seres humanos.
Si todos conocemos la naturaleza del sujeto y la del predicado, la proposición es evidente en sí misma y para nosotros, pero no todas las proposiciones evidentes en sí mismas lo son también para nosotros. Este es el caso de la existencia de Dios, que, siendo en sí misma evidente, porque en ella el predicado se identifica con el sujeto, no lo es para nosotros, sino que necesita ser demostrada a posteriori, es decir, por cosas más asequibles para nosotros, incluso aunque estas cosas sean menos evidentes. Por esta razón, Santo Tomás se inclina por una demostración a posteriori (quia), que va de los efectos a las causas, concluyendo en la aceptación de una Primera Causa fundamento de todas las demás, a la que llama Dios.
Las Cinco Vías para Demostrar la Existencia de Dios
Santo Tomás habla más que de demostración en sentido estricto o matemático, de cinco vías o caminos que conducen a la afirmación de la existencia de Dios.
Estas vías tienen todas ellas la estructura común de la causalidad: todo efecto tiene su causa, y es imposible afirmar una cadena infinita de causas. Por tanto, se llega a la conclusión de la existencia de una primera causa incausada o Causa Sui, a la que llama Dios.
Primera Vía: El Movimiento
La primera vía es la del movimiento, inspirada en la física y metafísica de Aristóteles. A través de los sentidos percibimos el movimiento. Todo lo que se mueve es movido por otro, y así hasta alcanzar el Primer Motor inmóvil, en el que todos reconocen a Dios.
Segunda Vía: La Causalidad Eficiente
La segunda es la que se deduce de la causalidad eficiente, inspirada en Avicena. En el mundo sensible, hay un orden de causas eficientes, orden que no puede llevarse hasta el infinito. Por tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.
Tercera Vía: El Ser Contingente y el Ser Necesario
La tercera vía nos lleva de los seres contingentes al Ser Necesario. Está inspirada en Averroes y Maimónides. Se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Las cosas pueden existir o no existir, ya que pueden ser producidas o destruidas, llevan consigo la posibilidad de no existir. Esto quiere decir que hubo un tiempo en el que nada existió. Luego, estos seres contingentes exigen la existencia de un Ser necesario, cuya necesidad esté en sí mismo y sea la causa de la necesidad de los demás. A este Ser necesario todos le llaman Dios.
Cuarta Vía: Los Grados de Perfección
La cuarta vía se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Está inspirada en Platón, San Agustín y San Anselmo. La bondad, veracidad, nobleza y otros valores se dan en unas más que en otras. Este «más» y «menos» se dice respecto de un máximo, que es su causa. Es decir, llamamos Dios a la causa, al máximo de esos valores que se dan en las cosas en mayor o menor grado. De los grados de perfección en los seres, a la Perfección suma.
Quinta Vía: El Orden del Universo
La quinta vía se deduce a partir del ordenamiento de las cosas que, no teniendo conocimiento, como los cuerpos naturales, actúan por un fin. Este orden y finalidad implica un Ordenador supremo. Esa inteligencia por la que todas las cosas van dirigidas a un fin, la llamamos Dios. De los seres ordenados del universo al Ordenador Supremo. Está inspirada en Séneca y San Agustín.
Originalidad de Santo Tomás
Estas vías, como todo el pensamiento de Santo Tomás, son una síntesis de otros filósofos anteriores, pero la originalidad está precisamente en su estructuración para demostrar la existencia de Dios y su principal atributo, que es la aseidad. Dios es la existencia plena, en él se identifica la esencia y la existencia, es la Causa Sui, fundamento de los demás seres, incluido el ser humano.
Ética y Política en Santo Tomás de Aquino
El tema de Dios es igualmente importante en la ética y política tomista. El fin de las acciones morales es la búsqueda de la felicidad (eudaimonía). Esta felicidad no puede consistir en la posesión de nada creado, sólo en Dios, en la visión beatífica, puede hallarse la felicidad. Un acto es bueno si conduce a ese fin último, y malo si se aparta de él. Para poder diferenciarlo con claridad, hemos de basarnos en su conformidad o no con la ley natural moral, que no es sino la participación en el ser creado de la ley eterna de Dios. Santo Tomás fue el iniciador del derecho natural. La ley natural es el precedente de lo que hoy en día denominamos derechos humanos.
En la política, afirma que la autoridad de los gobernantes procede de Dios, pero el gobernante debe contar con unos asesores, representantes del pueblo. La mejor forma de gobierno es una mezcla de monarquía, aristocracia y democracia. En todo caso, reconoce al pueblo el derecho a rebelarse contra los gobernantes cuando se han corrompido y no han buscado el fin último del estado, que es el bien común, a través de la ley positiva, que es una ordenación de la razón dirigida al bien común, dictada por la autoridad competente y suficientemente promulgada.