Exploración del Pensamiento Filosófico y Ético de Marx, Nietzsche, Wittgenstein y Ortega y Gasset
Marx inició su trayectoria filosófica en el seno de la izquierda hegeliana, adoptando ciertos aspectos de la teoría de Hegel, aunque rechazando su idealismo. Para Marx, el ser humano no es una mera conciencia, sino un ser concreto, sensible y corporal. El hombre es un animal productivo que transforma el mundo a través de la praxis, creando una realidad extranatural. Esta actividad creadora, el trabajo, es el medio por el cual el ser humano se realiza, manifestando sus capacidades y voluntad. Además, el ser humano es un ser social, producto de las relaciones sociales, y a su vez, productor de la sociedad. Su esencia evoluciona históricamente, haciendo de su ser un ser histórico.
Marx aborda el concepto de alienación, la pérdida de la propia identidad. Para él, la alienación religiosa no es la causa del sufrimiento humano, sino su consecuencia. El ser humano, alienado, busca consuelo en la religión, que Marx describe como “el opio del pueblo”. La alienación se manifiesta cuando el trabajador percibe el producto de su trabajo como algo ajeno, generando distanciamiento y deshumanización. En el capitalismo, el obrero se aliena de cuatro maneras: respecto al producto, que no le pertenece; respecto al trabajo, que es mecánico y no creativo; respecto a su naturaleza, al ser su cuerpo propiedad de otro; y respecto a los demás, al ser otro el responsable de su enajenación.
Esta desnaturalización surge de la propiedad privada, que divide la sociedad en clases antagónicas. La economía determina la política, la materia las ideas, y no al revés. Este materialismo histórico se manifiesta en la evolución dialéctica de los modos de producción, compuestos por fuerzas productivas y relaciones de producción. La lucha de clases es el motor de la historia, que se desarrolla a través de modos de producción como el esclavismo, feudalismo, gremialismo y capitalismo.
Para explicar la evolución social, Marx adopta el esquema dialéctico hegeliano: Tesis: un modo de producción con contradicciones internas; Antítesis: la negación de la forma social anterior mediante una revolución, impulsada por la conciencia de clase; Síntesis: un nuevo modo de producción y una nueva forma social. Este proceso culminará, según Marx, con la abolición de las clases sociales y la propiedad privada en el comunismo.
La infraestructura económica determina la superestructura ideológica, que justifica y reproduce el orden social. En el capitalismo, las clases sociales son el proletariado y la burguesía. El valor de una mercancía se genera por el trabajo, y la plusvalía es la diferencia entre el valor producido por el trabajador y su salario. La explotación es inherente al sistema capitalista, que, según Marx, generará las condiciones para su superación a través de una revolución proletaria que pasará por la dictadura del proletariado, el socialismo y finalmente el comunismo.
Nietzsche, por su parte, propone el vitalismo, que valora la vida por encima de todo. En la Grecia antigua, esta visión se manifestaba en la tensión entre lo dionisíaco (impulso) y lo apolíneo (equilibrio). Nietzsche critica la cultura occidental como decadente y nihilista, enmascarando el carácter trágico de la existencia.
Nietzsche introduce el método genealógico, que revela que la moral es un invento del judeocristianismo, invirtiendo los valores y ensalzando la debilidad sobre la fortaleza. Se impone una moral de esclavos frente a una moral de señores. La moral de esclavos juzga la vida como algo sometido a una instancia superior, mientras que la moral de señores ensalza la voluntad de poder, el impulso de superación.
La moral del rebaño surge del resentimiento, imponiendo valores que condenan al aristócrata. Para Nietzsche, no hay diferencia entre moral y metafísica, ambas crean un “transmundo” que niega la vida. El pensamiento metafísico es nihilista, negando lo dionisíaco. La voluntad de verdad de la metafísica está más allá de la vida. El lenguaje y el conocimiento son metáforas que falsean la realidad. No hay hechos, solo interpretaciones, y la verdad debe servir a la vida.
La filosofía de Nietzsche culmina con la muerte de Dios, que conlleva la desaparición de todo valor moral absoluto. El nihilismo puede ser pasivo o activo, este último asume la muerte de Dios como un nuevo comienzo para la transvaloración de todos los valores propios del superhombre. El superhombre asume el eterno retorno de lo mismo, afirmando la vida y actuando conforme a su voluntad de poder, más allá del bien y el mal.
El eterno retorno es una descripción del tiempo y una prescripción, un estado de conciencia que nos devuelve a la inmanencia y al amor incondicional a la vida. Es la afirmación del devenir por el devenir, sin un fin último, viviendo cada momento deseando que se repita eternamente.
El pensamiento de Wittgenstein se divide en dos periodos: el primero, centrado en el Tractatus, y el segundo, en las Investigaciones filosóficas. El Tractatus se enmarca en el giro lingüístico y la filosofía analítica, buscando distinguir problemas reales de pseudoproblemas lingüísticos. Wittgenstein defiende una teoría isomórfica lenguaje-mundo, donde el lenguaje representa la realidad a través de la forma lógica.
Los elementos simples de la realidad son los objetos, que forman los estados de cosas y los hechos del mundo. Los nombres son los elementos simples del lenguaje, formando proposiciones elementales. El lenguaje es el conjunto de proposiciones elementales que corresponden a los estados de cosas. Una proposición con forma lógica tiene significado, y si afirma un hecho, es verdadera. Esta es su teoría referencialista del significado.
El lenguaje puede decir o mostrar lo que no pertenece a la realidad. Lo que se puede mostrar pero no decir es lo místico, como la lógica, la metafísica, la ética o la estética. Las proposiciones de la filosofía son pseudoproposiciones, sin sentido, que sirven para precisar los límites del lenguaje. El Tractatus es autocontradictorio, y una vez cumplido su objetivo, debe ser desechado, llevando a dedicarse a la vida.
El segundo Wittgenstein se centra en el pragmatismo, estudiando cómo los hablantes usan el lenguaje. El significado de una palabra es su uso en el lenguaje, no su referencia. El significado no reside en el pensamiento, sino en la práctica conforme a reglas públicas. El lenguaje es una actividad creativa regida por reglas.
Existen múltiples juegos del lenguaje y formas de vida, definidas por cultura y tradición. Cada forma de vida privilegia ciertos juegos del lenguaje, haciéndolas inconmensurables. La filosofía ha pretendido hablar desde fuera de cualquier juego del lenguaje, careciendo de significado. La nueva tarea de la filosofía es devolver las palabras a su uso cotidiano, concibiéndose como una terapia para curar las enfermedades del lenguaje.
José Ortega y Gasset, miembro de la Generación del 14, busca la regeneración de España. Para él, España sufre un atraso secular, y Europa representa la solución. Europa es el objetivismo científico, mientras que España es el subjetivismo. El raciovitalismo de Ortega busca superar la dicotomía razón/vida, entendiendo la realidad desde la propia existencia. La vida es la realidad radical, y las posturas antagónicas de la modernidad son parciales. No hay esencia previa, sino historia, y la vida se desarrolla en una situación concreta.
La circunstancia es todo lo que rodea al yo, y la vida es la suma del yo y sus circunstancias. El mundo del hombre está transido de símbolos, y su ser es un ser con el mundo. La razón vital es la razón que sirve a la vida, y la vida es encontrarse, ocuparse, tener una finalidad, ser libre, estar en una circunstancia y ser temporal. La vida es un proyecto abierto a múltiples posibilidades.
Se puede llevar una vida auténtica o inauténtica, siendo fiel a la vocación o falsificándola. Ortega vuelve a una concepción griega de la verdad como desvelamiento, y cada ser humano es un punto de vista. La verdad no es una sola perspectiva, sino la suma de todas. La verdad es trans o intersubjetiva, dada en la coalición de perspectivas.
La razón histórica es la proyección colectiva de la razón vital, explicando el presente por el pasado. La razón histórica entiende y no solo explica, descubriendo el sentido de la realidad. Las ideas son objeto de nuestro discurso, mientras que las creencias son objeto de nuestra suposición. Dominamos nuestras ideas y estamos dominados por nuestras creencias.
La temporalidad humana es biográfica y generacional. Ortega distingue entre vida interindividual y vida social. La vida social está gobernada por los usos, y el cambio social se da entre generaciones. Cada generación es un compromiso dinámico entre masa e individuo. Una nueva generación puede romper con las creencias anteriores, originando una nueva época.
Ortega separa a los seres humanos en masa y minoría. El hombre masa tiende a conservar esquemas fijos, mientras que la minoría tiende a romper moldes. La sensibilidad vital es el fenómeno primario de la historia, y de ella dependen las valoraciones morales y estéticas. Las relaciones entre generaciones pueden ser homogéneas o heterogéneas. Para Ortega, no hay un momento final que supere la historia, y las generaciones son el motor de la historia.