Exploración del Pensamiento Filosófico: Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes y Kant

Platón

Tema

El pensamiento de Platón surge en un momento en que la filosofía se centra en cuestiones antropológicas, dejando atrás los problemas cosmológicos. Influido por Sócrates, Platón busca recuperar el ideal de la ciudad-estado frente al relativismo de los sofistas, quienes consideraban las leyes como convencionales y subjetivas, debilitando la justicia y la moral. Sócrates y Platón responden con el intelectualismo moral, que afirma que la virtud depende del conocimiento. A través del diálogo, buscan definiciones universales de conceptos morales en oposición al relativismo de Protágoras y el escepticismo de Gorgias.

Esto lleva a la teoría platónica de las Ideas, que sostiene que conceptos como Belleza, Bondad o Justicia son realidades universales y objetivas, independientes del mundo sensible. Las Ideas tienen características como eternidad, inmutabilidad e inteligibilidad. Según Platón, el conocimiento verdadero no se basa en lo que percibimos con los sentidos (doxa), sino en el entendimiento racional de las Ideas (episteme). La Idea del Bien ocupa la cima del mundo inteligible y es la causa última del ser y del conocimiento, similar al sol en la analogía del sol.

Platón también adopta un dualismo antropológico: el ser humano está compuesto de cuerpo (material y mutable) y alma (racional y divina). El alma, prisionera del cuerpo, aspira al conocimiento de las Ideas, alcanzado mediante la razón y el ejercicio intelectual.

En su obra sobre el Estado ideal, Platón divide la sociedad en tres clases:

  1. Gobernantes: Representan la sabiduría y el alma racional.
  2. Guerreros: Encarnan el valor y el alma irascible.
  3. Productores: Practican la templanza y corresponden al alma concupiscible.

La justicia social se logra cuando cada individuo cumple su función. La educación (paideia) es esencial para formar ciudadanos virtuosos y conectar al alma con el conocimiento supremo, al mismo tiempo que se alejan de la apaideusia, es decir, la ignorancia. A través de disciplinas como la gimnasia, música, matemáticas y dialéctica, se busca preparar a los futuros gobernantes para comprender el Bien y guiar la polis con sabiduría.

En el mito de la caverna, Platón describe el proceso educativo como un camino difícil que lleva de la ignorancia (apaideusia) a la sabiduría (paideia). Los prisioneros, encadenados en el fondo de la caverna, solo ven sombras, las cuales representan el primer grado de conocimiento, las conjeturas ligadas al arte, proyectadas por un fuego que representa el sol del mundo sensible que las proyecta. Al ser liberado, uno de los prisioneros ve los objetos materiales que generan las sombras, lo que simboliza un segundo grado de conocimiento relacionado con las creencias y la física.

Al salir de la caverna, el prisionero asciende por una salida escarpada al mundo inteligible, donde primero contempla los entes matemáticos, que ofrecen un conocimiento más elevado, y finalmente alcanza la Idea del Bien, la máxima realidad que ilumina y da sentido a todas las demás ideas, como el sol en la analogía de Platón.

Este conocimiento supremo, que es la sabiduría, lleva al filósofo a comprender la conexión entre todas las realidades y actuar con justicia. Sin embargo, tiene la obligación ética de regresar a la caverna para guiar a los demás hacia la verdad, aunque sea incomprendido o rechazado, demostrando el sacrificio del rey-filósofo.

Disertación

¿Es posible que estemos atrapados en una caverna digital sin siquiera darnos cuenta? El célebre mito de la caverna de Platón, en el que los prisioneros confunden las sombras proyectadas en las paredes con la auténtica realidad, constituye una metáfora reveladora sobre la era digital contemporánea. Las redes sociales han edificado una caverna moderna, donde se nos presenta una visión filtrada, distorsionada y superficial del mundo. A través de posts impregnados de filtros, información sesgada y contenidos manipulados, aceptamos como verídica una representación de la vida que omite su verdadera complejidad y riqueza.

Nos sumergen en una ilusión de perfección que enmascara las luchas existenciales y las imperfecciones inherentes al ser humano.

Este fenómeno origina una distracción constante, perpetuada por el insaciable «scroll infinito», que nos mantiene cautivos ante una visión superficial y vacía. Las redes sociales, al presentar versiones idealizadas de la felicidad, nos inducen a creer que la validación externa y la acumulación de momentos puramente superficiales de «postureo» son los cimientos de una vida plena.

No obstante, al igual que en la alegoría platónica, existe una salida: podemos emanciparnos de esta caverna digital mediante un enfoque crítico y reflexivo. Al interactuar conscientemente con las redes, acudiendo a numerosas fuentes de información, podemos convertirlas en herramientas de conexión auténtica y fuente de inspiración.

En última instancia, debemos desafiar las imágenes preconfiguradas de la realidad digital.

Solo entonces podremos acceder a una comprensión más profunda y genuina de la vida, despojándonos de las sombras virtuales que nos ciegan. De este modo, alcanzaremos una existencia más rica, auténtica y fiel a la complejidad inherente al ser humano, lejos de la superficialidad impuesta por la era digital.

Aristóteles

Ética y teleología:

La ética de Aristóteles es teleológica, orientada hacia un fin último: la felicidad (eudaimonía), entendida como el florecimiento humano. Cada ser encuentra la felicidad al realizar su función natural, y para el hombre, esta función está ligada a la razón. Si bien reconoce la importancia del bienestar material, la felicidad plena se alcanza a través de la virtud y una vida contemplativa. Las acciones se valoran en función de si conducen o no a la felicidad.

Virtudes éticas y dianoéticas:

Aristóteles distingue entre 2 tipos de virtudes:

  • Virtudes éticas: ligadas a la parte irracional del alma, asociadas al carácter, nacen del hábito y buscan el término medio entre extremos (ej. generosidad es el término medio entre tacañería y derroche). La virtud ética consiste en encontrar un equilibrio entre dos extremos: el exceso y el defecto. Este punto intermedio no es una fórmula fija, sino que depende de las circunstancias concretas, el contexto, y la naturaleza del individuo.
  • Virtudes dianoéticas: Perfeccionan la razón. Incluyen la ciencia (conocimiento demostrativo de lo necesario, episteme, modo de ser), la técnica (techné, habilidad productiva) y la prudencia (phronesis). La prudencia o phronesis es una de las virtudes intelectuales más destacadas y necesita de la moderación, templanza que la preserva. Se define como “un modo de ser racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre”. Aristóteles lo describe como la capacidad de deliberar correctamente sobre lo que es bueno y malo; esto significa que la prudencia no es solo conocimiento teórico, sino también una guía para la acción que permite tomar decisiones acertadas en contextos concretos. A diferencia de otras virtudes, combina elementos intelectuales y morales, lo que la convierte en un puente entre el pensamiento y la acción ética.

Política y naturaleza humana:

Tanto Platón como Aristóteles consideran que la sociabilidad humana es natural. Para Aristóteles, el hombre es un animal político (zōon politikón), incapaz de alcanzar la felicidad fuera de la polis. La política es la ciencia práctica suprema que busca el bienestar colectivo, subordinando la ética a este fin. La polis, autárquica y orientada al “vivir bien”, es anterior al individuo. Aristóteles justifica la esclavitud y restringe la ciudadanía a varones libres y propietarios.

Orden social, racionalidad y felicidad:

Aristóteles considera que la distribución del poder político determina la constitución de la polis. Prefiere la politeia (mezcla de democracia y oligarquía), gobernada por la clase media, que garantiza moderación y evita extremos como la demagogia o la tiranía. Si bien no desprecia los gobiernos monárquicos o aristocráticos, los considera apropiados solo para sociedades desiguales. Para Aristóteles, la prudencia y la racionalidad en los gobernantes son esenciales para alcanzar una polis justa y feliz. A diferencia de Platón, quien idealiza un gobierno perfecto, Aristóteles propone un modelo realista y viable.

Disertación

Para Aristóteles la vida preferible es la vida filosófica y esto porque la actividad contemplativa, en esencia intelectual, permite al ser humano alcanzar la eudaimonia que viene a ser algo así como el florecimiento del alma. En efecto, la contemplación de los objetos más altos del conocimiento, proporciona felicidad al hombre porque ésta es su actividad natural igual que lo natural en el pájaro es surcar libre los cielos. Pero la felicidad no es algo que se alcance por azar o que ocurra de manera fortuita e inesperada sino que es el resultado del esfuerzo como lo es la victoria después de una ardua batalla. Saberse feliz no es, por tanto, algo que genere sorpresa o que deje perplejo; es más bien el producto de una tarea diaria y consciente, resultado del hábito y de la costumbre. Aristóteles entiende que los bienes materiales, los bienes externos y los del cuerpo son necesarios para perfeccionar la felicidad pero, en tanto que éstos son transitorios, no pueden ser el anclaje de la vida virtuosa y feliz, pues cuando estos se perdieran se perdería también la eudaimonia.

Hoy en día, sin embargo, parece que la felicidad nada tiene que ver con la prudencia, ni con la deliberación acerca de lo que nos conviene. Ya no importa el cálculo del término medio porque ahora lo queremos todo en términos superlativos. Muchos coches, casas grandes, miles de seguidores en las redes sin darnos cuenta que, cuando tales bienes se acumulan en exceso, se vuelven peligrosos y también innecesarios (para qué sirve tener 5 coches si uno ya cumple su función…). Este es un tiempo en el que la virtud no está de moda, un tiempo en el que la prudencia es una cualidad escasa y deliberar es un verbo que no se conjuga. Cerca estamos de malograr la vida como el impulsivo Aquiles; como él estamos al borde del abismo solos e impasibles. Ya es hora de entender que no nos salvarán de caer ni los bienes externos ni los del cuerpo, ni los likes. Solo los del alma nos darán algo de esperanza. Es el momento de iniciar el camino hacia la verdadera felicidad, esa que requiere esfuerzo, la que exige entrenarse diariamente en la tarea más humana que existe, la tarea del pensar.

Santo Tomás

Disertación

Desde los primeros destellos de la conciencia humana, una cuestión metafísica y existencial ha desafiado nuestra comprensión: ¿qué principio sostiene el orden del cosmos? ¿Es el universo un producto de la entropía o responde, más bien, a un principio teleológico? En cada estrella, en cada átomo, en cada rincón del universo, late este enigma: ¿somos el fruto del azar o el reflejo de un designio oculto?

En su Quinta vía de Summa theologiae, Tomás de Aquino sostiene que el orden del cosmos no puede ser obra del azar. Desde su visión aristotélico-tomista, la armonía de los fenómenos naturales señala una causa final: una inteligencia divina que orienta todo hacia fines determinados. Este argumento se basa en la observación de que incluso los seres carentes de razonamiento, como las plantas y animales, actúan siguiendo pautas fijas de acción que los conducen a cumplir un propósito, lo que implica la guía de una inteligencia superior. Este razonamiento encuentra eco en la biología moderna, particularmente en la complejidad del ADN, cuya estructura precisa y codificada sugiere un diseño inteligente que va más allá de la mera casualidad.

De manera análoga, el principio de Hamilton de mínima energía refleja un concepto de optimalidad que parece regir todo el universo, evidenciando un orden subyacente que trasciende el caos aparente. Este principio se vincula con las leyes fundamentales de la naturaleza, cuyas constantes físicas están calibradas con una precisión tan asombrosa que cualquier mínima desviación en sus valores haría inviable la existencia de la vida tal como la conocemos. Este equilibrio meticuloso sugiere que no somos fruto del azar, sino que habitamos un universo negentrópico, donde el orden y la armonía parecen apuntar hacia un propósito intrínseco.

En conclusión, la quinta vía de Santo Tomás conserva su relevancia al señalar que el orden del universo sugiere la existencia de un ser inteligente que lo dirige. Los avances científicos destacan la precisión y perfección de los sistemas naturales, lo que lleva a cuestionarse cómo es posible tal armonía. Este razonamiento invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad de preservar ese orden, asumiendo que, si el cosmos no es fruto del azar, nuestras acciones deben orientarse hacia el bien común y la sostenibilidad del entorno.

Descartes

Disertación

Hasta René Descartes la filosofía se presenta como un oficio de tejer y destejer, como un campo de batalla donde ninguno de los contendientes conseguía victorias duraderas. Frente a esto Descartes pretende construir una filosofía con las características de la ciencia matemática, disciplina rigurosa, cierta y universalmente válida. Para poder llevar a cabo esta empresa Descartes necesita encontrar una primera verdad a partir de la cual deducir, como si fuese un axioma filosófico, la existencia de Dios y del mundo. Encontrar esta verdad exige someterlo todo a la radicalidad de la duda. En este sentido, Descartes considerará que hay razones para pensar que lo que los sentidos me muestran es falso pues estos me engañan algunas veces y además, en ocasiones, ocurre que es imposible distinguir la vigilia de los sueños porque estos se presentan con tanta nitidez que parecen reales. Por otro lado, Descartes señala que las verdades matemáticas también pueden ser cuestionadas, en cuanto que puede existir un genio malvado que emplea todo su poder en engañarme cuando pienso que dos más dos son cuatro. Esta hipótesis que, en su momento, parecía un artificio estrafalario, tiene en la actualidad más sentido que nunca. La IA que, sin duda, ha facilitado la vida en muchos aspectos, ha dado también un golpe casi mortal a la verdad, pues ahora nada se nos presenta con claridad y distinción. La IA es el genio maligno que diseña para nosotros apariencias perfectas en las que nos hemos instalado cómodamente; es también la caverna de Platón donde seguimos sumidos en la oscuridad de la ignorancia que es el peor mal de nuestro tiempo. Parece que el mundo tecnológico nos aboca, irremediablemente, a la angustia que trae el hecho de saber que la única verdad incuestionable es que yo soy. Este «yo», cercado por la soledad de su pensamiento, tiene la obligación de erigirse como un «yo filosófico» que no solo piensa si no que piensa de forma crítica y sosegada, capaz de reconocer las mentiras de nuestro tiempo y salvaguardar así las certezas que le dan sentido al mundo.

Kant

Tema

Disertación

El espíritu ilustrado de Kant representa la necesidad de que la razón salga de su «culpable minoría de edad», convirtiéndose en una razón autónoma que decida por sí misma sin la dirección de ninguna otra autoridad. Este carácter utópico de la filosofía kantiana es el mismo que encontramos en el pensamiento de Platón cuando el filósofo habla, por boca de Sócrates, de aquel prisionero que tiene que realizar un viaje de carácter pedagógico para dejar atrás las sombras y contemplar la verdad.

Hoy en día seguimos sometidos a multitud de poderes que dirigen nuestras vidas como si fuésemos niños sin criterio, incapaces de tomar decisiones. Hoy más que nunca la minoría de edad en la que la humanidad se ha instalado permite la manipulación desde todos los frentes, económico, social o político. Nunca ha sido tan fácil someter al ser humano, y se hace de forma casi imperceptible por lo silenciosa; y es que tenemos la caverna en el bolsillo y el grito kantiano del «Sapere Aude» ahogado en la garganta.

La esperanza de un «ser filosófico» agoniza en el sofá, en el parque, en el tren y con ella agoniza también la idea de una sociedad de naciones, el sueño de una paz perpetua. La filosofía no está de moda porque es peligrosa para los titiriteros que alzan tras la mampara toda suerte de objetos intentando desviar nuestra atención de lo que realmente importa; peligrosa para los que se empeñan en mantenernos en un sedentarismo intelectual que no inspira revoluciones que cambien el mundo. Y es precisamente el peligro intrínseco de la filosofía la que nos advierte de que ella es el único camino si lo que queremos es salvarnos como individuos y como especie. No hay otra salida más que la del pensamiento libre y autónomo. Atrevernos a pensar es lo que nos hace críticos y molestos. Así que ¡Pensemos! seamos insolentes, seamos peligrosos.

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