Explorando la Acción Humana, el Conocimiento del Bien y la Ética: Visiones de Sócrates y los Sofistas

La Acción Humana: Exceso y Búsqueda de Sentido

La acción humana es considerada «excesiva» y «desequilibrante» porque no se limita a la simple supervivencia ni a la satisfacción de necesidades inmediatas. A diferencia de otros seres vivos, el ser humano actúa movido por deseos que van más allá de lo necesario, lo que genera un constante impulso de transformación y búsqueda de sentido.

El filósofo afirma que la acción nunca tiene un carácter concluyente, ya que está motivada por el deseo. Este deseo tiene un significado ambivalente: por un lado, representa la nostalgia de una plenitud que nunca alcanzamos completamente; por otro, expresa la percepción de una carencia que nos impulsa a seguir buscando. Así, la acción humana nunca termina porque siempre hay algo más por hacer, aprender o descubrir.

Esta característica de la acción influye en el sentido de la vida, pues nos obliga a trascender lo inmediato y proyectarnos hacia el futuro. La acción no es solo un medio para alcanzar fines concretos, sino que en sí misma expresa nuestra manera de estar en el mundo. La búsqueda de sentido se manifiesta en nuestras decisiones y en el esfuerzo continuo por dar dirección a nuestra existencia, lo que nos diferencia de otros seres.

El Conocimiento del Bien según Sócrates

Sócrates considera que el conocimiento del bien no es una ciencia en el sentido tradicional porque no puede transmitirse mediante una enseñanza formal o técnica. Para él, el conocimiento del bien no es un conjunto de reglas fijas o teorías que puedan aprenderse como en las matemáticas o la física. En cambio, el conocimiento del bien surge de un proceso de autoconocimiento y reflexión crítica sobre la propia vida.

Sócrates utiliza el diálogo como método para acercarse a la verdad, creyendo que solo a través de la conversación y la confrontación de ideas es posible purificar los discursos y acercarse al verdadero significado del bien. El diálogo socrático implica cuestionar nuestras creencias y explorar nuestras respuestas hasta alcanzar una mayor comprensión de la moralidad.

Además, Sócrates sostiene que el bien no se puede imponer ni aprender de manera mecánica, sino que cada individuo debe descubrirlo por sí mismo mediante la introspección y la práctica de la virtud. Esta perspectiva contrasta con la visión de los sofistas, quienes afirmaban que la virtud y la moral podían enseñarse como cualquier otra habilidad. Para Sócrates, conocer el bien es inseparable de vivir de acuerdo con él, lo que requiere un compromiso personal.

Visiones Contrastantes: Ética y Libertad en Sócrates y los Sofistas

La diferencia fundamental entre la visión sofística y la visión socrática radica en su concepción del bien, la moral y la libertad.

Para Sócrates, el bien es una realidad objetiva que no puede ser enseñada como una técnica. En su visión ética, la libertad está ligada a la responsabilidad moral: un individuo verdaderamente libre es aquel que actúa conforme a la virtud y el conocimiento del bien. Según Sócrates, el peor mal es el que uno comete, no el que sufre, y la verdadera libertad implica asumir la responsabilidad de nuestros actos y su impacto en los demás.

Los sofistas, en cambio, defendían un relativismo moral y sostenían que el bien y la verdad son convenciones sociales que pueden cambiar según el contexto. Creían que el bien podía enseñarse como una técnica y que la ética dependía de la utilidad y la conveniencia. Para ellos, la libertad consistía en la autonomía del individuo y en su capacidad de actuar sin restricciones, enfocándose en el éxito personal y en la persuasión.

En resumen, Sócrates ve la ética como una búsqueda de la verdad universal, mientras que los sofistas la consideran una construcción social que depende de la capacidad retórica y de la persuasión.

Evidencias Fundamentales del Diálogo Socrático

Del diálogo socrático se desprenden cuatro evidencias fundamentales sobre la ética y la moral humana:

  1. Es mejor sufrir la injusticia que cometerla: Sócrates sostiene que cometer una injusticia daña el alma y corrompe el carácter de quien la comete. Es preferible ser víctima de una injusticia que convertirse en su causante.
  2. El sufrimiento no es el verdadero mal: En la visión socrática, el verdadero mal no está en el dolor físico o en la adversidad, sino en la degradación moral. Un individuo íntegro puede enfrentar el sufrimiento sin perder su dignidad ni su sentido del bien.
  3. El verdadero mal es el que uno mismo causa: Sócrates insiste en que el peor daño no es el que recibimos de otros, sino el que causamos con nuestras acciones injustas. La corrupción del alma y la falta de virtud son los peores castigos para una persona.
  4. El mal radical es hacer el mal y no recibir castigo: Según Sócrates, una persona que comete injusticias sin ser castigada se perjudica a sí misma. No recibir una consecuencia por el mal cometido significa continuar por un camino de corrupción y alejamiento del bien.

Estas cuatro evidencias muestran que, para Sócrates, la ética no depende de recompensas o castigos externos, sino de la búsqueda del bien y la justicia a través del conocimiento y la reflexión.

La Barbarie Moderna según Michel Henry

Según Michel Henry, vivimos en una época de «barbarie».

Síntomas de la barbarie: ruptura entre saber y vida

  1. Hiperdesarrollo descontrolado del saber (hipertrofia del conocimiento científico)
  2. Desinformación (fake news): incapacidad de distinguir lo verdadero de lo falso
  3. Aparición de problemas aporéticos (educación, salud, criminalidad, agua, medio ambiente,…)

Causas de la barbarie

  1. Triunfo del objetivismo científico (Galileo): verdad como evidencia (universalidad y necesidad del conocimiento)
    1. Procedimentalismo (técnica) y eficacia.
  2. Renuncia a todos los valores asociados a la ética, la religión y la estética.
  3. Reducción del acto comunicativo (comunicación del conocimiento) a mera transmisión informativa: ¿comunicación de conciencias?
  4. Consagración de los expertos.

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