Explorando la Filosofía Clásica: Platón, Aristóteles y Descartes

Filosofía Política: Teoría del Estado Ideal (Platón)

La teoría del estado ideal de Platón está íntimamente relacionada con la teoría del alma, porque la justicia en el estado dependerá directamente de la justicia en los individuos de la polis. Tras la ejecución de Sócrates, Platón abandona la política activa en Atenas, pero seguirá interesado hasta el final de su vida en la reflexión teórica acerca del estado, llegando incluso a poner en práctica sus ideas al menos una vez.

La teoría del estado ideal es una concepción aristocrática y estamental (gobiernan los más sabios) del estado, y su finalidad es establecer las condiciones de posibilidad de un estado idealmente justo.

Al desarrollar esta teoría, Platón parte de dos supuestos: el fundamento psicológico del estado (el carácter del estado es consecuencia de los caracteres de sus ciudadanos) y la imposibilidad individual de producir todo lo necesario. Como consecuencia de estos dos supuestos, Platón establece dos principios: el principio de división del trabajo (nadie desempeñará más de una tarea) y el principio de capacidad (la función desempeñada irá en concordancia con el carácter).

Platón no diferencia la educación entre hombres y mujeres, pero sí lo hace dependiendo de las capacidades de cada uno. Platón plantea un estado gobernado por los más sabios, protegido por los más valerosos y mantenido por los más moderados:

  • Gobernantes: En ellos predomina el aspecto racional, son los más sabios y prudentes, los que han contemplado la idea de bien, los filósofos. No poseerán bienes.
  • Guardianes: Se deben seleccionar entre los más valerosos. Serán aliados de los gobernantes y recibirán una educación muy parecida. Tampoco tendrán bienes y los hijos serán comunes.
  • Artesanos y agricultores: Son los más moderados y aptos para el trabajo manual. Pueden casarse, tener hijos y propiedad privada.

La totalidad de la polis se beneficiará de esta situación, siempre y cuando cada uno haga lo que le es propio, y surgirá así la justicia como virtud de virtudes, al igual que en el alma.

Una vez explicado cómo se genera la justicia en la polis, Platón se propone explicar cómo la injusticia nace de la progresiva degradación de las almas de los hombres, cuando lo racional deja de dirigirlas y se apoderan del mando sucesivamente lo anímico y los deseos.

  1. Timocracia: Se da cuando los guardianes toman el poder y ya no buscan el bien común, sino los honores y la gloria.
  2. Oligarquía: El gobierno de los guardianes, sin la guía de los filósofos, buscará las riquezas y entonces la timocracia se convertirá en oligarquía.
  3. Democracia: La oligarquía degenera en la democracia, gobierno en el que el poder está en manos de la mayoría, pero no de los mejores. Cada persona buscará su propio beneficio, no el bien común, por lo que ya no hay una polis sino tantas como hombres en la ciudad.
  4. Tiranía: Cuando se llega al mayor grado de distensión, los ciudadanos aplauden la llegada de un hombre que imponga su poder sobre todos los demás, el tirano.

La teoría platónica del estado contenida en La República es precursora del género utópico que se desarrolló en la Europa renacentista. El sistema que propone Platón es un tipo de despotismo ilustrado, una organización social precursora del comunismo clásico.

Aristóteles: La Metafísica

Aristóteles es un filósofo griego del siglo IV a. C. Es biologista porque tiene como modelo de realidad los procesos naturales. Fue un discípulo de Platón con el que compartió ciertos conceptos filosóficos, pero del que se distinguió en dos aspectos principalmente: rechazó que las ideas estuvieran separadas de las cosas y rechazó también la matematización introducida por Platón en la filosofía. La filosofía aristotélica es organicista y finalista. Aristóteles es el primer filósofo en considerar el mundo físico real y, en consecuencia, a la multiplicidad y el cambio. Para explicar el orden en un mundo múltiple y cambiante, desarrolla la doctrina hilemórfica y la doctrina de la potencia y el acto.

Platón concebía la filosofía como un saber único en el que coinciden lo teórico y lo práctico. Aristóteles se aleja del planteamiento de su maestro al diferenciar entre saber teórico y saber práctico, y entre filosofía primera (universal) y ciencias segundas (particulares). La filosofía primera se encarga de la ciencia del ser y, a diferencia de Parménides, que tenía una concepción unívoca e incondicionada del ser, Aristóteles tiene una concepción analógica del ser: el ser es uno, pero se manifiesta de distintos modos (categorías).

Las categorías son diez y pueden ser de dos clases: accidentales, que determinan a la sustancia, y sustancia, que es el ser en sentido estricto. Cuando Aristóteles se refiere a sustancia, lo hace en dos sentidos: como sustancia primera (individuo concreto y real) y sustancia segunda (el género, la especie, eterna, universal e inmutable). La especie solo subsiste en los individuos, esto diferencia el aristotelismo del platonismo. Al ser estos individuos reales, todos los seres naturales lo son, y como es evidente, estos son de muy distintas clases y cambian, por lo que la multiplicidad y el cambio también son reales. Para explicarlo, Aristóteles elabora la doctrina del hilemorfismo y la teoría de la potencia y el acto respectivamente.

El hilemorfismo es una doctrina según la cual, todos los seres físicos son compuestos inseparables de materia y forma. La forma es la sustancia segunda, la esencia del individuo y, en cierto modo, puede ser considerada como la idea platónica, pero esta es inseparable de la materia. La materia es lo que distingue a los individuos de la misma especie, el principio del devenir, del cambio. La materia y la forma son inseparables, no pueden existir de forma independiente. Aristóteles le da más importancia a la forma, ya que es la esencia del individuo lo que la hace inteligible. El hilemorfismo es el principal sostén teórico del fijismo.

En cuanto a la teoría de la potencia y el acto, permite comprender el origen y sentido del cambio. Puede ser entendida como una consecuencia del hilemorfismo: el individuo está formado por algo permanente (forma) y algo que está en devenir (materia). En cada uno de los seres podemos distinguir lo que es en acto y lo que es en potencia.

La potencia es la capacidad de una cosa para producir un efecto en otra (potencia pasiva) y la posibilidad de pasar de un estado a otro (potencia activa). El acto es la acción por la cual algo pasa de la mera posibilidad a la realización (entelequia) y cuando alcanza esa realización es energía.

El ser así entendido, tiene un carácter teleológico, ya que posee un dinamismo interno que le lleva a realizar sus potencialidades. Aristóteles otorga absoluta prioridad al acto sobre la potencia. Esta teoría hace que Aristóteles supere el inmovilismo de Parménides e introduce en la reflexión filosófica el problema del devenir como una cuestión en la que confluyen la metafísica y la física.


Aristóteles: La Física

Aristóteles define la física como la ciencia que tiene como objeto descubrir el origen y la explicación del cambio y sus causas. Se considera a sí mismo como el primer filósofo que cita todas las causas del cambio de forma clara y precisa, aunque reconoce que algunos presocráticos ya habían hablado de alguna de ellas anteriormente. Las causas del movimiento, para Aristóteles, son cuatro y cada una de ellas responde a una pregunta: causa material (¿de qué está hecha?), causa formal (¿qué es?), causa eficiente (¿quién lo hizo?) y causa final (¿para qué?). Es un filósofo finalista, ya que considera que la causa final está presente en todos los seres y es elemental para conocerlos. Aristóteles sostiene que los seres animados solo tienen la causa material y la forma en sí mismos, porque la forma engloba la eficiente y la final; en cambio, los seres artificiales tienen la causa formal, la eficiente y la final claramente separadas.

Este filósofo griego del siglo IV considera que en el proceso de cambio participan tres elementos: la privación de la forma (potencialidad), la forma (acto) y el sujeto, que pasa de la potencialidad al acto, de la privación a la forma. En algunas ocasiones se define el movimiento aristotélico como «el paso de la potencia al acto», pero no es un proceso estático sino dinámico y también es teleológico, ya que tiende a un fin. Aristóteles distingue entre cambios sustanciales (afecta a la sustancia) y cambios accidentales (afectan a los accidentes). Los accidentes pueden ser cualitativos, cuantitativos y locales.

En cuanto a la concepción del alma, Aristóteles también se distancia de su maestro: no acepta los planteamientos órficos, pitagóricos de Platón acerca del alma, y según los cuales esta es inmortal y divina. Para Aristóteles, el alma es la naturaleza de los seres vivos, el principio de vida de un cuerpo que la tiene en potencia. Apoyándose en el hilemorfismo, dice que el alma es la forma de los individuos y, al ser estos compuestos hilemórficos, el alma no puede sobrevivir a su separación del cuerpo. Cuerpo y alma son un compuesto inseparable. Al observar Aristóteles que hay muchos tipos de seres, concluye que hay distintas funciones en el alma: vegetativa, sensitiva e intelectiva. A las plantas solo les corresponden la primera, a los animales las dos primeras y a los hombres las tres. Por esto Aristóteles define al hombre como un animal racional, ya que su característica específica es el pensamiento.

Aristóteles elaboró también una cosmología cuya influencia llegó hasta el final de la Edad Media. La cosmología aristotélica es teleológica, cuantitativa y esencialista. Se trata de una cosmología dualista y geocéntrica. El universo es un conjunto de esferas concéntricas cristalinas y, en cada una de ellas, hay inscrito un astro; este está cerrado por la esfera de las estrellas fijas. El movimiento de cada esfera produce el movimiento de la que está en su interior y son movidas, en último término, por el primer motor inmóvil.

El primer motor inmóvil es acto puro, mueve sin ser movido, es la causa eficiente primera y la causa final última. Es una inteligencia que se piensa a sí misma, pues es separada, material, autosuficiente e incondicionada.


La Ética de Aristóteles

Aristóteles es un filósofo griego del siglo IV a. C. Rechazó la teoría platónica de las ideas, por lo que rompe la conexión que había establecido Platón entre teoría y práctica. Diferencia entre saber teórico (que conoce el ser real y necesario) y saber práctico (que conoce el ser posible). Obrar bien no es para Aristóteles la consecuencia del conocimiento intelectual, sino que se aprende por hábito. Por otro lado, Aristóteles niega que haya un único bien, sino que sostiene la pluralidad de bienes. Además, el bien es relativo al hombre. No estamos, sin embargo, ante un relativismo, sino ante el reconocimiento de la diversidad de condiciones que se dan entre los hombres. Es la naturaleza de cada uno quien determina lo que es apropiado para él.

La ética pasa a ser inferior a la ciencia, ya que lo real (que es en acto) es superior a lo posible, que es potencia y que precisa de la acción humana para realizarse; el saber teórico es más verdadero que el saber práctico.

El Eudemonismo

Para Aristóteles, la ética es un saber práctico, ya que reflexiona sobre la acción humana en cuanto que está orientada a lograr un fin, que es la vida buena, la felicidad. La pregunta de la que parte la ética aristotélica es ¿por qué obramos como obramos? La respuesta es teleológica: porque siempre buscamos un fin, que es la felicidad. La ética de Aristóteles es eudemonista. La felicidad es el sumo bien, el único que se busca por sí mismo. Alcanzarla requiere la realización de la propia naturaleza, lo que incluye los bienes materiales, los bienes propios de la vida en la polis y, por último, lo que proporciona mayor felicidad es la sabiduría, la vida intelectual.

Teoría de la Virtud

Aristóteles define la virtud como una determinada disposición del alma que nadie tiene por naturaleza, sino que se alcanza mediante la experiencia y el ejercicio; es la capacidad y aptitud habitual para elegir el justo medio entre dos extremos, uno por exceso y otro por defecto.

A diferencia de Sócrates, que identifica la virtud con el conocimiento, el concepto aristotélico de virtud se refiere a un modo peculiar de comportarse. Aristóteles identifica la virtud con el término medio, el equilibrio, la medida, y diferencia entre dos clases de virtudes:

  • Virtudes éticas: Son las virtudes tradicionales que nacen de las apetencias y la sensibilidad. Se adquieren mediante el hábito y la práctica. La doctrina de la virtud como justo medio se aplica específicamente a estas virtudes.
  • Virtudes dianoéticas: Se trata de la disposición permanente a la actividad racional, que es propia del hombre y ofrece una felicidad superior. Estas virtudes son el arte, la ciencia, la inteligencia, la prudencia y la sabiduría. Las superiores son la prudencia y la sabiduría. Aristóteles considera que se trata de dos virtudes independientes y advierte la posibilidad de que el más prudente no sea, al mismo tiempo, el más sabio, a diferencia de Platón. En consecuencia, serán los prudentes los que deban gobernar.

Aristóteles valora la sabiduría sobre todas las demás virtudes, porque consiste en el ejercicio de la actividad teórica pura; pero la prudencia tiene un papel decisivo en su teoría ética, el hombre virtuoso adopta decisiones morales que precisan de prudencia.

Por otro lado, para Aristóteles es inconcebible que se pueda alcanzar la felicidad fuera de la polis. Además, la finalidad del estado es, según Aristóteles, la felicidad y perfección moral de los ciudadanos. Por eso la ética aristotélica desemboca en la política y se prolonga en ella.


Descartes: Las Ideas y el Método

René Descartes fue un filósofo francés del siglo XVII. Actualmente se considera «el padre de la filosofía moderna», ya que rechazó muchos de los principios establecidos por la filosofía antigua, como la realidad objetiva y el saber contemplativo, y desarrolló una epistemología subjetivista y un método nuevo para la ciencia y la filosofía basado en la matemática y un mecanicismo como modelo para el mundo físico.

Descartes continuó la tradición griega de pensamiento según la cual la razón es el instrumento por excelencia del conocimiento y la percepción sensible carece de valor. Estuvo influenciado por la matemática de su tiempo y la física (construyendo una física teórica más que experimental). Utiliza las demostraciones matemáticas como medio de conocimiento.

La filosofía cartesiana es idealista, lo que quiere decir que tiene como objeto las ideas: cuando pensamos algo, pensamos una idea, y no la cosa directamente. Las ideas son así, representaciones de las cosas. Por esta razón debemos considerar qué ideas podemos pensar. Descartes establece tres tipos de ideas: adventicias (basadas en la experiencia), facticias (producto del propio pensamiento) e innatas (las posee el pensamiento por sí mismo por naturaleza).

Una vez aclarados los tipos de ideas que hay y la subjetivización a la que Descartes somete la epistemología, debemos concretar qué ideas son verdaderas para él. Como hemos dicho, Descartes busca unificar todo el saber y encontrar el verdadero conocimiento. Para alcanzar su objetivo, desarrolla un método (conocido como método cartesiano) que basa en cuatro sencillas reglas, el hallazgo de la verdad: la primera regla es la regla de la evidencia (solo se considera como verdadera la idea que sea clara y distinta), la segunda es la regla del análisis (descompone las dificultades en sus partes elementales), la tercera es la regla de la síntesis (establece una relación entre todos los elementos) y la última es la regla de las enumeraciones (se revisa todo el proceso para verificar que no se hayan cometido errores).

La regla más importante de las cuatro es la regla de la evidencia, porque representa la fe ciega que Descartes tiene en la razón y en el hallazgo de una verdad evidente (clara y distinta) a través de ella. Además, la concepción cartesiana de la verdad es distinta a la de los filósofos antiguos. Para él, la verdad es subjetiva, depende del sujeto. Finalmente, la primera regla es la más importante porque es a partir de ella, y siguiendo el método de la geometría, como podemos deducir al resto de las normas.


La Duda Metódica

Para explicar la primera regla (regla de la evidencia) debemos encontrar la primera verdad clara y distinta, y para ello, Descartes utiliza un procedimiento metodológico que conocemos como duda metódica. Este método consiste en poner en duda, sistemáticamente, todo aquello que no sea escéptico, porque si lo fuera dudaría como fin en sí mismo. Descartes utiliza la duda como medio para alcanzar otro fin: establecer una verdad clara y distinta, es decir, salir del escepticismo.

En el proceso de la duda podemos establecer tres momentos. El primero es la duda de los sentidos: como buen racionalista, no le es difícil descartar el mundo físico como fuente del conocimiento, incluyendo nuestro propio cuerpo y todo lo que alguna vez hayamos percibido por medio de los sentidos. El segundo momento es la duda de la distinción entre sueño y vigilia, puesto que a veces soñamos lo que vivimos y viceversa. Sin embargo, Descartes no duda todavía de los conceptos matemáticos porque considera que, aun en sueños, estos son inmutables. El momento último de la duda es el de la hipótesis de un genio maligno, que nos engaña permanentemente; ante esta hipótesis, la duda se universaliza y afecta incluso a los conceptos matemáticos.

Ante esta situación, Descartes se pregunta si hay algo a salvo del engaño del genio maligno. La respuesta la encontramos en nuestra propia duda: puesto que dudamos, pensamos, y por tanto, somos algo que piensa «cogito, ergo sum». Somos algo pensante, no sabemos si lo que pensamos es evidente o no, lo único que sabemos es que somos porque pensamos.

De esta forma, Descartes vence al escepticismo y encuentra una verdad clara y distinta. Sin embargo, ahora se encuentra atrapado en el solipsismo (posición filosófica según la cual solo podemos estar seguros de nosotros mismos). Para abandonar el solipsismo, Descartes debe buscar algo, al menos tan poderoso, como el propio genio maligno, para contrarrestarlo, es decir, Dios. De modo que Descartes, nada más establecer la primera verdad clara y distinta, debe fundamentar la existencia de Dios.


La Substancia

Por otro lado, Descartes, siguiendo con la tradición racionalista, pone en el centro de su explicación metafísica el concepto de «sustancia». Utiliza sustancia y cosa como sinónimos, ya que identifica a la sustancia con un concreto existente, autosuficiente e independiente. Y para no caer en el panteísmo, da dos definiciones de sustancia: la primera es cualquier cosa que existe de tal manera que no precisa sino de sí misma para ser ni para ser concebida, y la segunda es cualquier cosa que existe de tal manera que no precisa de ninguna otra cosa excepto de Dios para ser ni para ser concebida.

De aquí podemos concluir que Descartes diferencia entre dos tipos de sustancia: la sustancia infinita (que se corresponde con Dios y con la primera definición) y la sustancia finita (que son el alma y el cuerpo y se corresponden con la segunda definición).

Cada sustancia se expresa por medio de un atributo esencial (que permite conocerla con claridad y distinción) y ese atributo se expresa de diferentes modos. A la sustancia infinita (Dios) le corresponden infinitos atributos e infinitos modos, por lo que no es abarcable por la razón humana. Al cuerpo (sustancia finita) le corresponde el atributo extensión, que se expresa mediante los modos figura, movimiento y lugar.

Finalmente, al alma (sustancia finita) le corresponde el atributo del pensamiento, que se expresa mediante todos los actos del pensamiento consciente (duda, razonamiento, juicio, imaginación, voluntad y sensación).

Cabe destacar que Descartes tenía una concepción humana totalmente dualista, ya que consideraba el alma y el cuerpo independientes y criticaba la concepción monista de Aristóteles. Ante esta situación, se plantea el problema de la comunicación de las sustancias, que Descartes resuelve diciendo que el alma se encuentra en la glándula pineal y que a ella solo pueden acceder unos corpúsculos (que llama espíritus animales) y que se desplazan por el sistema nervioso posibilitando la percepción y el movimiento.

La solución planteada por Descartes al problema de la comunicación de la sustancia fue rechazada por seguidores cartesianos; sin embargo, este problema sigue vigente en otros racionalistas modernos como Spinoza y Leibniz.

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