Explorando la Filosofía de San Agustín: Teología, Cosmología y Antropología

Filosofía de San Agustín

I. La Fe y la Razón

No hay una distinción clara entre los dominios de la razón y la fe, de forma que la filosofía se convierte en la sabiduría cristiana o filosofía cristiana. La razón y la fe tienen como misión el esclarecimiento de la verdad, que, como cristiano, identifica con la verdad cristiana.

El objetivo es que la razón y la fe colaboren. De este modo, la razón sirve a la fe para clarificar los dogmas de la fe cristiana, y la fe puede orientar e iluminar a la razón: *»creo para entender»*.

II. El Conocimiento de la Verdad

El conocimiento de la verdad no ha de buscarse con fines académicos o teóricos, sino porque aporta la verdadera felicidad.

1. La posibilidad del conocimiento de la verdad

El escepticismo se autorrefuta, pues la misma duda escéptica revela que podemos conocer la verdad.

Estamos seguros de que hay verdades lógicas y verdades matemáticas, al igual que verdades psicológicas. Estas verdades o bien son formales o abstractas, por lo que cabe plantear la duda de si hemos de limitarnos a un conocimiento así o a un conocimiento de verdades atinentes a objetos reales.

El argumento agustiniano se puede resumir en que, aún suponiendo que dude de la existencia de otros objetos creados o de Dios, el hecho mismo de mi duda muestra que yo existo, porque no podría dudar si no existiera. En contra a este argumento está la objeción escéptica de que no podría engañarse al pensar que existe, porque si no existe, no puedes engañarte de nada.

2. Explicación de la posibilidad del conocimiento

El conocimiento es posible, pues de hecho conocemos múltiples verdades. Lo que se plantea es que la mente, al ser finita y mutable, puede obtener conocimientos de verdades eternas e inmutables. La respuesta conduce a San Agustín de la teoría del conocimiento a la teología, que es donde encuentra la solución.

III. La Teología

El hombre conoce verdades necesarias e inmutables, que no puede conocerlas por sí mismo, y Dios ilumina la mente humana haciéndole ver las características de eternidad e inmutabilidad de verdades conocidas. Esta idea es lo que llamamos doctrina de la iluminación.

El argumento teológico y el argumento estoico del consentimiento universal simplemente las sugiere, ya que la más importante procede de la prueba por las verdades eternas.

La teoría agustiniana está muy influida por la teoría negativa. San Agustín prefiere la vía negativa, ya que a Dios se le conoce mejor negando las propiedades de las cosas. Esto le conduce a resaltar la inefabilidad divina.

IV. La Cosmología

1. Introducción

La filosofía griega estableció un individualismo radical de origen entre Dios y el mundo material. El neoplatonismo, para romper ese dualismo, estableció un vínculo de unión entre Dios y la materia que procedía de Dios. El neoplatonismo desembocó en el panteísmo, que implica la disolución de la personalidad divina en el mundo material.

2. La libertad creadora

San Agustín pudo evitar esta consecuencia gracias al concepto cristiano de creación, que le permitió poner las bases de la cosmología creacionista superadora del panteísmo neoplatónico, según el cual el mundo no procede por emanación necesaria de la sustancia divina, sino que ha sido creado libremente por Dios de la nada.

3. La racionalidad creadora de Dios

Si bien la creación es libre, no es arbitraria, sino un acto racional y el mundo, inteligible, ya que Dios crea el mundo de acuerdo con las ideas ejemplares contenidas en la mente divina, que son formas arquetípicas eternas e inmutables de las cosas creadas, de forma que el mundo creado es un reflejo de tales ideas divinas ejemplares. Esta doctrina es conocida como ejemplarismo.

4. El carácter temporal de la cosmología cristiana

El universo había sido creado por Dios, se entendía generalmente en el sentido de que el universo tenía un comienzo temporal y que había existido durante un período finito.

5. El enfoque dinámico o procesual de la cosmología

Introduce una perspectiva dinámica o procesual en la creación divina del mundo, en el sentido de que éste no nace acabado como resultado de un acto divino de creación instantáneo, sino que el universo viene a ser el término final de una acción creadora procesual. Tal es lo que viene a significar su idea de las razones seminales. De acuerdo con esta idea, Dios inicialmente crea solamente las razones seminales, que luego, en virtud de sus propias leyes, se van desarrollando en el tiempo hasta configurarse el mundo como cosmos en su forma acabada.

V. La Filosofía Antropológica

El ser humano, según S. Agustín, está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esto quiere decir que posee, a diferencia de los animales, vida espiritual. Por ello, defenderá el dualismo afirmando que el hombre se compone de dos sustancias, el cuerpo (materia) y el alma (forma) cuya unión es accidental. Así, el hombre es fundamentalmente un alma inmortal frente a un cuerpo mortal y corruptible. Este alma humana tiene, siguiendo el esquema trinitario de Dios, tres facultades que le hacen ser una única persona: memoria, inteligencia y voluntad. La memoria permite unir el presente y el pasado creando la identidad personal. La inteligencia permite conocer la verdad.

La voluntad, por último, le lleva a buscar el amor y la felicidad que solo se pueden encontrar plenamente en Dios. Por todo ello, y siendo ese amor lo fundamental, el alma debe regir el cuerpo para volver a Dios de quien procede. S. Agustín defiende la libertad del ser humano y por lo tanto el libre albedrío. La voluntad libre nos hace pecar o vivir bien y conforme a la ley de Dios. Sin embargo, la voluntad no es suficiente para ser bueno por culpa del pecado original y el ser humano necesita la gracia, dada por Dios, para obrar correctamente. Una acción humana debe juzgarse en relación con la intención que la guía: si es conforme a la ley de Dios será buena; si no, será pecado. El mal moral es el abuso que el hombre comete de su libre albedrío, y por ello, es responsable personalmente del pecado cometido. La voluntad humana tiende a la felicidad, fin supremo que sólo se consigue en la otra vida, con la contemplación y amor de Dios cumpliéndose así la auténtica libertad.

VI. La Idea de la Historia

San Agustín es el primer pensador que analiza el sentido de la historia humana y la concibe como el escenario donde Dios se manifiesta al hombre y donde se produce la salvación. Así, la historia es lineal teniendo un principio, la creación, y un fin, el Juicio Final, y adquiriendo un significado global en ese final de los tiempos. En este desarrollo histórico, San Agustín señalará que existen dos grandes grupos humanos según sea el objeto de su amor: los que se aman a sí mismos por encima de todo (la Ciudad terrenal) y los que aman a Dios por encima de todo (la Ciudad de Dios). Estas dos ciudades están mezcladas en cualquier sociedad a lo largo de la historia, manteniendo una lucha ética entre sus componentes. La historia humana avanza hacia el triunfo y salvación de los integrantes de la Ciudad de Dios que se dará al final de los tiempos.

VII. Relación Iglesia-Estado

La doctrina política, conocida como agustinismo político, que sigue la teoría de las dos ciudades. San Agustín vio la encarnación histórica de la Ciudad de Dios en la Iglesia católica y la de la Ciudad de Babilonia o terrestre en el Estado. Puede ocurrir que un hombre sea cristiano y miembro de la Iglesia y, sin embargo, pertenezca moralmente a la Ciudad de Babilonia, si su principio de conducta es el amor a sí mismo y no a Dios, y que un funcionario o magistrado del Estado pertenezca a la Ciudad de Dios si la norma que dirige su conducta es el amor de Dios.

El Estado no puede ser justo si no es un Estado cristiano, lo que entraña que el Estado adopte los principios morales y religiosos cristianos, de los que es depositaria la Iglesia. Se sigue que ésta es una sociedad perfecta superior al Estado y de que, por tanto, en las relaciones entre ambos la Iglesia tiene primacía sobre el Estado y que éste debe subordinarse a la Iglesia y servir a sus intereses, orientados a atender la vocación sobrenatural del hombre. Si el Estado no se deja informar por los principios del cristianismo, terminará rigiéndose por el amor a este mundo y así degenerará en una encarnación de la Ciudad del Diablo.

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