La Estética Trascendental: El Papel de la Sensibilidad
La primera parte de Crítica a la razón pura se centra en el estudio de la sensibilidad, punto de partida de todo conocimiento. Definida como la capacidad de ser afectados por algo, la sensibilidad únicamente refleja los fenómenos, el principio formal impuesto por el sujeto al objeto de conocimiento, y no la realidad en sí misma, identificada con los noúmenos. Estos fenómenos pueden ser de muy diversa naturaleza, pero siempre se dan dentro de 2 formas generales, que la razón impone a toda realidad para su asimilación: tiempo y espacio. Por lo tanto, al no proceder de la experiencia sensorial, ambos elementos se definen como formas a priori de la sensibilidad, intuiciones puras que resultan verdades universales. Así, se confirma la existencia de los juicios sintéticos a priori, dependientes de la experiencia y, al ser espacio y tiempo condiciones y no propiedades contenidas en la propia realidad, ampliativos. En Prolegómenos, Kant ratifica la posibilidad de considerar ciencia a las matemáticas, pues sus leyes, impuestas por el psiquismo humano a toda realidad posible, no son más que las intuiciones puras relativas al tiempo (aritmética) y al espacio (geometría).
La Analítica Trascendental
La segunda parte de Crítica a la razón pura estudia el entendimiento, la facultad que nos permite formular juicios sobre los datos empíricos recabados por la sensibilidad, pues, aunque ésta no sea conocimiento en sí, ningún conocimiento sería posible sin la sensibilidad. Si experimentamos una serie de colores, formas o tamaños (fenómenos) en un aquí y ahora (tiempo y espacio), necesitaremos referir dichos fenómenos a conceptos, elaborados a través de los juicios. Estos conceptos pueden ser empíricos a posteriori (árbol, mesa) y puros a priori o categorías (sustancia, necesidad). Así, si el espacio y el tiempo eran las formas a priori de la sensibilidad, estas categorías, 12 en total, serán las formas trascendentales del entendimiento, la manera del ser humano de unificar y ordenar los fenómenos empíricos. Una de las 12 categorías propuestas por Kant es la causalidad, de vital importancia para el poder predictivo de la ciencia empírica. Kant coincide con Hume en negar un origen sensible de los nexos causales, llevándole a contradecir la crítica del escocés; si no procede de la experiencia, la causalidad será una forma a priori de nuestro entendimiento, universal y necesaria por definición. Así, y aún comenzando por la misma premisa, el pensamiento empírico-racionalista de Kant restaura el principio de causalidad destruido por Hume.
La Dialéctica Trascendental
La tercera parte de Crítica a la razón pura se centra en el estudio de la Razón, entendida como la facultad de reducir la multiplicidad de los conceptos puros o categorías del entendimiento a un número mínimo de principios. Si el entendimiento es la capacidad de elaborar juicios, la Razón será la capacidad de razonar, conectando unos juicios con otros bajo la estructura del silogismo (todos los metales son conductores, el cobre es un metal, el cobre es conductor). En su uso puro, la razón siempre tiende a buscar juicios cada vez más generales, que abarquen y sirvan de fundamento a diversos juicios particulares. Este afán siempre será legítimo si se supedita a los límites de la experiencia; el problema es que esta tendencia lleva, irremediablemente, a la Razón a traspasar las barreras sensibles, distinguiendo 3 ideales trascendentales de la razón, que unifican todos los conocimientos del entendimiento: alma (fenómenos psíquicos), mundo (fenómenos físicos) y Dios (unificación de todos los fenómenos). Ninguno de estos ideales procede de la experiencia sensible, por lo que Kant acaba rechazando la idea de Metafísica como una ciencia, pues las categorías del entendimiento, para constituir objetos científicos, únicamente pueden aplicarse legítimamente a los datos sensibles. Así, los ideales trascendentales de Kant serán aquello a lo que aspire la razón pero nunca pueda alcanzar (como los noúmenos de Hume, pero con un sentido más positivo, pues unifican los conocimientos), una especie de principios orientadores que nunca deberán ser tratados como algo procedente de la experiencia (ilusión trascendental, causa del inmovilismo de la Metafísica). Para finalizar, cabe mencionar la importancia de estos ideales trascendentales a la hora de expresar la tendencia generalizadora de la Razón; funcionan como un horizonte, que no puede ser alcanzado, pero que nos indica que hay que seguir avanzando, dejando paso a la razón práctica allá donde su vertiente pura ha encontrado su horizonte.