Explorando la Libertad: Perspectiva Psicológica y Voluntad Humana

La Libertad: Una Perspectiva Psicológica

La libertad podemos entenderla en dos sentidos: como libertad interior o psicológica y como libertad social. La primera es el fundamento de la segunda: sólo se comprende la libertad social si previamente se tiene una idea de qué es la libertad psicológica.

La Libertad Psicológica

En una primera aproximación, podemos decir que la libertad es la misma voluntad que, mediante la razón, ordena y compara las diversas posibilidades, en vista de la elección, que es el acto propio de la libertad.

En la libertad intervienen, por tanto, la voluntad y la razón. La razón actúa aplicando la voluntad a cosas concretas, y así surge el acto libre. La libertad no es más que la misma voluntad delimitada por la razón. La voluntad está de suyo inclinada al bien irrestricto, y la razón delimita su ámbito de aplicación a lo posible.

Actos de la Voluntad

Podemos distinguir tres actos fundamentales en la voluntad: el querer o el amar, que pertenece de un modo absoluto a la voluntad y es su acto natural permanente; la elección, que es el acto de la voluntad en cuanto se relaciona con la razón; y el imperar, que es el acto de la voluntad en cuanto se relaciona con las potencias inferiores.

Querer o Amar

El querer o el amar es el acto permanente y natural de la voluntad, por el cual existe en el hombre una cierta inclinación hacia la plenitud de su forma. El querer es algo que no elegimos: todos lo llevamos puesto con nuestra propia naturaleza, desde que nacemos hasta que morimos.

Decir que la voluntad apetece naturalmente la propia realización es lo mismo que decir que apetece la felicidad. La felicidad es el horizonte natural de la voluntad. El deseo de felicidad como tal está por naturaleza puesto en nosotros y sin él no seríamos capaces de elegir nada.

Elección

Por la elección determinamos hacia algo concreto la inclinación genérica de la voluntad hacia el bien. Por ella surge la intención o inclinación de la voluntad hacia algo concreto.

El término elección subraya más el carácter intelectual del acto, por el cual uno pondera los diversos bienes deseados y a su alcance.

El término intención subraya más la determinación de la voluntad hacia el bien que se elige.

La elección presupone el conocimiento de bienes a nuestro alcance, o al menos que creemos que están a nuestro alcance. Lo imposible nadie lo elige. Aristóteles definía la elección como el apetito deliberado de un bien a nuestro alcance.

La libertad, como libertad psicológica, es precisamente esta capacidad de la voluntad de determinarse hacia una cosa u otra en orden a satisfacer la inclinación hacia la propia realización.

La libertad la tenemos con respecto a lo que no queremos por necesidad o instinto natural. Por necesidad o instinto queremos la felicidad, pero por la libertad queremos una cosa u otra para lograr la felicidad.

Por ser la elección un acto del entendimiento y de la voluntad, es un acto racional y pasional al mismo tiempo.

Los animales irracionales no eligen entre los diversos modos de satisfacer el apetito, dado que ellos no deliberan como en cambio sí hace el hombre.

Si el hombre está naturalmente inclinado hacia su propia realización, ¿por qué no elige siempre lo mejor? ¿Por qué tanta gente elige acciones y proyectos que arruinan sus vidas? En primer lugar, nadie elige el mal en cuanto mal. Todo lo que uno elige es porque a él le parece bueno, aunque en realidad le pueda ser perjudicial. Cuando elegimos algo perjudicial, puede ser:

  • Por defecto del entendimiento: El defecto del entendimiento es el error por el cual hay acciones perjudiciales que consideramos buenas, y por eso nos atraen.
  • Por defecto de la voluntad: Por debilidad de la voluntad también elegimos acciones perjudiciales, y esto sucede porque las pasiones sensitivas son tan contrarias al orden de la razón que nos impiden ver el defecto de la acción.
  • Por defecto de ambos.

Como ningún bien que nos presenta la razón agota la razón de bien, nada nos atrae de forma irresistible, ni siquiera Dios mismo.

Imperar

Imperar es mover a la acción. El imperio es el acto de la voluntad cuando se impone sobre las potencias inferiores.

El dominio de la voluntad sobre los apetitos sensitivos es un dominio «político», no despótico. Esto es, los apetitos asienten a la razón si previamente en ellos hay una cierta disposición a hacerlo. Esta disposición se refuerza por la virtud moral o se debilita por el vicio.

Si el hombre no tuviese capacidad de imponer su voluntad sobre sus apetitos sensitivos, no sería libre, porque más que moverse a sí mismo, sería movido por los propios apetitos, tal y como ocurre con los animales irracionales. En éstos no hay imperio, sino impulso.

¿Cuál es el fin de la voluntad?

La felicidad es el gozo de la voluntad. El gozo se puede definir como el descanso en la posesión del bien amado. Y lo que todos amamos naturalmente es la plenitud de nuestra propia forma, física, intelectual y afectiva.

Si el gozo es el fin del amor, la tristeza es la consecuencia de la pérdida del bien amado, que engendra odio hacia todo aquello que nos impide o dificulta su posesión. El odio es un subproducto del amor. El gozo del bien fortalece la voluntad y estimula a continuar los proyectos, mientras que la tristeza desalienta y debilita la voluntad.

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