Teoría de la Realidad
1. Percepción, Experiencia y Saber
La percepción es la única forma de conocimiento accesible a los animales inferiores, un conocimiento momentáneo y fugaz, que desaparece con la percepción misma. En los animales superiores, se da una persistencia de la percepción, lo que se llama recuerdo o memoria. Esta memoria de las percepciones pasadas es la que permite el aprendizaje. Entre los animales que son capaces de recordar, algunos forman una noción o esquema en aquello de lo que guardan repetidos recuerdos. Los muchos recuerdos similares acerca del mismo tipo de cosas que hemos percibido una y otra vez se van decantando en nuestro interior, hasta dejar una noción universal. La experiencia es la base de la técnica y de la ciencia, en cuanto a que solo en ella se desprenden los conceptos generales, en función de los cuales se formulan las reglas de la técnica y las verdades de la ciencia. Pero se puede poseer la experiencia y ser capaz de articularla lingüísticamente de un modo comunicable, que es lo propio del técnico y el científico. Aunque el saber técnico o científico surge de la experiencia, es posible enseñarlo a otros que carecen de ella, puesto que el saber está articulado lingüísticamente y basta con entender el lenguaje para asimilarlo. Aunque el experto sea capaz de desenvolverse perfectamente en el campo de su especialidad y capte sin dificultad lo común a los diversos casos que se le presenten, mientras no sobrepase el plano de la mera experiencia, sus aciertos se deberán a rutina y no a regla. Aceptará, pero será incapaz de dar cuenta de su acierto. Sabrá hacer, pero no podrá explicar lo que hace, ni justificarlo o enseñarlo. La experiencia lingüísticamente articulada se convierte en saber. Quien sabe no solo acierta, sino que es capaz de dar cuenta de su acierto y puede explicarlo y enseñarlo a los demás porque conoce su causa. Por eso el técnico es intelectualmente superior y más sabio que el mero experto.
2. Tres Tipos de Saberes
El percibir y el aprender son placenteros. El saber productivo es el saber hacer, producir o fabricar según reglas o principios y se identifica con la técnica. El saber práctico es el saber actuar, el saber comportarse del modo adecuado. A diferencia del saber técnico o productivo, que siempre conduce a la producción de una obra u objeto externo, la acción sobre la que versa el saber práctico no produce objeto alguno, sino que es su propio fin. No se trata de producir algo bueno, sino de actuar bien. El saber contemplativo, finalmente, no responde al interés por la producción ni por la acción, sino que es completamente desinteresado. El mejor conocimiento de los objetos singulares nos lo proporcionan las percepciones. El saber, en cambio, siempre lo es de lo universal, nunca de lo singular. El saber, además, es siempre explicativo, capaz de dar cuenta de sí mismo, aduciendo las causas pertinentes.
3. División del Saber Contemplativo
La matemática no estudia directamente las entidades, sino que abstrae de ellas sus rasgos cuantitativos y los estudia por sí mismos. La teología estudia la entidad inmóvil. Solo hay una entidad inmóvil, el motor inmóvil. En efecto, Aristóteles no tenía ni idea de lo que ahora llamamos movimiento inercial. Pensaba que algo solo mueve mientras está siendo movido o empujado por otro, su motor. En cuanto al motor que empuja se para, el móvil empujado se para también. La observación muestra que el mundo está lleno de cosas en movimiento. Por tanto, habrá otras cosas, sus motores, que las estarán moviendo. Lo mismo pasa con las demostraciones. Cuanto se demuestra, es demostrado a partir de algo. Pero un regreso infinito de demostraciones es imposible, tiene que haber premisas indemostradas. Aristóteles rechaza siempre el regreso a través de una serie infinita. Ha de haber primeros motores, o un primer motor. Si el primer motor se moviese, necesitaría a su vez otro motor, con lo que no sería el primero. Luego el primer motor es inmóvil. Este primer motor inmóvil ocupa el más elevado lugar en la jerarquía entitativa aristotélica. Es algo perfecto y Aristóteles lo llama dios, por eso, el estudio del motor inmóvil es estudio del dios, teología.
La física o ciencia de la naturaleza estudia las entidades naturales, las cosas naturales. A diferencia de los objetos de la matemática, las cosas naturales son verdaderas entidades, incluso las entidades por antonomasia. A diferencia del objeto de la teología, las cosas naturales son entidades móviles y cambiantes. Estas cosas tienen en común que son entidades sometidas al cambio y que el cambio a que están sometidas les viene de dentro, poseen dentro de sí el principio espontáneo de su cambio.
La física o ciencia de la naturaleza es una ciencia cualitativa, que trata de entender la estructura de las cosas naturales y de explicar sus cambios naturales en función tanto de las observaciones empíricas que de ellas hacemos como de una serie de nociones y principios muy flexibles y generales.
4. Naturaleza y Teología
Al establecer que el bien es la Idea primera y el principio supremo, Platón había dado impulso a un modelo teológico de interpretación de la naturaleza: el orden del universo no es el resultado de fuerzas ciegas que actúan mecánicamente, antes al contrario, la racionalidad y el orden en el universo provienen de que en él se haya realizado el Bien, de que todo en él está racionalmente dispuesto de modo tal que cada cosa alcance el estado más perfecto.
Aristóteles estaba firmemente convencido de que todos los seres naturales tienden a alcanzar la perfección que les es propia. Esta convicción fundamental de que los seres naturales tienden a alcanzar su propio estado de perfección surgió y fue elaborada por Aristóteles bajo la influencia de sus estudios biológicos. Aristóteles se dedicó ampliamente a la biología y no cabe duda de que los procesos biológicos son los más difíciles de interpretar de un modo puramente mecanista. Los procesos biológicos parecen presididos por una finalidad interna que los orienta y dirige. El modelo aristotélico de naturaleza basado en la biología es un modelo teológico.
Aristóteles abandonó la teoría de las ideas cuando llegó a su madurez intelectual. Negada la existencia de las ideas, no podía ya concebirse el bien del mundo como una realidad trascendente, es decir, existente fuera del mundo y que desde fuera se proyecta sobre él. En consecuencia, el bien pasó a ser interpretado por Aristóteles como el cumplimiento de la tendencia que lleva a todos los seres hacia su propia perfección. En la filosofía aristotélica, el fin al que tienden los seres naturales es interno a ellos mismos, no es otra cosa que su propia perfección.