Teoría del Conocimiento según Kant
Immanuel Kant comenzó adhiriéndose a las tesis del racionalismo escolar de la mano de Wolff, hasta que la lectura de Hume le hizo darse cuenta del dogmatismo de esta corriente. Los planteamientos racionalistas resultan dogmáticos porque mantienen una confianza ciega en la razón, sin someter antes a un análisis sus capacidades y límites. Pero tampoco se limitará Kant a seguir a Hume. Es más, el empirismo radical de Hume también había conducido a la razón a un callejón sin salida.
Para evitar tanto el dogmatismo racionalista como el escepticismo humeano, Kant lleva a cabo un análisis de la razón, de sus capacidades y sus límites, y le llama “Crítica”, por eso se llama a su filosofía criticismo. Kant intenta contestar a tres preguntas: ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? Respondiendo a ellas contestaríamos a otra más general: ¿Qué es el hombre?
A Kant le preocupaba un problema que sigue preocupando hoy a quienes se aventuran por la historia de la Filosofía: ¿por qué las ciencias progresan según pasa el tiempo y sin embargo la Filosofía vuelve a empezar continuamente, sin llegar a ningún acuerdo en los problemas fundamentales?
Análisis de los Juicios
Para responder, Kant analizará los juicios en los que la ciencia se ha expresado:
Según la relación del sujeto y el predicado:
- Juicios analíticos: son aquellos en los que el predicado está incluido en el sujeto. Son siempre verdaderos porque se rigen por la ley de la no-contradicción. Ej. “Toda madre tiene hijos”, “Todo cuerpo es extenso”.
- Juicios sintéticos: son aquellos en los que el predicado no está incluido en el sujeto. Su contrario es posible. Ej, “La pared es blanca”.
Según su relación con la experiencia:
- Juicios a priori: son aquellos que se obtienen al margen de la experiencia. Son siempre verdaderos, es decir, son universales y necesarios.
- Juicios a posteriori: son aquellos que se obtienen después de la experiencia. No pueden ser universales y necesarios.
Si traducimos a Hume al lenguaje kantiano nos daría lo siguiente:
Las relaciones de ideas serían Juicios analíticos a priori
Las cuestiones de hecho serían Juicios sintéticos a posteriori
Con ninguna de estas combinaciones de juicios es posible la ciencia. La ciencia se expresa con juicios sintéticos a priori. Al tener elementos a priori nos dan conocimiento universal y necesario y por ser sintéticos nos dan conocimiento de la experiencia, ya que sintetizan (=enlazan) un concepto con un objeto.
Kant adelanta la respuesta: la ciencia trata de conocer aquello que puede conocer, es decir, aquellos temas adecuados a la capacidad de nuestra razón porque tenemos datos para pensar en ellos. La Filosofía, en cambio, está empeñada en conocer problemas metafísicos, aquellos a los que no alcanzan nuestros sentidos, como la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. Y las modestas fuerzas de nuestra mente no son capaces de enfrentarse a estas cuestiones. Aunque quizás pueda encontrarse en la experiencia humana algún otro camino que nos permita acercarnos a ellos.
RAZÓN TEÓRICA
Para abreviar, llamamos razón teórica a ese uso de nuestra razón que se dirige a conocer, a saber cómo son las cosas, cómo funciona la naturaleza. Es la razón que empleamos cotidianamente cuando nos preguntamos ¿qué es esto? y también la que el científico utiliza para establecer las leyes naturales. A Kant le interesa realizar una crítica de la razón que llama “pura”, es decir, averiguar hasta dónde llega y hasta dónde no llega la capacidad de la razón por sí misma, antes de cualquier experiencia.
Para que este uso teórico de la razón tenga éxito son necesarias dos cosas. Por una parte, los datos de los sentidos: los colores, formas, sonidos, olores, es decir, los materiales que nos proporciona la experiencia. Sin ellos, el conocimiento trabaja en el vacío. Pero con esto no basta: si sólo contáramos con estos datos empíricos nuestra mente sería un caos, un montón confuso y ciego de estímulos desordenados.
“No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia”, nos dice Kant en el primer párrafo de la introducción de la “Crítica de la razón pura“, y añade, en el segundo párrafo: “pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia”. A diferencia de lo que habían afirmado los racionalistas y los empiristas, para quienes había sólo una fuente del conocimiento, la razón para unos, y la experiencia para los otros, para Kant habrá dos fuentes del conocimiento: una, la sensibilidad, que suministrará la materia del conocimiento procedente de la experiencia, y otra, el entendimiento, que suministrará la forma del conocimiento, y que será independiente de la experiencia.
La experiencia no basta: es necesario un elemento a priori, puro, es decir, independiente de la experiencia, que ordene, clasifique y otorgue sentido a ese aluvión de sensaciones. Estos elementos los ponemos nosotros, los aporta el mismo sujeto. Veamos algunos.
Los primeros y más elementales son el espacio y el tiempo. A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, el espacio y el tiempo no nos los dan los sentidos, los ponemos nosotros. Son esquemas mentales que nos sirven para ordenar los datos de la experiencia. Por ejemplo: supongamos que alguien nos informa que ha explotado una bomba. Lo primero que preguntaríamos sería ¿dónde? y ¿cuándo?, es decir, trataríamos de situar los datos empíricos (la visión de la explosión, el ruido, el olor) en nuestras coordenadas de espacio y tiempo. La explosión misma, las sensaciones que produce en nuestros órganos sensoriales, no nos informan de ello; necesitamos esquemas a priori, como el espacio y el tiempo.
Pero el espacio y el tiempo no son las únicas condiciones a priori que utilizamos en nuestro conocimiento, aunque sean las primeras que ordenan las percepciones de nuestros sentidos. Para organizar la información a posteriori que nos da la experiencia empírica utilizamos también las categorías, que funcionan de manera similar: son condiciones que nuestros esquemas mentales imponen a los datos que recibimos de los sentidos, gracias a las cuales nuestra inteligencia es capaz de formular juicios, es decir, afirmaciones (o negaciones) acerca de la realidad. Así como el espacio y el tiempo eran condiciones que nosotros imponíamos a los objetos para que pudieran ser percibidos por los sentidos, las categorías son condiciones para que podamos pensarlos. Kant sostiene que estas categorías son exactamente doce. Para llegar a estas doce categorías hace lo que él llama “la deducción trascendental de las categorías” desde lo doce tipos de juicios formulables (se basa para ello en la lógica aristotélica). Estos son los juicios de los que parte y la categoría correspondiente que permite formularlo: