Hume y la Moralidad Basada en el Sentimiento
Hume se opone a los sistemas éticos que pretenden fundar en la razón la distinción entre el bien y el mal, y por tanto, la vida moral del ser humano, en consonancia con su oposición al racionalismo y al conocimiento cartesiano. Hume nos ofrece argumentos con los que rechaza la posibilidad de que la razón sea la fuente de la moralidad, puesto que las dos operaciones del entendimiento (conocimiento de hechos y relaciones de ideas), no nos permiten obtener la menor noción de lo bueno y lo malo. Lo que denominamos bueno y malo no puede ser considerado como algo que constituya una cualidad o propiedad de un objeto.
Si analizamos una acción moral no aparecerá por ninguna parte lo bueno o lo malo como cualidad de la acción sino como sentimiento de aprobación o de desaprobación. Consideramos que algo es bueno o malo, justo o injusto, virtuoso o vicioso, por el sentimiento que surge en nuestro corazón o en nuestro pecho, de agrado o desagrado, de aprobación o rechazo. Las valoraciones morales dependen del placer o dolor que despierten, entendiendo placer no como un disfrute hedonista, sino como un placer altruista. El placer y el dolor asociados a la conducta moral, están ligados al sentimiento de empatía. Al vincular placer y altruismo, Hume se convierte en antecedente del Utilitarismo moral del siglo XIX, para el que la acción moral preferible es aquella que produce mayor bien para el mayor número de personas las más cercanas (consecuencialismo). La utilidad en Hume reside en los efectos que produce la empatía que te lleva a ayudar a los tuyos. La empatía no es infinita, ni universal, funciona con círculos concéntricos de cercanía, lo que supone menos utilidad a medida que se alejan: Mi familia, amigos, paisanos… el hombre, según Hume, no es egoísta sino parcial, toma partido por aquellos por los que puede sentir empatía.
Las valoraciones morales no dependen pues de la razón, sino del sentimiento. ¿Nos conduce esto a un relativismo moral? Hume da por supuesto que la naturaleza humana es común y constante y por tanto las pautas que regulan los sentimientos están sometidas a cierta universalidad. Uno de esos elementos concordantes es la utilidad que está en la base de las virtudes como la benevolencia y la justicia, dos principios que son humanos y universales.
Wittgenstein: Lenguaje, Lógica y los Límites del Pensamiento
Lo fundamental en el Tractatus consiste en la afirmación de que el mundo es el conjunto de los sitios atómicos o conjunto de los sucesos y acaeceres, no de las cosas. Los hechos no son cosas ni una estación y atributos son las relaciones más simples que pueden darse entre ellas, relaciones que no pueden reducirse a nada más elemental. Los domingos son isométricos respecto a las proposiciones lingüísticas atómicas que construimos sobre ellos, esto es, podemos hacernos una imagen, una figura de legalidad de cada hecho. Por lo tanto, el lenguaje es el mapa de un territorio constituido por hechos atómicos, siendo el instrumento a través del cual conocemos y expresamos el mundo. Ahora bien, todas las proposiciones tienen un sentido y pasión, un valor de verdad, es decir, verdadero o falso, que puede ser inferido gracias a las leyes de la lógica y al método de las tablas de verdad. Sin embargo, y a consecuencia de que solo posee sentido abierto por si quieres que se le ponen las figuras de los hechos del mundo, las proposiciones de la metafísica, teológica, de la ética y en psicología carecen de sentido.
Wittgenstein reduce la filosofía a una actividad que ha de limitarse a crecer y agotar todos los pensamientos. La filosofía es una aclaración lógica del poder de la mente, lo que luego dirá Popper: la filosofía sirve para marcar los límites de la ciencia. Reloj que establece cuál es el límite del lenguaje y del pensamiento y del miembro. De este modo se muestra el propio límite y obviamente ya no pertenece al mundo, ya queda fuera de lo pensable, inexpresable. La lógica está presente en todas las proposiciones pero no has dicho por ninguno de ellos en este sentido la lógica transcendental.
El Tractatus da lugar a una nueva corriente filosófica que se denomina filosofía analítica que los neopositivistas la tomaron como paradigma. En cierta medida podemos ver que oculta Gestean como un lógico que se convierte en místico. En 1933 y 1984 publica los cuadernos azul y marrón y en 1953 publica Investigaciones filosóficas, una obra póstuma la cual supone una radical ruptura con el pensamiento de la época. Wittgenstein critica ahora la teoría referencialista del lenguaje, es decir, la de una acción de que el significado
de un término será siempre por referencia al objeto o hecho al que se refiere. El lenguaje no es concebido como un conjunto de nombres que se refieren a objetos sino que los términos de una proposición a partir en televisor a través de múltiples caminos.
Lo que decide el significado del término es el uso que se hace de él en el aula. Conocer el significado de la palabra sólo es posible cuando accedemos al universo para abanico de posibilidades de utilización. Si esto es así, ¿cuál es ahora la tarea de la filosofía? Según es terapéutica.
Spinoza: Sustancia Única y Determinismo
Spinoza crea un sistema muy original con elementos propiamente judíos, escolásticos y estoicos. Reduce las tres sustancias cartesianas a una sola: sustancia infinita, que se identifica, según su célebre expresión, «Deus sive Natura». Esa sustancia es la realidad que es causa de sí misma y a la vez de todas las cosas. Las cosas o modos son naturaleza naturada, mientras que Dios es la naturaleza naturante. La naturaleza es causa de sí misma. Este cambio tiene la ventaja de borrar de un plumazo el dualismo de Descartes, pero a la vez abre un tremendo problema para explicar la libertad humana, afirmando así un determinismo riguroso, aunque deja el resquicio de una definición paradójica y poco alentadora de libertad: la libertad aparece cuando el ser humano acepta que todo está determinado. El hombre se libera por medio del conocimiento intelectual. Con Spinoza se puede conocer el mundo porque es parte del entendimiento de Dios, porque el hombre es una manera de manifestarse el pensamiento en la naturaleza.
Spinoza es determinista, asegura que el hombre está determinado por leyes universales que lo condicionan. En este punto coincide con Galileo, Descartes e incluso con Hobbes, pero con la singularidad de que Spinoza busca además las leyes que rigen la moral y la religión intentando introducir la razón en ambas esferas.
En su Ética demostrada según el orden geométrico dice que la forma correcta de entender a los hombres es como una parte más de la naturaleza, y las acciones humanas no se deben analizar con criterios morales, por eso afirma que los valores son creaciones humanas arbitrarias. Lo que determina nuestras acciones es el ‘conatus’ o deseo de perseverar en el ser, como un deseo de poder o instinto de supervivencia que nos o aquello que aumenta nuestro poder y despreciamos los que lo negativamente afecta positivamente lo consideramos bueno, lo que nos afecta negativamente lo consideramos malo. Brevemente, no deseamos una cosa porque sea buena sino que es bueno porque la deseamos. Así, Spinoza procede a explicar todos los sentimientos como suma o variante del conatus. Parecen entonces que todo es relativo. Sostener en el siglo XVII que el pecado no existe fue una operación extraordinaria. En la ética de Spinoza no hay lugar para la queja, ya que quejarse de que Dios no le dio una voluntad más firme a Adán es como quejarse de que 2 y 2 son 4.
La única satisfacción que el filósofo puede lograr es entender que todo sucede por una razón trascendente, comprender las cosas que nos ocurren como han sucedido siempre, como sucederán eternamente. Spinoza es monista, es decir, cree que cuerpo y alma son la misma realidad. El alma es la idea de sí que tiene el cuerpo, y el cuerpo es el objeto de esta idea. Lo que sucede en uno, sucede en el otro de forma paralela. El conatus o la potencia es limitada, existe un escenario de nuestras posibilidades, pero la distancia hasta ese límite, dice Spinoza, que es casi infinita, infinitesimal, en verdad no sabemos que puede un cuerpo. ¿Cómo aumentar nuestra potencia hasta llevarla al máximo de lo que puede un cuerpo? La razón es la guía, la que selecciona los encuentros, la que hace una idea adecuada de emociones o de lo que nos afecta.
Racionalismo: Descartes y la Búsqueda de la Certeza
El racionalismo es una corriente que surge en el siglo XVII tomando como referencia a la ciencia nueva, de Galileo y Kepler, y como modelo, el método matemático que adopta una postura crítica contra el pensamiento escolástico que dominaba en las universidades europeas. Muchos de los representantes son matemáticos como Descartes, Spinoza…, que se asientan en Holanda donde encuentran un clima de libertad para trabajar. Se preocupan no tanto por la realidad en sí misma sino en cómo conocerla, y lo hacen confiando en la razón deductiva, que avanza de una verdad a otra despreciando los sentidos y las apariencias, y recurriendo a Dios como garantía del valor de la razón. El racionalismo, a diferencia de su escuela rival, el empirismo, defiende el conocimiento sin experiencia sensible y la existencia de ideas innatas que el sujeto posee de nacimiento. Descartes, a través de su duda metódica, buscará una verdad que resulte innegable sobre la que fundamentar todo el edificio filosófico. Esa verdad es la propia existencia del sujeto como sustancia pensante.
Descartes parte de la crítica a la filosofía de su tiempo, en la que todo era dudoso y objeto de disputas. Admiró la matemática porque presenta verdades que poseen certeza: unas, los axiomas, porque se captan directamente gracias a la intuición, y otras, los teoremas, porque se deducen de los axiomas. El racionalismo cree que la matemática es un saber modélico, e intentará renovar la filosofía imitando su método. La crisis de la filosofía no le afecta únicamente a ella, pues el saber forma un sistema unitario, es como un árbol, del que las raíces son la metafísica. El objetivo de Descartes será sanear las raíces del árbol del saber, y para alcanzar el saber estricto propone un método con cuatro reglas fáciles:
- Regla de la evidencia: admitir como verdadero aquello que se conoce con claridad y distinción.
- Regla del análisis: por la cual dividimos cada dificultad hasta llegar a los elementos más simples.
- Regla de la síntesis: conducimos nuestro pensamiento de lo más fácil a lo más difícil.
- Regla de la enumeración: por la cual revisamos todo el proceso hasta estar seguros de no omitir ningún paso.
La duda metódica es consecuencia de la regla de la evidencia, su propósito es descubrir lo imposible de dudar, la fundamentación absoluta del conocimiento. En cuanto a la supuesta o sensible, Descartes objeta que los sentidos engañan, e indistinguible de la vigilia, por lo que todo lo percibido podría ser un sueño. Respecto de las verdades intelectuales como las matemáticas, hay también dos objeciones: la primera, nos equivocamos, la segunda, es la hipótesis del genio maligno, por la cual, tal vez, hayamos sido creados mal, con facultades que nos llevan sistemáticamente al error. Tras estas dudas, Descartes descubre el ‘cogito’: nada, ni siquiera el genio maligno puede hacerme dudar de que existo siempre y cuando estoy pensando o dudando, mi existencia, como ser pensante, es una realidad indudable, que permite una verdad absoluta (pienso luego existo). Descartes sabe que es un ser pensante, y que imagina, juzga, duda, tiene deseo y siente, pero nada más, ignora si tiene cuerpo y si existe el mundo. En este momento de la duda está solo, ha perdido el rumbo. Para recuperar el mundo realiza un análisis de las ideas que encuentra en su interior, y las clasifica en tres tipos:
- Las auténticas, que son las que provienen de nuestra experiencia externa.
- Las ficticias, las construidas por la mente.
- Las innatas, las que posee el pensamiento en sí mismo.
La más importante de estas ideas es la de Infinito o Dios.
La idea de Dios es la más perfecta y no se puede explicar a partir de nuestras facultades, luego está en nuestra mente porque un ser más perfecto que nosotros nos la ha puesto, y ese ser es Dios. La idea de un ser perfecto implica su existencia (argumento ontológico), del mismo modo que en la idea de triángulo está comprendido que sus tres ángulos son 180, es evidente que Dios tiene que existir.
Dios incluye en su esencia su existencia, pero también su bondad y veracidad, y Dios sería mentiroso y poco bondadoso si nos hiciera errar cuando estamos ante la verdad. Esto quiere decir que ahora podemos estar seguros de la verdad de las matemáticas y de todo aquello que concebimos con claridad y distinción. Además, y si Dios no es falaz, no puede que los sentidos nos engañen al punto de que todo sea sueño, por lo tanto los cuerpos existen. Descartes recupera de ese modo el mundo que había perdido tras la duda metódica, y del que ahora tiene auténtico saber. El mundo recuperado no es del todo igual al perdido: existe Dios, hombres con sus almas; existen los cuerpos, pero éstos no poseen cualidades secundarias. Las propiedades objetivas son las llamadas cualidades primarias: la extensión, la figura y el movimiento.
El hombre es antes que nada mente, aunque tenga un cuerpo con el que se vincula de forma particular. Descartes mantiene un claro dualismo antropológico al separar radicalmente el cuerpo de la mente: por un lado la cogito (mente pensante) y por otro la res extensa.
En el ámbito corporal rige el mecanicismo y determinismo, pero puesto que el hombre tiene mente, escapa del mecanicismo y podemos salvar la libertad humana. Toda la realidad, menos el hombre, tiene una estructura comparable a la de una máquina.
Materialismo: La Preeminencia del Ser sobre el Pensar
El materialismo es una corriente filosófica presente a lo largo de la historia de la filosofía. El materialismo plantea la preeminencia del ser sobre el pensar, tal como se sintetiza en la siguiente frase de Marx y Engels: ‘No es la conciencia la que determina el ser, sino el ser el que determina la conciencia’, es decir, para el materialismo nuestros pensamientos son una consecuencia, un efecto, del mundo material que habitamos. Se ha manifestado en diferentes escuelas. En la Antigüedad tenemos a los atomistas (Demócrito y Leucipo) y Epicuro, sin embargo, su expresión más contundente aparece en el siglo XIX con la filosofía de Marx, quien desarrollará el materialismo histórico, en el que se entiende que el motor de la historia es la lucha de clases. Engels atribuye a la materia las propiedades que Hegel atribuía al espíritu, en lo que se conoce como el materialismo dialéctico.