AGUSTÍN STO. TOMAS Y Ockham: CONTEXT: Con el reinado de Alejandro Magno se termina la época de la ciudad-estado libre e independiente. Durante su reinado la libertad de las ciudades griegas va disminuyendo, al tiempo que la cultura griega se expansiona por todo el Mediterráneo hasta que se diluye cuando Grecia es absorbida como provincia romana. Como consecuencia de la pérdida del marco humano de la ciudad independiente aparecen el cosmopolitismo y el individualismo. En este nuevo marco que produce desorientación y desasosiego en el individuo, la filosofía se va convirtiendo en una guía espiritual para la orientación de la vida. Surgen así en Grecia una serie de corrientes filosóficas que se centran en la búsqueda de la felicidad, entre las que destacan: el Epicureísmo, el Estoicismo, el Escepticismo, y el Neoplatonismo. Al cristianismo hay que situarlo en este contexto, y considerarlo como otra respuesta a la desesperación. En sus orígenes, el cristianismo, si tenía que vérselas con la filosofía, se sentía superior a ella y la despreciaba. Pero esta actitud cambió muy pronto, ya que surgen una serie de pensadores cristianos, los apologistas, que se centraron en examinar los contenidos de la tradición griega para ver si era compatible con la religión cristiana. Comienza así un proceso de asimilación o de fusión entre el espíritu cristiano y la tradición filosófica que se extiende a lo largo de toda la Edad Media. EL PROBLEMA ENTRE LA RAZÓN Y LA FE EN SAN AGUSTÍN Y SANTO TOMÁS Ante todo no debemos olvidar que el cristianismo es en primer lugar una religión y sólo posteriormente aparece una filosofía cristiana. En rigor podría decirse que no existe una filosofía cristiana sino un uso cristiano de la filosofía. Tras ese encuentro entre filosofía y cristianismo surge el problema de las relaciones entre la razón y la fe. Ya que la filosofía es una búsqueda del conocimiento llevado a cabo por el hombre siguiendo a la razón, y el cristianismo parte de que sus contenidos fundamentales vienen dados por la fe que es concedida como gracia divina, por lo que será necesario establecer con claridad el orden de prioridad que debe haber entre ellas. En Agustín no aparece, al contrario de lo que sucederá con santo
Tomás de Aquino, una separación clara entre fe y razón. A su juicio, la razón humana carece de autonomía y mantiene una relación de dependencia y subordinación respecto de la fe ya que su única función es la elaboración de una “sapientia christiana” cuya finalidad es la justificación racional del dogma. Para el santo de Hipona, la razón humana aspira a la contemplación de la Verdad en su plenitud, es decir a la sabiduría, a la cual desea ya que sólo ella le dará la felicidad. El considerará que en un primer momento, la función de la razón es ayudar al hombre a encontrar la fe y en un segundo momento, una vez en posesión de la fe, ésta iluminará y orientará a la razón indicándole cuál es la Verdad y dónde se encuentra su fuente última: sólo Dios. En un tercer y ya último momento, a la razón ya sólo le faltará ayudar a la fe, y esa es su función propia, en una mejor comprensión y aprehensión de dicha Verdad.
San Agustín afirmará que se cree para entender y se entiende para creer: 1º “Creo para entender” (“Crede ut intelligas”) 2º “Entiendo para creer” (“Intelligas ut credas”). Esta vinculación profunda entre razón y fe será carácterística de la filosofía cristiana medieval e implicará una clara dependencia, por falta de autonomía, de la filosofía respecto de la teología.
La razón acaba subordinada a la fe como lo estará en todo el pensamiento cristiano medieval posterior cuando se considere que la filosofía es una “ancillae theologiae”, una sierva de la teología.
Santo Tomás se plantea también el problema de la relación entre la razón y la fe, entre la teología y la filosofía, desde una perspectiva conciliadora Para el Aquinate, fe y razón representan dos fuentes distintas del conocimiento existiendo entre ellas una relación armónica y cooperativa. Considera que son distintas porque la fe se basa en la revelación sobrenatural mientras que la razón es una facultad natural que poseen todos los hombres y que mantienen entre sí una relación armónica pues entre dichas verdades no hay lugar para que pueda darse contradicción de ningún tipo ya que tienen un origen común, Dios como fuente última de toda verdad. En el Siglo XIV se va a producir una ruptura en el planteamiento de la relación establecida entre razón y fe. El pensamiento de Guillermo de Ockham supone un giro del pensamiento escolástico. Ambas son, para Ockham, facultades distintas, y carece de sentido pretender que existan verdades comunes o que puedan conocer un mismo ámbito de la realidad. El pensamiento de Ockham se ha caracterizado, a este respecto, como agnosticismo fideísta. Ockham aplica un principio que pasará a la posteridad como Navaja de Ockham que se refiera a que no hay que multiplicar los entes sin necesidad. Como consecuencia de la separación entre razón y fe, se rompe también la subordinación de la filosofía a la teología. Ambas son ciencias distintas, y no hay por qué condicionar los resultados de una a la otra. A partir de la separación entre razón y fe propuesta por Ockham, ya no serán Dios ni los dogmas religiosos el primer objeto de estudio de la razón, sino que ésta podrá centrar su mirada en la naturaleza, y en el ser humano mismo, lo que será una carácterística esencial en el Renacimiento y la modernidad.