Fe y Razón: Evolución del Pensamiento desde la Edad Media al Renacimiento

Separación de la vía revelada y de la vía racional

En el mundo cristiano, se llega a la conclusión de que no se pueden confundir los asuntos, intereses y modos de investigación de la fe con los de la razón. Ambas conducen a resultados diferentes y contrapuestos, haciendo insostenible el empeño de síntesis. En este sentido, se hicieron dos propuestas:

1. Averroísmo Latino

La razón y la fe no son incompatibles, son fuentes diferentes de conocimiento con resultados dispares, pero se ocupan de asuntos distintos (orden natural/orden sobrenatural). También se conoce como teoría de la doble verdad.

2. Santo Tomás

La razón tiene un papel autónomo en algunos temas, pero en otros, como el conocimiento de Dios, posee limitaciones. Partiendo de los sentidos y la razón, no se alcanzan las verdades de la fe. Para conocer la naturaleza de Dios y el destino humano, se debe creer a través de la revelación divina. La razón sirve para defender, ordenar y esclarecer los contenidos de la fe (Teología natural), pero si contradice la fe, esta actúa como norma externa.

Autonomía de la religión y de la Teología

Las denuncias sobre el peligro de racionalizar la fe y la contaminación de la Teología con metafísica griega e islámica, junto al reto de la filosofía aristotélica, cobran fuerza. Esto provoca un resurgimiento del misticismo, como en Algacel. Ockham, al defender la autonomía fe-razón, buscaba salvaguardar la omnipotencia divina y la pureza de la fe, abriendo el camino a la investigación racional.

Autonomía de la razón: de la filosofía y la ciencia

Reconocida la autonomía de la razón, esta se resiste a ser solo sirvienta de la teología. La naturaleza deja de ser un «vestigio de Dios» para ser estudiada. El nominalismo de Ockham favorece el surgimiento de la ciencia de Kepler y Galileo. La verdad es producto de la relación entre el hombre y las cosas, mediante la investigación. La experimentación se valida empíricamente, no por la fe. Por ejemplo, «la tierra se mueve».

El nominalismo del siglo XIV reivindica lo empírico e individual. Para Ockham, existen individuos con esencias únicas; los conceptos universales son mentales. La «Navaja de Ockham» postula: «no hay que multiplicar los entes sin necesidad». Basta la observación de los individuos, propiciando la ciencia moderna.

Renacimiento | La búsqueda de la claridad y simplicidad

Se imponen los ideales de precisión, base de la ciencia y técnica modernas. Se pasa del «poco más o menos» al universo de la precisión (A. Koyré). La exactitud matemática reemplaza la ambigüedad cualitativa. La simplicidad y belleza se asocian a la verdad, como en las demostraciones matemáticas. Para entender la naturaleza, se necesitan matemáticas, según Galileo. Copérnico simplifica el sistema planetario con la Tierra girando alrededor del Sol. Se busca claridad y simplicidad, reduciendo casi todo a matemáticas, como en Descartes.

Estos ideales también se aplican en la praxis. Los primeros experimentadores son artesanos y comerciantes (Leonardo da Vinci). Las matemáticas se aplican a lo real, como en las operaciones mercantiles. El resurgimiento del platonismo y pitagorismo ofrece una base teórica a estas prácticas. La revolución científica es precedida por la revolución económica y mercantil. La ciencia resuelve problemas técnicos, como la trayectoria de un proyectil.

La vuelta a los «clásicos»

El humanismo renacentista busca volver a los clásicos, sustituyendo la autoridad de la Biblia y la Iglesia. Se traducen filósofos y científicos clásicos (Euclides, Pitágoras, Arquímedes) para rescatar conocimientos ocultados por la Iglesia. La caída de Constantinopla facilita el acceso a Platón y Aristóteles a través de sabios bizantinos en Florencia.

Las consecuencias de la revolución científica para la racionalidad humana

El desarrollo de la Nueva Ciencia impulsa el racionalismo, destacando la razón sobre lo emotivo y los sentidos. En la Modernidad, la razón adquiere autonomía teórica y práctica, desligándose de la tradición y la Iglesia. Se valora el idealismo gnoseológico. Galileo afirma que, aunque la experiencia no confirme las deducciones, estas mantienen su valor.

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