El Fenomenismo
El fenomenismo es una teoría filosófica según la cual no es posible el conocimiento de algo distinto a nuestras propias percepciones. Hume cree que es la única postura filosófica razonable, aunque contraria a las creencias naturales o de sentido común.
El empirismo clásico defendió una tesis que, llevada hasta el final, conduce inevitablemente al fenomenismo: cuando percibimos, lo que verdaderamente percibimos no es algo exterior a nuestra mente sino nuestras propias sensaciones. Llegaron a este punto de vista de distintas maneras, pero en lo fundamental observando que en el acto de percepción el objeto percibido no es una parte real de la propia vivencia de percepción, no se incluye como un objeto en la percepción misma, sino que se presenta como algo exterior a la propia mente y es el objeto supuesto o inferido. Si percibo la mesa en la que estoy escribiendo, la mesa misma no es una parte de mi percepción, ya que la percepción es algo mental, es algo que se da en mi mente y la mesa un objeto físico, un objeto exterior a la propia mente. Cuando digo que veo una mesa, en realidad lo que tengo en mi mente es un conjunto de sensaciones visuales variadas, pero no tengo en absoluto la mesa misma. Todas las personas corrientes y la mayor parte de filósofos consideran que existen objetos exteriores a la propia mente, que son la causa de nuestras percepciones y en mayor o menor medida con formas o aspectos semejantes a las que se ofrecen en la propia vivencia.
El punto de vista fenomenista es tan extraño y contrario a las ideas de sentido común que ningún empirista lo aceptó de modo pleno y consciente. Pero su punto de vista es también ambiguo.
Hume considera que esta creencia no se debe a la percepción misma, pues ésta nos ofrece sólo sensaciones, no los objetos mismos; además, algunas impresiones las referimos a objetos externos, pero otras no. Tampoco es consecuencia del ejercicio de la razón, puesto que nadie hace argumentos para afirmar que lo que percibe existe más allá de la propia percepción; ni tampoco se debe a la intensidad, fuerza o violencia de ciertas impresiones, pues también hay impresiones intensas que son meramente subjetivas, como algunos dolores y placeres. No existe una justificación racional que explique la creencia en la existencia independiente y continua de los cuerpos.
Hume señala dos rasgos peculiares de la experiencia y que están a la base de nuestra creencia en la existencia de un mundo exterior: la constancia y la coherencia de nuestras percepciones.
Impresiones e Ideas
Para Hume, todo contenido de la mente se divide en impresiones e ideas, simples y complejas.
Los términos que emplea Hume para referirse al mundo psíquico son imprecisos y en muchos casos fomentan la confusión. Esto es lo que ocurre precisamente con este término. Parece razonable intentar dar un nombre a todo lo que se encuentra en la mente: del mismo modo que puede interesarnos dar un nombre genérico a todo lo que podemos encontrar en el mundo físico, también podemos considerar conveniente dar un nombre a todo lo que encontramos en el mundo psíquico. Hume llama “percepción” a todo lo que podemos encontrar en la mente, tanto a los objetos de nuestras vivencias como a las vivencias mismas. El uso que hace Hume de esta palabra es equívoco, puesto que sirve tanto para designar un tipo específico de estado mental como para referirse a todo lo que se encuentra en nuestra mente.
Hume presenta varias clasificaciones de las percepciones, pero las más importantes son las dos siguientes:
- Atendiendo a la primacía y origen se dividen en impresiones e ideas.
- Atendiendo a si son compuestas o no en simples y complejas:
Percepciones Simples y Complejas
- Percepciones simples: son las percepciones (tanto impresiones como ideas) que no pueden descomponerse en percepciones más elementales. La percepción del color negro de mi mesa es una impresión simple, el recuerdo de dicho color una idea simple. La percepción de la mesa misma es una percepción compleja, más exactamente una impresión compleja: se compone de las impresiones simples de su color, su forma, y, si también la estoy tocando, su textura, grado de calor,… Si cierro los ojos y reproduzco con mi imaginación la percepción anterior, tengo una idea compleja.
- Percepciones complejas: son las percepciones (tanto impresiones como ideas) que admiten una descomposición en percepciones simples.
Crítica a la Causalidad
Con dicha crítica, Hume no sólo se opone a la visión filosófica tradicional, sino a una de las creencias más arraigadas en el sentido común. Hume consideró que nuestras creencias relativas a los vínculos causales son de extraordinaria importancia, puesto que la investigación científica del mundo físico parece ser en gran medida una investigación de las causas de los fenómenos observables; pero también porque la relación causa-efecto es esencial en nuestra vida cotidiana, particularmente en nuestras expectativas respecto de los acontecimientos futuros, incluidas las relativas al modo en que hemos de actuar en el mundo para conseguir nuestros propósitos. Creemos estar muy seguros de lo que tenemos que hacer para calentar agua y prepararnos un té, de lo que tenemos que hacer para mover nuestro cuerpo para salir de la habitación… Hume repite con frecuencia que nuestras certezas acerca de lo que acontecerá en el futuro se basan en inferencias causales. Nos parece que la causalidad se da en el mundo físico y en el mundo psíquico, y entre el mundo psíquico y el físico. En este sentido, nuestra actitud básica ante el mundo consiste en suponer que todo lo que ocurre, ocurre porque se ha dado una modificación en alguna parte del mundo, porque otra cosa la ha traído al ser; esta idea la expresan los filósofos con la definición del principio de causalidad: todo lo que existe necesita de otra cosa para existir.
Tesis Tradicionales sobre la Causalidad
Las tesis tradicionales respecto de la causalidad eran las siguientes:
- Existen, particularmente desde el punto de vista de la filosofía aristotélico-tomista, cuatro causas: la causa material, la formal, la eficiente y la final.
- Es posible el conocimiento a priori de los poderes causales, bien mediante el conocimiento de los conceptos de las cosas, bien mediante el conocimiento de las esencias de las cosas.
- Podemos utilizar la razón para establecer los vínculos causales entre las cosas.
- Los vínculos causales son vínculos objetivos, son relaciones que realmente se dan en las cosas.
- Las relaciones causales son consecuencia de los poderes o capacidades o fuerzas de las cosas y establecen vínculos necesarios entre la causa y el efecto:
- si A es causa de B, entonces en A se encuentra cierto poder o virtud gracias al cual dado A aparecerá B;
- si A es causa de B, entonces necesariamente cuando en el mundo tengamos A deberemos tener B.
- El principio de causalidad “todo lo que existe tiene una causa” es un principio absolutamente cierto y de plena evidencia.
- Nuestros argumentos causales son tan válidos que nos sirven para vincular objetos que se ofrecen a los sentidos, pero también para vincular dichos objetos con realidades que están más allá del mundo empírico.
Crítica a las Ideas Abstractas
Hablar de conceptos abstractos supone aceptar la posibilidad de representar de modo universal la realidad y, por extensión, la esencia, la sustancia de la realidad. Según Hume, cuando hablo del concepto abstracto de triángulo tengo en la mente la imagen, la representación de un triángulo concreto, particular, al que añado la cualidad, la ficción, de que representa cualquier triángulo, del mismo modo que si concibo la idea de «perro» me represento un perro particular, al que añado la cualidad, la ficción, de representar a todos los perros. Todas las ideas son, pues, particulares. Lo que llamamos conceptos o ideas abstractas, son el resultado de una generalización inductiva, procedente de la experiencia, por la que terminamos por dar el mismo nombre a todos los objetos entre los que encuentro alguna semejanza o similitud.
Cuando escucho el nombre de un objeto, evoco la imagen de uno de los objetos a los que lo he asociado, al ser imposible evocar todos y cada uno de los objetos, aunque estoy también en condiciones de evocar otros objetos, en lugar de éstos, si la ocasión lo requiere. Lo que llamamos ideas abstractas, universales, son ideas particulares a las que hemos dotado de una cierta capacidad representativa basada en la simple relación de semejanza o similitud entre los objetos. Por lo demás, siendo las ideas copias de impresiones, y siendo las impresiones siempre particulares, no puede haber ideas que no sean particulares.