Kant desarrolla su epistemología principalmente en su Crítica de la Razón Pura El punto de partida tiene que ver con el callejón sin salida en el que habían desembocado las teorías racionalistas y empiristas. En efecto, para los racionalistas el ser humano tenía ideas innatas que, presentes desde el nacimiento, no proceden de la experiencia y permiten conocer realidades que están más allá de cualquier posible experiencia. Además, la Razón era, para ellos, autónoma y autosuficiente, como fuente de todo conocimiento, y las matemáticas el ideal de ciencia.
Para los empiristas, en cambio, el origen y el límite de todo conocimiento es la experiencia. Los sentidos son superiores a la razón y en ellos hemos de confiar principalmente. El Empirismo radical de Hume, con su crítica de la causalidad y su ataque a la metafísica tradicional, había desembocado en un fenomenismo y en un escepticismo igualmente radicales Además, su modelo inductivista ponía a la física experimental como ciencia ideal, pero dejaba abierta la herida de la imposibilidad de garantizar un conocimiento seguro, universal y necesario. La posición de Kant, que se puede decir sintética entre ambas corrientes, acepta de entrada que todo conocimiento comienza con /desde la experiencia, como los empiristas. Pero, a diferencia de ellos, piensa que no todo conocimiento procede de la experiencia, ya que el conocimiento es una composición entre lo que recibimos de la experiencia y lo que nosotros producimos espontáneamente al recibir las impresiones sensoriales A lo largo de la obra Kant intenta responder a la pregunta: “¿qué puedo saber?”. Pues bien, si saber es adquirir un conocimiento verdadero y universal, se trata de descubrir en qué condiciones se pueden dar juicios que aumenten nuestro conocimiento y que, a la vez, sean necesarios y universales. El juicio científico es, así, el juicio sintético y a priori ¿Cómo son posibles tales juicios. Kant investiga esto en tres momentos que se corresponden con las distintas facultades del conocimiento: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. La sensibilidad es la primera facultad del conocimiento Se la puede definir como la capacidad para recibir representaciones al ser afectados nuestros sentidos por los objetos del mundo. Existen dos modos de sensibilidad que se corresponden con los sentidos externo e interno Así, nosotros recibimos una materia empírica, que es el caos de sensaciones y le damos una forma de acuerdo con nuestras estructuras a priori Eso nos permite conocer los fenómenos Kant concluye esta parte de su investigación concediendo a las matemáticas el estatuto pleno de ciencia. En ellas, en efecto, son posibles los juicios sintéticos y a priori.
El entendimiento, por su parte, es la facultad de pensar los objetos percibidos y de elaborar juicios. Eso es posible una vez más sin conjugamos la materia empírica con las categorías a priori del entendimiento. El conocimiento será una síntesis entre concepto e intuición, en sentido amplio. Un concepto solo será válido si es posible la percepción del objeto al que se refiere. Y, al revés, una intuición sensible solo es conocimiento si disponemos del concepto adecuado para pensarla. Es lo que Kant expresa en una frase célebre suya: “los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas”. Kant recurre a la lógica para la deducción transcendental de las categorías y elabora la siguiente tabla, en la que desde cuatro puntos de vista distintos, se distinguen 12 categorías con sus correspondientes juicios. Kant dice que el juicio transcendental es lo que permite al entendimiento encontrar la categoría adecuada que tiene que aplicar en cada caso / momento y concluye que, como las matemáticas, las ciencias naturales son posibles como tales ciencias, ya que una vez más los objetos se rigen de acuerdo con nuestro conocimiento. En cambio, como veremos, la razón lo tiene más difícil. Facultad suprema del conocimiento y fin suyo, la razón se encarga de unificar todos los conocimientos del entendimiento a partir de ideas que son también conceptos a priori. Tales ideas de la razón son las conocidas de la metafísica tradicional: alma, mundo y Dios Pero justamente ahí tropezamos con una grave dificultad. Tales ideas son puros noúmenos, ideas puras que no se nos presentan en la experiencia cotidiana. Y es que, cada vez que pretendemos un conocimiento de las mismas, algo se nos escapa. Acabamos en paralogismos, si pretendemos conocer el alma Nos encontramos con antinomias si pretendemos desentrañar los secretos del mundo. Y nos encontramos también con la imposibilidad de demostrar racionalmente la existencia de Dios. Todos los argumentos esgrimidos hasta la fecha son ineficaces o contienen errores: el ontológico, porque pretende que la existencia añade una perfección a la esencia; las vías tomistas, porque se basan en la causalidad, y no podemos saber si es un principio válido, como ya apuntamos; y el argumento del diseño porque establece una analogía no válida, da un salto ilegítimo. Así que Kant se mostrará tajante al respecto: la metafísica no es una ciencia ni podrá nunca serlo, ya que es imposible conocer las cosas en sí mismas y no poseemos ninguna intuición de sus objetos , como acabamos de ver. La experiencia sensible es así el límite de todo conocimiento posible. Sin embargo, Kant se aparta una vez más del escepticismo humeano. Aunque la metafísica sea “imposible”, eso no quiere decir que no sea legítima: primero, porque es inevitable como “tendencia natural” Y, en segundo lugar, por su importante función “reguladora”, al señalar los límites que no se deben traspasar y al servir como estímulo para que la investigación no se detenga nunca.