Filosofía de Kant, Marx y Nietzsche: Conocimiento, Ética y Sociedad

Kant: El problema del conocimiento y la epistemología

Según Kant, dado el antagonismo surgido entre el Racionalismo y el Empirismo, es necesario hacer una crítica de la razón. Se propone hacer un análisis de la Razón Pura. Así, la filosofía debe responder a la pregunta: ¿Qué puedo conocer? Para responder a esta pregunta, Kant debe establecer los principios desde los que es posible el conocimiento científico, pues para que sea un conocimiento seguro, y a partir de él, podremos establecer qué condiciones debe tener cualquier otro conocimiento que quiera ser también cierto. Las condiciones que hacen posibles los juicios científicos son dos: empíricas (de experiencia) y trascendentales o a priori (anteriores a la experiencia), siendo las segundas las que debemos estudiar. Kant clasificará los tipos de juicios en: analíticos (el predicado está comprendido en el sujeto y no son extensivos), sintéticos (amplían nuestro conocimiento), a priori (su verdad se conoce sin recurrir a la experiencia) y a posteriori (su verdad depende de la experiencia). Kant afirmará la existencia de los juicios sintéticos a priori, que dan un nuevo conocimiento, pero su verdad no depende de la experiencia. Estudiará cuáles son las condiciones que posibilitan la realización de dichos juicios y, para ello, estudiará las tres facultades de la razón: sensibilidad, entendimiento y razón.

La estética trascendental

En la estética trascendental estudia la sensibilidad y las matemáticas. La sensibilidad es la capacidad de percibir de forma pasiva y sus condiciones trascendentales son las intuiciones puras: el espacio y el tiempo, que pertenecen a la razón. Al percibir, el sujeto aplica estas intuiciones de forma espontánea, creando así el fenómeno, que es lo percibido y no la cosa en sí. El objeto, para ser conocido, debe adaptarse a las condiciones de la propia razón del sujeto. Las intuiciones puras posibilitan los juicios sintéticos a priori en las matemáticas.

La analítica trascendental

En la analítica trascendental estudia el entendimiento y la física. El entendimiento es la capacidad de pensar lo percibido de forma activa. Las condiciones trascendentales que hacen posible comprender son los conceptos puros o categorías del entendimiento y se deben siempre aplicar a los fenómenos de la experiencia. Las categorías posibilitan los juicios sintéticos a priori en la física y, por eso, es universal.

Al final de la analítica, Kant distingue entre el fenómeno (lo que percibimos) y el noúmeno (lo que es realmente). Toda la realidad, incluido el hombre, tiene un ámbito fenoménico y otro nouménico. La ciencia solo puede conocer a los fenómenos, pues el noúmeno es incognoscible y solo puede ser pensado. La filosofía kantiana se llama, por eso, idealismo trascendental, pues lo que conocemos no son las cosas reales, sino ideas construidas.

La dialéctica trascendental

En la dialéctica trascendental se estudia la razón y si la metafísica es una ciencia. La razón es la capacidad de unir los juicios del entendimiento haciendo teorías generales. Así surge la metafísica, que busca estudiar realidades que están en el ámbito nouménico, más allá de la experiencia, los trascendentes: Dios, alma y mundo como totalidad. La razón aplica las categorías e intuiciones sobre objetos que no son de experiencia, sobre el noúmeno, y, por lo tanto, su conocimiento es ilegítimo y lleva siempre a contradicciones. Las ideas metafísicas de Dios, alma y mundo expresan el ideal de la razón, por el cual es posible el progreso en el conocimiento científico.

El problema de la moral: Ética de Kant

Kant trata el tema de la moral respondiendo a las preguntas: ¿qué debo hacer? y ¿qué me cabe esperar? En su obra Crítica de la razón práctica, hace una distinción entre dos tipos de ética: las éticas materiales y la ética formal. Criticó las éticas materiales, ya que son empíricas; sus preceptos dependen del fin establecido y mantienen una moral heterónoma, donde la norma no surge de la propia razón, sino que es determinada por algo exterior al sujeto. Sin embargo, la ética formal, que es la defendida por Kant, está vacía de contenido empírico, no busca ninguna finalidad ni tiene normas concretas y debe ser universal y autónoma, determinada por la propia razón. Esta ética se fundamenta en la idea de deber, que está en la conciencia de los hombres de forma a priori. La realización del deber por el puro deber, por respeto a la propia razón, supone la buena voluntad. La exigencia de obrar normalmente se expresa en el imperativo categórico, que establece la forma de la máxima que guía la acción moral, siendo universal y a priori. Este imperativo tiene varias formulaciones: obrar siempre de tal manera que nuestra acción pueda ser considerada como ley universal obligatoria y obrar siempre tratando a todo ser racional como un fin en sí mismo y no solo como un medio. Cumpliendo el imperativo categórico se conseguiría el reino de los fines, donde cada persona sería tratada como un fin y no como un medio.

Además, Kant afirma tres postulados: el de la libertad (el único demostrado), pues la exigencia de obrar por respeto al deber supone la libertad como algo previo; el segundo es el del alma inmortal, pues el cumplimiento del deber nunca acaba y, por ello, exige la inmortalidad del alma; y el tercero es la existencia de Dios, pues la exigencia racional de la identificación entre la virtud y la felicidad exige su existencia para que esto sea posible.

Marx: El problema del hombre, el conocimiento, la realidad y la sociedad

Antropología y epistemología

Para Marx, el auténtico conocimiento es la praxis (actividad teórico-práctica a través de la cual el hombre transforma la realidad). La praxis requiere utilizar el entendimiento (actividad teórica) para transformar racionalmente la realidad en la mente y utilizar la sensibilidad activa (actividad práctica) que transforma empíricamente la realidad en algo racional de forma concreta. Así, solo se podrá afirmar la verdad de lo pensado cuando el hombre lo haya realizado en el mundo. Toda teoría de la realidad es falsa. Según Marx, el hombre se realiza como tal al transformar la realidad y humanizarla, realizando su praxis. Y esta realidad externa existe como forma social producida por el trabajo humano y no como algo natural. Marx afirma que las relaciones sociales son relaciones existenciales, posibilitan y condicionan la existencia de cada individuo y de ella depende cómo será su vida.

Metafísica y política

La realidad se construye en la relación dialéctica de hombre y naturaleza y se realiza en un proceso de producción determinado. Para Marx, la sociedad se compone de la base económica, que es el modo en que se organiza la producción material, y la supraestructura, que es el conjunto de leyes, ideas y costumbres. La relación entre esta base económica de un momento histórico concreto no es eterna, sino que en ella germinan las contradicciones que harán que entre en crisis. Estas contradicciones son una negatividad surgida del sistema y se traducen en condiciones necesarias para su transformación (la revolución). Estas condiciones son tanto condiciones objetivas como subjetivas, por lo que un grupo humano debe tomar conciencia de las contradicciones y realizar la revolución. Frente a esta toma de conciencia, la superestructura genera un mecanismo de defensa que es la ideología. La ideología es una falsa conciencia, un conjunto de ideas que justifica y mantiene la realidad tal y como es, haciendo que los individuos se formen falsas ideas sobre sí mismos y sobre el mundo. Una parte importante es la religión. Se produce una alienación religiosa. La religión es ideología porque es un consuelo que justifica y mantiene la irracionalidad de la realidad concreta. Para Marx, la tarea de la filosofía será analizar la realidad social concreta y, por ello, pasará a estudiar la forma social actual, el capitalismo, afirmando que en él el ser humano no puede desarrollar libremente su praxis y llevar una vida digna y feliz.

La sociedad capitalista se divide en clases sociales y Marx señala una contradicción entre las dos principales: burguesía y proletariado. La burguesía tiene la propiedad privada de los medios de producción y el proletariado solo posee su fuerza de trabajo, su praxis, que tiene que vender a la burguesía para sobrevivir. En el sistema capitalista, con el trabajo no se consigue realizar la praxis, sino que se da la alienación. La alienación en el trabajo consiste en que el producto y su valor pertenecen y benefician al capitalista, ya que el salario no paga el trabajo realizado, sino solo la fuerza de trabajo. Así, la praxis y el ser son considerados un «medio» para conseguir un beneficio para el capitalista, la plusvalía, y no para crear un mundo más humano. La alienación se produce cuando el obrero ve que su capacidad de transformación del mundo, su praxis, no sirve para humanizar el mundo y hacer de él un lugar mejor, sino para crear más capitalismo. Por ello, es necesario hacer la revolución.

El proletariado es la negación de lo humano y del sistema al tener que vender su praxis y no poder realizarse como auténticos sujetos racionales. La única forma para poder emanciparse es hacer la revolución y superar con ello el capitalismo, que impide desarrollarse como humanos. El interés del proletariado es universal porque si se libera, él también libera a todos, pues implica el final de la sociedad de clases y la explotación humana. Para esta revolución deberá adquirir una conciencia de clase que le haga comprender que debe hacer la revolución para emanciparse. Una vez socializados los medios de producción, comenzará una nueva era, la historia de la humanidad, donde los sujetos podrán desarrollarse libremente.

Nietzsche: El problema del conocimiento y la epistemología

Según Nietzsche, la metafísica tradicional ha considerado la realidad como algo estático, fijo e inmutable. Esto le ha llevado a distinguir, desde Platón, entre una realidad verdadera y superior y una falsa, aparente. Este impulso contra la vida es denominado por Nietzsche «voluntad de verdad» y consiste en utilizar la razón para afirmar la supremacía de las esencias, vengándose así del devenir de la realidad, de la vida real que no se puede denominar. Nietzsche afirma la realidad como devenir sin finalidad ni meta. Esta realidad se presenta al hombre a través de perspectivas individuales e incluso propias de cada momento de la vida. No hay una perspectiva verdadera y la «voluntad de verdad» es falsa. Nietzsche defenderá la «voluntad de poder», que es asumir y enfrentarse a la realidad cambiante, afirmando una perspectiva de forma temporal para poder vivir más plenamente. Con la voluntad de poder se reconoce la imposibilidad de captar la realidad como algo estable, admitiendo las distintas perspectivas de la realidad para potenciar la propia vida.

Así, desde la voluntad de poder, los conceptos no son más que metáforas y se generan a través de un proceso que se va alejando del original. La primera metáfora es la imagen mental conformada por nuestra percepción. Esta imagen la convertimos en palabra que expresa nuestra forma individual de captarla y así sucesivamente. Estas metáforas se convirtieron en conceptos por la necesidad y el deseo del hombre de vivir en sociedad. Para ello, se hizo un pacto, llegando a una convención en el lenguaje. Se establecieron así los nombres de las cosas. Con el tiempo, se olvidó del origen metafórico, afirmándose erróneamente el concepto universal como la verdadera realidad.

De esta forma, la filosofía, al tratar de los conceptos más abstractos, llama «verdad» a lo más alejado de la realidad. Para Nietzsche no hay verdad absoluta y solo podrá considerarse «verdad» aquello que favorece a la vida. El criterio de verdad es la voluntad de poder, que asume y justifica el error necesario para vivir.

El problema del hombre y de la moral: Antropología y ética de Nietzsche

La antropología de Nietzsche afirma una visión pesimista del hombre, un animal cuya única arma para defenderse es la inteligencia. Es un ser débil, delicado e indigente y, sin embargo, se cree el centro de la naturaleza. Nietzsche considera que el hombre debe ser solo un puente hacia el superhombre. El hombre sigue un proceso evolutivo y, tras una serie de transformaciones, conseguirá superarse a sí mismo. El hombre débil sigue los dictados de la moral tradicional. Esta es algo antinatural que niega los instintos vitales. El fundamento de esta moral ha sido Dios, lo que llevará a Nietzsche a rechazarle. Dios ha sido la gran objeción contra la vida y es necesario, para dar valor a la vida, negar a Dios. Y esto ha ocurrido en la época moderna, donde Dios ha muerto. Con ello, todos los valores tradicionales se derrumban, se quedan en nada, surgiendo una nueva época dominada por el nihilismo. Este puede tener dos sentidos: uno negativo (con el derrumbe de los valores tradicionales se cae en la pasividad) y otro positivo (la muerte de Dios es la oportunidad para la transmutación de los valores y el surgimiento del superhombre). En consecuencia, deberá transmutarse los valores, crearse nuevos valores desde la voluntad de poder, desde los instintos que en cada caso potencian la vida. Esta transmutación será hecha por el superhombre, producto por la voluntad de verdad hacia un hombre fuerte, instintivo, con voluntad de poder, destructor y creador constante. Esta evolución pasa por tres estadios: el camello, que todavía asume su ser racional; el león, donde el nihilista se rebela frente a todo, pero aún es incapaz de crear nuevos valores; y el niño, que hace de la vida un juego (el superhombre que tiene la voluntad de poder y admite la vida como eterno retorno).

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