Filosofía de Nietzsche: La voluntad de poder y la crítica a la tradición occidental

1. Resumen: El error del egipticismo

En este texto, Nietzsche critica la idiosincrasia de los filósofos tradicionales, a la que denomina «egipticismo». Este error fundamental consiste en rechazar el devenir, la historia, los sentidos y el tiempo. El origen de este rechazo radica en la contraposición de las nociones de ser y devenir, concluyendo que lo que es no deviene y lo que deviene no es. Las consecuencias de este rechazo son: la consideración de los sentidos como engañosos e inmorales por mostrar el cambio, el desprecio hacia la humanidad que confía en los sentidos y la negación del cuerpo.

2. Resumen: La confusión de lo último con lo primero

Nietzsche sostiene que el segundo error fundamental de la filosofía tradicional es la confusión de lo último con lo primero. Los filósofos afirman a Dios como ens realissimum (el ser más real) cuando el concepto de Dios es el más abstracto y alejado de la realidad. Para llegar a este concepto, los filósofos han tomado los conceptos más vacíos (lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero y lo perfecto) y han establecido que ninguno de estos puede haber sido generado, siendo por tanto causa sui (causa de sí mismo). Posteriormente, han identificado todos estos conceptos en Dios.

3. Resumen: Inversión de la ontología y la valoración

Nietzsche resume en cuatro tesis su propuesta de inversión de la ontología y la forma de valorar tradicionales:

  1. Lo que hasta ahora se consideraba apariencia es lo verdaderamente real.
  2. Lo que hasta ahora se creía el ser verdadero es en realidad lo aparente.
  3. La invención de todo más allá de este mundo supone una actitud negativa ante la vida.
  4. La invención de trasmundos es un síntoma de decadencia.

En cambio, la actitud de estimar lo que se ha llamado apariencia y que ahora se considera realidad, incluso en lo que tiene de problemático y terrible, es la propia del artista trágico, la actitud dionisíaca, que nada tiene que ver con el pesimismo.

4. Los sentidos y el cuerpo

Nietzsche argumenta que la reflexión sobre lo que somos ya no puede provenir de un mundo suprasensible, sino que ha de surgir de la tierra, de la vida, de sus mecanismos y luchas, incluso de la propia contradicción. La vida como voluntad de afirmación es el origen de acciones, sentimientos y pensamientos. La moralidad, la racionalidad y el decoro cultural no son más que herramientas que han de servir a esa voluntad de vivir, en vez de sojuzgar lo vital. Estos aspectos culturales hay que aprender a interpretarlos.

En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche presenta dos principios: lo dionisíaco, que contiene los valores de la vida, y lo apolíneo, que contiene los valores de la razón. Con la aparición de la filosofía de Sócrates y Platón, se inicia un periodo de decadencia que perdura en toda la tradición filosófica y teológica occidental. Esto se debe a la imposición de los valores apolíneos sobre los dionisíacos. Se exime de valor ontológico todo lo referente a lo sensible y lo corporal, considerándolo un camino infructuoso e incluso peligroso para acceder a la verdad. Para Nietzsche, esta negación de la vida es la causa de una tradición enferma y deformada. El cuerpo, los sentidos y sus apetencias quedan reducidos a conceptos normativos, represivos y negativizadores que revelan connotaciones de subestimación, como el irracionalismo y el pecado. La opción teórica contrapuesta a lo vital produce pensamientos autistas, solipsistas y sistemas emparentados con las visiones de un mundo trascendente.

5. Los conceptos supremos y el concepto de Dios

Nietzsche emplea el método de la genealogía para buscar el origen oculto de nuestras ideas y creencias. En Más allá del bien y del mal, los conceptos son presentados como creaciones culturales, invenciones represivas contra la vitalidad, con el fin de sumir al individuo a un poder ordenador cuyo efecto es mortificador. Los conceptos con los que se construye el conocimiento son metáforas ilusorias convertidas en normatividad para el control del cuerpo y la particularidad a través del lenguaje. Los conceptos supremos (lo bueno, lo perfecto y lo suprasensible/Dios) son metáforas ilusorias que han ocupado el lugar de la vida, e incluso la sustituyen. Con la tradición judeocristiana y la evolución cultural de Occidente, se han normativizado y han generado una transformación de las órdenes de la vida. Se piensa que la vida viene de los conceptos e ideas, en vez de asumir una posición vitalista de la realidad.

En La gaya ciencia, Nietzsche representa la muerte de Dios. Es la gran metáfora que expresa la muerte de las verdades absolutas, de las ideas inmutables y la aparición del nihilismo. Este evento preconiza un nuevo nacimiento de la vida, con valores que sean sirvientes de la vida, y no su verdugo.

6. El arte trágico y lo dionisíaco

Nietzsche realiza una crítica radical del estatuto y sentido supremo de la cultura de Occidente, desmitificando el concepto de unidad primordial. En lugar de ello, nos arroja al vaivén de la multiplicidad carente de sentido, porque el sentido es una narración de una racionalidad dominante. La vida es tiempo inmediato de deseo y solo podemos asistir a la circunstancia como afirmación, como voluntad de poder.

El hombre trágico se ciñe a los valores de la vida, al espíritu dionisíaco que hace de él un superhombre, cuya moral es la fortaleza y la señoría de su vivencia autónoma. El arte trágico se guarda de la mentira del concepto, no oculta nada tras sus formas y se dispone a la voluntad de poder. El arte encarnado en Dionisos tiene la función de justificar la existencia, pero no es un bálsamo. Ahí reside su contenido trágico. No trata de friccionar con un mundo de bellas apariencias, sino que se acoge al devenir y al avatar del espíritu de vida: Dionisos. La razón y su poder discursivo son inadecuados para captar la realidad.

La filosofía de Nietzsche defiende el irracionalismo y la afirmación de la vida como realidad radical del ser humano, como voluntad de poder y autoafirmación. La tragedia griega sabe mostrar la tensión entre los valores de la vida y los de la razón. En la realidad hay dolor y destrucción, y el camino de superación solo puede darse en el arte, que es capaz de aceptar la vida tal como es, con el dolor y la muerte incluidos.

Sócrates, al preferir la muerte a la lucha, fue el primero que renunció a la vida y el precursor de la decadencia de Occidente, que impone los valores apolíneos y destruye los dionisíacos. La única cura es rescatar los valores de afirmación de la vida y erigirse en superhombre. El arte será el vehículo de expresión de una vida en constante tensión entre los opuestos, cuyo carácter es trágico.

El vitalismo de Nietzsche

El vitalismo es un conjunto de filósofos, entre los que se encuentran Dilthey, Bergson, Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche, cuya reflexión gira en torno al tema de la vida. Surge en el siglo XIX frente al positivismo de Comte y Marx, y continúa en el siglo XX con Ortega y Gasset, Sartre y Heidegger, quienes exaltan lo vital y lo efectivo frente a un exceso de racionalismo. El vitalismo tiene como referencia la vida en sentido biológico y biográfico, pero para Nietzsche el concepto de vida es biológico-cultural, abarcando el impulso y la vivencia.

Nietzsche tuvo un periodo positivista, influenciado por Voltaire y los ilustrados franceses. En esta etapa, acepta el rechazo positivista de la religión y la metafísica, sustituyéndolas por la ciencia como forma de explicación de la realidad. También utiliza el método histórico para criticar los supuestos metafísicos en el desarrollo del conocimiento.

En la filosofía de Nietzsche resuena una llamada a vivir a la luz de lo que el ser humano siente sinceramente, abandonando la seguridad de los valores de un mundo trascendente y asumiendo la vida como una experiencia trágica y una lucha, de donde emana la única fuente de valor. En su obra El origen de la tragedia en el espíritu de la música, se descubre la vida como naturaleza última de toda realidad. La vida es lo que se ama más profundamente y se presenta como impulso espontáneo, lucha permanente y continuo cambio.

¿Qué es la vida? Es voluntad de poder, una dirección, un impulso no consciente de todo lo viviente a superarse. Nietzsche sigue estas ideas de Schopenhauer, pero exalta la vida buscando liberarla de la opresión de la cultura para alcanzar la esperanza como eterno retorno de lo admirable. El hombre, al exigirse el alcance de una vitalidad superior, será llamado superhombre, que se convierte en ley para sí mismo y vive plenamente ilimitado y libre.

La vida ha de entenderse como una fuerza ascendente que origina formas superiores de vida, exigiendo el sacrificio y la inmolación de las formas inferiores. La vida tiene una unidad inseparable con el sufrimiento y la muerte, comparados por Nietzsche con los dolores de una parturienta, en los que dolor y creación van unidos. Afirmar la vida es decir sí también al dolor que ella conlleva. Incluso la búsqueda de la felicidad es indicio de decadencia vital. Afirmar la vida con todo lo que tiene de terrible no debe confundirse con el pesimismo, pues este es indicio de resignada lamentación.

Nietzsche define su concepción de la vida como una filosofía trágica, con lo que pretende colocarse más allá del dualismo optimismo-pesimismo. La auténtica antítesis se da entre los hombres afirmadores de la vida y los negadores que la condenan (el nihilismo). La vida será el criterio para juzgar toda manifestación cultural, ya que esta es solo un síntoma de una determinada vitalidad, ascendente o decadente.

El primer tipo de decadente es el hombre moderno, al que Nietzsche llama «último hombre». Estos solo quieren que no les hagamos daño, son indiferentes con todo el mundo e identifican la virtud con la modestia y la mansedumbre. Nietzsche los llama mediocres. Otros dos tipos de hombres decadentes son los grandes sabios y los cristianos, que coinciden en su desprecio hacia lo instintivo y su inhibición de las pasiones. Sócrates, característico de los grandes sabios, es considerado el prototipo de la decadencia griega.

Para Nietzsche, la razón y la conciencia no han pertenecido al hombre desde siempre, sino que son una aparición tardía en la historia evolutiva. La subsistencia se la debe a los instintos. Frente al conocimiento racional, propugna una «sabiduría instintiva», prefiriendo el símbolo y la metáfora al exponer su filosofía. El cristiano considera los males del mundo un castigo por sus pecados, o una vía ascética para conseguir una vida feliz y bienaventurada, antítesis de esta vida. Por ello, Nietzsche enfrenta a Dionisos contra el Crucificado como símbolos de actitudes vitales opuestas. El Dios cristiano representa la negación de este mundo, la contradicción de la vida.

En Así habló Zaratustra, Nietzsche dice: «Dios ha muerto». Por Dios se entiende el ideal moral que sustenta la cultura occidental, y su muerte significó el derrumbamiento de esta moral. Sobre el hombre gravita la amenaza del nihilismo, producido por la situación de orfandad cuando aún no ha encontrado los valores y metas que sustituyan a los antiguos. El nihilismo es el no creer en nada. Nietzsche expone que el nihilismo activo es la demolición de los viejos ideales caducos (valorado positivamente), y el pasivo es la inmersión debilitada en la falta de sentido, sin energía para superar ese estado.

La muerte de Dios debe ser un amanecer, el superhombre debe ser fiel al sentido de la tierra y distinto al último hombre mediocre. El superhombre se define por la vitalidad y la creación de nuevos valores. La transformación del espíritu pasa por tres etapas: el camello (que obedece las órdenes del alma), el león (crítico y dueño de sí mismo) y el niño (creativo y busca la afirmación de sí mismo).

La crítica de Nietzsche a los filósofos

Nietzsche critica a los filósofos por su negación de la vida, su apego a un mundo trascendente y su construcción de sistemas metafísicos basados en conceptos abstractos y vacíos. Considera que la filosofía occidental, desde Sócrates y Platón, ha promovido una moral de la decadencia, que inhibe los instintos y las pasiones en favor de la razón y la conciencia. Su crítica se extiende también a la religión, especialmente al cristianismo, por su negación del mundo terrenal y su promesa de una vida ultraterrena.

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