Filosofía de San Agustín, Descartes, Rousseau y Ortega y Gasset: Conceptos Clave

Realidad y Dios según San Agustín

San Agustín se caracteriza por su teoría sobre el mundo y su relación con Dios. Defiende la tesis cristiana de la creación del mundo a partir de la nada. La materia y la forma del mundo se crearon conjuntamente siguiendo los modelos de las ideas eternas e inmutables contenidas en la mente divina. Además, expuso la teoría de las razones seminales, que describe como unas semillas invisibles que Dios pone en el mundo en un principio, aunque su potencia se desarrolla en el transcurso del tiempo.

La teología de San Agustín presenta pruebas para demostrar la existencia de Dios y el orden del universo. Define la existencia de todos los seres como la encarnación de las esencias contenidas en la mente de Dios. También aporta la idea de que Dios debe de existir porque es la única explicación posible de la existencia en nuestra mente de ideas y verdades eternas e inmutables. Esto lo resume en dos ideas:

  • Los seres humanos tienen la idea de un ser perfectísimo.
  • Esa idea debe de existir, porque si no, ya no se cumpliría con la condición de perfección.

Antropología de San Agustín

El ser humano es un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terreno. El alma es el principio de la vida y no puede morir. El ser humano, gracias a su alma racional, es capaz de alcanzar la verdad universal e indestructible. El alma es inmortal, creada conjuntamente con el cuerpo y no es preexistente.

San Agustín también aborda el tema de la libertad humana. Distinguía entre libertad y libre albedrío, definiendo el libre albedrío como la capacidad para elegir entre el bien y el mal, y la libertad como la elección del bien que viene dada por la luz que ilumina la mente. San Agustín definía el mal como la ausencia de bien, porque el mal no tiene cabida en la mente de Dios, y los males físicos son consecuencia del mal moral.

Política según Santo Tomás

Santo Tomás puso en relación la ley natural con la ley positiva. La ley positiva es una exigencia de la ley natural, ya que impone la vida social. Afirma el naturalismo político: el ser humano es social por naturaleza. Para vivir en sociedad necesitamos normas (ley positiva) que vienen determinadas por el marco de referencia que es la ley natural, copia imperfecta de la ley eterna divina que imprime Dios.

Afronta la problemática de las relaciones Iglesia-Estado. La Iglesia y el Estado son diferentes, pero el poder político debe estar subordinado al poder religioso porque el fin último de la vida humana es sobrenatural (la contemplación de Dios).

Teoría del Conocimiento de San Agustín

San Agustín no está interesado en describir y descubrir los principios del conocimiento humano. Describe el proceso por el cual el alma alcanza el conocimiento, entendido como contemplación de la Beatitud, que necesariamente lleva al ser humano a la felicidad, por eso es eudemonista.

Su teoría del iluminismo considera el conocimiento sensible como un conocimiento inferior al racional, porque los sentidos ofrecen unos datos insuficientes para establecer conocimiento. Los seres humanos y los animales comparten esa facultad, pero solo los seres humanos son capaces de acceder a un conocimiento superior, incluso valiéndose del conocimiento de los objetos sensibles. San Agustín elabora juicios acerca de estos objetos corpóreos. Es decir, para decir que un objeto es más bello que otro es necesario hacer uso de la idea de lo bello. A esto le llama ideas ejemplares. El orden de las ideas ejemplares es: primero están en la inteligencia divina y no han sido formadas, sino que están siempre existiendo sin mutar. Después, el conocimiento puede llegar a la idea del conocimiento a través de la iluminación de Dios; el alma conoce estas ideas gracias a la luz divina. El alma humana, gracias a esta luz, es capaz de trascender su propia mente y llegar al conocimiento de la verdad inmutable. El proceso de interiorización es cuando el alma no encuentra la verdad en el mundo externo, ni tampoco en los conocimientos que ofrece la propia mente humana, y termina por trascender estos conocimientos del intelecto. Para San Agustín no hay una distinción clara entre razón y fe. La fe es un don de Dios y la razón es imagen de Dios. Estas dos colaboran para conocer la verdad. Existe una sola verdad, la revelada por la religión, y la razón puede contribuir a conocerla mejor. La fe puede y debe apoyarse en el discurso racional. “Cree para comprender”.

Realidad y Dios según Descartes

En las ideas innatas está la idea de Dios, entendido como un ser perfecto. A partir de esa idea innata, Descartes elabora el principal argumento de su teoría para demostrar la existencia de Dios: en primer lugar, se pregunta de dónde puede proceder la idea innata de un ser perfecto. No puede provenir de la nada y tampoco de mí, puesto que lo imperfecto (yo mismo) no puede crear lo perfecto. La idea de un ser perfecto proviene únicamente de un ser perfecto. Descartes afirma así que si Dios, que es un ser perfecto, no puede engañar, esas ideas innatas puestas en mí por él deben ser verdaderas. De esta forma se cancela la hipótesis del genio maligno: la idea de que existe un Dios malo que ha creado nuestra mente de tal forma que siempre nos lleva al error. Descartes propuso otros dos que ya estaban en la tradición:

  • La interpretación del argumento ontológico: la idea de Dios como ser perfecto existe en mi mente de manera clara. Esta idea debe corresponderse con un ser que existe de esa manera perfecta, puesto que esencia y existencia coinciden.
  • Argumento de la causalidad: yo no he podido causarme a mí mismo, si lo hubiera hecho habría puesto en mí las perfecciones y no lo he hecho. Tampoco he sido creado por mis padres; la causa de algo no puede ser menos perfecta que el efecto, y el efecto es un ser como yo que concibe lo perfecto como algo claro y distinto. Luego, solo puedo ser creado por un ser perfecto, del cual recibo mi existencia y que ha puesto en mí la idea de perfección.

Antropología Cartesiana

Descartes defiende una teoría dualista, en la que diferencia y separa la Res cogitans de la Res extensa. Entiende que el alma es superior al cuerpo, considerando el alma algo preeminente y al cuerpo como una simple máquina, que se limita a actuar a las órdenes del alma. Descartes intentó solucionar esta separación, y dijo que existía un punto de unión entre ambas sustancias y lo situó en la glándula pineal.

El yo es una sustancia pensante y tenemos una evidencia de su existencia (primera evidencia del método). Se define por dos facultades: conocimiento y voluntad. La voluntad se caracteriza por ser libre. La libertad es la capacidad de decidir y hacer aquello que el entendimiento propone como bueno y verdadero (justificación de la ética). El cuerpo está determinado por las leyes físicas y el mecanismo.

Ética en Descartes

Descartes trata la ética desde la relación con el dualismo. Esta separación lleva con frecuencia a enfrentamiento y combate entre las pasiones y deseos de la res extensa (cuerpo), que son fuente de percepciones y sentimientos que afectan a nuestra alma. Las pasiones son inmediatas, involuntarias e irracionales. Descartes plantea el problema moral desde un punto de vista típicamente estoico, tratando el tema del autodominio. La tarea del alma respecto a las pasiones consistirá en controlarlas y ordenarlas conforme a lo que manda la razón. La razón nos muestra el criterio adecuado respecto a las pasiones, y de aquella sacamos la fuerza para, en caso necesario, oponernos a estas.

Política según Rousseau

La sociedad corrompe al hombre. No es realista pensar en un retorno a ese estado originario e hipotético de conexión con la naturaleza, el «estado de naturaleza». Rousseau cree necesario el análisis de los fundamentos de la civilización que llevan al ser humano a esos impulsos egoístas y que solo generan en él infelicidad. Una vez determinadas las causas, será necesario reformar esas bases para crear una comunidad política que haga felices a los seres humanos.

Cuando Rousseau revisa esas bases en las que se asienta la civilización, se da cuenta de que el origen del mal es la desigualdad, que tiene su origen en la propiedad privada, que movió a los seres humanos a atesorar bienes frente a la carencia de los otros. Esto produjo un permanente enfrentamiento social donde lo que primaba era el egoísmo y no la cooperación, pues el deseo era poseer más y se fomentaba el egoísmo. El resultado de este proceso impide la realización plena de los seres humanos, pues no les lleva a la felicidad, sino al eterno conflicto.

Para reformar esas bases sociales y crear una nueva civilización, Rousseau propone un nuevo Contrato Social. En este pacto social el pueblo es el soberano. A la hora de legitimar el poder político se debe seguir la voluntad general, que es la suma de las voluntades de un sujeto colectivo, la del ciudadano que siempre pretende el bien común. El individuo renuncia a sus intereses egoístas personales para someterse por consentimiento libre a las leyes que emanan de la voluntad general. Cada uno renuncia no a la libertad, pues el Estado debe respetar siempre los derechos de los individuos garantizando una sociedad donde desarrollar libremente la vida, sino a la libertad de obrar de acuerdo al egoísmo propio y en contra de la comunidad. Este nuevo estado consiste en una sociedad racional y libre donde se erradica el mal moral y la injusticia y permitirá que cada uno de los seres humanos pueda alcanzar su felicidad y plena realización.

Política según Ortega y Gasset

El ser humano no tiene una naturaleza prefijada, su vida está por hacerse; por ello su naturaleza es su historia y su cultura, y lo que caracteriza a estas realidades es el cambio. Pero el cambio histórico no es homogéneo, a pesar de haber una cierta estabilidad que cristaliza por periodos, a los que Ortega y Gasset denomina “generaciones”. Las relaciones entre generaciones pueden ser de homogeneidad, cuando los intereses que las mueven son los mismos, pero también de heterogeneidad, cuando hay ruptura y se abre una etapa revolucionaria.

Para comprender la Historia es necesario distinguir entre masa y minoría. La masa tiende a conservar esquemas fijos y a vivir en el presente; la minoría tiende a romper moldes, mirando hacia el futuro. Ortega critica los planteamientos que han puesto el peso en uno de estos dos: las teorías colectivistas, que ponen el acento en la masa como generadora del cambio social -el marxismo- se equivocan porque las masas no tienden al cambio, sino al estancamiento. Cuando triunfan las masas sobre las élites, se produce lo que se denomina “la rebelión de las masas”, que deriva en una sociedad uniformada y sin liderazgo, donde no se respeta la libertad individual. Por otra parte, las teorías que ponen el peso en la minoría -llamadas individualistas- se equivocan porque no se da una comunicación directa entre el individuo y la masa, de tal forma que esta no es influida. El cambio social viene determinado por una determinada “sensibilidad vital” que determina el orden moral y estético, que termina por influir en los cambios económicos y sociales.

Finalmente, para Ortega no existe una racionalidad en la Historia y, por ello, al contrario de lo que Marx estableció, no se pueden determinar leyes que expliquen el cambio. En la Historia siempre hay algo que se va buscando y conquistando. Esa es la “sensibilidad vital” a la que hacía referencia Ortega.

Moral según Santo Tomás

Santo Tomás afirma que el ser humano, como todo animal, posee ciertas tendencias (fines) enraizadas en su naturaleza. La que más permite diferenciar al ser humano del resto de los animales es la racionalidad, que permite al ser humano establecer ciertas formas de conducta específicas o lo que se conoce como ley natural. La ley natural se define porque sus contenidos son evidentes, universales e inmutables. Santo Tomás destaca tres contenidos impresos en el ser humano: el instinto de autoconservación, que le impone un deber moral de respetar y cuidar dicha existencia; el instinto de procreación, que le lleva a querer crear una familia y a cuidar de la prole; y el de la razón, que le impulsa a conocer la verdad y la justicia.

Por otra parte, es un filósofo eudemonista porque piensa que el fin último del ser humano es alcanzar la felicidad. Esta felicidad, aunque es relativa, se alcanza haciendo lo que es propio de la especie. Pero la felicidad absoluta no se puede alcanzar en esta vida, sino solo en la otra, en la unión con Dios. A partir de aquí se establece qué actos son buenos y cuáles malos. Son buenos los que permiten acceder a la contemplación de Dios y malos los que te alejan de esa meta.

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