Tomás de Aquino: Metafísica Tomista y Concepción del Ser
El punto de partida de la ontología (concepción del ser) en Tomás de Aquino deriva del creacionismo:
- Si todos los seres son creados, entonces son contingentes (que pueden o no pueden existir), pues podrían no haber sido creados y, por tanto, no existir.
- Si son contingentes, entonces ha de existir un ser no contingente, un ser que ha dado la existencia a los seres contingentes, es decir, un ser necesario que es el Creador, Dios.
Para poder entender plenamente la ontología tomista, es necesario comprender la distinción que hace Santo Tomás entre esencia y existencia. La metafísica aristotélica conduce a una interpretación del mundo difícilmente conciliable con el cristianismo: el mundo es eterno y está compuesto de una multiplicidad de sustancias que, en cuanto tales, tienen la misma entidad. La distinción que ya había establecido Avicena entre la esencia y la existencia será la respuesta que buscará Santo Tomás: habrá que distinguir en cada sustancia la esencia de la existencia.
- Esencia: designa el conjunto de características que constituyen una cosa.
- Existencia: el ser de hecho, ser efectivo de una esencia, que de hecho esa esencia se dé en la realidad.
Para Santo Tomás, la esencia está respecto a la existencia como la potencia respecto del acto, puesto que las esencias de los diversos seres tienen la posibilidad de existir o no existir, ya que son seres contingentes y sólo gracias a la acción creadora de Dios pasan a existir de hecho. Dios es el único ser en el que la esencia y la existencia se identifican, es decir, el único ser necesario. Intentemos argumentar estas ideas.
Por lo tanto, todas las cosas que existen son un compuesto de esencia y existencia. En ese sentido son contingentes, es decir, no tienen en sí mismas la necesidad de existir, pueden existir o no existir. ¿De dónde les viene, pues, la existencia? Ha de proceder de alguna sustancia que exista eminentemente, es decir, de una sustancia cuya esencia consista en existir y sea, por lo tanto, un ser necesario: Dios. Asimismo, Santo Tomás reinterpreta una vez más el hilemorfismo aristotélico. No es sólo que todas las sustancias sean compuestos de materia y forma, sino que son compuestos de esencia y existencia.
Tomás de Aquino: Concepción del Ser Humano
La visión de Santo Tomás está tomada de Aristóteles, pero la relaciona con su fe cristiana. Aristóteles afirma que el hombre es una unidad substancial. El cuerpo y el alma no son dos substancias diferentes unidas, sino que constituyen una sola realidad, una única sustancia. El cuerpo es la «materia» de la sustancia hombre y el alma, la «forma». El alma puede existir con independencia del cuerpo, cosa que ocurre cuando el hombre muere, pues el alma humana es inmortal. Al igual que Aristóteles, distingue en el alma humana tres tipos diferentes de funciones:
- Vegetativas: nutrición y reproducción.
- Sensitivas o apetitivas: irascibilidad y concupiscencia.
- Intelectivas: conocimiento por abstracción.
Estas últimas son específicamente humanas y poseen una primacía sobre la voluntad.
El Conocimiento en Tomás de Aquino: El Problema Razón-Fe
Admite que hay un ámbito no accesible a la razón. Se trata del ámbito de lo sobrenatural que sólo puede alcanzarse por medio de la fe. Así pues, el tomismo consiste en un esfuerzo por integrar la filosofía con la teología, en un momento en que la mayoría de los teólogos opinaban que la filosofía no podía añadir nada a los contenidos de la revelación. Sin embargo, la integración de filosofía y teología no implica la confusión de ambas, puesto que sostiene que filosofía y teología son dos ciencias distintas con objetos, métodos y criterios diferentes, y que cada una en su propio campo es autónoma y autosuficiente. Ahora la filosofía es capaz de alcanzar la verdad en su campo y con sus herramientas, la filosofía deja de ser simple ancilla (esclava).
- Lo revelado consiste en una serie de conocimientos sobre Dios, necesarios para obtener la salvación y que sólo pueden ser alcanzados por revelación divina, pues sobrepasan la capacidad del intelecto humano: son los artículos de fe como, por ejemplo, el hecho de que el mundo fue creado, la Encarnación, la Trinidad.
- Lo revelable es también un conjunto de conocimientos sobre Dios necesarios para la salvación, pero accesibles a la razón humana. Se llaman preámbulos de fe, y son las afirmaciones de la Biblia que pueden ser explicadas racionalmente, como la existencia de Dios.
Filosofía y teología coinciden, pues, en el ámbito de lo revelable, aunque en otros ámbitos la filosofía es capaz de alcanzar la verdad con sus propias herramientas. En principio, allá donde llega la razón la fe no tiene ningún cometido. Para él, las verdades de la fe y de la razón tienen que coincidir, ya que ambas provienen de Dios, y si la razón en algún momento contradice a la revelación, es porque el hombre se equivoca, y es la razón la que debe someterse a la fe.
El Proceso del Conocimiento
Conocer intelectualmente es captar las formas, operación que se realiza mediante la abstracción; sin embargo, al igual que en Aristóteles, para Santo Tomás todo conocimiento comienza por ser conocimiento sensible: «nada hay en el entendimiento que previamente no haya estado en los sentidos».
El texto describe las cinco vías de Santo Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios. A continuación, se presenta un resumen de cada una:
- Vía del movimiento: Todo movimiento tiene una causa exterior. Si existiera una cadena infinita de motores movidos, no habría ningún inicio. Por lo tanto, debe existir un primer motor inmóvil, que es Dios.
- Vía de la causa eficiente: Toda causa tiene una causa previa, pero no puede haber una cadena infinita de causas. Debe existir una causa eficiente primera, que es Dios.
- Vía de lo posible o contingente: Los seres existen pero podrían no existir, pues son contingentes. Si todos fueran contingentes, no existiría nada. Debe existir un ser necesario, que es Dios.
- Vía de los grados de perfección: Existen seres más o menos perfectos (buenos, verdaderos, etc.), lo que implica la existencia de un ser perfecto en el que todos estos valores participan: Dios.
- Vía del gobierno del mundo: Los seres irracionales tienden a un fin determinado, lo cual solo es posible si alguien los dirige, como un arquero dirige su flecha. Por lo tanto, debe existir un ser inteligente que guíe el universo: Dios.
Cada una de estas vías ofrece un argumento filosófico para la existencia de un ser supremo, identificando a Dios como el principio o la causa de todo lo que existe.
Tomás de Aquino: Demostración de la Existencia de Dios
Según Santo Tomás, esta demostración es posible si se utiliza el método adecuado. Existen dos tipos de demostración:
- Propter quid o “por lo que”: procede de la causa al efecto.
- Quia: parte de las cosas sensibles, consideradas como efectos, para buscar la causa, por lo que procede a posteriori.
Sólo este último método demostrativo puede elevarnos al conocimiento de la existencia de Dios, aunque los efectos, las criaturas, nada nos revelan sobre su esencia. Las vías tomistas son pruebas basadas en el principio de causalidad y esencialmente metafísicas, en tanto que la causa primera a la que conducen se sitúa más allá de la naturaleza. Las cinco vías siguen una estructura similar:
- Punto de partida: un hecho de experiencia.
- Segundo paso: aplicación del principio de causalidad al hecho de la experiencia.
- Tercer paso: imposibilidad de un tránsito al infinito en la serie de causas subordinadas.
- Punto de llegada o conclusión: la causa primera no causada es Dios.
Tomás de Aquino: La Ética
Como la ética aristotélica, la ética tomista es teleológica y eudemonista, pero la felicidad que persigue el hombre —según su visión cristiana—, aunque se disfruta ya en esta tierra, se alcanza sólo en la trascendencia: la visio beatifica o visión de Dios que alcanzan los bienaventurados. El concepto clave de la ética tomista es el concepto de ley natural. Santo Tomás piensa que en todo hombre existe una ley natural, que se conoce a través de la conciencia moral, y que es preciso seguir para obrar correctamente. Esta ley natural, cuyo contenido viene a coincidir con el de los diez mandamientos, y que también recibe el nombre de ley moral, no es otra cosa que la participación en el hombre de la ley eterna divina, la parte de la ley eterna que atañe al hombre. La «participación de la ley divina en la criatura racional». La ley eterna es la ordenación divina del universo, «la razón de la sabiduría divina en tanto que rectora de todos los actos y movimientos». Lo que ocurre es que esta ordenación general del universo no regula de la misma manera el comportamiento humano y el de los demás seres naturales. El comportamiento de éstos es regulado a través de leyes físicas que se siguen necesariamente, pero el hombre, al ser libre, puede seguir o no la ley moral, puesto que ésta respeta su libertad. El hombre tiene la posibilidad de cumplir la ley natural, pero tiene también la posibilidad de no cumplirla; puede obrar bien u obrar mal. La Ley Natural no sólo es la participación de la ley divina en la criatura racional, sino que también es expresión de la propia naturaleza humana. Accesible, es evidente, universal e inmutable. El principio básico de esta ley implica la obligación de hacer el bien y evitar el mal.
Tomás de Aquino: La Política (La Sociedad)
Una vez más, como en Aristóteles, el hombre es social por naturaleza (necesita de los demás para satisfacer sus necesidades naturales y artificiales y dispone, además, del lenguaje). Como la ley natural sólo prescribe normas o principios generales, para el ordenamiento concreto de la convivencia, el hombre necesita de leyes concretas: la ley positiva (las leyes de los Estados, a que llegan los hombres por el ejercicio de su razón) que se basa en el derecho natural y, por tanto, remite en última instancia a la ley eterna. La ley positiva ha de ser una prolongación de la ley natural. La convivencia exige dirección y gobierno: la autoridad tiene su origen en Dios —pues la naturaleza social también—; los gobernantes son responsables ante la divinidad de su tarea ordenada al bien común (no caben las arbitrariedades o abusos de poder); a ellos compete promulgar leyes —ley positiva— conforme a recta razón, que obligan moralmente en conciencia (aunque si contradicen la ley natural —que han de prolongar—, esto es, si son injustas y no tienden al bien común, sino privado, cabe la desobediencia civil porque dejan de ser ley). En cuanto a las formas de gobierno, Santo Tomás prefiere la monarquía, cuya perversión da lugar a la tiranía: la peor de todas ellas. En Tomás no podemos separar la ética de la política, pues el fin al que tienden las acciones humanas y la sociedad coincide: el bien sobrenatural de la bienaventuranza. Por lo que, aun con cierta autonomía en su organización, el Estado se subordina a la Iglesia y tiene responsabilidades en cuanto al fin religioso.
La Realidad en Descartes
La realidad para Descartes va a estar formada por tres tipos de realidades:
- La res cogitans o res pensante, es decir, el yo en tanto que ser pensante tal y como se ha establecido tras la duda metódica.
- La res infinita, es decir, Dios, tal y como ha demostrado a partir del yo pensante.
- La res extensa, es decir, la realidad física tal y como demostrará a partir de la existencia de Dios y que a continuación explicaremos.
Ya hemos explicado anteriormente cómo demuestra la existencia de Dios a partir del yo pensante. Una vez demostrada la existencia de Dios, pasará a demostrar la existencia de la realidad física del siguiente modo: estando como estamos inclinados a pensar que nuestras percepciones sensibles proceden de una realidad exterior existente y puesta en nosotros esta inclinación por Dios como causa y fundamento de todo, y siendo veraz y bueno por definición, no puede permitir que vivamos engañados respecto a esta fuerte convicción. Luego esa realidad existe. Ahora bien, de esa realidad solo puede conocerse con claridad y distinción aquellas cualidades que puedan cuantificarse, que sean “matematizables” como el movimiento, la figura, etc. En esta realidad reina un determinismo mecanicista. Así pues, queda demostrada la existencia de tres tipos de realidades consideradas como “sustancias”, entendiendo como tal “lo que existe sin necesidad de otra realidad para existir”, que estrictamente hablando solo se aplicaría a Dios, “sustancia infinita” pero que en tanto que realidades ya creadas existen independientemente una sin la otra: “sustancia pensante”, yo pensante, y “sustancia extensa”, mundo, realidad física.
El Ser Humano en Descartes
Respecto al ser humano, defiende un dualismo puesto que estamos formados por dos sustancias independientes: sustancia pensante, alma, y sustancia extensa, cuerpo. De este modo, en tanto que cuerpo no escapamos de las leyes de la física y, en tanto que alma, somos libres. La libertad es una idea innata y refleja el sometimiento del cuerpo al alma, de las pasiones irracionales e involuntarias a la voluntad, que junto con el entendimiento, es otra facultad de la razón. En cuanto a la relación entre ambas sustancias (alma y cuerpo) se produciría, según Descartes, en una parte del cerebro, la glándula pineal.
El Conocimiento en Descartes
Hay que partir de que Descartes es un filósofo que pertenece al Racionalismo, movimiento filosófico del siglo XVII que considera a la razón como la única fuente de conocimiento válido, afirma la existencia de Ideas Innatas, es decir, aquellas que la razón posee por sí misma sin necesidad de los sentidos, y que defiende la deducción como método de conocimiento y las matemáticas como modelo de ciencia, todos estos aspectos se encuentran en este autor. Empezaremos destacando que Descartes entiende por “razón” la “facultad de distinguir lo verdadero de lo falso”, de modo natural, igual para todos los hombres. La diversidad de opiniones, sobre todo en la filosofía, a diferencia de otras ciencias, especialmente las matemáticas, se debe a que no se ha utilizado el método adecuado que debe dirigir a la razón. Es necesario un método que nos permita alcanzar conocimientos verdaderos, fiables. Para ello, Descartes tomará como modelo el método matemático, por basarse exclusivamente en los dos procesos básicos del razonamiento humano:
- La intuición: que es la captación inmediata de una idea que se presenta como una verdad evidente.
- La deducción: que consiste en obtener nuevas verdades a partir de las obtenidas mediante la intuición.
Así el método matemático consistirá en: unos axiomas, captados por intuición y unas reglas, obtenidas mediante deducción. De igual modo, Descartes elaborará su método, consistente en cuatro reglas, que abarcan ambas operaciones: intuición y deducción.
- Regla de la evidencia: es criterio de verdad y consiste en admitir como verdadero solamente las ideas que se nos presenten de forma ”clara” y “distinta”. Estas ideas se captan por Intuición.
- Regla del análisis: descomponer lo complejo en lo más simple hasta llegar a esas ideas elementales.
- Regla de la síntesis: de esas ideas simples se van obteniendo otras más complejas mediante la deducción.
- Regla de la enumeración: revisar todos los pasos dados para evitar errores.
Establecido el método, lo aplica para alcanzar una primera verdad evidente, clara y distinta, a partir de la cual obtener otras verdades. Para ello, aplicará lo que se conoce como “la duda metódica” consistente en considerar como falso aquello que suponga la mínima posibilidad de dudar.
- Primer motivo de duda: el engaño de los sentidos me lleva a dudar de los datos que proceden de ellos, puesto que a menudo me llevan a error y no pueden ser garantía de conocimientos claros y distintos.
- Segundo motivo de duda: la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño me lleva a dudar que las cosas que veo, el mundo, mi propio cuerpo, sean reales y no sean más que un sueño.
- Tercer motivo de duda: la hipótesis del genio maligno, puedo suponer que la existencia de “un genio maligno” me engañe haciéndome creer que razono bien cuando realmente no es así, de modo que esto me hace dudar de mi propio entendimiento, de las verdades matemáticas.
A pesar de la posible existencia de “un genio maligno” de lo que no puedo dudar es de que dudo, puedo dudar de lo que pienso, pero no de que pienso y de que al pensar, existo. Por tanto, llegamos a una primera verdad indubitable: Pienso luego existo. Es la primera verdad, clara y distinta, indubitable, captada por intuición y a partir de la que tenemos que obtener el resto de verdades.
El Problema de Dios en Descartes
Comenzar a explicar el problema en cuestión partiendo de que Descartes, mediante la duda metódica que posteriormente se explicará, había llegado a una primera verdad de la cual no se puede dudar: pienso luego existo. No se puede dudar de esta primera verdad porque es “clara” y “distinta”. Pero esta verdad sólo me asegura la existencia del yo pensante, ya que la existencia de otra realidad ha sido sometida a la duda. Se plantea Descartes descubrir si entre las ideas que piensa el yo, pueden existir algunas que no procedan del mismo yo que las piensa. Si esto es así, podrá romper este “encierro” en el que se encuentra el yo pensante y demostrar la existencia de otro tipo de realidad. Partiendo de las ideas del yo pensante, demostrará la existencia de Dios y, posteriormente, la de otras realidades extramentales. Distingue Descartes tres tipos de Ideas:
- Adventicias: que “parecen” proceder de una realidad “exterior” pero de la no puedo tener “certeza” de que exista, como previamente ha demostrado mediante la duda metódica.
- Facticias: aquellas que la mente humana es capaz de crear mediante la combinación de otras ideas adventicias y no implican la existencia de una realidad externa.
- Innatas: que son aquellas que el pensamiento posee en sí mismo y que no parecen provenir de la experiencia externa ni de la combinación de ideas. Entre estas ideas está la idea de Dios y partir de la misma, Descartes demostrará su existencia, mediante tres argumentos:
- El argumento Ontológico, ya formulado por San Anselmo, reformulado por él del siguiente modo: si tengo en mi mente la idea de Dios y lo concibo como “el ser más perfecto que pueda pensarse”, entre sus perfecciones habrá de encontrarse la “existencia”, pues de lo contrario no sería el más perfecto.
- El argumento “noológico” ya formulado por San Agustín, reformulado por Descartes del siguiente modo: la idea de un ser infinito en mi mente no puede ser producida por una realidad finita, pues entonces no existiría proporción entre la causa (un ser finito, el yo que duda, que es imperfecto) y el efecto, la idea de un ser infinito. Por tanto, la idea de un ser infinito ha de ser proporcional a la causa de esa idea. Por lo tanto, ha de existir un ser infinito que sea la causa de esa idea de infinito en el yo pensante.
- La tercera vía tomista sobre lo contingente y lo necesario: la realidad contingente de nuestra existencia requiere la existencia de un Ser necesario como su fundamento y ese ser necesario es Dios.
La Moral en Descartes
Descartes pensaba que las reglas del método no sólo podrían tener aplicación a cuestiones relacionadas con el conocimiento, sino que también podrían aplicarse a la moral, puesto que confiaba en que un buen método racional de investigación, conducido según reglas simples, podría proporcionar buenos frutos en cualquier ámbito del conocimiento, incluso en la moral. Descartes tenía en proyecto acometer una investigación sistemática sobre la ética, según el método y aunque fue iniciando este proyecto durante su vida no lo terminó. La importancia que, a pesar de todo, la moral tiene para Descartes queda de manifiesto en su concepción de la libertad. Como hemos señalado en relación con su concepción del ser humano, la libertad, que es una idea innata, es rectora en el ámbito moral. Además, como ya se ha explicado, es el reflejo del sometimiento del cuerpo al alma, de las pasiones irracionales e involuntarias a la voluntad del sujeto. Mientras elaboraba su investigación de la moral conforme al método, propone en el Discurso del Método una “moral provisional”. La idea esencial de la moral cartesiana es que la vida, la acción, no admiten demoras. Es necesario en muchas ocasiones tomar decisiones con rapidez, e incluso con información insuficiente.
- “Obedecer las leyes y las costumbres de mi propio país, conservando con constancia la religión en la que Dios me ha dado la gracia de ser instruido desde mi infancia, y rigiéndome en todo lo demás con arreglo a las opiniones más moderadas”. Aboga por conductas alejadas de los excesos, recordando la teoría del justo medio de Aristóteles, y propone actuar según las normas de los “más sensatos”, a quienes puede interpretarse como los de mejor juicio.
- “Ser en mis acciones lo más firme y lo más resuelto que pudiese, y no seguir con menos constancia las opiniones más dudosas una vez que me hubiese determinado, que si hubiesen sido muy seguras”.
- “Procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y modificar mis deseos antes que el orden del mundo”. Esta máxima es radicalmente estoica, y se basa en la idea de que “no hay nada que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros pensamientos”.
Descartes propone cultivar la razón por encima de todo y aprender constantemente. Este intelectualismo moral es herencia de Sócrates. Es la razón la que da la medida del bien y del mal.