Marco Filosófico
La nota general de la Filosofía del siglo XX es el abandono de los grandes sistemas y la elaboración de un pensamiento que intente dar respuesta a los problemas que presenta el desarrollo de la ciencia y la tecnología durante esta época.
De esta manera, en la primera mitad del siglo, vamos a encontrarnos con que la mirada filosófica va a dirigirse a dos objetos fundamentales. Por un lado, un análisis de la postura científica, provocado por la crisis en la que se sumerge la ciencia positivista durante el siglo XIX. A este respecto hay que destacar dos respuestas fundamentales:
- En primer lugar, la Fenomenología de Edmund Husserl que, partiendo de postulados kantianos, supone un análisis de la citada crisis y un intento de superarla, constituyendo posiblemente el último de los grandes sistemas que pretende dar una visión globalizada de la totalidad de la Naturaleza y el saber. De hecho, al hablar de Fenomenología es necesario inmediatamente comentar los dos grandes movimientos que surgieron bajo sus planteamientos: la hermenéutica y el existencialismo.
- En segundo lugar, nos encontramos con el Neopositivismo y la Filosofía Analítica, que intentan superar la situación, o bien desde los planteamientos de la Filosofía de la Ciencia, en el primer caso, o bien desde un análisis lingüístico de las disciplinas científicas y filosóficas.
Por otro lado, el segundo vector que va a marcar la especulación filosófica en esta primera mitad de siglo va a ser el intento por comprender y, superar, las consecuencias producidas por las dos guerras mundiales. A este respecto nos encontramos con el personalismo, por un lado, que en esta perspectiva va a adoptar las posturas del humanismo cristiano, y por otro con las ideas que expresan los autores enmarcados.
En la segunda mitad del siglo, la quiebra de la confianza en la Razón provocada por el desarrollo incontrolado de la tecnología y los problemas derivados de esta situación va a dar lugar a un nuevo modo de entender la Filosofía, en el cual se busca, por un lado, un nuevo modo de pensamiento, en filosofías como las de Gilles Deleuze o Jacques.
Dios
Para Wittgenstein, el discurso acerca de Dios sería un discurso sin sentido, o lo que él llama una pseudoproposición. A lo máximo que se puede aspirar es a que Dios forme parte del mundo solipsista del creyente.
¿Cómo entiende Wittgenstein la tesis solipsista? Esta: el mundo es mi mundo. De aquí sacará el solipsista toda suerte de implicaciones sobre la imposibilidad de su comunicación con los demás. La tesis, según Wittgenstein, es correcta. Únicamente que no puede expresarse por medio del lenguaje, aunque sí cabe reconocerla en cuanto que se muestra en éste.
¿Por qué no se puede decir la tesis solipsista? Porque no representa ningún hecho, actual o posible, y por lo tanto no cumple con los requisitos del principio de representación isomórfica que ha de cumplir. No es una tesis que describa hechos o estados de cosas, sino que es una afirmación acerca del mundo en su totalidad y, por tanto, en cierto sentido, debe estar más allá del mundo.
La tesis solipsista es correcta porque el mundo lo encuentra cada cual en torno a sí, es el mundo de cada cual.
Ser Humano
Según Wittgenstein, la ética es la tendencia del espíritu humano a arremeter contra los límites del lenguaje. Es por eso que la ética no puede ser ciencia. Pertenece al reino de lo inexpresable, junto con la metafísica. El lenguaje sólo expresa hechos, mientras que la ética se sitúa en el campo de lo sobrenatural.
Wittgenstein afirma que los rasgos fundamentales de la Ética son los siguientes:
- En primer lugar, es una investigación sobre lo bueno, sobre lo valioso.
- Por otro lado, es la investigación acerca del significado de la vida, de aquello que hace que la vida merezca vivir o de la manera correcta de vivir.
Ahora bien, cada una de estas investigaciones puede llevarse a cabo desde un sentido relativo o desde un sentido absoluto. El sentido ético propiamente dicho sería el absoluto, pero ningún enunciado de hechos nunca puede ser ni implicar un juicio de valor absoluto. Cada juicio de valor relativo es un mero enunciado de hechos.
Para Wittgenstein, la felicidad brota de la coincidencia entre voluntad y totalidad. Esta vida feliz es la vida auténtica, no es un estado natural, ni algo que se consiga simplemente dejándose llevar, abdicando de todo. El hombre no puede convertirse, como si le viniese dado, en un ser feliz, sino que para alcanzar la felicidad hemos de poner la voluntad al servicio de la adquisición de ese desafecto respecto de los hechos del mundo que haga posible la identificación con la totalidad.
Dado que el mundo aparece como algo dado, como algo independiente de mi voluntad, a lo que ésta se allega enteramente desde fuera, sólo se perdería el que no acepta entregarse enteramente a su destino.