Filosofía y ética: Aristóteles y San Agustín

Física y Teología

Aristóteles

Aristóteles se esfuerza por precisar esta denominación determinando el objeto de su discurso de estas dos maneras:

  1. La física se ocupa de aquella forma de ser que está afectada por el movimiento, es decir, al problemático fenómeno de que a propósito de las cosas naturales o físicas cabe decir que son lo que no son y no son lo que son.
  2. La física no se ocupa del modo de ser de las personas móviles en general, sino específicamente de aquellas que tienen en sí mismas el principio de su reposo, es decir, que cambian o dejan de hacerlo siguiendo principios internos de su propia organización.

Estas dos decisiones sirven a Aristóteles para determinar el ámbito de la física frente a otras ciencias:

  1. Con respecto a la teología, cuyos objetos no están sometidos a movimiento.

Materia y Forma

Las entidades que pueblan el ámbito sublunar y a las que cabe llamar sustancias obedecen a dos principios diferentes: su materia y su forma, por lo que es acostumbrado referirse en conjunto a esta perspectiva como hilemorfismo. No solo en Aristóteles, sino en toda la época, la materia siempre es materia cualificada y cualitativa. Es importante no confundir forma con figura, aunque sin duda esté relacionada con la delimitación de los cuerpos, está emparentado con lo que Platón designaba como eidos y, por lo tanto, se trata de lo que hace que la cosa sea y lo que es y se determine del modo como se determina.

El Movimiento

Los maestros escolásticos de la Edad Media, que con gran frecuencia apelan a la autoridad de Aristóteles, utilizaron a menudo la fórmula (que en su libertad no pertenece a Aristóteles) para definir el movimiento: el paso de la potencia al acto, de un «poder ser» que precede al cambio mismo. Las cosas mismas son susceptibles de cambio, la materia puede cambiar de forma y a ese «poder cambiar» es a lo que llamamos potencia. El cambio es el «paso al acto» de una de esas potencias. Es, pues, propio de todas las sustancias físicas el poder de cambiar, es decir, no tener una completa posesión de su ser, el tener que moverse para alcanzar su finalidad:

  1. La privación.
  2. Hemos de aceptar que en el proceso de cambio hay algo que permanece y algo que se modifica.

Las Causas del Movimiento y el Primer Motor

La Teoría de las Cuatro Causas

  1. Causa material: de la existencia de la estatua de bronce es el bronce mismo, en el sentido ya antes apuntado de que en él se encuentra, como potencia pasiva, la capacidad para ser convertido en una escultura.
  2. Causa formal: de la estatua es justamente el eidos o la forma en virtud de la cual el escultor transforma el bloque de metal en una figura.
  3. Causa eficiente: es aquello que puede incidir en la materia para realizar en ella las exigencias de la forma, el cincel o el martillo con el cual el escultor modela su obra.
  4. Causa final: de la existencia de la estatua es el propósito o finalidad para la cual se ha decidido erigir la estatua.

El Primer Motor Inmóvil

Aristóteles formula el principio de casualidad: «todo principio tiene una causa» y nos recuerda que no es posible una regresión indefinida desde unos móviles a sus motores, pues si la regresión fuera en verdad indefinida, entonces no habría ningún primer motor y, por tanto, no habría llegado a haber movimiento, y el hecho de que hay movimiento es una evidencia que no puede ponerse en cuestión, por tanto, tiene que haber un primer motor origen del movimiento.

Ética y Política

Son para Aristóteles, y según ya dijimos, ciencias prácticas, saberes que investigan el modo correcto de comportarse los agentes humanos capaces de decidir libremente sobre sí mismos. Esta capacidad de decisión libre no debe darse por suministrada por la naturaleza, puesto que el hombre natural está sometido a las necesidades de subsistencia y reproducción, y en ese ámbito carecen de decisión.

Polis y Política

El orden en el cual se solventan estas necesidades primarias es el de lo que Aristóteles denomina el hogar, el ámbito de lo económico. Pero para Aristóteles señala como la invención más beneficiosa para la especie la de quienes crearon la polis, que justamente empieza allí donde los hombres ya tienen suficiente para sobrevivir, por tanto, a decidir libremente sobre el género de vida que quieren vivir. Este umbral, que ya no es el de supervivencia sino el de buena vida, señala lo que Aristóteles entiende por política, un saber al que reconoce la absoluta importancia entre las ciencias políticas.

La Virtud

Es el hábito de elegir el término medio de acuerdo con la razón. No es adecuado considerar la virtud como una facultad e igualmente sería erróneo considerarlo una pasión, sino que solo puede ser un hábito.

La Felicidad

La práctica de la virtud debe conducir a la felicidad, pues la felicidad es aquello que se quiere absolutamente como un fin en sí mismo. La felicidad reside en el bienestar consigo mismo y con los demás. El hombre es libre para conducir su vida.

San Agustín

La Verdad y la Primacia de la Fe sobre la Razón

La verdad para San Agustín es una. Esa verdad es la verdad cristiana, la que salva y plenifica a aquel que la busca con todas sus fuerzas. San Agustín no vio la necesidad de establecer una separación entre las buenas noticias ganadas por fe y los recursos explicativos aportados por la racionalidad. Una inteligencia y una creencia nunca pueden dejar de apoyarse entre sí. En cualquier caso, la primacia la tiene siempre la fe, ya que la razón tiene sus límites. En el libro sobre el maestro reconoce la frase «creo todo lo que entiendo, mas no entiendo todo lo que creo» y afirma que la felicidad y la paz son las auténticas metas por las que el ser humano se mueve.

El Combate contra los Escépticos

Los argumentos del escepticismo eran conocidos por San Agustín para saber que las dificultades teóricas son muchas y poderosas. Dichos argumentos, sin embargo, dejaron de resultarle convincentes. El origen de la seguridad epistemológica se encuentra en el hallazgo del conocimiento del alma, que no es otro que el que el alma tiene de sí misma. Por sólidos que sean los motivos que se aleguen de duda, es lógicamente imposible que el alma ejerza la duda sin ser, al mismo tiempo, consciente de sí misma en tanto que sujeto de la duda; como es imposible que, le ocurra lo que le ocurra a un alma viva, esta no se percate de lo indudable de su vida.

Los Tipos de Conocimiento

  1. El conocimiento sensible: su objeto es los objetos externos, que dejan su huella en los órganos de los sentidos y provocan la ocasión de que el alma, jerárquicamente superior al cuerpo e incapaz de dejarse afectar por algo material e inferior a ella, genera activamente una imagen semejante al objeto exterior. Los objetos de los sentidos son cambiantes, inestables, y en ellos no es posible encontrar el reposo que se anela. El buscador de conocimiento propiamente dicho deberá dirigir su atención a otra zona en su interior.
  2. El conocimiento racional: el alma consigue un conocimiento científico racional de las cosas. El estadio superior del conocimiento es aquel que se ocupa de contemplar directamente los modelos ejemplares con arreglo a los cuales hemos enjuiciado la condición de los entes.

La Teoría de la Iluminación

La iluminación es el efecto de acceder al conocimiento infalible de ciertas verdades inteligibles, metafóricamente comparable al descubrimiento de lo sensible con efecto de la luz. Para San Agustín, ahora Dios es a quien concibe como aquella «luz inteligible» sin cuya intervención no le sería posible al hombre acceder al conocimiento de objetos que trascienden su condición finita y temporal.

Ejemplarismo

Para San Agustín, las ideas concebidas como ejemplares eternos con arreglo a los cuales fue creado el mundo pasan a convertirse en arquetipos inteligibles existentes en Dios desde toda la eternidad. Las cosas, en efecto, han sido creadas a la luz que ofrecen sus modelos y es tesis firme de San Agustín que deben reflejar en sí mismas la marca del «autor» que las creó.

Interpretación de la Teoría de la Iluminación

San Agustín se propuso hacer ver cómo no es posible captar verdad alguna particular si no es a la luz de la «Verdad», una verdad que él identificó con Dios. Vemos las verdades en las profundidades de nuestra alma por la iluminación activa de la luz procedente de Dios.

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