Filosofía y Ética: Una Guía Completa

Santo Tomás: El Problema de Dios

Santo Tomás reconoce que la razón humana es limitada y por ello diferencia la teología natural de la teología revelada. La teología natural se centra en el estudio de las verdades de fe que pueden ser demostradas y comprendidas por la razón humana; mientras que la teología revelada estudia las verdades de la fe que la razón no puede comprender. Su filosofía es una teología natural que entre sus máximas preocupaciones está la demostración racional de la existencia y esencia de Dios.

La existencia de Dios es indudable para los hombres y mujeres de fe, pero no para los que carecen de ella. La existencia de Dios no es una verdad evidente puesto que es posible dudar de ella sin caer en una contradicción. Esta es la razón por la que Tomás de Aquino considera necesario demostrar la existencia de Dios, pero rechaza las demostraciones a priori como el argumento ontológico de San Anselmo porque considera que son muchos los que no identifican a Dios como un ser perfecto. Defiende que la única demostración posible de la existencia de Dios es la que se haga a posteriori, es decir, a partir de la observación del mundo físico. Así dedujo las Cinco Vías o las cinco demostraciones a posteriori de la existencia de Dios.

Estas pruebas mantiene el mismo desarrollo argumentativo: Primero se observa un fenómeno natural. Tomás de Aquino se fija en cinco: el movimiento de los seres, la relación causa-efecto de los fenómenos, la contingencia de los seres, sus distintos grados de perfección y su comportamiento inteligente. Segundo, a cada fenómeno se le aplica el principio aristotélico de causalidad. Nada es causa en sí mismo, sino efecto de una causa anterior. Está, a su vez, es efecto de otra causa anterior y esta de una. Siguiendo la reflexión se establece una cadena causal. Si la cadena causal y efecto fuera infinita, no existiría una primera causa eficiente. Si no existe una primera causa eficiente, no podría existir ningún efecto. Como los efectos existen porque los observamos, se deduce: que la cadena causal no es infinita y que tiene su origen en una primera causa incausada.

Tercero, se concluye que esta primera causa no causada de todos los fenómenos naturales observados no puede ser otra que Dios. De este modo, se deduce que Dios existe porque es necesario que exista un Primer Motor, una Primera Causa, un Ser Necesario, un Ser Sumamente Perfecto y un Ser Sumamente Inteligente.

Por otra parte, Santo Tomás también demuestra la esencia de Dios en la Vía de la negación y en la Vía de la analogía. La primera se basa en definir como no es Dios, así su esencia no es nada que le suponga tener limitación o imperfecciones (no es mortal, no es finito, no es cambiante, no es temporal, etc). La Vía de la analogía afirma que Dios es todo lo que reconocemos como positivo en las criaturas, pero elevándolos al grado máximo. Así Dios es absolutamente bueno, absolutamente libre, todopoderoso, eterno, infinito, etc.

Finalmente, podemos añadir que Santo Tomás, como San Agustín, afirma que Dios ha creado a partir de la nada (ex nihilo) toda la realidad por un acto de amor y absoluta libertad. Por su perfección y suma inteligencia crea el mejor de los mundos posibles siendo su causa eficiente y formal. Dios es el único ser necesario de la realidad pues es el único cuya esencia es la propia existencia, frente a los seres de la creación que son contingentes y que siempre necesitan una causa para existir. Dios ha creado todo el universo y lo ha dotado de ley eterna. Esto significa que todo él está ordenado y gobernado según un plan de Dios: las leyes naturales son las que son y el comportamiento de los seres es el que es por voluntad e inteligencia divina.

Santo Tomás: Política

Santo Tomás piensa que el hombre es un animal social y político por naturaleza. Esto quiere decir que el hombre adquiere su humanidad al vivir en una organización social y política, es decir, regulada por normas y leyes que los hombres libremente se imponen. La libertad del ser humano es lo que diferencia las sociedades humanas de las animales. Esos, forman sociedades donde las jerarquías de poder y las normas son impuestas por su naturaleza, no elegidas libremente. Al elegir sus normas, los seres humanos razonan sobre el bien y la justicia. Santo Tomás asegura que esto es así porque Dios lo ha querido: la ley natural, reflejo de ley eterna, impone la vida social. La ley eterna es el plan de Dios para su creación. Ley por lo que sucede como Dios quiere. La ley eterna se particulariza en la ley natural para reflejar cómo quiere Dios que actúe el ser humano, única criatura que goza de inteligencia y libertad. El ser humano no está determinado para actuar de ninguna manera, puede elegir vivir y actuar como quiera. Pero la ley natural es la ley moral que le indica el comportamiento correcto. Esta tiene un precepto que es hacer el bien y evitar hacer el mal del que se derivan otras normas secundarias que son: en tanto que sustancias (y, por tanto, al igual que cualquier otra) el ser humano tiene como fin la conservación de su propia existencia. Para cumplir con este fin se imponen normas morales acerca del cuidado del cuerpo y la salud, así como la prohibición del suicidio o la eutanasia. En tanto que animal (y, por consiguiente, al igual que el resto de animales) el hombre tiene como fin la procreación. Para cumplir con este fin se establecen normas morales acerca de la sexualidad, el cuidado y la educación de los hijos. En tanto que ser racional, el fin del hombre es el conocimiento de la verdad y la vida en sociedad. Para cumplir con este fin el hombre deberá buscar el conocimiento y respetar la vida en sociedad.

Como decíamos, Santo Tomás defiende la idea de que los hombres pueden decidir por sí solos y libremente las leyes que regulan su comportamiento social. Estas leyes se recogen en la ley positiva de cada Estado. Esta ley debe procurar el bien común, la paz, el respeto por la ley natural y los medios necesarios para vivir. La obligación de respetar la ley positiva justifica y legitima la autoridad civil.

Aunque los Estados son libres para proponer sus propias normas de convivencia y tener su propia ley positiva, nunca pueden aprobar leyes que no respeten las exigencias de la ley natural. Si lo hicieran serían leyes injustas y los ciudadanos tendrían el derecho a la desobediencia y a la rebelión. Para Santo Tomás el mejor sistema político es una combinación de los sistemas justo que estableció Aristóteles: monarquía, aristocracia y democracia. La monarquía porque solo se logra el bien común cuando el conjunto de ciudadanos está gobernado por un solo hombre. La aristocracia porque el monarca necesita del consejo de los mejores hombres y de la democracia porque ha de ser el conjunto de los ciudadanos quien elija por sus virtudes y bondad tanto al monarca como a los aristócratas. Por último y respondiendo a otro de los problemas fundamentales de la Escolástica, la relación entre el poder del Papa (la iglesia) y el poder del rey (el Estado), Santo Tomás defiende que el Estado tiene autonomía de gobierno respecto a la Iglesia siempre y cuando ninguna ley que apruebe contradiga algún precepto de la ley natural. Mientras esto no ocurra, la Iglesia gobernará a los hombres para que alcancen la salvación y el Estado para que logren una convivencia pacífica y justa entre ellos.

Platón: El Problema del Conocimiento

Platón hace una distinción entre dos mundos: el Mundo Sensible y el Mundo de las Ideas. El Mundo Sensible es el terrenal y material compuesto por los seres particulares y concretos, imperfectos y corruptibles, que son sólo una copia de las Ideas. Frente a él, está el Mundo de las Ideas, el mundo trascendente, el de las Ideas que existen de forma independiente a sus realizaciones concretas. Las Ideas son la esencia, la verdadera realidad de las cosas y son únicas, eternas, inmutables e inteligibles. Así, el mundo real y verdadero es el Mundo de las Ideas y el mundo material y sensible es solo una copia.

La relación entre ambos mundos se explica con la Teoría de la Participación: los seres concretos y materiales del mundo sensible sólo existen en tanto que participan en diversos grados de perfección en la idea con la que se corresponden y, por ello, son múltiples y diversos siendo unos mejores copias que otros de acuerdo a su mayor o menor grado de participación. Los seres sensibles no son más que la realización de las Ideas en la materia imperfecta, como se afirma en el mito del Demiurgo para explicar el origen del mundo sensible (el Demiurgo copia las ideas perfectas en la materia informe caótica e imperfecta).

El Mundo de las Ideas es, por lo tanto, el mundo real y perfecto. En él, todas las Ideas están jerarquizadas y organizadas racionalmente. La jerarquía de las Ideas va, de abajo a arriba, de las Ideas menos generales (de las que participan menos Ideas) a las más abstractas (de las que participan más Ideas): Ideas de los seres sensibles, Ideas matemáticas… y, en la cúspide, la idea de Bien. La idea de Bien (de Perfección) es el fundamento ontológico ya que todas las Ideas participan

de la idea de Bien porque esta idea hace posible que las Ideas existan y que sean perfectas y racionales. Igualmente, el Bien hará que los seres sensibles sean más o menos perfectos según el grado en que participen de su idea (cumpliendo así su finalidad: teleología). La idea de Bien es también el fundamento epistemológico de la realidad: las Ideas no son conocidas plenamente (su racionalidad y perfección) hasta que no se conoce la idea de Bien.

Platón distinguirá, tal y como señala en el mito de la caverna, dos modos fundamentales de conocer: la doxa (opinión), el falso conocimiento que proviene de la percepción sensible de los seres concretos o aparentes del mundo sensible;


y la episteme (ciencia), el verdadero conocimiento de las Ideas trascendentes e inteligibles, el conocimiento de la verdadera realidad de las cosas que pertenece al Mundo de las Ideas y que se obtiene a través de la razón. 
Según la Teoría de la Reminiscencia platónica, conocer es recordar las Ideas que nuestra alma ya tenía pero ha olvidado: la verdad se recuerda, no se enseña. Esto es posible porque el alma racional, que es su esencia, preexistió en el Mundo de las Ideas. De allí cayó al mundo terrenal, como se explica en el mito del carro alado, y fue atrapada por el cuerpo, la materia, olvidando todo su conocimiento.
Nuestra alma racional sigue un proceso dialéctico para alcanzar el conocimiento de la idea de Bien, momento en que el conocimiento de las Ideas es perfecto. La dialéctica pasa por cuatro grados del conocimiento, siguiendo el símil de la línea, hasta llegar al conocimiento verdadero. 
Comienza con la Doxa, que se divide a su vez en, Eikasia (imaginación) es el conocimiento de las imágenes de los objetos sensibles, y la Pistis (creencia) supone el conocimiento por percepción de objetos sensibles. A continuación, está la Episteme, que a su vez se divide en la Dianoia (razón discursiva), conocimiento por razonamiento, como en las matemáticas, que utiliza hipótesis, deducción e imágenes visibles, y, por último, el grado máximo, la Noesis (intelección) que supone la intuición intelectual y pura de las Ideas hasta llegar a la idea de Bien. Al llegar a la intelección se completa la dialéctica y el conocimiento es total.


PLATÓN. ANTROPOLOGÍA:

La antropología en Platón se deriva de su dualismo ontológico (mundo de las ideas y físico) y epistemológico (conocimiento inteligible y sensible). Concibe al ser humano como un compuesto accidental y temporal de cuerpo y alma. Es accidental porque la esencia humana es el alma, y temporal porque la unión del alma con el cuerpo es provisional. La humanidad se encuentra en el alma, no en el cuerpo. Las almas son individuales, no se reproducen ni mueren, son los cuerpos los que lo hacen y no existe un alma como esencia universal de todos los seres humanos. 
Platón deduce las características del alma de su teoría de la reminiscencia, donde argumenta la preexistencia del alma, por lo tanto, su inmaterialidad. El alma no nace con el cuerpo, esto se deduce porque el conocimiento es innato y mediante los sentidos se estimula el recuerdo. El alma al ser Inmaterial debe ser supraterrenal y por consecuencia, pertenecer al mundo de las ideas. El cuerpo es material y cambiante, la relación con el alma no es agradable, de hecho, el cuerpo dificulta el deseo de recuperar la sabiduría del alma y regresar al mundo de las ideas. 
Las razones por las cuales el alma está temporalmente unida al cuerpo son resueltas en clave alegórica en mitos como el de Er. 
La concepción del alma como principio vital unida al cuerpo, es la razón que explica la imagen del cuerpo como cárcel del alma. “Lo que tiene vida tiene alma.” 
El alma no solo habita en un cuerpo, sino en varios, por esta razón surge la reencarnación (doctrina de la transmigración de las almas). Sucede tantas veces como sea necesario para lograr la sabiduría. Por eso, Platón habla del cuerpo como cárcel del alma, donde dice que, si el alma no logra controlar el cuerpo, nunca se liberará. La reencarnación a Platón le sirve para fundamentar la responsabilidad moral.  
En “la República” se expone la doctrina de la naturaleza tripartita del alma: El alma se divide en 3 mientras está en el cuerpo. En primer lugar, el alma racional, situada en la cabeza, cuya función es la búsqueda de la episteme. En segundo lugar, el alma irascible situada en el tórax, cuya función es controlar la voluntad y emociones. por último, el alma concupiscible, situada en el abdomen, cuya función es controlar el deseo sexual, placeres y pereza. 


El alma verdaderamente inmortal es racional y las otras dos se liberan de abandonar el alma. El mito del carro alado explica esta naturaleza comparando el alma racional con el cochero, el alma irascible como el caballo blanco y el negro como alma concupiscible. 


PLATÓN. POLÍTICA:

El conocimiento de Platón, teoría de las ideas es una fundamentación de su propuesta de Estado ideal. Esto se hace presente en el diálogo de “la República”. Los sofistas habían defendido que la vida en sociedad y las leyes nacen de la voluntad humana, y que las decisiones y leyes deben ser modificadas en función de los intereses del momento. Platón vio en estas posturas la causa de la decadencia moral y política ateniense. Afirmó que los seres humanos que no reconocen la existencia por encima de su voluntad de principios universales y objetivos de bien y de la justicia, se vuelven interesados y forman sociedades corruptas.  
Platón se opuso a los sofistas, afirmando que el ser humano es social por naturaleza y no por voluntad. Si la sociedad valora el bien y la justicia, entonces estos actuarán en consecuencia, bien y justos.  
El fin del Estado ideal es el bien común, para garantizar a los ciudadanos su felicidad. Las condiciones para que esto sea posible son: En primer lugar, la división y especialización del trabajo, una sociedad equilibrada debe tener 3 trabajos: dirigir, proteger y producir. Cada actividad estará desempeñada por ciudadanos especializados y darán lugar a 3 clases sociales: la de los gobernadores, dirigida por ciudadanos, con un predominio de alma racional y virtud de prudencia, la de los guerreros, dirigida por ciudadanos, con un predominio de alma racional y virtud de la fortaleza; y la clase de los productores, Dirigida por ciudadanos, con un predominio de alma concupiscible. En el momento en el que las 3 clases sociales cumplan sus funciones, habrá justicia, qué es la virtud del Estado. En segundo lugar, tener una educación universal, pública y ejercida por el Estado. Todos los ciudadanos deben tener la misma educación, para tener las mismas oportunidades; y la pertenencia de las distintas clases se determina por la capacidad de cada uno. En tercer lugar, solo podrá gobernar quién sea sabio y conozca las ideas morales, Siendo la de bien la más importante. Estos únicos son los Filósofos. El ideal político de este autor es una aristocracia del filósofo-rey. En cuarto lugar, los guardianes y los gobernadores no podrán tener propiedades privadas ni familia propia, para impedir que actúen por intereses propios. En quinto lugar, el Estado deberá cometer medidas eugenésicas para procurar una sociedad de ciudadanos perfectos.  


Platón analiza los sistemas de gobierno: La aristocracia es el más cercano dirigido por hombres que gobernarán por el bien común, ya que predomina su parte racional; la timocracia gobernada por hombres dominados por el alma irascible, que busca la fama y que resuelvan sus problemas con guerra; La oligarquía, el gobierno de los ricos, dirigidos por el alma concupiscible, lo utilizan para ampliar su poder; la democracia, el gobierno sofista y demagógico, que no reconoce ningún principio universal del bien y de la justicia; y su evolución, la tiranía, es el sistema más alejado del ideal político. 


ARISTÓTELES. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO:

Aristóteles defiende una única realidad y esta es la Physis. Divide la Physis en mundo supralunar, el de los astros, hechos de éter y donde no hay corrupción, y mundo sublunar, el de la tierra que se compone de los cuatro elementos y donde hay cambio. 
Aristóteles defiende la teoría hilemórfica: los seres se componen de Materia, de lo que están hechos, y Forma (esencia), lo que les hace ser lo que son. Distinguirá la sustancia primera, el individuo concreto, de la sustancia segunda, que es la forma, intrínseca de los seres concretos que determina lo que son, el universal. También diferenciará al ser como sustancia, el individuo concreto y particular que es en sí mismo, del ser como accidente, la forma de ser que solo puede ser en otro, los accidentes se dan solo en una sustancia, y son lo que se puede quitar a una sustancia primera sin que ésta deje de ser lo que es. 
Aristóteles presenta una concepción teleológica de la realidad donde los seres cambian buscando un fin, se desarrollan para alcanzar la perfección que establece su propia esencia. Este cambio se produce por el paso del “ser en potencia”, lo que se puede llegar a ser, al “ser en acto”, lo que se es. Así, el cambio sería el paso de la potencia al acto posibilitado por la propia esencia, ya que cada ser tiende a desarrollar las capacidades de su esencia, su finalidad o Bien propio. 
Por último, Aristóteles para explicar todo ser natural (Physis) ofrece la teoría de las cuatro causas: la formal, lo que determina la forma de un ser, su esencia; la material, de lo que está hecho un ser; la eficiente, lo que hace que un ser sea real; y la final, la finalidad que tiene.
En su Metafísica Aristóteles estudia el ente, el ser en cuanto ser. No estudia, por tanto, los seres reales en tanto que son algo concreto o particular (eso lo hacen las distintas ciencias) sino lo universal que tienen en común, y por lo que los seres reales son reales. La Metafísica establecerá los primeros principios indemostrables y universales que rigen lo real (de no contradicción: no es posible que una misma cosa sea y no sea en el mismo sentido y al mismo tiempo; de identidad: toda entidad es idéntica a sí misma; de causalidad: todo ser o suceso proviene de una causa anterior de la que es efecto…), y las categorías, aquello que se puede predicar de los seres: sustancia, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo…


Aristóteles también estudia el fundamento último de la existencia del movimiento. Aplicando el principio de causalidad, afirmará que todo movimiento ha tenido que ser causado por un ser en acto anterior que lo haga posible, pero que esta regresión no puede ser infinita, por lo que se tiene que afirmar la existencia de un Primer Motor Inmóvil, acto puro e inmaterial (ser “divino”). El Primer Motor Inmóvil inició el movimiento y a su vez hace, por atracción, que las cosas busquen su propia perfección a través del cambio. La única actividad del Primer Motor es pensarse a sí mismo.
En su análisis del conocimiento, Aristóteles defiende que se parte de los sentidos (sensibilidad) y se conoce a través de un proceso de inducción, de lo particular a lo universal. Tras la percepción sensible, a través de la imaginación se genera la imagen mental y esta es retenida por el entendimiento que realiza el proceso de abstracción. Distingue el entendimiento agente, que es universal y nos permite abstraer la esencia de los seres; y, el entendimiento paciente, individual, que retiene las abstracciones posibilitando su aplicación para hacer juicios.
Aristóteles, además, fue el creador de la Lógica con la que ofrece un método para asegurar que toda argumentación sea rigurosa y coherente, preocupándose no tanto del contenido de los argumentos como de la validez formal de su estructura. Analizará la forma de las argumentaciones buscando cuáles son las correctas, modos del silogismo válidos, y cuáles las incorrectas, falacias. 


ARISTÓTELES. POLÍTICA:

Aristóteles sostiene que el Estado existe para alcanzar el fin al que tienden todos los seres humanos: la felicidad, bien supremo del hombre, tanto en el plano moral como intelectual. Aunque la familia y la aldea procuran bienes a los seres humanos, porque satisfacen sus necesidades básicas, solo en el marco del Estado se logra el «buen vivir»; es decir, una vida virtuosa, ajustada a la razón y a las leyes (justicia).
Para Aristóteles, al contrario que para los sofistas, el Estado no es convencional, sino una creación de la naturaleza, como lo demuestra el don del lenguaje, indicio de que la naturaleza ha destinado al ser humano a la vida social y política.
El habla es una señal de la condición racional del ser humano y de que este es capaz de ajustar su vida a la razón, pues no solo desea vivir, sino «vivir bien», conforme al derecho.
El modelo que propone Aristóteles para interpretar la sociedad es organicista: la sociedad es como un organismo, o una sustancia natural, en la que la forma predomina sobre la materia; así, el Estado es anterior, en cuanto forma, a los ciudadanos que lo integran. En un organismo, las partes que lo componen (la cabeza, el corazón, los riñones…) no tienen sentido fuera del organismo total, y análogamente, resulta inconcebible un individuo aislado por naturaleza del resto de la sociedad.
Frente a Rousseau, que pretende salvaguardar, mediante el contrato social, la libertad de todos los ciudadanos que componen el Estado, Aristóteles basa su modelo de sociedad en la división entre amos y esclavos.
En su argumentación, utiliza su teoría hilemórfica, aplicándola a las cuestiones sociales: en los seres naturales, la forma (alma) predomina sobre la materia (cuerpo), a la que organiza. En el caso concreto del ser humano, el alma racional ajusta al término medio las pasiones que experimenta el alma sensitiva. Del mismo modo, en la sociedad, unos seres humanos cumplen funciones directivas (los amos), mientras que otros son simples instrumentos animados, que ejecutan los trabajos corporales (esclavos).


ARISTÓTELES. ÉTICA:

La ética aristotélica es eudemonista, es decir, busca la felicidad como bien supremo del ser humano. Esa felicidad no es una idea separada del ser humano, sino que se alcanza como resultado de su actividad. Sin embargo, no vale cualquier actividad: la felicidad no se alcanza con la vida activa (política o militar) ni por medio del placer, sino mediante la vida contemplativa. La búsqueda del conocimiento, que implica el ejercicio de la razón y que constituye la naturaleza específica del ser humano, asemeja su actividad a la de los dioses. Ahora bien, aunque la contemplación permite al ser humano alcanzar las virtudes intelectuales, como la prudencia y la sabiduría, no sería posible sin la disponibilidad, durante largos periódos de tiempo, de bienes tales como la salud, cierta riqueza, amigos… sin los cuales ninguna vida puede ser enteramente feliz.
Además de las virtudes intelectuales, tienen gran importancia las virtudes éticas, como la valentía, la templanza, la justicia, etc. Dependientes del carácter, estas virtudes suponen disposiciones o modos de ser que deben ser educados hasta convertirse en hábitos de elegir siempre el término medio entre dos extremos indeseables, uno por exceso y otro por defecto. La virtud, por tanto, no es algo dado por naturaleza, sino que se adquiere mediante la práctica y un esfuerzo continuado. Por su valor intrínseco, la virtud constituye un extremo de perfección, sin que quepa imaginar al ser humano un bien mayor.
Por último, conviene recordar que la ética aristotélica debe contemplarse en el marco de la polis, porque para Aristóteles mucho más importante que la felicidad de un individuo es la del Estado donde se agrupan todos ellos.


SANTO TOMÁS. ÉTICA:

La filosofía moral de Tomás de Aquino estudia las acciones orientadas a un fin, que se considera bueno, y que tienen su origen en la razón y la voluntad del ser humano.
Ahora bien, Tomás de Aquino distingue una jerarquía de fines, que culmina en el fin último y perfecto: la felicidad (la beatitud), la cual se alcanza cuando el ser humano, ejercitando su intelecto, se eleva a la contemplación del Ser eterno, Sumo Bien y Verdad, esto es: Dios.
Por estar dotado de razón y de voluntad, el ser humano es libre y responsable de sus actos, pudiendo, gracias a ello, encaminarlos hacia la virtud, que se adquiere cuando la persona desempeña la actividad racional que le es propia por naturaleza, y que se expresa, bien en las virtudes intelectuales (que constituyen la perfección del intelecto especulativo), bien en las virtudes morales (que constituyen la perfección del intelecto práctico, que se encarga de controlar los apetitos).
El concepto central de la ética tomista es el de ley natural, principio moral que desempeña el mismo papel en la razón práctica que el que representan los primeros principios de la demostración en la razón teórica.
El primer precepto de la ley natural, dotado de validez universal e inmutable, dice lo siguiente: «Se debe obrar y proseguir el bien y evitar el mal», pero como tal precepto es demasiado abstracto, es necesario que adquiera cierta concreción mediante la ley positi-va, que adapta la ley natural a las características de una sociedad, cultura o época determinadas.
La ley natural enlaza directamente con la ley divina, es decir, con aquellos preceptos que Dios ha transmitido a los seres humanos mediante la revelación, pero, además, coincide con las inclinaciones o impulsos naturales que Dios ha introducido en todos los seres creados, como son el impulso a preservarse, el impulso a reproducirse y, en el caso del ser humano, la inclinación natural a conocer la verdad.
Tales inclinaciones de los seres resultan necesarias para conservar el orden armonioso de la creación, establecido por Dios, lo que conduce a Tomás de Aquino a establecer una estricta correlación entre la naturaleza y el bien, por un lado, y lo bueno y lo natural, por otro.


SAN AGUSTÍN: EL PROBLEMA DE DIOS.

San Agustín defiende el Creacionismo: el mundo y el tiempo han sido creados por Dios desde la nada (ex nihilo). Esta creación se explica a partir de la Teoría del Ejemplarismo: Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de las ideas eternas, los arquetipos, que están en su mente divina. Además, Dios depositó en la materia los gérmenes, las razones seminales,de todos los seres futuros para que fueran apareciendo progresivamente en el tiempo. Todo ser creado se constituye de materia, que puede ser corpórea o espiritual, y forma, la esencia que hace ser a un ser lo que es. 
Esta creación no es abandonada por Dios sino que la cuida y gobierna una vez creada, y para ello ha concebido un plan para el mundo que se expresa en la ley eterna. El problema del mal será tratado por S. Agustín, pues si el mal existiera sería algo creado por Dios siendo así él mismo malo. La solución, para San Agustín, es considerar que todo lo creado por Dios es bueno, siendo el mal o la imperfección no algo real, sino carencia de ser o perfección. Además, el mal sólo lo es desde un punto de vista individual y concreto, pero no lo es para la totalidad de la creación en donde siempre resulta de él un bien mayor. Explicará así igualmente el mal moral humano que se afirma como fruto de un bien mayor: la libertad. 
Si bien para S. Agustín la existencia de Dios está asegurada por la fe, pero ofrecerá varios argumentos para demostrarla desde la razón. Uno se basa en la perfección, orden y grandeza de la creación que exige el haber ser sido creada por un ser con esas cualidades. Otro es el del consenso, pues la mayoría de los hombres creen en Dios. Pero el argumento preferido por San Agustín es el derivado del carácter eterno e inmutable de ciertas ideas que tenemos en nuestra alma, lo cual contrasta con la naturaleza humana, mutable y finita, por lo que éstas ideas tienen que tener como causa un ser eterno e inmutable: Dios. A éste, se le conoce imperfectamente a través de las huellas que ha dejado en las criaturas.
Para San Agustín la Verdad existe pues la afirmación escéptica de que no existe la verdad se contradice al afirmar la verdad de dicho juicio. Distinguirá varios tipos de conocimiento. El conocimiento sensible, de los sentidos, que genera doxa u opinión, es conocimiento cambiante. 


El conocimiento racional inferior, la ciencia, donde con el razonamiento se conoce lo universal y necesario relativo a las cosas temporales. Por último, el conocimiento racional superior, la filosofía o sabiduría, que posibilita el conocimiento de verdades eternas, inmutables, universales y necesarias que fundamentan nuestros juicios. Según la teoría de la Iluminación estas verdades eternas no pueden ser descubiertas a través de los sentidos, sino que se deben buscar en la intimidad de la conciencia, en el alma, donde Dios las ha puesto. El hombre solo puede descubrir la verdad que está en su interior gracias a la iluminación divina o espiritual.
S. Agustín tratará el problema, fundamental en la Patrística, de la relación e importancia en el conocimiento de la Razón, representada por la Filosofía, y la Fe, representada por la Revelación y la Teología. Se había ofrecido una respuesta en la que la Fe era lo único importante y la Filosofía debe subordinarse completamente, es decir que la Filosofía es sierva de la Teología. Sin embargo, para San Agustín en el conocimiento no hay rivalidad entre Razón y Fe, sino que ambas deben ayudarse mutuamente. La fe no es algo irracional sino que fe y razón van juntas (aunque siempre debe predominar la fe) y se complementan. Por ello, es necesaria la razón para la fe y, a su vez, la fe para la comprensión de la realidad. Así, el lema de S. Agustín puede presentarse como comprende para creer y cree para comprender.

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