Filosofía y Sociedad: Rousseau, Hume, Descartes y Kant

SER HUMANO – ANTROPOLOGÍA

Rousseau, filósofo del siglo XVIII, representante del contractualismo ilustrado. Creía en la bondad natural del ser humano y en la influencia de la sociedad moderna. Su pensamiento enfatizó la importancia de los sentimientos y la conexión con la naturaleza. Su obra más destacada fue El Contrato Social.

Según Rousseau, hay una diferencia fundamental entre el hombre natural y el hombre social. El hombre natural es aquel que vive en el estado de naturaleza, una época histórica hipotética que permite a Rousseau desarrollar la idea del mito del buen salvaje. El hombre en estado de naturaleza, antes de convivir en sociedad, era bueno y feliz, independiente en relación a los otros hombres y con un egoísmo no negativo. El buen salvaje tenía, así, un sano amor hacia sí que no implicaba buscar el mal de los otros, hacia los que sentía compasión. En este estado natural, el hombre mantenía sentimientos puros, no coartados o envenenados por el prejuicio social, y una relación directa con la naturaleza. Este estado natural de cómo sería el ser humano en sus hipotéticos orígenes se enfrenta al hombre social, aquel que vive en un estado de sociedad o estado cultural. En este estado social, que sí que es real frente al natural, el hombre no es un ser feliz y bueno, sino que está llevado por un egoísmo malsano por el cual busca su propio interés en detrimento de los otros seres humanos. Así, la cultura y el progreso no han hecho al ser humano más feliz y más bueno, como creían la mayoría de los pensadores de la Ilustración, sino que lo han hecho más desigual, injusto y profundamente infeliz. Cultura y progreso no actúan pues como elementos emancipadores, sino que dentro de la sociedad son elementos que han corrompido a los hombres.


POLÍTICA – SOCIEDAD

Rousseau, filósofo del siglo XVIII, representante del contractualismo ilustrado. Creía en la bondad natural del ser humano y en la influencia de la sociedad moderna. Su pensamiento enfatizó la importancia de los sentimientos y la conexión con la naturaleza. Su obra más destacada fue El Contrato Social.

La sociedad corrompe así al hombre, pero Rousseau es consciente de que no se trata de volver a un estado primitivo, que ni siquiera se puede demostrar que existió, sino que hay que analizar esta sociedad, que produce esa infelicidad y egoísmo en el ser humano, para ver cuál es su causa y reformarla de forma tal que pueda ser una comunidad que haga felices a los hombres. Y para realizar esta tarea seguirá dos pasos: en primer lugar, situar el origen del mal social; y, segundo, proponer una serie de reformas para transformar esta sociedad. Para Rousseau el origen del mal en la sociedad es la desigualdad. Esta es fruto de la propiedad privada que al surgir produjo que los hombres acabaran siendo socialmente desiguales pues unos empezaron a atesorar privilegios frente a otros. Además, esto produjo un permanente enfrentamiento social donde lo que primaba era el egoísmo y no la cooperación, pues el deseo era poseer más y por tanto se fomentaba la codicia y el enfrentamiento entre todos. Así, la sociedad actual es injusta y además impide la realización plena de los seres humanos pues no los lleva a la felicidad. Para reformarla, Rousseau propone un Contrato Social. Se debe reformar la sociedad, pero no se puede volver al estado de naturaleza, sino que la idea del estado natural debe servir para crear las bases de una sociedad justa, legítima de acuerdo al ser humano. Se trata de establecer las bases para un pacto social justo, donde se pueda armonizar libertad, igualdad y poder político. En este pacto social, que es un contrato social, el pueblo es el soberano. Esta soberanía popular se expresa en la voluntad general que no es una mera suma de las voluntades de cada individuo sino el interés social común. Efectivamente, la voluntad de todos sería la suma de intereses egoístas de cada uno; sin embargo, la voluntad general es la del sujeto colectivo que siempre pretende el bien común. Así, con el Contrato Social el individuo renuncia a sus egoísmos personales para someterse a las leyes que establecen derechos y deberes desde la voluntad general. Cada individuo renuncia así, según Rousseau, no a la libertad como ciudadano sino a la libertad de obrar de acuerdo al egoísmo propio y en contra de la comunidad, asegurándose así la igualdad y libertad de todos los ciudadanos. Además, opina Rousseau, para la creación de esta nueva sociedad será fundamental la educación ya que la educación interesa a los padres, pero también interesa al Estado porque hay que formar al hombre y al ciudadano. Rousseau, en su obra Emilio, considera que a los niños se les debe instruir desde la libertad, huyendo del academicismo y el mero aprendizaje memorístico. Para esta educación se debe tener en cuenta que los niños tienen una mentalidad diferente a los adultos, buscando abrir su mente a la curiosidad y deseo de saber a través, fundamentalmente, del contacto con la naturaleza. Esta educación tiene como finalidad última formar buenos ciudadanos y contribuir a la mejora social despertando el amor por las leyes justas que representan el interés común. De esta forma, y según Rousseau, los seres humanos pueden entrar en un nuevo estado que no es ni el social anterior donde primaba el egoísmo individual ni tampoco el natural. Este nuevo estado consiste en una sociedad racional y libre donde se erradicará el mal moral y la injusticia y permitirá que cada uno de los seres humanos pueda alcanzar su felicidad y plena realización.


ÉTICA – MORAL

Hume, filósofo empirista británico del siglo XVIII.

Hume realizará una crítica de todas las teorías éticas presentadas por los filósofos anteriores a él que basan la moral en la razón. Afirma que nuestros juicios morales no son producto de la razón pues no proceden de ninguno de los tipos de conocimiento racional. Las afirmaciones de la moral no son el resultado del conocimiento de relaciones entre ideas (razonamiento a priori), pues los juicios morales no son analíticos a priori. Pero, tampoco son el resultado del conocimiento de cuestiones de hechos (razonamiento a posteriori) ya que no describen una realidad sino que la juzgan como buena o mala produciendo así un juicio de valor del que es imposible tener impresión. Además, añade Hume que si bien la razón puede ayudarnos a clarificar la utilidad de las acciones humanas no puede impulsarnos o motivarnos a realizarlas. Así, según Hume, la moral no se fundamente en nuestra razón. Hume defenderá el emotivismo moral según el cual el fundamento de la moral está en el sentimiento moral que surge del interior del individuo. Este sentimiento moral se presenta como una emoción o “gusto” interior que brota del sujeto, desde su propia esencia o naturaleza, y que expresa agrado o desagrado ante las acciones. Esta emoción moral es universal y común a todas las personas debido a la universalidad de la naturaleza humana. Este sentimiento moral se basa en dos principios: la utilidad y la simpatía. La utilidad depende de la expectativa del placer que una acción puede ocasionar. Así, aquellas acciones que más placer podamos prever que van a procurar las tenderemos a calificar como buenas. Por ello, una parte de la calificación moral de las acciones se basará en criterios pragmáticos. En segundo lugar, está la simpatía, que Hume define como la inclinación que todos los seres humanos poseen a participar de los sentimientos y de las inclinaciones de los otros seres humanos y que nos lleva a obrar moralmente buscando la felicidad del otro. De esta forma, la moral humana no es ni resultado de un frío cálculo racional ni tampoco de un puro sentimiento, sino que ambos factores se interrelacionan. Esta mutua relación garantiza que el sentimiento moral no sea individual ni egoísta y que la moral no sea meramente convencional, sino que se constituya desde un sentimiento moral característico de la propia humanidad y su naturaleza siendo, por tanto, universal.


CONOCIMIENTO – EPISTEMOLOGÍA

Descartes, filósofo del siglo XVII, fundador del racionalismo. Influido por el método matemático de Galileo, afirmó que las matemáticas son el paradigma del saber y que la razón permite alcanzar verdades universales. Su obra más destacada es «Meditaciones Metafísicas» en las que introduce su frase «Pienso, luego existo».

Descartes busca un método que le permita razonar correctamente y reconstruir todo el saber siguiendo el modelo matemático, caracterizado por su claridad, rigor y certeza. Las matemáticas representan un conocimiento universal y necesario, basado en principios a priori. Para ello, desarrolla un método compuesto por cuatro reglas fundamentales: la evidencia, que consiste en aceptar solo ideas claras y distintas; el análisis, que implica descomponer lo complejo en sus partes más simples; la síntesis, que reconstruye lo complejo a partir de elementos simples; y la enumeración, que verifica que los pasos anteriores se han aplicado correctamente. De estas reglas, la evidencia es la más importante, pues constituye el criterio de verdad.

Aplicando estas reglas, Descartes formula la duda metódica, un proceso de cuestionamiento de todo el conocimiento previo. La duda se presenta en distintos niveles: en primer lugar, la duda de la experiencia externa, ya que los sentidos pueden engañar y, por lo tanto, no pueden ser fuente de conocimiento verdadero; en segundo lugar, la duda de la experiencia interna, pues no es posible diferenciar con certeza entre el sueño y la vigilia; y, en tercer lugar, la duda del pensamiento racional, ya que es posible que una razón engañadora, planteada en la hipótesis del genio maligno, nos induzca al error.

De todo esto, Descartes concluye que lo único indudable es el hecho mismo de dudar, ya que en la duda se encuentra el pensamiento, lo que lo lleva a su célebre afirmación: «Pienso, luego existo». A partir de esto, determina que el ser humano es una sustancia pensante o Res cogitans, la primera sustancia cartesiana y la primera evidencia.

El pensamiento genera ideas, cuando provienen de la experiencia externa son facticias que es cuando son creadas por la imaginación; e innatas, cuando nacen con la razón. Entre las ideas innatas, destaca la idea de infinito, que no puede originarse en la Res cogitans, ya que el pensamiento humano es finito. Por lo tanto, debe existir un ser infinito que haya puesto esta idea en nosotros: Dios o Res infinita.

Dios es la garantía de la verdad y del mundo, ya que, al ser veraz, asegura que las ideas claras y distintas corresponden a la realidad. Su existencia permite afirmar la existencia del mundo físico, el cual se percibe a través de la extensión en longitud, profundidad y anchura. Todo lo que tiene extensión pertenece a la tercera sustancia cartesiana, la Res extensa, que se caracteriza por tener cualidades primarias, objetivas y medibles, y cualidades secundarias, subjetivas y percibidas por los sentidos.


ÉTICA – MORAL

Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, representante del idealismo trascendental. Sus principales aportes se organizan en torno a tres preguntas fundamentales: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar?, las cuales reflejan su interés por el conocimiento, ética y religión.

Kant trata el tema de la moral respondiendo a las preguntas qué debo hacer en su obra Crítica de la Razón Práctica. Comenzará haciendo una distinción entre dos tipos de sistemas éticos en general: las éticas materiales y la ética formal. Kant criticará a las éticas materiales ya que son empíricas (a posteriori), establecen una finalidad o Bien basándose en la experiencia; sus preceptos o normas son hipotéticos, dependen del fin establecido; y mantienen una moral heterónoma, donde la norma no surge de la propia razón sino que es determinada por algo exterior al sujeto (dios o la naturaleza humana). Frente a ellas, Kant defenderá la ética formal, vacía de contenido empírico lo moral no depende de ninguna finalidad, es a priori y universal, ya que el valor moral de una acción no se determina por la experiencia; sus preceptos son categóricos, su cumplimiento es obligado sin esperar conseguir ningún fin; y es una moral autónoma, determinada por la propia razón a priori del sujeto. Según Kant, la ética debe fundamentarse en el deber que establece la conciencia o razón de los hombres de forma a priori y universal. La realización del deber por el puro deber, por respeto a la propia razón, supone la buena voluntad. Una acción es moral solo si se realiza por buena voluntad. No son acciones morales por tanto las conformes al deber, que realizan el deber pero no solo por buena voluntad sino para conseguir algo, ni por supuesto las contrarias al deber. Así, el bien moral, la virtud, es cumplir el deber que establece mi razón por respeto a la misma. El imperativo categórico expresa la forma, el modo o protocolo que debemos seguir para establecer la norma moral (el precepto o máxima) que guie la acción para poder estar así seguros que nuestra acción es moral y que realiza efectivamente el deber establecido por la razón. Es imperativo porque se expresa como una orden y es categórico porque representa la obligación moral de realizarlo sin condición ninguna, solo porque así lo establece nuestra razón. Kant ofrece varias formulaciones del Imperativo categórico de las que destacan dos: hay que obrar siempre según una norma que pueda desearse se impusiera como ley universal obligatoria; y hay obrar siempre según una norma que asegure el trato de todo ser racional como un fin en sí mismo y nunca se utilice a ningún ser humano solo como un medio para nuestros fines egoístas. Cumpliendo el imperativo categórico, según Kant, se conseguiría construir el Reino de los Fines, una sociedad ideal donde cada persona sería siempre tratada como un fin y no como un medio. Además, Kant afirma tres postulados (supuesto necesario como condición de la moral misma pero indemostrable teóricamente) de la razón práctica. El primero, y único demostrado en la práctica, es el de la libertad pues la existencia en nuestra razón de la exigencia de obrar por deber supone la libertad como algo previo para poder ser capaces de vencer nuestras inclinaciones e intereses. El segundo postulado exigencia de la razón práctica, es el alma inmortal pues el cumplimiento del deber al que nos sentimos obligados moralmente nunca acaba y por ello es necesaria la inmortalidad del alma. Y el tercer postulado exigencia de la razón práctica, es la existencia de Dios pues nuestra razón establece una identificación entre la virtud y la felicidad que no se da en nosotros por lo que dicha unión se afirma como realizada en Dios.

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