Filósofos Presocráticos
Parménides
Parménides concebía el ser como ingenerado, indestructible, eterno, único, compacto, inmutable, homogéneo, esférico y finito. Argumentaba que el ser no puede ser engendrado, ya que no puede provenir del ser (porque ya existiría) ni del no ser (porque no existe). De la misma manera, el ser no puede ser destruido, ya que no puede convertirse en ser (porque seguiría existiendo) ni en no ser (porque no existe). Por lo tanto, el ser es inmutable y eterno.
La influencia de Parménides en Platón es evidente en la atribución de las características del ser al mundo de las Ideas. También influyó en la distinción platónica entre la vía de la verdad (captada por la razón) y la vía de la opinión (captada por los sentidos), que se refleja en la distinción entre ciencia y opinión.
Demócrito
Demócrito, en contraste con Parménides, afirmaba la existencia del vacío y negaba la existencia de fuerzas en la materia. Sostenía que existen dos tipos de elementos: lo lleno (el ser) y lo vacío (el no ser). Lo vacío explica la pluralidad al separar los átomos y el movimiento que permite que estos se desplacen y choquen. Según su cosmología, el mundo consta de infinitas partículas indivisibles, sólidas e inmutables (átomos) que se diferencian por su figura y se mueven en todas direcciones. Los choques entre átomos son al azar, siguiendo la teoría mecanicista de materia, vacío y movimiento. El pensamiento se explica por la concentración y movimiento espontáneo de átomos en el cuerpo.
Anaxágoras
Anaxágoras partía de la filosofía de Parménides, afirmando que el ser es eterno e inmutable. Sin embargo, sostenía que todo lo que se produce es resultado de la mezcla de innumerables elementos o semillas con cualidades distintas e indefinidamente divisibles. Con su principio de “todo está en todo”, afirmaba que en todas las cosas hay semillas de todas las cosas y que una cosa es lo que es debido al predominio de las semillas correspondientes.
Según Anaxágoras, el universo es una masa compacta de semillas donde no existe el vacío. El mundo se originó por un torbellino que generó mezclas y separaciones, impulsado por el Noûs, una entidad separada de la masa de semillas con autonomía, conocimiento y poder. Aunque algunos filósofos se decepcionaron por el papel limitado que Anaxágoras atribuyó al Noûs, su introducción abrió un nuevo camino para la filosofía posterior.
Los Sofistas
Protágoras de Abdera
Protágoras, representante del escepticismo, afirmaba que “el hombre es la medida de todas las cosas”, lo que significa que la verdad es relativa al individuo y a la especie. No podemos conocer las cosas como son en sí mismas, sino solo en relación con nuestros conocimientos.
Gorgias de Leontini
Gorgias también se basaba en el escepticismo, rompiendo la unidad entre pensamiento, ser y lenguaje. Los sofistas renunciaron a la idea de una verdad absoluta y convirtieron el lenguaje en un instrumento de manipulación, en contraste con Platón y Aristóteles, quienes consideraban la realidad como racional y, por lo tanto, acomodada al lenguaje y al pensamiento.
Sócrates
Sócrates dedicó su vida a la búsqueda de la verdad a través del diálogo y la mayéutica. Su método consistía en cuestionar las creencias de sus interlocutores para llegar a definiciones universales que recogieran la esencia inmutable de la realidad. Relacionaba la virtud con el conocimiento, defendiendo el intelectualismo moral, que sostiene que quien obra mal lo hace por ignorancia.
La influencia de Sócrates en Platón es innegable, especialmente en la teoría del intelectualismo moral y en la idea del gobierno de los sabios.
Heráclito de Éfeso
Heráclito, conocido como “el filósofo oscuro” por la complejidad de su pensamiento, consideraba el fuego como el arché (principio) del universo. Su filosofía se caracterizaba por la idea del cambio constante: “todo fluye, nada permanece”. Este movimiento continuo es una lucha de elementos contrarios, donde cada uno tiene su razón de ser en el otro.
Platón también entendía la realidad como algo cambiante, pero a su vez explicaba que debía haber realidades inmutables, como las Ideas.