Fundamentos de la Acción Moral: Escuelas Éticas, Libertad y Responsabilidad

FUNDAMENTOS DE LA ACCIÓN MORAL: LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Principales Escuelas Éticas a lo Largo de la Historia del Renacimiento

Definiciones de Moral y Ética

El término «ética» proviene del griego ethos, que puede traducirse como «morada» en el sentido de carácter o modo de ser, y también como hábito o costumbre. La palabra «moral», del latín mos-moris, remite a este segundo significado de la ética. La relación entre ética y moral difiere según las distintas doctrinas y sistemas filosóficos. El filósofo español José Luis López Aranguren se refería a la moral como «moral vivida» y a la ética como «moral pensada». Según esta distinción, podemos definir la moral como el conjunto de normas, valores, usos y costumbres que pretenden orientar la conducta humana, tanto de forma individual como colectiva.

Entendemos por ética la reflexión acerca de la moral. Así, cuando hablamos de distintos códigos morales, lo hacemos ya desde un punto de vista ético, convirtiendo la moral en objeto de análisis y reflexión. La ética opera sobre la moral en sentido práctico, produciendo modificaciones en la moral. Podemos distinguir dos momentos al respecto: en el primer momento, reflexionamos acerca de las normas y valores que orientan nuestra conducta. Esta reflexión permite que nos hagamos cargo de qué función desempeñan esas normas en nuestra vida. En un segundo momento, la reflexión sobre la moral puede dar lugar a posiciones prácticas por parte del individuo, posiciones basadas en argumentos y consideraciones racionales que, de otro modo, al margen de la reflexión, no podrían adoptarse.

Niveles de la Ética

Se distinguen tres niveles:

  1. Descriptivo: En este caso, la ética tiene por objeto la descripción de los valores y normas que regulan el comportamiento individual y social. Este nivel de análisis es más antropológico y sociológico que filosófico. No se trata de establecer un conjunto de valores y normas respecto de las cuales convenga orientar y juzgar nuestras acciones, lo que sería un análisis filosófico, sino de describir y analizar la función que desempeñan esas normas o valores.
  2. Normativo: En este segundo nivel, ya ligado a la filosofía, la ética tendría por objeto la justificación y el cuestionamiento de los valores y las normas que orientan el pensamiento y la acción de los individuos. Las posiciones morales de la filosofía son el resultado de una intervención ética; es decir, lo pensado se convierte en vivido.
  3. Metaético: En este tercer nivel, los procedimientos empleados para la fundamentación de las normas y valores morales constituyen el objeto de análisis lógico y comparativo. Como sucede en la función metalingüística, donde el lenguaje se convierte en objeto de sí mismo, aquí la ética se convierte en objeto de reflexión de la propia filosofía.

Elementos Constructivos de la Acción Moral

Normas y valores: Una acción es moral si los elementos que la conforman, las causas que la anteceden y los efectos que provoca pueden ser considerados como motivos para una reflexión filosófica, y si además atienden a consideraciones sobre el bien y el mal.

Norma moral: Es una fórmula con carácter imperativo que establece lo que debe o no debe hacerse. La acción está sujeta a la elección del individuo, es decir, tiene la responsabilidad de la elección. Una norma moral, a diferencia de una norma legal, no establece un conjunto de sanciones tipificadas para el caso de que la norma se incumpla. El rechazo moral no se acompaña de una sanción legal.

Valor moral: Un valor es un concepto abstracto que remite a una determinada cualidad de las cosas o de las acciones y que actúa como presupuesto de la norma.

Se han sostenido diversas teorías sobre qué son los valores y su origen. Dos posiciones:

  1. Posición objetivista: Los valores morales corresponden a cualidades objetivas irreales de las cosas. Las cosas son en sí mismas buenas o malas, justas o injustas. Los seres humanos descubren ese valor sin que el valor dependa del punto de vista del individuo. El denominado universalismo moral define esta posición: si los valores no dependen de las percepciones particulares y subjetivas, pertenecen a un orden objetivo y universal.
  2. Posición subjetivista: Los valores no se corresponden a cualidades reales de las cosas, sino que tienen su origen en los individuos, culturas, etc., los cuales proyectan los puntos de vista sobre las cosas. El denominado relativismo moral defiende esta posición: si los valores dependen de las percepciones particulares o subjetivistas, no podemos apelar a un orden objetivo o universal y, a lo sumo, esos valores son el resultado de un acuerdo.

Actos, actitudes y hábitos: Suelen considerarse elementos constitutivos de la acción moral, que constituyen un carácter. Entre los tres elementos se produce una relación circular: los actos, que son las acciones susceptibles de caracterización moral, van conformando actitudes y hábitos, es decir, disposiciones a obrar de un modo determinado a través de la repetición de actos que llevan a un carácter o modo de ser.

Esta distinción es propia del grupo subjetivista, esto será a partir de la época moderna. El sujeto es ahora el punto de partida y, respecto a la moralidad de las acciones, esta dependerá de las intenciones que motivan la acción.

La ética de la convicción y las éticas de la responsabilidad determinan el valor de la moralidad atendiendo a las intenciones unas y a las consecuencias otras.

Las denominadas éticas de la convicción toman en consideración el motivo por el que se lleva a cabo el acto, con independencia de las consecuencias. Importa por qué se ha hecho algo.

Las éticas de la responsabilidad dan prioridad a las consecuencias porque, según ellos, las intenciones no pueden ser objetivamente verificadas.

La Dimensión Psicológica de la Acción Moral: Etapas del Desarrollo

Los estudios psicológicos de J. Piaget y L. Kohlberg demostraron que la percepción crítica de las normas es el resultado de una serie de etapas que el individuo va superando (evolución ontogenética).

Piaget, en su libro El criterio moral en el niño, estableció tres etapas:

  1. Fase heterónoma: Comprendida entre los 2 y 6 años. El niño obedece por temor al castigo.
  2. Fase de transición: Comprendida entre los 7 y 11 años. Se basa en el respeto entre los miembros de la comunidad y la solidaridad entre iguales.
  3. Fase autónoma: Con la adolescencia se va adquiriendo una moral autónoma y equitativa. Durante este periodo se alcanzan las operaciones formales, que suponen la capacidad de operar con conceptos abstractos.

L. Kohlberg:

  1. Fase 1. Preconvencional: El individuo obra en función del temor que le suscita el castigo (estadio 1).
  2. Fase 2. Convencional: El individuo ajusta su conducta a la del grupo (estadio 3); posteriormente, reconoce la ley y los valores colectivos como fundamentos del orden moral y social (estadio 4).
  3. Fase 3. Posconvencional: El sujeto se orienta de acuerdo con principios democráticos y con derechos legalmente reconocidos (estadio 5) hasta alcanzar la fase final orientada al reconocimiento desde principios éticos universales (estadio 6).

Características de la Acción Moral: Libertad y Responsabilidad

El Problema de la Libertad

En el determinismo, según las teorías deterministas, la moralidad y la libertad serían meras ilusiones y explica las decisiones y acciones de los individuos en función de las condiciones que impone el medio social, en función de la presión de los impulsos o apetitos.

  • Sociologismo: El medio (Marx).
  • Psicologismos: Nuestros impulsos (Freud).

En este sentido, Nietzsche se refirió a la moral tradicional como «metafísica del verdugo» o «moral del esclavo». Esta moral es la moral de los resentidos, la moral que emplean contra los espíritus elevados que no necesitan reglas universales (crítica a la moral kantiana del deber por el deber). Contra esta visión nietzscheana de la moral, la idea kantiana de la moral puede condensarse en los siguientes puntos:

a) Desde el punto de vista científico, atenido al principio de causalidad, no es posible demostrar que somos libres, sino que todas nuestras acciones pueden ser remitidas a diversas causas psicológicas o ambientales. En este sentido, el ser humano es una cosa, y una cosa más de las que pueblan el universo: causalidad natural.

b) Causalidad por libertad: Sin embargo, a juicio de Kant, el ser humano tiene una dimensión inteligible y metafísica que le permite obrar de acuerdo con leyes que la razón se da a sí misma. Reglas que no son el resultado de convenciones particulares ni de la presión del medio (estará representado en el imperativo categórico).

c) Para Kant, uno es libre en tanto que puede hacer lo que debe, sin que lo que deba hacer se corresponda necesariamente con lo que desearía. Establece así Kant una diferencia entre la dimensión inteligible o moral del ser humano, capaz de darse a sí mismo la regla de su propia conducta, y su dimensión sensible o fenoménica, que tiende a la satisfacción inmediata de sus apetitos y tendencias egoístas.

El Uso de la Libertad: Libertad De y Libertad Para

Como hemos dicho anteriormente, una acción debe ser libre y conscientemente decidida. Para Kant, la libertad constituye una causalidad distinta de la que determina el orden de los fenómenos naturales; es decir, el sujeto actúa de acuerdo con las leyes que la razón se da a sí misma. Es libre aquel que obra por deber conforme a un principio racional que juzga a priori nuestros actos. Este principio de libertad es un principio metafísico que recurre a principios científicamente indemostrables, pero las ciencias humanas recurren a otro concepto de libertad. Una libertad comprendida en relación a los contextos sociales, con lo que la dimensión metafísica se apoyará físicamente. Se habla así de dos sentidos de libertad:

  1. Libertad de o libertad en sentido negativo: ausencia de coacciones que harían posible la libre determinación del sujeto.
  2. Libertad para o libertad positiva: donde el sujeto actúa con vistas a la consecución de un fin libremente elegido.

Especificidad de la Acción Moral: Ser y Deber

Aunque el hecho de la moralidad no sea un hecho natural, eso no quiere decir que la acción moral transcurra fuera de la experiencia o que no produzca efectos reales. A la relación entre moralidad y realidad (entre deber y ser) nos vamos a dedicar en los siguientes puntos.

La Falacia Naturalista y la Autonomía de la Moral

Este rasgo específico de la moralidad, la correspondencia de la ley moral con lo que «debe ser» (aunque de hecho no sea), proporciona una solución a la llamada falacia naturalista. Denunciada en el siglo XVIII por el filósofo David Hume, dicha falacia consiste en deducir lo que «debe ser» de «lo que es». Un ejemplo de Aristóteles: del hecho de que buena parte de los hombres deseen acumular riquezas y del hecho de que la mayoría de los ricos deseen desmedidamente serlo más, se seguirá falaz y erróneamente que la riqueza desmedida es deseable. (Falacia: razonamiento que parece verdadero, pero la lógica es falsa). Sin embargo, en el caso de la ética kantiana, «lo que debe ser» no solo se deduce de lo que es, sino que en muchos casos la prueba de la libertad consiste en actuar en contra de las tendencias egoístas que de forma natural comparten los hombres.

Por otro lado, esto no quiere decir que el ser humano, para demostrarse libre, tenga que obrar necesariamente en contra de lo que es, en contra de la realidad o en contra de sus propias tendencias naturales. Contra esta idea, Kant afirmará que no hay otro territorio posible para la libertad que el de la experiencia. De lo contrario, la acción moral no sería más que algo extravagante condenado al fracaso. Por el hecho de que así puede ser, de que nuestras decisiones puedan contravenir nuestros deseos, la acción moral es posible. Este ámbito constituye, a juicio de Kant, el horizonte de la autonomía moral del ser humano, capaz de darse a sí mismo la ley de su propia conducta. Según esta concepción, la razón, la misma razón para todos, es capaz de darse a sí misma la regla de sus acciones, y así cuando la voluntad se resuelve a obrar por puro respeto al deber, la acción adquiere un valor moral que nos permite reconocer el hecho de que somos libres.

Éticas Materiales y Éticas Formales

  1. Éticas materiales: Son las que establecen el contenido o materia de la acción. Determinan lo que debemos hacer para alcanzar aquello que es bueno. Las normas o imperativos prácticos de esta clase de éticas establecerán qué hay que hacer o qué debe evitarse. Según la concepción del bien supremo o de la felicidad de cada una de estas teorías éticas, los imperativos implicarán unos contenidos u otros.

a) Eudemonismo: Significa «buen carácter», «felicidad» o «buena vida». Es la doctrina ética de Aristóteles que considera la felicidad como el fin de la vida humana y el máximo bien al que se puede aspirar. Ahora bien, decir que el ser humano aspira a la felicidad es decir muy poco, puesto que hay conceptos muy distintos de felicidad. La filosofía de Aristóteles es una filosofía teleológica según la cual todos los seres humanos tienden por naturaleza a un fin. Lo esencial del hombre, lo que le distingue, es su capacidad racional, y su fin será el máximo desarrollo de esa capacidad. Así pues, la máxima felicidad del ser humano reside en la vida contemplativa y teorética dedicada a la investigación de los primeros principios y causas de la realidad. No obstante, Aristóteles es consciente de que la dedicación a la teoría no es posible en todo momento y para todos, por eso se referirá a la buena vida basada en la prudencia y en la elección del término medio entre dos posibilidades en cada caso extremas, una por defecto y otra por exceso. (Ej.: un extremo sería temeridad y el otro cobardía, y en el medio la valentía). Este término medio en el que consiste la virtud depende de la situación y debe ser establecido en relación con nosotros. Por esta razón, la ética aristotélica no da recetas de existencia que resulten válidas independientemente de quiénes sean sus destinatarios; la equidad es el requisito de la virtud, es decir, la capacidad de elegir el término medio, de aplicar la norma general en una situación particular.

b) Hedonismo: (hedone = placer en griego). Se considera hedonista lo que identifica el bien con el placer y el placer con la felicidad. Existen diversas teorías al respecto que difieren en lo que es el placer:

  • Cirenaicos: Aristipo. Los cirenaicos formaron una escuela en el siglo V a.C. formada por un discípulo de Sócrates. Según este filósofo, la finalidad de la vida es el placer, pero entendido en sentido positivo como gozo sensorial (sensualidad). No obstante, aunque tuvieran una de felicidad, apostaron por la moderación para evitar consecuencias nefastas.
  • Epicureísmo: Indica también placer y felicidad, pero, sin embargo, definen el placer como ausencia del dolor. No se trata de buscar el placer sensual del cuerpo, sino la ausencia de pesar el alma. Esta serenidad y tranquilidad del alma, la ataraxia (objeto que debe seguir todo ser humano), es la esencia de felicidad que se conseguirá, según Epicuro, mediante el cálculo exacto de los placeres, mediante la prudencia. Por ello, el sabio que se conduce razonablemente logra la vida feliz y tranquila.

c) Estoicismo: Zenón de Citio. Se pueden considerar estoicas todas las doctrinas éticas que defiendan la indiferencia de dolores externos, placeres y austeridad en los propios deseos. La ética estoica se basa en una concepción natural del mundo y este se encuentra gobernado por una ley o razón universal que determina en el destino en lo que el todo acontece, lo mismo para la naturaleza que para el ser humano. Por lo tanto, el ser humano se halla limitado por un destino del que no puede escapar y que solo le queda la resignación. Esta es la razón de que la conducta correcta solo sea posible en el seno de una vida tranquila conseguida gracias a la imperturbabilidad, es decir, de la de dolores y placeres. La felicidad solo será alcanzable en el conocimiento y asunción de la razón universal y de la vida de acuerdo con ella.

d) Iusnaturalismo: Se puede clasificar de ellos todos naturalistas que defiendan la existencia de una ley moral, natural, etc., que dice lo que está bien y lo que está mal. Esta ley es objetiva; aunque el ser humano puede conocerla e interiorizarla, no es creación suya, sino que la recibe de una constancia externa. Santo Tomás de Aquino es uno de los mayores representantes de esta teoría. Según este filósofo, Dios ha creado al ser humano a su semejanza y, por ello, en su misma naturaleza le es posible hallar el fundamento de su comportamiento moral. Las personas encuentran en su interior una ley natural que determina lo que está bien y lo que está mal, gracias a que participa de la ley eterna o divina.

  1. Éticas formales: Son aquellas éticas que consideran que la moral no puede ofrecer obras concretas de conducta, sino limitarse a establecer cuál es la forma característica de toda obra moral.

Kant fue el filósofo que estableció por primera vez la ética formal. Según este autor, solo una ética formal puede ser universal y garantizar la autonomía moral propia de un ser libre y racional. La ley o norma moral no puede venir impuesta desde fuera, sino que debe dársela la razón a sí misma. Esta ley establece que debemos actuar, para hacerlo correctamente, mediante imperativos categóricos. Estos imperativos se diferencian de los hipotéticos, que proponen las éticas materiales, en que el hipotético expresa una norma que solo tiene validez como medio para alcanzar un fin. El imperativo categórico que formula Kant actúa de manera que tu acción pueda convertirse en norma universal. El imperativo categórico establece cuál es la forma que debe tener una norma para ser moral; así, solo aquellas que sean universalizables serán realmente morales.

  1. Emotivismo: Se entiende por emotivismo cualquier teoría que establece que los juicios morales surgen de emociones. Según esta corriente, la moral no pertenece al ámbito racional, no puede ser objeto de discusión y argumentación y, por tanto, no existe lo que Platón llamaba el conocimiento o intelectualismo. David Hume es uno de los máximos representantes del emotivismo. Según este filósofo, las normas y juicios morales surgen de la aprobación o el rechazo que suscitan en nosotros ciertas acciones. Esta teoría, en un principio, parece llevarnos al relativismo. Sin embargo, para Hume, todos los hombres experimentan los mismos sentimientos ante los mismos actos, por lo que sus ideas no desembocarían en el relativismo absoluto. Desde este punto de vista, la función que poseen los juicios morales es influir en los sentimientos.
  2. Utilitarismo: Esta teoría es muy cercana al eudemonismo y el hedonismo. Como estos, defienden que la finalidad humana es la felicidad o el placer. Por ello, las acciones y normas deben ser juzgadas de acuerdo con un principio de utilidad o máxima felicidad. Es una ética teleológica, es decir, que tienden hacia un fin. El máximo representante de esta teoría es John Stuart Mill. La principal diferencia entre el utilitarismo y el hedonismo es que el primero va más allá del ámbito personal y la felicidad no se corresponde con el placer o interés personal, sino con el máximo provecho para el mayor número de personas. El placer es un bien común o bien general. En las últimas décadas ha tenido éxito una distinción entre dos versiones del utilitarismo:
  • El utilitarismo del acto: es necesario juzgar la moralidad de cada acción atendiendo a las consecuencias buenas o malas de la propia acción.
  • El utilitarismo de la regla: recomienda ajustar nuestras acciones a las reglas habituales consideradas morales por la utilidad y bondad de sus consecuencias.
  1. Ética discursiva: Es heredera y continuadora de la ética kantiana. Al igual que esta, es formal y procedimental, pues no establece normas concretas de acción, sino el procedimiento para determinar qué normas tienen validez ética. El criterio para determinar qué normas son éticas es similar al kantiano, aunque formulado de forma diferente. Si en Kant tenía validez aquella norma que podía convertirse en ley universal, para las éticas discursivas es norma aquella que es aceptable por la comunidad de diálogo, cuyos participantes tienen los mismos derechos y mantienen relaciones de libertad e igualdad. Lo que diferencia la ética discursiva de la kantiana es que quien decide si una norma es universalizable no es un individuo en solitario, sino toda la comunidad de hablantes libres y racionales.

Jürgen Habermas es uno de los representantes más importantes de este tipo de ética. Para él, la situación de diálogo ideal tiene que cumplir una serie de requisitos, entre los más importantes:

  1. Todos los afectados por una determinada norma deben participar en su discusión.
  2. Todos los participantes del diálogo tienen que tener los mismos derechos y las mismas oportunidades de argumentar y defender su postura.
  3. No puede existir coacción de ningún tipo y todos los participantes deben intervenir en el diálogo teniendo como finalidad el entendimiento.

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