Kant: Ética
Ética Kantiana: Razón Teórica y Razón Práctica
Kant distingue entre un uso teórico de la razón, abordado en la «Crítica de la razón pura» y orientado a la especulación teórica, y una razón práctica, enfocada en el conocimiento para la acción y la conducta. La razón práctica nos introduce en el terreno de la moral.
Los Tipos de Imperativos
Los imperativos son fórmulas que expresan la noción del deber.
- Imperativos Hipotéticos: Son aquellos en los que el mandato se formula para conseguir algo más. Por ejemplo: «Si quieres ser feliz en el futuro, tienes que esforzarte más en cumplir tus obligaciones presentes». Estos no son leyes morales.
- Imperativos Categóricos: Son aquellos que imponen una norma de conducta de modo absoluto, sin ninguna condición.
La Actitud de la Voluntad ante el Imperativo Categórico
La voluntad del hombre puede adoptar tres actitudes ante el imperativo categórico:
- Voluntad Moralmente Mala: Aquella que viola la ley moral.
- Voluntad de Buenas Costumbres o Voluntad Legal: Aquella que obra conforme a la ley, pero no por respeto a ella, sino por temor al castigo, esperanza de recompensa, etc. Kant llama a estas acciones «acciones conforme al deber».
- Voluntad Santa o Voluntad Buena: Aquella que actúa por respeto a la ley. Kant llama a estas acciones «acciones por deber».
Para Kant, solo esta última tiene valor moral; solo sus acciones son morales.
La Voluntad Buena
Según Kant: «Es imposible imaginar nada en el mundo o fuera de él que pueda ser llamado absolutamente bueno, excepto la voluntad buena».
Kant diferencia entre:
- Acciones por deber.
- Acciones conforme al deber.
En relación con las acciones conforme al deber, Kant menciona al comerciante que no cobra a sus clientes más de lo debido. Al principio, parece que tal acción procede de la voluntad buena en sí, pero no es necesariamente así, ya que el comerciante podría no estar actuando por deber, sino conforme al deber. Por ejemplo, tal comerciante podría cobrar precios justos a sus clientes por prudencia, si es honrado, piensa que puede vender más y tener mayor cantidad de clientes. Al actuar así, el comerciante lo estaría haciendo conforme al deber, pero no por deber. Pues, según Kant, solamente tendrían un auténtico valor moral aquellas acciones realizadas por deber.
Formulación del Imperativo Categórico
Kant ofrece diferentes formulaciones del imperativo categórico:
- «He de obrar siempre de tal modo que pueda querer que mi máxima sea una ley universal».
La máxima es un principio subjetivo de actuación, según el cual una determinada persona actúa. Ahora bien, las máximas pueden concordar o no con los principios objetivos de la ley moral.
Por ejemplo: imaginemos a un hombre en un apuro del que solamente puede salir formulando una promesa que no tiene intención de cumplir, es decir, que este hombre no puede mejorar su situación sino mintiendo. ¿Podría mentir?
La respuesta de Kant es la siguiente:
- Si el hombre del ejemplo actuara tal y como es su intención, entonces su máxima debería establecer: «En un apuro tengo derecho a formular una promesa, pero sin intención de cumplirla», es decir, tengo derecho a mentir.
- A partir de ahí, deberíamos plantearnos lo siguiente: «En un apuro, todo el mundo tiene derecho a mentir (y no cumplir sus promesas)».
- Según Kant, sería imposible querer tal universalización, lo que significaría convertir la mentira en una ley universal.
Kant piensa que las leyes morales tienen que ser universales (válidas para todos) y necesarias (en cualquier circunstancia). Y eso es lo que significa la palabra ley.
Kant formula de este otro modo el imperativo categórico: «Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de otro, siempre como un fin y nunca como un medio».
Autonomía y Heteronomía
Quien determina la ley moral es la propia razón del individuo. Como todos somos seres racionales, somos nosotros mismos quienes legislamos nuestras propias leyes morales (autonomía moral). Las éticas materiales son heterónomas. La heteronomía hace referencia a que el sujeto no es productor de la ley moral, sino que la recibe desde fuera, es decir, que no la produce su propia razón. Los principios de las éticas materiales no dependen de mi razón, sino que me proporciona la ley moral; ya sea Dios, mi naturaleza, etc.
El Reino de los Fines
Sobre tal concepto, se señala lo siguiente: «Entiendo por reino la unión sistemática de seres racionales mediante leyes comunes. Y dado que las leyes comunes tienen en cuenta las relaciones de los hombres que son fines en sí, [se constituye] el reino de los fines». Según Kant, un ser racional participa del reino de los fines como un hacedor de leyes, pero también está sometido a ellas.
Los Tres Postulados de la Razón Práctica
Habíamos visto que la razón especulativa no podía alcanzar el conocimiento del alma y de Dios, ya que no tenemos experiencia sensible. La razón especulativa ve limitado su campo a los objetivos de la experiencia. La razón práctica sí va a poder ir más allá de los límites de la sensibilidad. Mediante la razón especulativa no se había podido demostrar la libertad y la existencia de Dios. La razón práctica se va a ocupar de estas cuestiones. Cuando la razón práctica aborda las cuestiones suprasensibles referidas, alcanza tres postulados. Un postulado es una proposición que no es evidente por sí misma y que tampoco es demostrable, pero que hay que admitir si queremos explicar un hecho, el hecho de la moralidad. Los tres postulados de la razón práctica son proposiciones ni evidentes ni demostrables.
Primer Postulado:
La voluntad humana es libre. Si la voluntad del hombre no es libre, el orden moral carece de sentido. Si el hombre no es libre, sino que está determinado a la acción como una máquina, no se le puede juzgar y ninguna norma moral tendrá sentido.
Segundo Postulado:
El alma es inmortal. Para que exista la moral, es necesario que la voluntad buena y las buenas acciones sean recompensadas con la felicidad, y las malas acciones sean castigadas. Pero en la sociedad humana no sucede esto: a menudo, los buenos son infelices y los malos obtienen mayor felicidad. Es preciso que exista otra vida en la que el alma inmortal vea restituida esta injusticia.
Tercer Postulado:
Dios existe. Para que haya otra vida, es necesaria la existencia de Dios, que se encargue del juicio, del premio o del castigo de las acciones que hemos llevado a cabo en este mundo.