Hedonismo Ético en Utopía de Tomás Moro
Caracterización del hedonismo ético en Utopía y explicación de los aspectos principales de la relación entre el placer y la felicidad que postula Moro.
En el campo de la ética se pueden identificar tres tipos de bien: el psicológico, el fisiológico y el ambiental. Si bien existen diversas discusiones sobre la naturaleza del placer y la virtud, el punto fundamental reside en la naturaleza de la felicidad humana, la cual depende, en gran medida, del placer. Los principios religiosos, aunque centrales en la discusión sobre la felicidad, se someten a los mecanismos de la razón, considerándolos insuficientes por sí solos para identificar la verdadera felicidad. El primer principio religioso es la inmortalidad del alma, creada por un Dios de amor que desea su felicidad. El segundo, la existencia de premios y castigos en el otro mundo según nuestro comportamiento en este. A pesar de ser principios religiosos, los utopianos buscan fundamentos racionales para aceptarlos. No equiparan la felicidad con cualquier placer, sino con el tipo más elevado. Tampoco la identifican necesariamente con la virtud, a menos que se adhieran a una escuela de pensamiento muy particular. Esto implica obedecer al instinto de ser razonables tanto en lo que elegimos como en lo que rechazamos. La razón nos enseña, en primer lugar, a amar y reverenciar a Dios, fuente de nuestra existencia y capacidad para ser felices; en segundo lugar, a llevar una vida tan alegre y agradable como sea posible.
Los utopianos consideran que el placer es la felicidad última a la que aspiran todos los seres humanos, incluso cuando actúan de manera virtuosa. Definen el placer como toda actividad o estado, ya sea mental o físico. Desde su perspectiva, estamos obligados por la razón y el instinto a disfrutar de cualquier modo natural que no dañe a otros ni produzca efectos negativos posteriores. Sin embargo, advierten que existe una tendencia a llamar “deleitable” a cosas que no lo son. Esta confusión, lejos de contribuir a la felicidad, la imposibilita. Con frecuencia, estas cosas no solo carecen de placer, sino que son sumamente desagradables, pero atraen con tanta fuerza a los gustos pervertidos que se convierten no solo en grandes placeres, sino en razones principales para vivir.
Entre los adictos a estos falsos placeres se encuentran quienes se enorgullecen de vestir mejores ropas. Además del juego y el dinero, se incluyen la caza y la cetrería. En contraste, los verdaderos placeres se dividen en mentales y físicos. Los mentales provienen de la comprensión o la contemplación de la verdad. Los físicos, a su vez, se dividen en dos grupos: primero, aquellos que llenan el organismo con una sensación consciente de gozo, como resultado de reponer sustancias físicas consumidas por el calor natural del cuerpo (comer, beber), aunque también existen placeres que no satisfacen necesidades orgánicas ni alivian incomodidades previas. El segundo tipo de placer físico surge del funcionamiento tranquilo y regular del cuerpo, es decir, de un estado de salud no perturbado. Incluso la persona más insensible admitirá que estar sano es un deleite, sinónimo de placer.
Contexto Socio-Político de Campanella y Moro
A partir de la lectura del texto complementario de R. Mondolfo (Gilson), se desarrollará el contexto socio-político epocal que ilumina la obra de Campanella, con énfasis en su rol como pensador y su propuesta intelectual. Se compararán estos aspectos con Tomás Moro y su obra Utopía.
Campanella y la Defensa de la Verdad Científica
En 1616, en contra de la condena de la teoría heliocéntrica por parte del tribunal eclesiástico, que la consideraba nociva para la fe, la obra de Campanella reivindica los derechos de la verdad científica. Sostiene que la verdad religiosa y la filosófica no pueden entrar en conflicto, pues tienen campos diferentes: la primera, la conducta moral y la vida futura; la segunda, el conocimiento de este mundo.
Campanella afirma que limitar la investigación científica es una ofensa al cristianismo, y que la sed de conocimiento debe considerarse un homenaje al Creador. Argumenta su posición citando a Salomón, quien afirma que si Dios creó el mundo para su gloria, desea que lo admiremos, ensalcemos y celebremos como un poeta o un pintor sabio desea que se conozcan y elogien sus obras.
Dado que la mayor gloria del Creador proviene de la grandeza de sus obras, Campanella reconoce que la infinitud del universo, la pluralidad de los mundos y la visión de un firmamento lleno de otros soles con sus planetas, aunque contrarios a Aristóteles, no lo son a las Escrituras. Concluye que suprimir o prohibir el estudio de Galileo y sus escritos pondría en peligro de irrisión a las Sagradas Escrituras.
Comparación con Tomás Moro
(Sección para desarrollar la comparación entre Campanella y Tomás Moro, considerando su contexto socio-político, rol como pensadores y propuestas intelectuales, basándose en la información proporcionada y el texto complementario de Mondolfo/Gilson).