2.2. SER Y DEVENIR. APARIENCIA Y REALIDAD O “VERDAD”
El tema de esta redacción hace referencia a unos conceptos que han desempeñado un papel fundamental en toda la metafísica occidental: ser-
devenir y apariencia–
realidad.
Prácticamente desde sus inicios la filosofía ha contrapuesto el ser al devenir y la realidad a la apariencia, y la mayoría de los filósofos han asociado la realidad con el ser y la apariencia con el devenir. Así, la mayoría de filósofos han concedido todo valor ontológico y epistemológico al ser en lugar del devenir. A esta concepción se opondrá Nietzsche.
Nietzsche es un pensador alemán que vivió durante la segunda mitad del siglo XIX, cuya filosofía es vitalista. Tras el fracaso de la Ilustración, surgieron críticas a la filosofía de Hegel, quien había llegado a considerar a la Razón como explicación de toda realidad. Uno de estos pensadores antihegelianos fue Schopenhauer, representante de una filosofía irracionalista centrada en la voluntad que influyo en Nietzsche, aunque este transformaría la voluntad de renuncia de Schopenhauer en una voluntad de poder.
Así, empleando su método genealógico, sospechara de toda formación cultural, filosófica, moral o religiosa, investigando sobre sus orígenes y sus verdaderas intenciones, todo ello con la pretensión de someter a crítica toda la cultura occidental, a la que considera decadente y enfermiza, por ser contraria a la vida.
Pasando ya al tema planteado en esta redacción, lo primero que podemos destacar es que para Nietzsche la realidad se nos presenta como caos, nada hay igual, eterno y permanente en ella, las cosas varían continuamente, como varia nuestra concepción de las mismas. Así, la realidad es inaccesible al conocimiento humano, podemos experimentarla pero no conocerla. En la realidad no hay sustancias, sujetos o cosas sino sujetos, acontecimientos… en un fluir continuo. Además no hay un logos que dirija este constante devenir: en el fluir no hay orden, ni razón, ni fin alguno, de esta forma el mundo se nos presenta como un caos impredecible, un devenir sin meta.
Para Nietzsche, la cultura occidental, la filosofía, surge para poner orden (logos) a ese caos.
El hombre (débil y enfermizo, incapaz de vivir en ese mundo caótico), el filosofo (encarnado en Parmenides, Socrates o Platón), construirá un mundo aparte, el mundo del ser, de la autentica realidad. Para ello desprestigiara los sentidos y la información que nos transmiten: los sentidos nos engañan, nos muestran un mundo falso, el mundo cambiante de las apariencias. Para alcanzar la verdadera realidad hay que hacer uso de la razón: solo la razón nos permite alcanzar el mundo verdadero, el mundo del que habla la metafísica, un mundo de realidades que están mas allá de la percepción sensible, como por ejemplo las Ideas platónica o las sustancias en Descartes.
En estas metafísicas dualistas existen dos tipos de realidades, pero solo una de ellas es auténticamente real: la realidad del ser, las realidades inmutables, eternas. Por otro lado, tenemos el mundo del devenir, pura apariencia.
De este modo, el dualismo metafísico se fundamenta en dos principios básicos:
- Lo que permanece un valor superior a lo que cambia.
- La razón es el camino para descubrir y conocer el mundo verdadero.
Para Nietzsche, los creadores de estas metafísicas son la filósofo–
Momia, los encargados de combatir la apariencia y el cambio, unos filósofos que confían en los conceptos abstractos tanto desconfían de los sentidos.
Frente a estas metafísicas y su desvalorización del mundo sensible y cambiante, Nietzsche defiende que la creación del “mundo verdadero” se debe al miedo, al no poder soportar un mundo sin sentido, sin orden, sin logos, necesitamos un mundo más seguro donde vivir, por eso el ser humano ha inventado este mundo a su imagen y necesidad para poder sobrevivir en la vida; es antropomórfico, propio del mito. Pero para Nietzsche la única realidad es el mundo aparente, el devenir. Lo aparente lo puedo experimentar pero lo “verdadero” es una construcción de la razón, por lo tanto, lo real es la multiplicidad y el cambio. Un devenir sin intención final, carente de meta, privado de sentido.
Según Nietzsche, el poderoso instrumento empleado para crear la ficción de un “mundo verdadero” es el lenguaje. La metafísica del pueblo, gramática, nos hace creer que toda acción tiene detrás un sujeto, cuando lo único que existe es la acción, el devenir (Nietzsche utiliza ejemplos como los del “relámpago brilla” y “el sujeto pensante cartesiano”). Los elementos del lenguaje que posibilitan la creación de un “mundo verdadero” (plagado de objetos, sujetos, sustancias permanentes e invariables) son: el término “yo”, el verbo “ser”, la “estructura sujeto-predicado”…Para Nietzsche, hace falta un nuevo lenguaje que no momifique la realidad y que muestre el mundo real, es decir, el mundo del devenir. Para ello, utiliza un lenguaje mas poético, mas dinámico (aforismos, metáforas, ironías…).
El mundo metafísico creado por Occidente no busca el conocimiento de la verdad sino que es creado por el temor al mundo del devenir. Para Nietzsche no existe “la verdad”, solo interpretaciones diversas de una realidad cambiante: el perspectivismo.
Según el perspectivismo de Nietzsche conocer es una valoración hecha desde una determinada perspectiva que indica lo que es útil o perjudicial para cada individuo. Son nuestras necesidades las que interpretan el mundo. Nuestras interpretaciones están influenciadas subjetivamente por nuestras percepciones, vivencias e impulsos. Las distintas interpretaciones dependen de la voluntad de poder, de la vida ascendente o descendente de cada ser humano; hay tantas interpretaciones como voluntades de poder individual.
El perspectivismo de la verdad de Nietzsche nos ha llevado a una pluralidad interpretativa, todas las interpretaciones son validas.
En conclusión, lo que para la mayoría de filósofos ha sido el mundo aparente es para Nietzsche el único mundo que hay, el del devenir. Por el contrario, lo que la filosofía y el cristianismo ha considerado como “mundo verdadero” es para Nietzsche un mundo ficticio, con el que el ser humano se ha autoengañado ante su incapacidad de soportar el devenir. Ningún filósofo se había cuestionado el valor de la verdad en sí misma, creían en su existencia y en el interés humano por encontrarla. La filosofía de Nietzsche se sitúa más allá de la verdad.