David Hume, filósofo inglés del siglo XVIII, fue el máximo representante del empirismo, movimiento que surgió como una reacción hacia el racionalismo. Son dos sistemas filosóficos contrarios, pero como ambos pertenecen a la Edad Moderna. Tienen en común que el centro de sus teorías es la epistemología, y que el sujeto desempeña una función activa en el proceso del conocimiento (subjetivismo). Hume llevó el empirismo hasta sus últimas consecuencias, con el objetivo de contribuir al progreso del conocimiento creando una ciencia única, una ciencia de la naturaleza humana a partir de la cual surgieran todas las demás.
El empirismo rechazó el método y la deducción de Descartes (racionalismo) a favor del análisis científico, que tomaría como modelo la física de Newton. Este análisis concreto huye de la idea racionalista de que el hombre con su razón puede llegar a cualquier parte y hace un estudio crítico de la razón tras el cual fija los límites reales del entendimiento y de sus posibilidades de conocer. Por último, el empirismo, llega a los principios universales (en caso de que los haya) partiendo de lo inmediato y fenoménico, mediante la inducción. En este movimiento se pierde el interés por lo especulativo y metafísico. El axioma básico del empirismo será que no hay nada en nuestra mente que no haya pasado primero por los sentidos, en él se puede ver la influencia aristotélica que recibió este movimiento.
La teoría del conocimiento de Hume, coincide con las de otros autores empiristas en que todos ellos sitúan el origen y el límite del conocimiento en la experiencia y las capacidades sensoriales, y estas limitan también a la razón en el proceso de conocer; niegan la existencia de ideas innatas, ya que entienden que no hay nada en nuestro entendimiento previo a la experiencia; utilizan como modelo las ciencias experimentales ;y por último, el concepto de razón crítica sustituye a la razón dogmática propia del racionalismo.
Al indagar más en el conocimiento, Hume distingue los distintos elementos que lo componen. Todo lo que contiene la mente son percepciones, que se clasificarán según su intensidad. Las impresiones son aquellas que penetran con más fuerza y vivacidad en la conciencia, son datos inmediatos de los sentidos, pasiones y emociones. Por el principio de copia, a partir de las impresiones surgen las ideas. Estas son percepciones atenuadas, y hay dos tipos. Las ideas de la memoria, son reproducciones exactas de las impresiones, mientras que las de la imaginación son ideas complejas formadas por la asociación de ideas más sencillas según los principios de semejanza, contigüidad en el tiempo y en el espacio y la relación causa-efecto. El entendimiento piensa ideas y depende tanto de los sentidos como de la imaginación. En palabras de Hume “todas nuestras ideas simples o complejas proceden de sus impresiones correspondientes”, precisamente será este el argumento utilizado por Hume para fundamentar su crítica. Además, Hume reconoce dos tipos de conocimiento. El conocimiento de ideas, referido a contenidos puramente ideales, como las matemáticas o la lógica, y el conocimiento de hechos, es este último al que Hume le atribuye más valor, ya que se basa en impresiones que parten de la experiencia.
La epistemología de Hume es una crítica a la causalidad y a la idea de sustancia, utilizadas anteriormente por otros filósofos. En cuanto a la causalidad, Hume afirma que todos los razonamientos del conocimiento de hechos se basan en la relación de causa-efecto, cuando se establece entre ellos una contigüidad y una sucesión temporal. Esto quiere decir que el empirista inglés solo acepta la causalidad cuando se refiere a hechos de los que se ha tenido experiencia repetida. Según Hume, nuestra imaginación tiende a proyectar los hechos pasados al futuro. Esta relación causa-efecto puede ser muy útil, pero se trata de una relación que establecemos por costumbre, pero no es un principio que proceda de la razón, y por tanto, no nos sirve para tener un conocimiento seguro. La otra gran crítica de Hume es a la idea de sustancia. Por ello, criticó duramente las tres sustancias del racionalismo. En primer lugar, Hume no puede aceptar la idea de sustancia ya que esta no proviene de ninguna impresión. De la sustancia material, dice que la realidad exterior es una realidad distinta de nuestras impresiones y exterior a ellas. Aunque otros empiristas justifican la existencia de la sustancia material como el soporte de todas nuestras impresiones, el talante crítico de Hume fue mucho más radical. Tampoco podrá aceptar la existencia de un yo, de una sustancia pensante distinta de sus actos, puesto que el “yo” es una idea creada por nuestra imaginación al asociar impresiones, vivencias, sentimientos…, pero no es un hecho del que hayamos tenido experiencia. Por lo que respecta a Dios, sustancia infinita, su existencia no puede demostrarse ni a priori ni a posteriori, porque al hacerlo se estaría aplicando la relación causa-efecto de manera errónea, al no estarla estableciendo entre impresiones que surjan de nuestra experiencia. Hume concluyo su implacable crítica diciendo que “la metafísica es imposible” y afirmando que “no existo ni yo, ni el mundo, ni Dios”.
Las tres sustancias han quedado invalidadas por el análisis empirista de Hume. Sin embargo, Hume no tiene una alternativa en cuanto a conocimiento seguro. Es decir, Hume entiende que solo podemos conocer las percepciones, los meros fenómenos (fenomenismo), y aún así, ni si quiera es posible alcanzar un conocimiento cierto a través de la experiencia, puesto que los hechos de los que tenemos experiencia cambian. El escepticismo de Hume no fue metodológico como el de Descartes, aunque tampoco se trató de un escéptico absoluto puesto que admitió la utilidad práctica de ciertos conocimientos.
Como se puede abstraer de su teoría epistemológica, Hume se
caracteriza por un profundo talante crítico. Fue precisamente esa su mayor
aportación al pensamiento moderno, la aceptación de que nuestro conocimiento
tiene un límite. Además, a la ciencia aportó el planteamiento de las leyes de
la naturaleza como leyes generales causales, que no tienen la validez de las
leyes universales lógicas. Por otro lado, Hume fue el primero en plantear lo
que posteriormente pasará a llamarse “falacia naturalista” ,esto es, que las
cosas sean de hecho de una determinada manera en la naturaleza, no implica que
deban ser así, en un sentido moral.
Este concepto será uno de los grandes temas de la ética posterior a Hume. La ética de este filósofo, el emotivismo moral, se basa en “introducir el método experimental en el campo de los temas morales”. Para Hume, nuestra moral se fundamenta en el sentimiento, puesto que al actuar y al hacer juicios morales, lo que nos mueve no es el entendimiento sino lo que sentimos. Además, establece que el instinto natural es el fundamento del sentido moral de la acción, esto explica que a pesar de actuar conforme a lo que nos dictan los sentimientos, al tener todos los seres humanos un impulso natural común, no viviremos en el caos. Por último afirma que el sentimiento moral es desinteresado, ya que no solo tenemos en cuanta la repercusión de nuestras acciones sobre nosotros mismos, sino sobre la colectividad. Cada comportamiento humano es individual y puede ser acertado o erróneo, por ello, existe una serie de mecanismos correctores de la conducta: la costumbre y el hábito, que persiguen reforzar las acciones buenas frente a aquellas que no lo son; la empatía, gracias a la cual somos capaces de juzgar a los demás desde puntos de vista objetivos y generales; y las convenciones sociales, que se transmiten mediante la educación y se garantizan por medio de las leyes y pretenden modular las pasiones.
Por toda esta serie de características se dice que la moral de Hume es emotivista, ya que entiende que las proposiciones éticas se limitan a expresar un sentimiento y la elección moral no está basada en la razón; subjetivista, porque no considera que las cosas puedan ser buenas o malas, sino el resultado de una emoción, sentimiento o pasión; y utilitarista, puesto que reconoce que la naturaleza humana tiene una tendencia al bien debida a que así se mejora la vida social y se fundamenta la justicia, esta inclinación hacia el bien, reforzaba mediante la educación y el hábito, forja en el individuo una conciencia moral.
La política de Hume, es consecuente con el empirismo y es, al igual que la ética, utilitarista. De este modo, la sociedad se organiza de una manera útil que nos proporciona fuerza, habilidad y seguridad. Los grupos sociales surgen de la ampliación de la única asociación natural, la familia, para garantizar la propiedad y el orden. Cabe destacar que, por considerarla indemostrable, Hume no incluye en su política la idea de contrato social de Locke y Hobbes. El bienestar y la felicidad del individuo están profundamente relacionados con el bienestar y la felicidad colectivos, y esto parte de la propia naturaleza humana.
Al repasar las teorías de Hume nos damos cuenta de que fundamenta todas ellas en el análisis empírico y científico, y por ello, no puede aceptar la religión. Hume no puede admitir la existencia de un Dios cuya existencia se pueda demostrar racionalmente, y postular que existe un Dios más allá de la naturaleza humana, sería extralimitar nuestro conocimiento. Hume cree que la religión nace en las esperanzas, temores e incertidumbres de los hombres, y concluye que esta no es “más que sueños de hombres enfermos”.