HUME
Una teoría empirista
Los contenidos de la mente son percepciones, que se dividen en impresiones o datos, e ideas, que son copias de las impresiones. No existen las ideas innatas. La diferencia entre impresiones e ideas es de intensidad. Impresiones de sensación y de reflexión: de las primeras surgen las ideas, que provocan las impresiones de reflexión. Las ideas se dividen en simples y complejas. Son simples cuando corresponden a una impresión, se siguen las ideas complejas, resultado de la actividad de la memoria o de la imaginación. Las ideas de la memoria son intensas y mantienen la forma y el orden de las impresiones originales, mientras la imaginación altera la figura y la secuencia según tres principios de asociación: los de semejanza, contiguidad y causalidad.
Tipos de conocimiento y crítica a la idea
Dos tipos de conocimientos: las relaciones de ideas y las cuestiones de hecho. Las primeras son proposiciones analíticas y necesarias, como lógica o matemática, se relacionan entre ellas y se llega mediante el entendimiento, sin recurrir a la experiencia. Las cuestiones de hecho son sintéticas y probables. Una idea será verdadera si procede de alguna impresión: si no es una ficción. La relación causa-efecto se basa en la experiencia. Nunca podemos descubrir en ella una conexión necesaria entre los hechos, sino que un hecho (efecto) se sigue de otro (causa). La conexión necesaria implicaría que esa relación se daría siempre, pero esto no podemos garantizarlo. La costumbre o hábito engendra la creencia, que nunca proporciona certeza.
Crítica a la idea de sustancia
Respecto del mundo corpóreo (sustancia extensa), solo tenemos impresiones, porque la idea de una realidad externa no se basa en impresión o experiencia alguna. En cuanto al yo (sustancia pensante) se reconoce a través de sucesivas ideas e impresiones. Nuestras impresiones están unidas por asociación en la imaginación, no deberíamos atribuir una identidad a lo que es solo una sucesión de percepciones diferentes.
Tampoco la existencia de Dios (sustancia infinita) puede demostrarse, ni a priori (argumento ontológico), ni a posteriori, porque habría que basar la demostración en la analogía con las obras humanas, pero la analogía es una forma débil de razonamiento.
Fenomenismo y escepticismo
Las tres sustancias cartesianas (mundo, yo y Dios), por tanto, no podemos conocerlas. La realidad, por tanto, queda reducida a meros fenómenos. Esta posición fenomenista parece al escepticismo moderado, que conduce directamente a la tolerancia, puesto que, al no estar seguros de ningún conocimiento, debemos mantener la libertad de acción y de pensamiento en nuestros comportamientos y nuestras actitudes. Este escepticismo también debe servir al iniciar una investigación filosófica para librarnos de prejuicios y alcanzar la imparcialidad.
Moral del sentimiento
La razón no es ni puede ser el fundamento de nuestros juicios morales, puesto que es esclava de las pasiones y no tiene otra opción que obedecerlas. La moralidad tiene su origen en los sentimientos. Una acción es virtuosa según la impresión de agrado o desagrado que nos produce. Este sentimiento o capacidad de simpatizar con la felicidad o la desgracia ajenas es común a toda la humanidad. Pero solo se dará si quien aprueba o censura es un observador imparcial que se aleja de sus intereses particulares y tiene en cuenta la utilidad social de la acción o de las cualidades juzgadas.
Ideas políticas
Para los seres humanos, vivir en comunidad es más provechoso que la libertad y la independencia individuales. Un gobierno que se dirija a la sociedad, pues todos los individuos saben que así la seguridad es mayor. El gobierno vigila para que los individuos no pongan sus intereses particulares por encima de los intereses generales. Respecto al origen del Estado, suele ser otro que la violencia, solo en situaciones muy excepcionales está justificada la resistencia a la autoridad y siempre que sea en favor del interés general y la utilidad pública.
KANT
Para Kant, todas las cuestiones de la filosofía pueden sintetizarse en cuanto a preguntas: ¿qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar? y ¿qué es el hombre? Para responderlas, emplea el método crítico, mediante el que la razón se examina a sí misma, a fin de averiguar cuáles son sus usos y sus limitaciones.
Conocimiento y realidad
Kant responde a la primera de estas preguntas en la Crítica de la Razón Pura, donde estudia el conocimiento, es decir, el uso teórico de la razón. La cuestión más importante es si la metafísica es una ciencia. Si lo es, como creían los racionalistas, el conocimiento carecerá de límites, pero si no es ciencia, sí tendrá límites bien definidos. Para averiguarlo, Kant examina qué condiciones cumplen dos ciencias ya constituidas: la matemática y la física. Ambas son ciencias porque son capaces de enunciar leyes científicas, o juicios sintéticos a priori: estos amplían nuestro saber, pero al mismo tiempo son a priori, porque son universales y necesariamente verdaderos, su validez no se limita a una experiencia concreta. Esto significa que, aunque nuestro conocimiento comienza por la experiencia, no todo el conocimiento procede de ella, sino que ha de haber unas formas, puestas por la mente del sujeto. Kant consigue, así, sintetizar el empirismo y el racionalismo en el idealismo trascendental: la sensibilidad ofrece al entendimiento un material dado por los sentidos, que la mente del sujeto organiza mediante unas estructuras a priori. Giro copernicano de Kant, lo decisivo en el conocimiento es la mente del sujeto, que organiza los datos de los sentidos.
En el proceso de conocimiento, primero interviene la sensibilidad, que, mediante las intuiciones puras de espacio y de tiempo, organiza el caos de sensaciones, constituyendo nuestra «representación mental» del objeto, el fenómeno. El entendimiento, con sus conceptos puros a priori, las categorías, organiza el caos fenoménico, permitiéndonos conocer las leyes de la naturaleza. Sensibilidad y entendimiento se complementan mutuamente, para conocer un objeto, deben darse los fenómenos de la experiencia, y las categorías del entendimiento: si alguna de estas dos condiciones falta, el conocimiento resulta imposible.
Kant deduce que únicamente nos es dado conocer las manifestaciones sensibles de la naturaleza, los fenómenos, porque están organizados en el espacio-tiempo, y por ello, podemos aplicarles las categorías; en cambio, las cosas en sí mismas, los noúmenos, pueden ser pensados, pero jamás conocidos, porque no tenemos experiencias de ellos y no pueden aplicárseles las categorías. La última facultad que interviene en el conocimiento es la razón, que piensa por medio de ideas. Las principales ideas de la razón son 3: alma, mundo y Dios. Pero se refieren a noúmenos, acerca de los cuales no tenemos conocimiento alguno. Cuando la razón trata de conocerlos, cae en contradicciones consigo misma. Las ideas de la razón, por tanto, marcan el límite de nuestro conocimiento, con lo que se concluye que la metafísica no puede ser ciencia y debe abandonarse como tal.
Acción y ética
Análisis del uso práctico de la razón en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres y en la Crítica de la razón práctica. El único criterio que permite determinar el valor moral de una acción es la buena voluntad que al actuar, se inspira en el deber, y no en el interés personal. Las éticas anteriores han sido incapaces de encontrar el fundamento del deber, porque formulaban imperativos hipotéticos, que tienen una validez condicionada a la consecuencia de algún fin exterior al sujeto (Dios, felicidad, placer…). Kant propone su ética formal, que puede fundamentar la idea de deber. Descubre en la razón del sujeto una ley moral abstracta y universalmente válida, el imperativo categórico, que le ordena de un modo absoluto cómo ha de comportarse, sin concesión alguna a sus inclinaciones. El imperativo categórico presupone la libertad del sujeto, porque solo un ser dotado de voluntad libre puede darse a sí mismo una ley moral; el individuo es libre en el ámbito moral (no en el fenoménico), porque solo se obedece a sí mismo, a su razón (autonomía). La virtud es la voluntad de actuar siempre por deber. Una conducta virtuosa exige respetar a todas las personas, porque se trata de seres racionales, es decir, morales y libres. Estos forman parte del reino de los fines, la esfera de las relaciones morales entre sujetos racionales, que se deben respeto mutuo.
Culmina con la formulación de los tres postulados de la razón práctica: la libertad del sujeto, la inmortalidad del alma (como garantía de que, tras esta vida, será posible un progreso infinito hacia la libertad), la existencia de Dios (garantía de que nuestra virtud será recompensada en la felicidad).
ROUSSEAU
La figura de Rousseau es ambigua y paradójica, es uno de los principales representantes de la Ilustración. Defiende la primacía del sentimiento sobre la razón y sostiene que la ciencia y la cultura no mejoran al hombre, sino que tienden a corromperlo y a hacerle infeliz.
Crítica a la sociedad
El ser humano es bueno por naturaleza, pero se hace malo porque en sociedad se corrompe. El error de los ilustrados es creer que el progreso de la civilización y de la ciencia marcha paralelo al progreso de la felicidad y la moralidad del hombre; más bien, ha sucedido lo contrario: el progreso de las ciencias y las artes ha contribuido a corromper las costumbres y la naturaleza humana, ha uniformizado a los hombres y deformado sus sentimientos naturales. En el estado de naturaleza, anterior a la vida social, los seres humanos eran pocos y vagaban libremente por la naturaleza. El hombre natural (buen salvaje) se caracterizaba por su inocencia, igualdad y libertad, y por sentimientos como el amor de sí mismo. El fin del estado de naturaleza se produjo cuando al aumentar la población y crecer las necesidades, los seres humanos comenzaron a formar sociedades más complejas. En ellas, se instituyó la propiedad privada, que provocó la transformación del amor a sí mismo en amor propio, una pasión artificial que lleva a los hombres a compararse con los demás y a desear ser los primeros en todo, con lo que se fomentan la envidia y el orgullo. Surgieron así la ambición, la rivalidad económica y la desigualdad social.
Problema de la educación
Resulta ya imposible retornar a la situación de libertad, igualdad y felicidad originales, pero sí es posible recuperarla en parte suprimiendo las barreras que la sociedad y la educación han levantado entre los hombres. Rousseau propone un sistema ideal de educación basado en la ausencia de toda imposición externa, el niño debe aprender a vivir libremente, conviviendo en tolerancia con los demás seres humanos.
Contrato Social
El segundo paso consiste en transformar la sociedad mediante un pacto que propicie y respete la libertad de los hombres y legitime el poder, despojándolo de su carácter arbitrario. Rousseau mantiene que es necesario organizar una sociedad de manera que cada individuo, al asociarse a los demás, se una a todos, pero no se obedezca más que a sí mismo, quedando tan libre como antes. Para lograr este objetivo, propone una forma de contrato que vincula a la comunidad con el individuo y, a la inversa, al individuo con la comunidad. Por el contrato social, el hombre se transforma en ciudadano. El contrato social crea la voluntad general, que es colectiva, soberana e inalienable, y tiene como objetivo el bien común. Las leyes y el gobierno significan la puesta en ejercicio de la voluntad general. El gobierno elegido ha de ocuparse de ejecutar las leyes que emanan de la voluntad general. Rousseau establece una clara diferencia entre la voluntad general y la voluntad de todos, o de la mayoría: la voluntad general tiende al ideal, mientras que la voluntad de todos no siempre lo hace. La democracia perfecta se da cuando ambas voluntades coinciden, aunque Rousseau considera que un gobierno estrictamente democrático es más propio de dioses que de hombres.